El cristianismo primitivo
Miquel Rosselló Mesquida
Albert Ribera Lacomba
1991
[page-n-1]
EL CRISTIANISMO PRIMITIVO
MIQUEL ROSSELLÓ Y ALBERT V. RIBERA
Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO VALENCIANO
Dentro de la sociedad romana, el cristianismo se veía como una más de las diversas y variadas
religiones nacidas en el Mediterráneo Oriental (Egipto, Siria, Asia Menor,..) que poco a poco se iban
introduciendo en el flexible panteón pagano. Concretamente se confundía o se consideraba una modalidad del judaísmo, que, por otra parte, estaba ampliamente difundido a través de las numerosas
comunidades hebraicas del Imperio, considerablemente aumentadas tras las revueltas judías de los
siglos I y II, que culminaron con la Diáspora.
A pesar del tópico que circula sobre las crueles y continuas persecuciones que los pérfidos romanos sometían a los primeros cristianos, la verdad es que, durante los tres primeros siglos de vida de
esta nueva religión, lo más habitual fue una tranquila convivencia que, a la larga, propició la difusión y organización de esta nueva fe.
Son muy escasos los testimonios cristianos hispanos anteriores al siglo IV, entre los que se incluyen
un más que hipotético viaje evangelizador de San Pablo y los más reales mártires de Tarragona de mediados del siglo III, que ya nos muestran comunidades urbanas organizadas en torno a un obispo. Para
el País Valenciano nada se sabe hasta inicios del siglo IV, con la primera y más importante noticia, el
martirio del diacono de Caesaraugusta, Vicente, que tuvo lugar en Valencia en el 304, dentro de la última y más grande persecución, la de Diocleciano. Este episodio martirial marca el inicio del cristianismo antiguo valenciano, sin que ello signifique que con anterioridad no hubiera ya algunas comunidades, habida cuenta de la relativa amplia difusión conseguida por esta creencia a lo largo del siglo III.
Este primer cristianismo fue un fenómeno esencialmente urbano y mediterráneo, por lo que Valentia,
Saguntum, Dianium o Ilici, dinámicas ciudades costeras, debieron acoger con bastante probabilidad a
sus adeptos. El fracaso de la gran persecución Tetrárquica, la ascensión al trono de Constantino, el primer emperador cristiano, y su Edicto de Milán, en el 313, por el que definitivamente se permitía el
culto de los seguidores de Cristo, marcan una década decisiva para el relanzamiento, ya imparable, de
esta religión. El siglo IV ve su progresivo desarrollo, indisolublemente unido al poder imperial, al
tiempo que se asiste al paulatino deterioro de los antiguos cultos, que a fines de este siglo fueron definitivamente proscritos por Teodosio. Aunque menos conocidas, a partir de este momento, y especialmente en la parte Oriental del Imperio, hubo violentas persecuciones contra los paganos, que vieron
sus estatuas destruidas, sus templos convertidos en escombros o transformados en iglesias y, paradojas
de la vida, algunos de sus seguidores acabaron siendo martirizados hasta la muerte por los cristianos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sarcófago de Valentia. [Museo de Bellas Artes de Valencia].
Se trata de un sarcófago estrigillado fabricado en Roma hacia el siglo IV.
Habría que considerar el martirio de San Vicente como el punto de partida seguro para el cristianismo valenciano. El impacto de este episodio fue muy grande a nivel general, ligado al desarrollo del
culto a los mártires promovido por el Papa Dámaso en la segunda mitad del siglo IV. Desde un principio fue un personaje muy venerado del que ya hablan San Agustín y Prudencio y al que se le dedicaron
muchas iglesias desde el siglo V o quizás antes. Los orígenes del núcleo episcopal de Valencia están en
estrecha relación con el episodio martirial de San Vicente, algo que no debe extrañar, habida cuenta que
la gran reputación exterior del mártir debió tener su justa correspondencia en la ciudad que fue testimonio de su pasión. Esta base ideológica explicaría un soporte material, cuya monumentalidad estamos
solo empezando a ver como supera, con creces, cualquier previsión. Los indicios arqueológicos de la
zona de l’Almoina avalan una probable cristianización temprana de algunos espacios dentro de la zona del foro. Nos referimos a algunos hallazgos litúrgicos de los siglos IV y V, realizados entre los escombros
de un edificio público, que solo se explican por la existencia en ese
mismo lugar de un temprano culto cristiano, presumiblemente ligado a la existencia de un lugar martirial. Sería el caso de un extraordinario bol de vidrio decorado con escenas bíblicas. De ser cierta
esta suposición, dispondríamos de un temprano ejemplo de un espacio romano cristianizado, carácter que, por otra parte, se constata con
total seguridad en esta misma área para las etapas posteriores.
Otro testimonio inequívoco de la temprana cristianización asociada
al culto de San Vicente lo tenemos en la necrópolis hallada en el monasterio de la Roqueta, junto al tradicional lugar de enterramiento del
mártir, lo que verifica arqueológicamente su autenticidad. Con él también se relaciona un sarcófago del siglo IV fabricado en Roma.
De Ilici también se dispone de uno de los más antiguos edificios
dedicados al culto cristiano, su basílica pavimentada con mosaicos,
Inscripción del obispo setabense Atanasio. [Museo Municipal de Játiva].
Es la única inscripción completa de un obispo del territorio valenciano en
la Antigüedad Tardía. Reutiliza un pedestal romano más antiguo. También
es uno de los pocos, pero muy expresivos restos del obispado de Saetabis.
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EL CRISTIANISMO PRIMITIVO • MIQUEL ROSSELLÓ Y ALBERT V. RIBERA
erróneamente interpretada como sinagoga, que se data en el siglo IV. Los más antiguos e irrefutables datos del cristianismo
valenciano proceden de las dos colonias romanas existentes, lo
que habla del referido carácter urbano de los inicios de esta
nueva religión.
Lucerna norteafricana
con crismón invertido.
Siglos IV-V. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Por el contrario, las zonas rurales debieron permanecer paganas durante varios siglos más, como atestiguan los reiterados cánones de los concilios de la época visigoda que no cesan
de mencionar, y reprobar, la perduración en las zonas rurales
de prácticas religiosas ajenas al cristianismo. La misma denominación de paganos, que deriva de pagus, aldea, ya define
con claridad la procedencia de esta palabra.
LA ORGANIZACIÓN DEL CRISTIANISMO:
LAS SEDES EPISCOPALES
Las sedes episcopales se sobrepusieron, en lo esencial, a los antiguos conventus jurídicos romanos y las sedes metropolitanas a las capitales de las cinco provincias bajoimperiales. A falta de datos más precisos, es de la opinión general que la red diocesana en la fachada
mediterránea hispana estaría ya formada en época temprana, al menos en
aquellas ciudades más importantes. Para los primeros decenios del siglo V
constatamos que la zona valenciana estaba rodeada de ciudades con sede
episcopal ya establecida, caso de Zaragoza, Tarragona, Barcelona, Cartagena y,
más allá del mar, las islas Baleares. Es lícito suponer que sería por estas fechas, o
poco tiempo después, cuando las principales ciudades de la zona (Valentia, Saetabis, Dianium, Ilici) adquirirán rango de sede episcopal.
Valentia desde la etapa paleocristiana debió ser la sede de un obispado importante, del que se
conocen algunos de sus personajes más destacados. El primero de los prelados conocidos y, a su
vez, el que mayor huella dejó en la sede fue Justiniano, del cual sabemos que ocupaba la cátedra
episcopal en el año 546 cuando se celebró un concilio provincial en su ciudad. Otros posteriores
fueron Ubiligisclo, obispo arriano de nombre germánico, lo que es un buen indicio para suponer
la presencia efectiva de visigodos en Valencia, o su coetáneo católico, Celsino, con el que formaría
una no muy común dualidad episcopal. Este doble obispado no debió estar exento de conflictos,
ya que era reflejo de la inicial segregación entre romanos, católicos, y germanos, arrianos. Eutropio fue otro ilustre obispo de la sede valentina, que antes había sido abad del importante monasterio Servitano y en calidad de tal participó en la organización del Concilio III de Toledo. Posteriormente se irán sucediendo varios obispos de los que sólo conocemos sus nombres, al aparecer
citados en las actas de los concilios toledanos: Marino, Musitacio, Anesio, Félix, Suinterico, Hospital, Sármata y Ubitisclo, último obispo conocido antes de Jaime I.
De los restantes obispados apenas conocemos la relación de los obispos que asistieron a los concilios toledanos. De Saetabis, además de la existencia de Mutto, Florencio, Athanasio, Isidoro, Asturio
y otro Isidoro, solo se puede destacar que del obispo Athanasio se conserva una inscripción del año
séptimo de su pontificado.
La lista de obispos dianenses solo la conocemos a partir del 636, puesto que hacía poco tiempo
que acababa de pasar la ciudad a manos de los visigodos, una vez expulsados los bizantinos. Antes
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sarcófago de Elda. Siglo
gico de Elda].
IV.
[Museo Arqueoló-
Fragmento de un sarcófago de Elda con escenas
del episodio de Jonás, uno de los más representados en la primera iconografía cristiana.
y durante la presencia bizantina en la ciudad desconocemos si hubo obispo. En cambio, la ocupación
bizantina no propició, al contrario que en los casos de Cartagena (Begastri) y Elche (Elo), la creación
de un obispado visigodo paralelo. Se conocen los obispos Antonio, Maurelo, Félix y Marciano.
Juan es el primer prelado del que se tiene noticia de la sede ilicitana y también el más antiguo
conocido del País Valenciano. Aparece en una decretal del Papa Hormisdas del año 517 en la que
se nombra a este obispo de Elche Vicario apostólico para las provincias de Hispania, en época del
dominio ostrogodo de Teodorico el Grande sobre el reino visigodo. No será hasta más de un siglo
después, en el año 633, cuando tengamos noticias de otro obispo al frente de la sede, Serpentino.
Esta larga ausencia se explica, al igual que en el caso de Dénia, por estar ocupada por los bizantinos. Le sucedió Ubínibal, que también fue obispo de la sede elotana, de corta existencia y creada
por los visigodos cuando la ocupación bizantina de la sede de Ilici para regir los territorios de ésta
que permanecían en su poder. Leandro también rigió las dos sedes. Émmila y Oppa cierran la nómina de obispos ilicitanos.
La organización episcopal sufrió alteraciones con la ocupación bizantina
de parte de las diócesis de Saetabis, Dianium, Ilici y Carthagonova, incluidas
estas tres últimas sedes, lo que obligo a la creación de un efímero obispado en Elo, que hasta hace poco se relacionaba con Elda, aunque
últimamente se ha identificado con el yacimiento de El Tolmo de
Minateda (Hellín, Albacete). En cualquier caso, aunque estuviera emplazada fuera del actual territorio valenciano, estuvo ligada con el obispado de Ilici y sujeta a los avatares
de la política y conquistas territoriales de visigodos y bizantinos a lo largo de la segunda mitad del siglo VI y primer cuarto del VII. La más moderna y de vida más corta
de las sedes aquí relacionadas fue fundada, al igual que
Bigastri en relación con Cartagena, en oposición a la sede,
en poder de los bizantinos, de Ilici. Una vez expulsados
los imperiales de Hispania, la sede elotana dejó de tener
sentido y fue absorbida por la más antigua de Ilici. Sanable es el único obispo independiente de la sede.
Inscripcion cristiana del año 395. Roma. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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EL CRISTIANISMO PRIMITIVO • MIQUEL ROSSELLÓ Y ALBERT V. RIBERA
EL CRISTIANISMO Y LA CONQUISTA ISLÁMICA
La sociedad visigoda se mostró básicamente pactista con los recién llegados, y buena parte de las
altas jerarquías, tanto civiles como eclesiásticas, optaron por adaptarse a la nueva situación. Ejemplos
paradigmáticos de uno y otro estamento los tenemos en Oppas, metropolitano de Sevilla, y de Teodomiro, gobernador de Auriola. En otras ciudades, en cambio, en las que hubo resistencia o se produjo la
huida del obispo, no hubo pacto, caso del metropolitano Próspero de Tarragona. En el área valenciana,
el Pacto de Teodomiro supuso, desde un punto de vista religioso, una continuidad del estado de cosas
en esta zona meridional del país, y que se puede extender a parte del área valenciana. El Pacto estableció que no se quemarían las iglesias y que no se forzaría a los cristianos a abandonar su religión.
El elemento cristiano (mozárabe) fue todavía importante durante los primeros siglos de la dominación islámica, hasta la instauración del califato por Abd al-Rahman III. La estructura eclesiástica continuó vigente bajo el gobierno de los diferentes emires, gozando de una relativa libertad y vitalidad,
aunque ya privada del enorme poder político que había detentado con los monarcas visigodos, que
les permitió seguir celebrando concilios. Prueba de esa vitalidad de la iglesia hispana durante el emirato es la controversia adopcionista protagonizada por Elipando, metropolitano de Toledo y primado de la Iglesia en la España musulmana, y el obispo Félix de Urgel, bajo la autoridad carolingia de la Iglesia franca. El extraordinario eco en toda la Cristiandad occidental
de la herejía implicó, en las dos últimas décadas del siglo VIII, a monarcas (Abdal-Rahman I, Hixham I, Al-Hakham I, Carlomagno, Alfonso II el Casto...), papas
(Adriano I, León III), obispos y pensadores de la Iglesia (Paulino de
Aquileya, Alcuino de York, Beato, Heterio...), así como la celebración
de diferentes concilios y asambleas (Concilio de Sevilla de 784, Concilio de Ratisbona de 792, Concilio de Frankfurt de 794, Asamblea Episcopal de Aquisgrán de 799).
La mayoría de las sedes episcopales de época visigoda pervivieron y, en
el caso de las sedes más importantes, se conocen series ininterrumpidas de obispos hasta finales del siglo IX. La situación en las sedes episcopales valencianas
nos es bastante desconocida. Se conoce un prelado de Elche, de nombre Teudeguto, en el Concilio de Córdoba de 862. En Valencia la sede continuaría por lo
menos hasta finales del siglo VIII, momento en que la ciudad fue arrasada por
Abd al-Rahman I en el año 778. De Xàtiva no tenemos noticias de obispos de
la sede durante época emiral, en cambio, hay una noticia interesante, acontecida a principios del siglo IX, sobre la huida de unos monjes de Xàtiva a la
isla cercana de Formentera.
Todo apunta que la red episcopal del País Valenciano perduró hasta el siglo IX en el caso de Elche; en Valencia la sede quedaría desmantelada en el siglo VIII; en Xàtiva solo tenemos noticias de una comunidad monástica que
huye de tierras musulmanas a una isla todavía en poder del imperio bizantino; y de Dénia no tenemos ninguna información. Parece que, aún con los
escasos datos disponibles, las sedes de Elche y Valencia, ciudades mencionadas en el Pacto (si se acepta que Balantala es Valencia), tienen cierta
continuidad; las dos restantes, Xàtiva y Dénia, que no se nombran en el
Pacto, posiblemente desaparecerían con la llegada de los musulmanes.
Cruz litúrgica procedente del conjunto monástico de Punta de l’Illa (Cullera, Valencia). Siglo VI. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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Servicio de Investigación Arqueológica Municipal. Valencia
LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO VALENCIANO
Dentro de la sociedad romana, el cristianismo se veía como una más de las diversas y variadas
religiones nacidas en el Mediterráneo Oriental (Egipto, Siria, Asia Menor,..) que poco a poco se iban
introduciendo en el flexible panteón pagano. Concretamente se confundía o se consideraba una modalidad del judaísmo, que, por otra parte, estaba ampliamente difundido a través de las numerosas
comunidades hebraicas del Imperio, considerablemente aumentadas tras las revueltas judías de los
siglos I y II, que culminaron con la Diáspora.
A pesar del tópico que circula sobre las crueles y continuas persecuciones que los pérfidos romanos sometían a los primeros cristianos, la verdad es que, durante los tres primeros siglos de vida de
esta nueva religión, lo más habitual fue una tranquila convivencia que, a la larga, propició la difusión y organización de esta nueva fe.
Son muy escasos los testimonios cristianos hispanos anteriores al siglo IV, entre los que se incluyen
un más que hipotético viaje evangelizador de San Pablo y los más reales mártires de Tarragona de mediados del siglo III, que ya nos muestran comunidades urbanas organizadas en torno a un obispo. Para
el País Valenciano nada se sabe hasta inicios del siglo IV, con la primera y más importante noticia, el
martirio del diacono de Caesaraugusta, Vicente, que tuvo lugar en Valencia en el 304, dentro de la última y más grande persecución, la de Diocleciano. Este episodio martirial marca el inicio del cristianismo antiguo valenciano, sin que ello signifique que con anterioridad no hubiera ya algunas comunidades, habida cuenta de la relativa amplia difusión conseguida por esta creencia a lo largo del siglo III.
Este primer cristianismo fue un fenómeno esencialmente urbano y mediterráneo, por lo que Valentia,
Saguntum, Dianium o Ilici, dinámicas ciudades costeras, debieron acoger con bastante probabilidad a
sus adeptos. El fracaso de la gran persecución Tetrárquica, la ascensión al trono de Constantino, el primer emperador cristiano, y su Edicto de Milán, en el 313, por el que definitivamente se permitía el
culto de los seguidores de Cristo, marcan una década decisiva para el relanzamiento, ya imparable, de
esta religión. El siglo IV ve su progresivo desarrollo, indisolublemente unido al poder imperial, al
tiempo que se asiste al paulatino deterioro de los antiguos cultos, que a fines de este siglo fueron definitivamente proscritos por Teodosio. Aunque menos conocidas, a partir de este momento, y especialmente en la parte Oriental del Imperio, hubo violentas persecuciones contra los paganos, que vieron
sus estatuas destruidas, sus templos convertidos en escombros o transformados en iglesias y, paradojas
de la vida, algunos de sus seguidores acabaron siendo martirizados hasta la muerte por los cristianos.
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sarcófago de Valentia. [Museo de Bellas Artes de Valencia].
Se trata de un sarcófago estrigillado fabricado en Roma hacia el siglo IV.
Habría que considerar el martirio de San Vicente como el punto de partida seguro para el cristianismo valenciano. El impacto de este episodio fue muy grande a nivel general, ligado al desarrollo del
culto a los mártires promovido por el Papa Dámaso en la segunda mitad del siglo IV. Desde un principio fue un personaje muy venerado del que ya hablan San Agustín y Prudencio y al que se le dedicaron
muchas iglesias desde el siglo V o quizás antes. Los orígenes del núcleo episcopal de Valencia están en
estrecha relación con el episodio martirial de San Vicente, algo que no debe extrañar, habida cuenta que
la gran reputación exterior del mártir debió tener su justa correspondencia en la ciudad que fue testimonio de su pasión. Esta base ideológica explicaría un soporte material, cuya monumentalidad estamos
solo empezando a ver como supera, con creces, cualquier previsión. Los indicios arqueológicos de la
zona de l’Almoina avalan una probable cristianización temprana de algunos espacios dentro de la zona del foro. Nos referimos a algunos hallazgos litúrgicos de los siglos IV y V, realizados entre los escombros
de un edificio público, que solo se explican por la existencia en ese
mismo lugar de un temprano culto cristiano, presumiblemente ligado a la existencia de un lugar martirial. Sería el caso de un extraordinario bol de vidrio decorado con escenas bíblicas. De ser cierta
esta suposición, dispondríamos de un temprano ejemplo de un espacio romano cristianizado, carácter que, por otra parte, se constata con
total seguridad en esta misma área para las etapas posteriores.
Otro testimonio inequívoco de la temprana cristianización asociada
al culto de San Vicente lo tenemos en la necrópolis hallada en el monasterio de la Roqueta, junto al tradicional lugar de enterramiento del
mártir, lo que verifica arqueológicamente su autenticidad. Con él también se relaciona un sarcófago del siglo IV fabricado en Roma.
De Ilici también se dispone de uno de los más antiguos edificios
dedicados al culto cristiano, su basílica pavimentada con mosaicos,
Inscripción del obispo setabense Atanasio. [Museo Municipal de Játiva].
Es la única inscripción completa de un obispo del territorio valenciano en
la Antigüedad Tardía. Reutiliza un pedestal romano más antiguo. También
es uno de los pocos, pero muy expresivos restos del obispado de Saetabis.
[page-n-3]
EL CRISTIANISMO PRIMITIVO • MIQUEL ROSSELLÓ Y ALBERT V. RIBERA
erróneamente interpretada como sinagoga, que se data en el siglo IV. Los más antiguos e irrefutables datos del cristianismo
valenciano proceden de las dos colonias romanas existentes, lo
que habla del referido carácter urbano de los inicios de esta
nueva religión.
Lucerna norteafricana
con crismón invertido.
Siglos IV-V. [Museo de
Prehistoria de Valencia].
Por el contrario, las zonas rurales debieron permanecer paganas durante varios siglos más, como atestiguan los reiterados cánones de los concilios de la época visigoda que no cesan
de mencionar, y reprobar, la perduración en las zonas rurales
de prácticas religiosas ajenas al cristianismo. La misma denominación de paganos, que deriva de pagus, aldea, ya define
con claridad la procedencia de esta palabra.
LA ORGANIZACIÓN DEL CRISTIANISMO:
LAS SEDES EPISCOPALES
Las sedes episcopales se sobrepusieron, en lo esencial, a los antiguos conventus jurídicos romanos y las sedes metropolitanas a las capitales de las cinco provincias bajoimperiales. A falta de datos más precisos, es de la opinión general que la red diocesana en la fachada
mediterránea hispana estaría ya formada en época temprana, al menos en
aquellas ciudades más importantes. Para los primeros decenios del siglo V
constatamos que la zona valenciana estaba rodeada de ciudades con sede
episcopal ya establecida, caso de Zaragoza, Tarragona, Barcelona, Cartagena y,
más allá del mar, las islas Baleares. Es lícito suponer que sería por estas fechas, o
poco tiempo después, cuando las principales ciudades de la zona (Valentia, Saetabis, Dianium, Ilici) adquirirán rango de sede episcopal.
Valentia desde la etapa paleocristiana debió ser la sede de un obispado importante, del que se
conocen algunos de sus personajes más destacados. El primero de los prelados conocidos y, a su
vez, el que mayor huella dejó en la sede fue Justiniano, del cual sabemos que ocupaba la cátedra
episcopal en el año 546 cuando se celebró un concilio provincial en su ciudad. Otros posteriores
fueron Ubiligisclo, obispo arriano de nombre germánico, lo que es un buen indicio para suponer
la presencia efectiva de visigodos en Valencia, o su coetáneo católico, Celsino, con el que formaría
una no muy común dualidad episcopal. Este doble obispado no debió estar exento de conflictos,
ya que era reflejo de la inicial segregación entre romanos, católicos, y germanos, arrianos. Eutropio fue otro ilustre obispo de la sede valentina, que antes había sido abad del importante monasterio Servitano y en calidad de tal participó en la organización del Concilio III de Toledo. Posteriormente se irán sucediendo varios obispos de los que sólo conocemos sus nombres, al aparecer
citados en las actas de los concilios toledanos: Marino, Musitacio, Anesio, Félix, Suinterico, Hospital, Sármata y Ubitisclo, último obispo conocido antes de Jaime I.
De los restantes obispados apenas conocemos la relación de los obispos que asistieron a los concilios toledanos. De Saetabis, además de la existencia de Mutto, Florencio, Athanasio, Isidoro, Asturio
y otro Isidoro, solo se puede destacar que del obispo Athanasio se conserva una inscripción del año
séptimo de su pontificado.
La lista de obispos dianenses solo la conocemos a partir del 636, puesto que hacía poco tiempo
que acababa de pasar la ciudad a manos de los visigodos, una vez expulsados los bizantinos. Antes
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ROMANOS Y VISIGODOS EN TIERRAS VALENCIANAS
Sarcófago de Elda. Siglo
gico de Elda].
IV.
[Museo Arqueoló-
Fragmento de un sarcófago de Elda con escenas
del episodio de Jonás, uno de los más representados en la primera iconografía cristiana.
y durante la presencia bizantina en la ciudad desconocemos si hubo obispo. En cambio, la ocupación
bizantina no propició, al contrario que en los casos de Cartagena (Begastri) y Elche (Elo), la creación
de un obispado visigodo paralelo. Se conocen los obispos Antonio, Maurelo, Félix y Marciano.
Juan es el primer prelado del que se tiene noticia de la sede ilicitana y también el más antiguo
conocido del País Valenciano. Aparece en una decretal del Papa Hormisdas del año 517 en la que
se nombra a este obispo de Elche Vicario apostólico para las provincias de Hispania, en época del
dominio ostrogodo de Teodorico el Grande sobre el reino visigodo. No será hasta más de un siglo
después, en el año 633, cuando tengamos noticias de otro obispo al frente de la sede, Serpentino.
Esta larga ausencia se explica, al igual que en el caso de Dénia, por estar ocupada por los bizantinos. Le sucedió Ubínibal, que también fue obispo de la sede elotana, de corta existencia y creada
por los visigodos cuando la ocupación bizantina de la sede de Ilici para regir los territorios de ésta
que permanecían en su poder. Leandro también rigió las dos sedes. Émmila y Oppa cierran la nómina de obispos ilicitanos.
La organización episcopal sufrió alteraciones con la ocupación bizantina
de parte de las diócesis de Saetabis, Dianium, Ilici y Carthagonova, incluidas
estas tres últimas sedes, lo que obligo a la creación de un efímero obispado en Elo, que hasta hace poco se relacionaba con Elda, aunque
últimamente se ha identificado con el yacimiento de El Tolmo de
Minateda (Hellín, Albacete). En cualquier caso, aunque estuviera emplazada fuera del actual territorio valenciano, estuvo ligada con el obispado de Ilici y sujeta a los avatares
de la política y conquistas territoriales de visigodos y bizantinos a lo largo de la segunda mitad del siglo VI y primer cuarto del VII. La más moderna y de vida más corta
de las sedes aquí relacionadas fue fundada, al igual que
Bigastri en relación con Cartagena, en oposición a la sede,
en poder de los bizantinos, de Ilici. Una vez expulsados
los imperiales de Hispania, la sede elotana dejó de tener
sentido y fue absorbida por la más antigua de Ilici. Sanable es el único obispo independiente de la sede.
Inscripcion cristiana del año 395. Roma. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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EL CRISTIANISMO Y LA CONQUISTA ISLÁMICA
La sociedad visigoda se mostró básicamente pactista con los recién llegados, y buena parte de las
altas jerarquías, tanto civiles como eclesiásticas, optaron por adaptarse a la nueva situación. Ejemplos
paradigmáticos de uno y otro estamento los tenemos en Oppas, metropolitano de Sevilla, y de Teodomiro, gobernador de Auriola. En otras ciudades, en cambio, en las que hubo resistencia o se produjo la
huida del obispo, no hubo pacto, caso del metropolitano Próspero de Tarragona. En el área valenciana,
el Pacto de Teodomiro supuso, desde un punto de vista religioso, una continuidad del estado de cosas
en esta zona meridional del país, y que se puede extender a parte del área valenciana. El Pacto estableció que no se quemarían las iglesias y que no se forzaría a los cristianos a abandonar su religión.
El elemento cristiano (mozárabe) fue todavía importante durante los primeros siglos de la dominación islámica, hasta la instauración del califato por Abd al-Rahman III. La estructura eclesiástica continuó vigente bajo el gobierno de los diferentes emires, gozando de una relativa libertad y vitalidad,
aunque ya privada del enorme poder político que había detentado con los monarcas visigodos, que
les permitió seguir celebrando concilios. Prueba de esa vitalidad de la iglesia hispana durante el emirato es la controversia adopcionista protagonizada por Elipando, metropolitano de Toledo y primado de la Iglesia en la España musulmana, y el obispo Félix de Urgel, bajo la autoridad carolingia de la Iglesia franca. El extraordinario eco en toda la Cristiandad occidental
de la herejía implicó, en las dos últimas décadas del siglo VIII, a monarcas (Abdal-Rahman I, Hixham I, Al-Hakham I, Carlomagno, Alfonso II el Casto...), papas
(Adriano I, León III), obispos y pensadores de la Iglesia (Paulino de
Aquileya, Alcuino de York, Beato, Heterio...), así como la celebración
de diferentes concilios y asambleas (Concilio de Sevilla de 784, Concilio de Ratisbona de 792, Concilio de Frankfurt de 794, Asamblea Episcopal de Aquisgrán de 799).
La mayoría de las sedes episcopales de época visigoda pervivieron y, en
el caso de las sedes más importantes, se conocen series ininterrumpidas de obispos hasta finales del siglo IX. La situación en las sedes episcopales valencianas
nos es bastante desconocida. Se conoce un prelado de Elche, de nombre Teudeguto, en el Concilio de Córdoba de 862. En Valencia la sede continuaría por lo
menos hasta finales del siglo VIII, momento en que la ciudad fue arrasada por
Abd al-Rahman I en el año 778. De Xàtiva no tenemos noticias de obispos de
la sede durante época emiral, en cambio, hay una noticia interesante, acontecida a principios del siglo IX, sobre la huida de unos monjes de Xàtiva a la
isla cercana de Formentera.
Todo apunta que la red episcopal del País Valenciano perduró hasta el siglo IX en el caso de Elche; en Valencia la sede quedaría desmantelada en el siglo VIII; en Xàtiva solo tenemos noticias de una comunidad monástica que
huye de tierras musulmanas a una isla todavía en poder del imperio bizantino; y de Dénia no tenemos ninguna información. Parece que, aún con los
escasos datos disponibles, las sedes de Elche y Valencia, ciudades mencionadas en el Pacto (si se acepta que Balantala es Valencia), tienen cierta
continuidad; las dos restantes, Xàtiva y Dénia, que no se nombran en el
Pacto, posiblemente desaparecerían con la llegada de los musulmanes.
Cruz litúrgica procedente del conjunto monástico de Punta de l’Illa (Cullera, Valencia). Siglo VI. [Museo de Prehistoria de Valencia].
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