El Dux Tebdemir y su tiempo
Albert Ribera Lacomba
Miquel Rosselló Mesquida
2019
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El duX Tebdemir
y su tiempo
Albert Vicent Ribera i Lacomba, ICAC
Miquel Rosselló Mesquida
Este interesante personaje formaba en su juventud parte
del círculo próximo al rey Égica (687-702). Posteriormente
mandó una flota que derrotó a los bizantinos en una incursión naval. Cuando los árabes llegaron al sur valenciano, les hizo frente con suerte adversa, aunque negoció
un pacto por el que, a cambio de tributos, se mantuvo
como el señor de siete ciudades y de un amplio territorio del sudeste de la península ibérica. Probablemente
fue el último dux, gobernador, visigodo, de la provincia
Carthaginensis marítima, o Aurariola. Seis de estas ciudades se concentran en las actuales provincias de Alicante,
Albacete y Murcia, y la última, Balantala, no se ha identificado con certeza, aunque debe ser Valentia, tanto por la
evidente semejanza toponímica, como por la no excesiva
distancia con las restantes y su pertenencia a la misma
provincia Carthaginensis.
◁ Anagrama con el nombre del propietario del palacio de
Esta asimilación, además, encaja e interrelaciona fácilmente este personaje con el palacio de Pla de Nadal, a
catorce kilómetros de Valencia, donde se ha encontrado
un anagrama y un grafito con un antropónimo semejante a Teodomiro, como se expone en otro capítulo de esta
obra. El refinamiento, riqueza y simbolismo iconográfico
de Pla de Nadal se adapta muy bien con lo que se conoce
de la vida y la personalidad de Teodomiro. Un cronista lo
describió como: «Fuit enim Scripturarum amator, eloquentia mirificus, in praeliis expeditus», lo que retrata la triple
naturaleza de la formación de los visigodos laicos: religiosa, literaria y militar.
Teodomiro también representaría el aumento del
poder de la nobleza frente al rey, en un momento en que
las fuentes reflejan el fracaso de la centralización y de un
estado visigodo fuerte, con los duces provinciales formando una aristocracia protofeudal que concentraba en sus
manos el poder civil y militar.
Pla de Nadal. Foto: Rafa de Luis
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Pla de Nadal. Detalle del momento
de aparición de un fuste de
columna y un capitel durante la
excavación. Archivo Museu de
Prehistòria de València.
Teodomiro, bisagra de dos épocas: guerra y pacto
Las primeras noticias que se conocen de Teodomiro
son de su juventud, en la que fue guardia real, gardingo de
Égica, en 693, y estuvo a punto de perecer en una fallida
conspiración contra el rey. Entre el 700 y 702, en el reinado conjunto de Égica y Witiza, repelió una incursión naval
bizantina, de la que no se conoce su procedencia, aunque
haya opciones, como Septem (Ceuta), las Baleares, Sicilia
o Carthago. El caso es que, en los inicios del siglo viii, se
ha constatado que el litoral de la provincia Carthaginense,
tras más de setenta años de calma, volvió a sufrir incidentes bélicos controlados por las tropas visigodas al mando
de Teodomiro que, paradójicamente, ha trascendido más
por su papel negociador, tras ser vencido por los árabes
cerca de Orihuela, en el 713, que por esta victoria.
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Entre la primera vez que tenemos constancia de
Teodomiro en este territorio, 700-702, y la segunda, 713,
pasó más de una década, lo que lleva a suponer que
este importante dignatario residiría continuamente en
la zona durante ese periodo. Las fuentes islámicas refieren que cuando los árabes llegaron al sudeste de la
península ibérica, en el 713, vencieron a las gentes de
Orihuela, —¿Orta?—, Valencia, Denia y Alicante, y pactaron con su jefe, el mencionado Teodomiro, las condiciones de su sumisión, que dejaba a las autoridades
visigodas con sus funciones y privilegios a cambio de
un tributo anual, en moneda y especie. Poco después,
nuestro personaje tuvo que ir a Damasco con el gobernador árabe Muza y otros prominentes personajes para
entrevistarse con el califa.
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El territorio del Pacto de Teodomiro
El área que abarcaba este pacto se puede delimitar
a través de las ciudades que se mencionan en él, todas,
menos una, de aceptada identificación: Lorca, Orihuela,
Laqant/Alicante, Mula, B.q.s.ra/Begastri, Iyyuh/Eio/Elo. En
otras versiones se cambia Begastri por Ils/Ilici.
Las dudas se centran en la identificación de B.l.n.t.la/
B.n.tila, que normalmente se trascribe como «Balantala».
Como las restantes se centran en el sudeste, en las actuales
provincias de Murcia, Albacete y Alicante, se consideraba
problemática su identificación con Valencia, aparentemente más alejada de las otras, aunque por la toponímia
sería extraordinariamente convincente y se echa en falta
otra alternativa razonable. Debe ser Valentia, no sólo por
la semejanza toponímica y la no excesiva distancia con las
restantes, sino que, además, y sobre todo, por su común
pertenencia a la misma provincia, la Carthaginensis, con lo
que en conjunto presentan una clara coherencia territorial.
Además, tras los hallazgos de Pla de Nadal, Valencia
es aún más claro que sería esa no localizada Balantala.
Los siguientes argumentos avalarían la identificación:
Pla de Nadal. Grafito de Teudinir.
Museu de Prehistòria de València.
• La coincidencia del topónimo.
• Los hallazgos de Pla de Nadal, en Riba-roja de Túria,
donde, en una villa áulica, propiamente un palacio,
corresponder al mismo personaje, que sería el cons-
de fines del siglo vii, se ha encontrado un medallón
tructor del edificio, el coetáneo y famoso Teodomiro.
de piedra con el anagrama de un «Tebdemir». Estos
• La mención de que las tropas de Valencia lucharan
anagramas, normales en las leyendas monetales
contra los árabes, en 713, junto a las de Alicante,
visigodas, precisamente aparecen en las últimas
Denia, Orihuela y la desconocida Orta, bajo el man-
monedas de la ceca de Valentia y Saguntum. En el
do de Teodomiro, implicaría que este personaje se-
reverso de una venera de este edificio también apa-
ría el jefe militar visigodo del territorio comprendido
reció un grafito con el nombre «Teudinir», que debe
entre Lorca y Orihuela, al sur, y Valencia.
El dux Tebdemir y su tiempo. A. V. Ribera i Lacomba, M. Rosselló Mesquida
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vincia litoral y a que Teodomiro fuera su dux provinciae.
En esta línea, se ha descubierto recientemente la existencia de la ceca Aurariola, que acuñó moneda al menos en
el reinado de Sisebuto. Las otras dos cecas del territorio
valenciano, Valentia y Saguntum, que funcionaron al unísono en dos periodos cortos de tiempo, lo harían por los
mismos motivos coyunturales, una situación de inestabilidad y conflicto bélico, con la presencia anómala de contingentes militares a los que iban dirigidas las monedas.
No creemos que sea casualidad que la segunda etapa de
actividad de las dos cecas valencianas coincida con los
reinados de Égica y Witiza, y con la larga estancia en estas
Vista este de la nave central de Pla de Nadal en la actualidad.
Foto: Albert Vicent Ribera
Si trasladamos este espacio a la estructura administrativa de época visigoda, fácilmente se asimila nuestro
personaje a un dux provincial que gobernaría un territorio
tierras de Teodomiro.
La ausencia, entre las ciudades que continuaron en
manos de Teodomiro, de lugares tan relevantes como
Saetabis y Dianium, que fueron sedes episcopales, o la
misma Saguntum, también se puede entender como que
serían expresamente excluidas del pacto y ocupadas por
que, no creemos que casualmente, coincida con los límites
los árabes, dadas sus especiales características militares
del litoral de la provincia Carthaginensis. Teodomiro sería
y estratégicas, frente a las restantes, que salvo Valentia e
el representante oficial del Estado visigodo, que es como
Ilici, fueron centros menores. El carácter palatino del edi-
aparece al llegar Abd el-Aziz. Las turbulencias del final del
ficio de Pla de Nadal induce a pensar que en el entorno de
Reino visigodo lo habrían convertido en uno de los podero-
Valencia debería estar la residencia oficial de Teodomiro
sos duces, auténticos señores protofeudales, típicos de los
y su centro de poder. Se plantea la posibilidad de que no
estertores de la monarquía toledana y que no siempre aca-
fuera erigido a fines del siglo vii, sino ya en el siglo viii,
taban las ordenes reales, como puede ser el caso, por su
después del 713, cuando su autoridad seguramente sería
condición de miembro destacado de la facción de Witiza,
aún mayor que en la etapa visigoda.
opuesta al último monarca, Rodrigo, dux de la Bética, otro
representante de estos señores regionales.
El contenido del pacto es una preciosa fuente de información sobre la actividad económica del momento, ya
La mención, en el anónimo de Ravenna, de la pro-
que, junto a la imposición monetaria en oro, detalla los
vincia de Aurariola, daría carta de naturaleza a esta pro-
productos y cantidades que se debían tributar en especie
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Pla de Nadal. Detalle de la decoración de las impostas de los arcos de la
planta baja. Foto: Rafael de Luis
a los nuevos que ahora ejercían el poder, en concreto: trigo, cebada, vinagre, miel y aceite.
La ciudad de Valentia
Frente a la innegable actividad del complejo construido alrededor del palacio de Pla de Nadal, en la ciudad
de Valencia, por el contrario, la escasa o nula evidencia
arqueológica indica una parálisis edilicia y cierta perduración sin apenas cambios del núcleo cristiano hasta mediados del siglo viii.
El dux Tebdemir y su tiempo. A. V. Ribera i Lacomba, M. Rosselló Mesquida
Aunque no se descarta que algunas de las grandes
tumbas colectivas del cementerio del grupo episcopal
también llegarán a este momento, con este periodo final sólo se relaciona la tercera fase de esta necrópolis, la
denominada mozárabe, de la que nos han llegado pocas
sepulturas, siempre situadas alrededor de los dos centros
de atracción funeraria: la memoria martirial y el mausoleo
cruciforme. Este último cementerio cristiano se caracteriza por la vuelta a los sepulcros individuales dentro de
fosas delimitadas por piedras de pequeño y mediano
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Pla de Nadal. Fachada principal del palacio, donde se conservan el
arranque de las ventanas y los basamentos de los soportes del pórtico de
entrada. Foto: Rafael de Luis.
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tamaño. Aunque estas tumbas suponen la perduración
díos, como deja constancia un molino encontrado muy
innegable del carácter cristiano de la zona, además del
cerca de la ciudad. En el territorium o en sus proximida-
cambio tipológico funerario, también se detectan otros
des, se conoce una temprana islamización (siglo ix) de
indicios de la nueva situación, al encontrarse entre las
enclaves estratégicos como Alzira ‘Jazīrat Xuqar’ en un
piedras que formaban las nuevas tumbas elementos del
meandro del Júcar que controlaba el paso sobre el río
mobiliario litúrgico, como fragmentos de canceles y de
y el castillo de Cullera, que vigila la desembocadura del
altares, lo que supondría los primeros pasos de la desa-
mismo río, zona de arribada de la preciada madera de
fección al culto cristiano.
los bosques del interior. La islamización del territorio
Hasta el siglo x no se aprecia nueva actividad cons-
y la ciudad de Valencia, pues, no se iniciaría en el 711,
tructiva. En el antiguo barrio episcopal, surgió un barrio
sino cuarenta años más tarde, para implantarse definiti-
artesanal sobre la memoria martirial y la antigua curia
vamente en el siglo x, cuando esta zona se incorporó al
que fueron arrasadas, mientras que de la fase construc-
Califato de Córdoba.
tiva visigoda aún se utilizaron, hasta el siglo xi, las estructuras de abastecimiento hidráulico: el pozo y la noria. El
Tras Teodomiro.
baptisterio fue muy remozado en su interior y en los si-
El final de la primera época cristiana (siglo viii)
glo xi y xiii fue integrado en las fortificaciones del alcázar,
En la zona valenciana, el repentino colapso del reino
mientras el mausoleo cruciforme se transformó en unos
visigodo, provocado en el 711 por la invasión árabe, no su-
baños y la catedral, en mezquita. También en el siglo x,
puso una rápida ruptura de la sociedad ya que la islamiza-
en la parte norte, junto al rio, y en varios lugares, se han
ción fue un proceso lento, que en lugares como Córdoba
señalado instalaciones para el tratamiento de pieles, in-
sólo culminará en el siglo x. En la mayor parte del País
dicio claro de cierta organización de la vida artesanal y
Valenciano, además, a través del pacto de Teodomiro, el
comercial ligada al retorno de modo de vida urbana, per-
modo de vida anterior permaneció bastante inalterado
dido durante parte del siglo viii y el ix. En el centro, donde
hasta mediados del siglo viii, cuando, en el sur, en lo que
estuvo el foro y el grupo episcopal, la topografía islámica
sería la cora de Tudmir, la instalación organizada de con-
se impuso con rotundidad en el siglo xi, cancelándose lo
tingentes árabes encuadrados militarmente, acabó con
que pudiera subsistir de la ciudad cristiana, que volvió a
esta perduración visigodo-cristiana.
resurgir en el siglo xiii, con el inicio de una nueva cristia-
El contexto histórico general indicaría que la islami-
nización de los topónimos, que son los que persisten en
zación se aceleraría entre el 743 y 744, con la llegada y el
la actualidad.
asentamiento en la zona alicantino-murciana de una frac-
En el entorno de la ciudad, a partir del siglo x ya se
ción egipcia del ejército sirio de Balg, uno de cuyos com-
había consolidado y organizado un entramado de rega-
ponentes, Jattab, aun en vida de Teodomiro, se casó con
El dux Tebdemir y su tiempo. A. V. Ribera i Lacomba, M. Rosselló Mesquida
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su hija, que aportó dos alquerías como dote e inició la integración de las antiguas elites con los recién llegados de
estirpe árabe. Uno de sus descendientes, en el siglo x, aún
era cadí de Sharq al-Andalus, el territorio entre Orihuela y
Tortosa. Por el contrario, la zona alrededor de Valencia vio
la instalación, más o menos espontánea pero mayoritaria
de núcleos bereberes que bien pronto, ya en la segunda
mitad del siglo viii, pusieron de manifiesto su escaso apego al poder central cordobés, apoyando a usurpadores,
como Abdallah, apodado «Balansí», que llegó a ver reconocido su control político del territorio valenciano por
el emir omeya de Córdoba, su sobrino. La autonomía de
facto de esta área será su estado normal hasta la implantación del Califato.
En este contexto de inestabilidad, las fuentes
históricas señalan que, entre el 778 y 779, Valentia
fue destruida en el trascurso de una revuelta, momento que pondría el final de la ciudad tardoantigua y el inicio de la islámica. Sin embargo, la arqueología de Valencia ha sido muy parca para estos momentos de transición, tanto para el siglo viii
como para el ix. Donde la arqueología se ha mostrado elocuente para este momento es en el Tolmo de
Minateda (Hellín, Albacete), una de las ciudades del
Pacto, que se ha convertido, junto a Mérida, en el mejor referente arqueológico de este periodo. No podemos
dejar de mencionar la ocupación de su basílica en el siglo viii por una modesta zona artesanal, clara evidencia
de la desafección al culto cristiano y de la continuidad
de los antiguos edificios.
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Del interior de las provincias de Castellón y Valencia,
y del norte de la de Alicante se conocen una serie de yacimientos en altura que estarían habitados entre los siglos
viii y x, cuya cultura material es extremadamente pobre,
limitada y sencilla, dominada por las denominadas «ollas
valencianas». Sería el caso de Monte Mollet (Vilafamés),
Monte Marinet (Xodos), Castellar de Meca (Ayora), el
Molón (Camporrobles) y el Pic Negre (Cocentaina). Habría
que ver en estos lugares los asentamientos iniciales de
esos grupos bereberes. Más al sur, la datación entre los
siglos viii y x del cementerio islámico instalado sobre la
antigua Lucentum sería un claro indicio de la temprana
islamización de esta zona.
El similar destino fatal de prácticamente todas las
ciudades integradas en el Pacto, al menos de las que se conocen arqueológicamente (Elo, Ilici, Valentia, Lucentum),
unidas por un claro proceso desintegrador y desurbanizador, que acabó con su desaparición por abandono,
traslado o destrucción, vendría a señalar que, a partir de
fines del siglo viii, el principal y casi único desarrollo urbano se daría sólo en los nuevos núcleos musulmanes,
origen de las actuales Hellín, Elche o Murcia, en los que
se instalarían los foráneos y los pobladores locales que se
convertían al islam. Sólo Valencia perduró, sin descartase
un cierto periodo de abandono, aunque cada vez parece
más evidente su escasa o nula importancia hasta el siglo x,
etapa en la que llegó a perder su nombre, sustituido por
el de Madinat al-Turab ‘la ciudad de tierra’, de controvertida traducción y de no menos debatida interpretación,
aunque siempre relacionada con su pérdida de categoría.
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Reconstrucción infográfica del palacio de Pla de Nadal.
Arquitectura virtual. Ajuntament de Riba-roja de Túria
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El duX Tebdemir
y su tiempo
Albert Vicent Ribera i Lacomba, ICAC
Miquel Rosselló Mesquida
Este interesante personaje formaba en su juventud parte
del círculo próximo al rey Égica (687-702). Posteriormente
mandó una flota que derrotó a los bizantinos en una incursión naval. Cuando los árabes llegaron al sur valenciano, les hizo frente con suerte adversa, aunque negoció
un pacto por el que, a cambio de tributos, se mantuvo
como el señor de siete ciudades y de un amplio territorio del sudeste de la península ibérica. Probablemente
fue el último dux, gobernador, visigodo, de la provincia
Carthaginensis marítima, o Aurariola. Seis de estas ciudades se concentran en las actuales provincias de Alicante,
Albacete y Murcia, y la última, Balantala, no se ha identificado con certeza, aunque debe ser Valentia, tanto por la
evidente semejanza toponímica, como por la no excesiva
distancia con las restantes y su pertenencia a la misma
provincia Carthaginensis.
◁ Anagrama con el nombre del propietario del palacio de
Esta asimilación, además, encaja e interrelaciona fácilmente este personaje con el palacio de Pla de Nadal, a
catorce kilómetros de Valencia, donde se ha encontrado
un anagrama y un grafito con un antropónimo semejante a Teodomiro, como se expone en otro capítulo de esta
obra. El refinamiento, riqueza y simbolismo iconográfico
de Pla de Nadal se adapta muy bien con lo que se conoce
de la vida y la personalidad de Teodomiro. Un cronista lo
describió como: «Fuit enim Scripturarum amator, eloquentia mirificus, in praeliis expeditus», lo que retrata la triple
naturaleza de la formación de los visigodos laicos: religiosa, literaria y militar.
Teodomiro también representaría el aumento del
poder de la nobleza frente al rey, en un momento en que
las fuentes reflejan el fracaso de la centralización y de un
estado visigodo fuerte, con los duces provinciales formando una aristocracia protofeudal que concentraba en sus
manos el poder civil y militar.
Pla de Nadal. Foto: Rafa de Luis
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Pla de Nadal. Detalle del momento
de aparición de un fuste de
columna y un capitel durante la
excavación. Archivo Museu de
Prehistòria de València.
Teodomiro, bisagra de dos épocas: guerra y pacto
Las primeras noticias que se conocen de Teodomiro
son de su juventud, en la que fue guardia real, gardingo de
Égica, en 693, y estuvo a punto de perecer en una fallida
conspiración contra el rey. Entre el 700 y 702, en el reinado conjunto de Égica y Witiza, repelió una incursión naval
bizantina, de la que no se conoce su procedencia, aunque
haya opciones, como Septem (Ceuta), las Baleares, Sicilia
o Carthago. El caso es que, en los inicios del siglo viii, se
ha constatado que el litoral de la provincia Carthaginense,
tras más de setenta años de calma, volvió a sufrir incidentes bélicos controlados por las tropas visigodas al mando
de Teodomiro que, paradójicamente, ha trascendido más
por su papel negociador, tras ser vencido por los árabes
cerca de Orihuela, en el 713, que por esta victoria.
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Entre la primera vez que tenemos constancia de
Teodomiro en este territorio, 700-702, y la segunda, 713,
pasó más de una década, lo que lleva a suponer que
este importante dignatario residiría continuamente en
la zona durante ese periodo. Las fuentes islámicas refieren que cuando los árabes llegaron al sudeste de la
península ibérica, en el 713, vencieron a las gentes de
Orihuela, —¿Orta?—, Valencia, Denia y Alicante, y pactaron con su jefe, el mencionado Teodomiro, las condiciones de su sumisión, que dejaba a las autoridades
visigodas con sus funciones y privilegios a cambio de
un tributo anual, en moneda y especie. Poco después,
nuestro personaje tuvo que ir a Damasco con el gobernador árabe Muza y otros prominentes personajes para
entrevistarse con el califa.
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El territorio del Pacto de Teodomiro
El área que abarcaba este pacto se puede delimitar
a través de las ciudades que se mencionan en él, todas,
menos una, de aceptada identificación: Lorca, Orihuela,
Laqant/Alicante, Mula, B.q.s.ra/Begastri, Iyyuh/Eio/Elo. En
otras versiones se cambia Begastri por Ils/Ilici.
Las dudas se centran en la identificación de B.l.n.t.la/
B.n.tila, que normalmente se trascribe como «Balantala».
Como las restantes se centran en el sudeste, en las actuales
provincias de Murcia, Albacete y Alicante, se consideraba
problemática su identificación con Valencia, aparentemente más alejada de las otras, aunque por la toponímia
sería extraordinariamente convincente y se echa en falta
otra alternativa razonable. Debe ser Valentia, no sólo por
la semejanza toponímica y la no excesiva distancia con las
restantes, sino que, además, y sobre todo, por su común
pertenencia a la misma provincia, la Carthaginensis, con lo
que en conjunto presentan una clara coherencia territorial.
Además, tras los hallazgos de Pla de Nadal, Valencia
es aún más claro que sería esa no localizada Balantala.
Los siguientes argumentos avalarían la identificación:
Pla de Nadal. Grafito de Teudinir.
Museu de Prehistòria de València.
• La coincidencia del topónimo.
• Los hallazgos de Pla de Nadal, en Riba-roja de Túria,
donde, en una villa áulica, propiamente un palacio,
corresponder al mismo personaje, que sería el cons-
de fines del siglo vii, se ha encontrado un medallón
tructor del edificio, el coetáneo y famoso Teodomiro.
de piedra con el anagrama de un «Tebdemir». Estos
• La mención de que las tropas de Valencia lucharan
anagramas, normales en las leyendas monetales
contra los árabes, en 713, junto a las de Alicante,
visigodas, precisamente aparecen en las últimas
Denia, Orihuela y la desconocida Orta, bajo el man-
monedas de la ceca de Valentia y Saguntum. En el
do de Teodomiro, implicaría que este personaje se-
reverso de una venera de este edificio también apa-
ría el jefe militar visigodo del territorio comprendido
reció un grafito con el nombre «Teudinir», que debe
entre Lorca y Orihuela, al sur, y Valencia.
El dux Tebdemir y su tiempo. A. V. Ribera i Lacomba, M. Rosselló Mesquida
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vincia litoral y a que Teodomiro fuera su dux provinciae.
En esta línea, se ha descubierto recientemente la existencia de la ceca Aurariola, que acuñó moneda al menos en
el reinado de Sisebuto. Las otras dos cecas del territorio
valenciano, Valentia y Saguntum, que funcionaron al unísono en dos periodos cortos de tiempo, lo harían por los
mismos motivos coyunturales, una situación de inestabilidad y conflicto bélico, con la presencia anómala de contingentes militares a los que iban dirigidas las monedas.
No creemos que sea casualidad que la segunda etapa de
actividad de las dos cecas valencianas coincida con los
reinados de Égica y Witiza, y con la larga estancia en estas
Vista este de la nave central de Pla de Nadal en la actualidad.
Foto: Albert Vicent Ribera
Si trasladamos este espacio a la estructura administrativa de época visigoda, fácilmente se asimila nuestro
personaje a un dux provincial que gobernaría un territorio
tierras de Teodomiro.
La ausencia, entre las ciudades que continuaron en
manos de Teodomiro, de lugares tan relevantes como
Saetabis y Dianium, que fueron sedes episcopales, o la
misma Saguntum, también se puede entender como que
serían expresamente excluidas del pacto y ocupadas por
que, no creemos que casualmente, coincida con los límites
los árabes, dadas sus especiales características militares
del litoral de la provincia Carthaginensis. Teodomiro sería
y estratégicas, frente a las restantes, que salvo Valentia e
el representante oficial del Estado visigodo, que es como
Ilici, fueron centros menores. El carácter palatino del edi-
aparece al llegar Abd el-Aziz. Las turbulencias del final del
ficio de Pla de Nadal induce a pensar que en el entorno de
Reino visigodo lo habrían convertido en uno de los podero-
Valencia debería estar la residencia oficial de Teodomiro
sos duces, auténticos señores protofeudales, típicos de los
y su centro de poder. Se plantea la posibilidad de que no
estertores de la monarquía toledana y que no siempre aca-
fuera erigido a fines del siglo vii, sino ya en el siglo viii,
taban las ordenes reales, como puede ser el caso, por su
después del 713, cuando su autoridad seguramente sería
condición de miembro destacado de la facción de Witiza,
aún mayor que en la etapa visigoda.
opuesta al último monarca, Rodrigo, dux de la Bética, otro
representante de estos señores regionales.
El contenido del pacto es una preciosa fuente de información sobre la actividad económica del momento, ya
La mención, en el anónimo de Ravenna, de la pro-
que, junto a la imposición monetaria en oro, detalla los
vincia de Aurariola, daría carta de naturaleza a esta pro-
productos y cantidades que se debían tributar en especie
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Pla de Nadal. Detalle de la decoración de las impostas de los arcos de la
planta baja. Foto: Rafael de Luis
a los nuevos que ahora ejercían el poder, en concreto: trigo, cebada, vinagre, miel y aceite.
La ciudad de Valentia
Frente a la innegable actividad del complejo construido alrededor del palacio de Pla de Nadal, en la ciudad
de Valencia, por el contrario, la escasa o nula evidencia
arqueológica indica una parálisis edilicia y cierta perduración sin apenas cambios del núcleo cristiano hasta mediados del siglo viii.
El dux Tebdemir y su tiempo. A. V. Ribera i Lacomba, M. Rosselló Mesquida
Aunque no se descarta que algunas de las grandes
tumbas colectivas del cementerio del grupo episcopal
también llegarán a este momento, con este periodo final sólo se relaciona la tercera fase de esta necrópolis, la
denominada mozárabe, de la que nos han llegado pocas
sepulturas, siempre situadas alrededor de los dos centros
de atracción funeraria: la memoria martirial y el mausoleo
cruciforme. Este último cementerio cristiano se caracteriza por la vuelta a los sepulcros individuales dentro de
fosas delimitadas por piedras de pequeño y mediano
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Pla de Nadal. Fachada principal del palacio, donde se conservan el
arranque de las ventanas y los basamentos de los soportes del pórtico de
entrada. Foto: Rafael de Luis.
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tamaño. Aunque estas tumbas suponen la perduración
díos, como deja constancia un molino encontrado muy
innegable del carácter cristiano de la zona, además del
cerca de la ciudad. En el territorium o en sus proximida-
cambio tipológico funerario, también se detectan otros
des, se conoce una temprana islamización (siglo ix) de
indicios de la nueva situación, al encontrarse entre las
enclaves estratégicos como Alzira ‘Jazīrat Xuqar’ en un
piedras que formaban las nuevas tumbas elementos del
meandro del Júcar que controlaba el paso sobre el río
mobiliario litúrgico, como fragmentos de canceles y de
y el castillo de Cullera, que vigila la desembocadura del
altares, lo que supondría los primeros pasos de la desa-
mismo río, zona de arribada de la preciada madera de
fección al culto cristiano.
los bosques del interior. La islamización del territorio
Hasta el siglo x no se aprecia nueva actividad cons-
y la ciudad de Valencia, pues, no se iniciaría en el 711,
tructiva. En el antiguo barrio episcopal, surgió un barrio
sino cuarenta años más tarde, para implantarse definiti-
artesanal sobre la memoria martirial y la antigua curia
vamente en el siglo x, cuando esta zona se incorporó al
que fueron arrasadas, mientras que de la fase construc-
Califato de Córdoba.
tiva visigoda aún se utilizaron, hasta el siglo xi, las estructuras de abastecimiento hidráulico: el pozo y la noria. El
Tras Teodomiro.
baptisterio fue muy remozado en su interior y en los si-
El final de la primera época cristiana (siglo viii)
glo xi y xiii fue integrado en las fortificaciones del alcázar,
En la zona valenciana, el repentino colapso del reino
mientras el mausoleo cruciforme se transformó en unos
visigodo, provocado en el 711 por la invasión árabe, no su-
baños y la catedral, en mezquita. También en el siglo x,
puso una rápida ruptura de la sociedad ya que la islamiza-
en la parte norte, junto al rio, y en varios lugares, se han
ción fue un proceso lento, que en lugares como Córdoba
señalado instalaciones para el tratamiento de pieles, in-
sólo culminará en el siglo x. En la mayor parte del País
dicio claro de cierta organización de la vida artesanal y
Valenciano, además, a través del pacto de Teodomiro, el
comercial ligada al retorno de modo de vida urbana, per-
modo de vida anterior permaneció bastante inalterado
dido durante parte del siglo viii y el ix. En el centro, donde
hasta mediados del siglo viii, cuando, en el sur, en lo que
estuvo el foro y el grupo episcopal, la topografía islámica
sería la cora de Tudmir, la instalación organizada de con-
se impuso con rotundidad en el siglo xi, cancelándose lo
tingentes árabes encuadrados militarmente, acabó con
que pudiera subsistir de la ciudad cristiana, que volvió a
esta perduración visigodo-cristiana.
resurgir en el siglo xiii, con el inicio de una nueva cristia-
El contexto histórico general indicaría que la islami-
nización de los topónimos, que son los que persisten en
zación se aceleraría entre el 743 y 744, con la llegada y el
la actualidad.
asentamiento en la zona alicantino-murciana de una frac-
En el entorno de la ciudad, a partir del siglo x ya se
ción egipcia del ejército sirio de Balg, uno de cuyos com-
había consolidado y organizado un entramado de rega-
ponentes, Jattab, aun en vida de Teodomiro, se casó con
El dux Tebdemir y su tiempo. A. V. Ribera i Lacomba, M. Rosselló Mesquida
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su hija, que aportó dos alquerías como dote e inició la integración de las antiguas elites con los recién llegados de
estirpe árabe. Uno de sus descendientes, en el siglo x, aún
era cadí de Sharq al-Andalus, el territorio entre Orihuela y
Tortosa. Por el contrario, la zona alrededor de Valencia vio
la instalación, más o menos espontánea pero mayoritaria
de núcleos bereberes que bien pronto, ya en la segunda
mitad del siglo viii, pusieron de manifiesto su escaso apego al poder central cordobés, apoyando a usurpadores,
como Abdallah, apodado «Balansí», que llegó a ver reconocido su control político del territorio valenciano por
el emir omeya de Córdoba, su sobrino. La autonomía de
facto de esta área será su estado normal hasta la implantación del Califato.
En este contexto de inestabilidad, las fuentes
históricas señalan que, entre el 778 y 779, Valentia
fue destruida en el trascurso de una revuelta, momento que pondría el final de la ciudad tardoantigua y el inicio de la islámica. Sin embargo, la arqueología de Valencia ha sido muy parca para estos momentos de transición, tanto para el siglo viii
como para el ix. Donde la arqueología se ha mostrado elocuente para este momento es en el Tolmo de
Minateda (Hellín, Albacete), una de las ciudades del
Pacto, que se ha convertido, junto a Mérida, en el mejor referente arqueológico de este periodo. No podemos
dejar de mencionar la ocupación de su basílica en el siglo viii por una modesta zona artesanal, clara evidencia
de la desafección al culto cristiano y de la continuidad
de los antiguos edificios.
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Del interior de las provincias de Castellón y Valencia,
y del norte de la de Alicante se conocen una serie de yacimientos en altura que estarían habitados entre los siglos
viii y x, cuya cultura material es extremadamente pobre,
limitada y sencilla, dominada por las denominadas «ollas
valencianas». Sería el caso de Monte Mollet (Vilafamés),
Monte Marinet (Xodos), Castellar de Meca (Ayora), el
Molón (Camporrobles) y el Pic Negre (Cocentaina). Habría
que ver en estos lugares los asentamientos iniciales de
esos grupos bereberes. Más al sur, la datación entre los
siglos viii y x del cementerio islámico instalado sobre la
antigua Lucentum sería un claro indicio de la temprana
islamización de esta zona.
El similar destino fatal de prácticamente todas las
ciudades integradas en el Pacto, al menos de las que se conocen arqueológicamente (Elo, Ilici, Valentia, Lucentum),
unidas por un claro proceso desintegrador y desurbanizador, que acabó con su desaparición por abandono,
traslado o destrucción, vendría a señalar que, a partir de
fines del siglo viii, el principal y casi único desarrollo urbano se daría sólo en los nuevos núcleos musulmanes,
origen de las actuales Hellín, Elche o Murcia, en los que
se instalarían los foráneos y los pobladores locales que se
convertían al islam. Sólo Valencia perduró, sin descartase
un cierto periodo de abandono, aunque cada vez parece
más evidente su escasa o nula importancia hasta el siglo x,
etapa en la que llegó a perder su nombre, sustituido por
el de Madinat al-Turab ‘la ciudad de tierra’, de controvertida traducción y de no menos debatida interpretación,
aunque siempre relacionada con su pérdida de categoría.
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Reconstrucción infográfica del palacio de Pla de Nadal.
Arquitectura virtual. Ajuntament de Riba-roja de Túria
El dux Tebdemir y su tiempo. A. V. Ribera i Lacomba, M. Rosselló Mesquida
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