[page-n-93]
ISSN 1989-508
JOSE CHOCOMEL I IIII
La primera uploración palafltica
en E~pai'la
El estudio del Neolítico no dispone, de ordinario, como el del
Paleolítico, de esa precios:1 documentación que cons ta en la es trat i.
grafÍ;¡ de las cavernas. 1.3 dispersión y des trucció n de los vestigios de
I:! époc;¡ de la pied ra pulimentada, sobre la superfici e de las tierras
lahorables, es tan in mensa, a ca usa de su misma si tu aci ón a Ror de
suel o, que los hallnzgos se pulcrales, dotados ritualmente; los pri meros pasos de la ,¡ rquiteclura dolménica; la hipotética cronología de
¡as pintu ras eSC¡uem,hicas atrib uíd :ls ni arte neolítico, y la inci erta
~ ucesió n de posib les ocupaciones en los cabezos fortificados y en las
cuevas funerarias o habitadas. apenas pueden ser base de una visión
parcial gencraliz:lda de la activi dad ascenden te de aquella humanidad Que llegó a alcanzar un fundamental grado de evolución bajo el
influ jo y las penetraciones de n'o bien definidas co rrientes culturales.
I os matices de su fuerz:I transformadora, no siempre si muh,ínea·
mentc operantc sobre los núcleos supervivientes de los períodos
poslpaleolíticos, que :ica baron por extinguirse o adquirieron una re·
zagad,¡ adaptación a las nuev;¡s influencias, han dado ocasión de señalar agrupa mi entos o círcu los geográficos Que int roducen mayores
complicacio nes en el panorama arqueológico de los tiempos en Que
&c inicia la agricu ll ura, la ganadería y el uso de la cerá mica .
Anre la complejidad de las industri:IS neolíticas y la insuficiencia
de testimonios est ratigrá ficos, se comprend e que todos los ensayos
teóricos generales que han pretendido determina r las fases de aQue·
(a) Próxima ti. sallr de la imprenta esta pubUeaclón, nos sorprende la no·
Uela. del fallecimIento de D. José ChoeomeU. Sin tiempo para mAs, la Dlre¡;.
clón del S. l. P. quiere rendirle aqnl, en su propio !.rabaJo, que no viera publicado, la expresión fervorosa del dolor de euantos Int.egran el servicio, por
la pérdida de compatl.ero tan Inleligente, entusiasta y bueno, Dc-scanse en pat..
- 93 -
.
[page-n-94]
2
JOSE OHOCOMBLI
Ila época (1), no merezcan el prestigio y la divulgación suficiente
para ~er adopt:ldos. Algunos inlentos con caracteres y denominaciones locales, otros como los de [a Escuela
y las hipotéticas migraciones de los pueblos, o bien como los de
ciertos sectores de la ciencia francesa fundándose en las modalidades tipol6gicas con frecuencia sujetas a ci rcunst:mcias variables,
prueban que hasta ahora Jos resultados conseguidos no han lograrlo
presentar una solución satisfactoria a juicio de la opinión general
de los prehistoriadores. Si se exceptúa 1:1 interpretación del Neolíti.
ca nórdico debida a Montdiuli, l:t inexistencia actual de una clasifi~
cación acorde para las restantes zonas de Europa, justifica todavía la
prudente reserva de Dechelette, motivada en la inconsistencia de las
altcrnativas C'onclusiones pucMas de moda.
Sin embargo, gracias al fcliz dcscubrimiento y exploración de
los pal:llitos neolíticos suizos, a partir de 1853. y al estudio de las
estaciones análogas en diversos países, pero espcci:llmcnte en un
:lre:l cirrumalpina, va resultanoo posible, tras una meticulosa levi~
si6n, muy avanzad a ya antes de la guerra mundial, establecer una
rlpreciaci6n ordenada basándose en la certeza de las capas arq ueológicas intactas en determinados yacimientos lacustres, que pueden
ofrecer un cuadro bastante completo del desarrollo neolítico, por
más que ha ya de supo nerse que [os pob ladores de los lagos habían
ya superado una fase anterior en la que acrisolaron los rasgos genui •
. nos de su cultura característica.
Con estos antecedentes, innecesario parece seña lar la excepcional
importanri., 4.ue, para el conocimiento pleno del Neolítico pe'ninsular y el de las relaciones europeas de la. época, ofrecía el posible
hallazgo de estaciones palafíticas en territorio español.
Alguna referencia o indicio de su existencia en nuestro país he
logrado encontrar en la vieja lite ratura castellana, y sin detenerme
en los curiosos ecos de extraños hallazgos ya registrados en el siglo XVI por el inquieto Pedro de Merxia, en su S:}'ItIO tle varia le6Ótl, que son seguramente el primer atisbo de los descubrimientos
palafíticos, recordaré la aparici6n de antiguos restos de navíos en la
lagun:1. de la Sierra de Estrella. cercana a la villa de Seya, que atestigua Estrada, hacia mediados del siglo XVIJI, en su Población ~elle
ral de Espalia (2).
(1) Sabido ea que ésta tomó nombre, durante mucho tiempo. del PalaftUl de
«Robenhau.sent, en el antiguo lago de Pfaeffikon (Suiza), en consecuencia de la
clasificación general de In Edad de Plool"a hecha por Q. de Mortlllet.
(2) Juan Antonio de Estrada, IOp. clt..t,
-
ffi.,
9:1-
1748, t. m, p!\g. 410.
[page-n-95]
LA 1AR!h\IEIM 'ENPLORACJON PALAPITJO..\ lEN ESPAR ,\
s
La inveslig:lción arqueol6gica h:l pasado muy por alto este (lbje(ivo y salvo algunas imaginarias localizaciones de p:llafitos, disperIWS en public:lciones sueltas, no ha sido :lbordada directamente la
prospecc;ón sob re el terreno, aunque sí en un ens:lyo literario, que
toma el tema por rótulo, debido al erudito pobco E. Frankowski,
y en el cual, después de emplc:1r centenares de páginas en divag:lciones et nol ógicas y folkl6ricas, se lleg:1 a la desconsoladora conclusión
de la ausencia de pal afitos en España (1).
Señ:lla este autor algunas representaciones gráficas de palafitos, a
mi juicio muy dudosas. en el arte rupestre español. Más positiva parece 1:1 nota conteni da en una obra de Sueto nio (2), acerca de las
hachas de piedra extraídas del fondo de uno de los lagos cantábri\!OS QUC, según la crcencia popular, han sido consider:ldas, desde los
tiempos históricos, como producto del rayo, atribuyéndoles poderes mágicos o divinos.
En esta noticia clásica se ha basado, probablemente, la hipótesis expuesta por em inentes prehistoriadores modernos, que supone
han existido palafitos en las rías cantábricas, aunque hasta el presente ninguna exploración positiva ha venido a demostrarlo. Otros dan
\!omo seguro q ue los hubo en la p:me de Bilbao pr6xima al Arenal.
Villaarnll (3), en su famosa memoria sob re las :l ntigüedades gallegas,
l·ita cu riosas noticias sobre una antigua población lacustre en la lagu na de Santa Cristina, de la cual afirma no haber visto ni el más
insignificante vestigio. si bien aduce el testimonio del Ldo. Malina
de Málaga, quien en su Descrip.ci6n del Reino de CaJicia, impresa
en Mondoñedo en ]550, asegura que en épocas de sequía. al retirarse las aguas de aquel lago. «en aquello q ue queda como IremedaleB.
se hallan cosas de hierro lab.radas y piedras cortadas, y ladrillos, y
oI.avos y ollas, y otras cosas de esta ca lidad, que demuestran claro habe r habido allí edificios y población». Un siglo después, el P. Gándara )' luego Bohan confirman, de vista, esos hallazgos, cnlre los que
"bundan las tejas y los hierros, que indudablemente indican edificaciones pertenecientes a tiempos evidentem.ente históricos. H"lIazgas de análogo carácter fueron seña l.ados por Vilanova en la laguna
de Carregal, en Antela o Limb, y cerca de Retanzos en 108 parajes
llam ados Corregadoyro y J uncal.
Estaba lejos de mi lÍnimo la búsqueda deliberada de estaciones
(1) E. Frankowsk1, «Hórreos y pala.tlto& en la Peninsula. Ibéri~, m., 1918.
(2) t:Duodooim Caooareu. Oalba., J. vn o. vm.
(3) JOSé VWaamU y Castro, «Antigüedades prehistóricas y celtiberas de ORllclaJ. cap. m.
-95 -
[page-n-96]
JaSE CHOCOMELI
lacuslres, cuando en el otoño de 1933, después de recorrer sistemá*
licarnente las cercanías de Anna y Chella localizando toda clase de
yacimi entos arqueológicos que era posible encontrar, inicié la exploración del término de Navarrés, a co ntinuación de aquéllas. en b
Canal del mismo nombre (1), fijando la atenci6n, al propio tiempo,
en los manantiales del regadío cuyo caudal venía a nutrir eventual.
mente las aguas que dotan una heredad famili:u si tuada en la hoya
occidental del Mont6t, sierra que separa la Canal de la cuenca del
JÚcar. Mis primeras excursiones después de visitar la partida de
Gorg3 y el despoblado árabe de la Al cudiola, co ntiguo al pueblo,
ya cit~do por Cavanilles, se dirigieron a la Marial lle !Vavarrés, de
gran fam3 en aquella contornada y de la que también se ocupa aquel
erudito naturalista señalando en ella las especies vegetales de endc.
ter lacustre, Que designa con los nombres de «ofri s espiral», «mas·
qucra», las «orQuidcs militar, conopsea y de hojas anchas», [os jun.
cos «sapero y articulado», los ranúnculos «m:l[vado, bulboso y acre»,
muchos tréboles. gramas y llantenes, eneas y carrizos.
Según co nsta por la descripción y datos expuestos por Cava ni·
lIes (2), la laboriosidad de aquellos vecinos habí:! logrado, por enlonces. a fines del siglo XVIII, reducir en gran proporción el terreo
no pant:!noso, encauzando las fuentes que abocaban en él, transpor·
tandl) el agua de éSlas a las partidas de Gorga y Llano, a través de
una reciente mina de 2.600 palmos de longitud, que perfora una
montaña terrera, y todavía se utiliza para su objeto, y robando, en
fin, a la marjal, predios incultos para dedicarlos a productivas plan.
laciones.
Sin emba rgo, este primer paso inicial de rotura ción no fué por
entonces, ni muchos años después. más allá de los bordes de la lago·
na, Que en realidad h"bía si do la marjal en cueslión. Las desviacio·
nes de los manantiales que .. nuí.m :1 aquel recipiente, se habí"lI h(:cho por medio de acequi'ls de tierra, fácilmente permeables, cuyas
filtraciones, unid .. s al encharcamiento acumulado en aquella conc.. (1) La Canal dc Navarrés es un amplio y fértil valle, situado al NE. del término de Enguera. Que se extiende de N. a S. hasta enlazar con ta llanura de
Jti.Uva a. través de la estrecha hoya de la. Caneta. En el orden mencionado se
tncuentl'8.D en ella las poblaciones de Navnrl1!s, BolbaJte. CheJla y Alma. Una
carretera provincial. que empalma con la de Valencia a Almansa., une estos pue·
blos y se prolonga. hasta Quesa y Bloorp, mAs arriba. de Navarrés. Este se ha.lla
6.ttuado a 250 m. de altitud sobre el nivel del mar. Por J.a.s vertientes orientales
de la Canal discurren los rioa Esca.lona y 8ellent, Que atraviesan la barrera orográ.t1ca Que por ese lado limita. y separa. esta prolongada. hoya., de \a. cuenca del
JÜcar. presentando como nlkleos principales los montes de Tous y Swnacll.rcel.
(2) Antonio Josef Cavanllles. cObservaclOlleSJ, etc., t. U, pé.g. 30.
-00-
[page-n-97]
LA PtRI/MaM "EXf't..ORACION PALÁfTPIOA EN ESoPAlÍIA
vidad por las lluvias invernales, mantenín n el estado cenagoso per~
mant!nte que le ('aractcrizó hasta los primeros años de la Revolución
roja, du,'ante la cual. por graciosos recu rsos, fueron tr:msfo rm adas
aquellas rezumantcs conducciones en impermeab les ca nales de ,'cmento. A ntes de esto, únicamenre en años de sequía se l1c~aba a una
desecación apreciable del fondo de la marjal, según se desprende de
una cartl fechada en Abril de 1828, que te ngo a la viSL1, refiriendo la
dificulta i de encontrar sanguijuelas allí. a pesar de' a;}a abundancia
que siempre ha havido en la marcha! de NavarréslJ, sai\'o en t ie m~
pos de sequía (l) .
La eSlructura y la colornci6n misma del terreno mueslran la extensi6n Que alcanz6 es ta antigua laguna (2), cuya cuenCa se abre p:Jralclamente a la carretera Que conduce a Navarrés, en la parte meridional de sus inmediaciones. a no más de dos kil6metros de Ja
población, desde frente al Hm. 5 del Km . 10 hasta e l Hm . R de l
Km. 11, por frente a los Partidores, que son las exclusas donde ~e
reparle el agua de las acequias a Que luego sc alude. Así, pues. el
diámetro mayor de la superficie lacustre viene a tener unos 1.300 m •
y el menor, de E. a O., unos 700 m. Sus playas alca nzarían a l S. el
olivar de Cotó; a l N. ll egarían:J1 nivel de los Partidores; las lomas
de l Pedregal a la ., y el declive que corta la carretera por el E. marcaría n sus lími(('s comp lementarios, apa rt e una manga en forma de
embudo que penetra haci:t O., poniéndola en comunicaci6n con los
nacimientos de agua que allí muy ce rca radican y que, como ya expuse , dejaron de alimentar, hace tiempo, e l lago. discurriendo a hOla
por sus orillas firmemente (.'nc:lUzados e n s6 lidas acequias de mampostería.
De ést:ls. J;¡ de la fuente del Pescado, una de l:1 s más caudalos,u
que descl..'ndían siguie ndo 1 vaguadas que m ucren e n la cuenca ia :IS
custre procedentes del O., pasa hoya escasos metros del horde septentrional del palafito y vierte sus aguas, junto con las que recibe de
las escurridur:lS de la acequia del Comú n, en la mina o paso subre!rráneo artificial antes mencionado. que las traslada a las partidas de
I laya, Gorga, l.bn o. Erigalct y Cueva Cacha. La acequia del Común conduce reunida el agua de las fuentes de los Panores, de ia
(1) Carta de D. Joser 8anz. de Anna. a D. Pedro 06mez Folop. Apoderado
general del Conde de Cel'vc116h en ValencIa. Las sanguIjuelas estaban destinadas a. mDntar tul. sin duda, curIoso disposItivo «parn saber el tiempo que ha de
hazer». según expresa el re mitente.
(2) RespcoctO!lo esta laguna de Navarrés. se Instruyó expediente de Insalubri_
dad en 1913, 1 cual atesU¡;nw. su esU\do.
....
-
97-
[page-n-98]
6
Jose CHOCOMe.tJ
fuente Negra y de la fuente Loca, por un nivel más alto que el de la
anterior, y circunda por el N. el perímetro del extinguido lago, al cua l
acudían. viniendo a regar, su brazo principal, la8 tierras más b:tj:¡s Que
el marjal, desde junto al pueblo hasta e l río Esca lona mismo, sub.
dividiéndose en dos brazales. E l ll amado acequia Madre suminístr:t
el riego hacia el camino de Bolbaitc, :1 138 partidas de Retación, la
Pedrera, e l Rincón, el Canto Blanco, Alto Redondo, del Barcal y
Casica :\rocas. Por el afro, llamado del Lugar, se sirven las partidas
del Palanquet, Huerta de la Igles ia, Huerta España, Alcudial:!,
Hu erta d el Molino, del Azud, Los Ríos y La fn sa. En resumen, el
cauda l Oc las cU:ltro fuentes que en tiempo remoto alimenl:lron la
laguTI:I Que hoy conocemos con el nombre de «Marjal de Navarrés»
era tan im portante, que en la actualidad abastece el riego de m:ís de
4.500 hanegadas equivalentes, por cálculo aproximado. a unas 400
hect(¡rcns.
Se dl:d ucc de todo esto, Que la l:lguna debía tener en tiempos
prehistóricos una extensión y una perm:mencia poco variables. si
bien su profundidad no debiq ser nunca muy grande. La pesca no
es dudoso que haY:l sido 3l1i siempre abundante dad3 [a ca[id,ld de
las agU:l$ y según se colige de las especies Que observó Cav:lnilles
que se cn:ln en los propios man3nliales, sobre todo el barbo y Olra
variedad conocida ya en el ~iglo XVI". entre los naturales del país,
con el nombre de madrilla .
En mI primera visil3 a aquellos alrededores. vine a localizar una
es tación lomana y otra ibérica conligua, ésta con excepc ion:11 cerá~
mic3, en la loma Que d;1 límite O. 31 pantano y a la manga de las
fuentes, lugar conocido por El Pedregal. Allí supe que apenas a SO
ntetros dc. distancia. en una pequeña elevación que no superaba en
más de :..n metro el fondo iacustrc, for m:l ndo una especie de islote
de lerrcnú cultivado, cuya separaciún de la ribe ra m:ís prúxima, la
:-eptcntrional del lago, debió ser de unos 15 a 20 m., aunque al prc.. ente er3 menor, se ha ll:lban con frecuencia ahundantes osamen tas
y piedras de rayo (!:lm. 1, A). (1)
En verdad , gr:l la o inesperada fué para mí la comprobación de
estos vestigios, Que pude recoger en gran número cnlre la~ rCOIovi(1) La acequia, que trae el agua de la. ruente del Pescao. va. pegada a. la.s
huertas levantadas. po!' aportaciones arUflclnIes. en la costa Norte de la marJal. Const.l'ulda con materiales ImpermeablE.'&, ha. suprlmldG el carácter panta·
nG60 de lllS tierras más bajas, coocretamente de la. copn de la. laguno. untlgtUL.
Obsén¡eee la corta. d.I.stallcla que medio. entre esta orilla., aWlque mod11lcada, y
la «Ereta. o palafito. cuyo bOrde se ve a la Izquierda. (Aparece el comlen7.G de
la. trinchera abierta allnlclnr las excavaclooes en 1!H2) .
-
98 -
[page-n-99]
7
das tierras de :Iqucllugar, ¡d cual se habí:t d:ldo el expresivo 110mb re
oc ,:La Ereta del Pcdrcgal:t), sugerido sin duda por su configuración.
Aumenté mis primeras observaciones' con las noti cias Que fuí reco-
giendo ce cada uno de los propietarios de bs distintas parcelas Que
formaba'., el conjunto, de los cuales recibí toda clase de facilidades
y aun interesantes donativos de piezas Que habían llamado su aten-
rión al laborear el terreno, con todo lo cual tuve a mi disposición
un lote de datos y de materiales Que cvidenciab:m la importancia
l'el descubrimiento. Mi impresión inicial de creerme en preso!ncia
de una e¡¡lación palafítica fué reforzándose todavía más en sucesivas
t"xploraciones.
El ¡s¡ole en cuestión huoo de tener una forma ligeramente cÓni.
UI con UII gran rellano en I>U centro y suaves y breves declives peri.
féricos. Se extendía con su dimensión mayOr de N. a S., lo cual pa·
rece lógico que respondiese a evitar el mayor borde asequible en·
frente de la costa por el lado más cercano al poblado lacustre. La
extensión que cubrió éste debió ser al menos de una hecl:Írca. cuya
proyección sobre el fondo, o sea el :'irea fértil en vestigios, elverte·
dero arqueológico donde pudo formarse el Jllmíer lacustre, parece
tener un:1 form:1 ovalada, constituyendo el amontonamiento que me
hizo suponer había dado lugar a la forlll:lción de La Erela (támi .
no 1, B). (1)
Supe por los propietarios más viejos de aquellas tierras, que, años
atrás, habían est:ldo plantadas de viña, cuando pertenecían :l un so lo
dueño, :¡pareciendo ahora parcelada la finca entre cuatro labradores.
a los que habían llegado a pertenecer porciones de diferentes fama·
ños en virtud de diversas transmisiones hereditarias. I.a parte m:ís
inlacta d~ la Ercta, era aún la ocupada por un:l pl:llllaci6n de chopos en lo q ue pudiéramos llamar cumbre y pl:lOicie de la pequeña
eminenci:l , Venía:1 medir una sexta parte de ésta. Por su lado E. limitaba co n olr;l parcela cuyas tierras habían sido rebajadas y ex te ndid:lS h:lcia el lado oriental para aumentar J::¡ superficie del campo
y colocarie 11 un nivel de posible irrig:lción que se proyectaba tomar
de la aCl!quia del Pescao. Pur e l lado O. de la chapada se iniciaron.
por aquel entonces, trabajos que perscguí:lO un fin análogo. La otra
mit:ld de la Erela que lindaba con los cilados bancales por su lado
(1) A pl".sar de los azarbes Que rccogian las filtrnclones del aguazal en lBS
proxlmldadC6 de los terrenaS l'otUfadOS. la marjal de Nnvnrrés era . antes de.
1936. un rxtenso humednl donde crecían espes.tlS y nltns plantas lacustrC6. Hoy
l'l. más oomplet.a desecnclón y el pnstoreo la han convertido en un aseq,lible pra·
do como lluede verae en la [IgW"U indicada.
-99 -
[page-n-100]
Jóse CHOCOMIOLI
meridional pertenecí:! a un solo propietario, que ya había realizado
un exten ..o movimiento de tierras transportando en todas direcciones, haci.1 los bordes de I:! finca, las de la parte más aIra y centra l,
produciendo con ello una reilerada mezcolanza con la tmílla al proceder a l ,dlanamicnto que le permitía ya entonces efectuar el riego
v:lliéndose de una noria de ca nj ilones, instalada junto a una barraca
de maderos. y paja. L:l8 numerosas piedras que surgían e n aquellos
trabajos}' gran número de conglomerados que aprisionaban restos
óseos, fragmentos de cer:í mica e instrumentos líticos, sirvieron para
montar l:ls ca lzadas que contienen la tierra desplazada y ribetean I:!
finca.
Expuestas ya' las circunst,mcias de este descubrimiento y sus pormenores topográficos, procede ahora que entremos en el detalle de
los hallngos superficia les y de los cortes estra ,igrflficos percibidos
en las pllmeras calicatas efectuadas por mí en J934. Pero antes Quisiera insutar un curioso :.IOtccedenle literario Que a mi juicio. y a
pesar del trueque de nombre, se refiere, casi seguramente, :r eSla
misma l!$tación ;lrqueo lógica, y Que por ello arroja alguna luz sobre
su estado anterior. Buscando encontrar alguna alusi6n a estos vestigios, hube de hojear, a raíz de mi prospección, la8 obras de carácter regional que se ocupan de la geología y lopografía histórica del
país valenciano. YIl he registr:'ldo las eSC:lS:'IS nOlici:'ls que trae CavaniHes En cambio, Vilanova anota en su Gcología y Prolo/listona
ibéricas, publicada en colaboraci6n con D. Juan de la Rada y Delgado, und singular información que tran scribo para mejor co nocimi ento 'lellector.
«Don Francisco Polop de Bolbaite. en aQueJla provincia de Valencia, poseo varias (hachas) de su pueblo, de Navarrés y de Que~
SH; siendo interesante la estación palustre par aquél descubierta el!
Bolbaitc mismo, a no larga distancia de la "i lla y en condiciones especiales que import:l conocer. Ocupa aquella especie de «Ierf¡lmareYl
como un.! fanega de tierra, en un luga r pantanoso y de turbera, haIlflndose I~ es tad6n :1 I'SO m. sobre el nivel del suelo y formad:! etc
,ierra bl .. nc3 arcillosa Que contras ta con e l color oscuro de la turba.
Allí recogió el Sr. Polop seis hach:ls de diorita medianas y una mayor; dos fragmentos de m:ulillo de ídem; dos percutores...; una picdr:1 amoiadora con una r¡lDur:1 en e l cen tro, prepar:1da para e( pulimento de las hachas; varios cuchillos y fragmentos de pedernal;
algunas flechas de ídem; cascos de sílex de tam:lño y colores varios;
'algunas conchas m:uinas y mucho8 melanopsis Dufouri; punzones
de hueso!.; mandíbuhls de ciervo y caballo, muchos huesos de ma-
100-
[page-n-101]
9
milero,; astas de ciervo, colmillos de jabalí; cantos rodados y ccrámica tosca» (1) :
El Sr. Polap era un rico hacendado y agricultor culto. que había
fijado su residencia cerca de sus fincas en Bolbaitc, en los últimos
lustros de 6U vida . Allí poseía una marjal o prado Que cra el más
extremo coto de arrozal de la provincia. A pesar de que tengo noticia de que existen restos .HQueológicos en el Prado en cuestión, y
de que Vilanova sitúa la estación palustre en Bolbaite, me inclino a
creer que se trata en rcalidad de la ya citada de [a Ercta del Pedregal en los marjales de Navarrés, tampoco demasiado leianos de Bolbaite
Pero no sólo se ocupa Vilanova y Pi era, e n estas págin:lIl, del referido yacimiento, sino Que, en otro de sus libros o artículos (2)
cuya nora he extraviado con las peripecias de nuestra guerl'a, vue lve
sohre el lema relatando sus observaciones con motivo de una visita
que hizo a aquel lugar guiado por el Sr. Polop. Si no me engaña la
memoria, sitúa asimismo aquel paraje en la marjal de Bolhaite. lo
cual sigo creyendo que respondía a una preferencia loca lista de I>U
viejo acompañante. Lamento no poder reproducir aquí da los de in·
terés geológico. Que sin duda daba a conocer el ilustre prehistoriadar en llquella publicación, pero sí recuerdo Que su rel:lto dice que
al llegar al montículo se encontr3ron con el dueño de la tierra, que
estaba allí rotudndola, y tan enoioso recibimiento les hizo, Que no
les permitió poner los pies en ella. habiendo de conformarse coo
ver, desd .: el bo:de del campo, cómo salían, al C:lvar, innunlerabh:s
testimonios prehistóricos. <:.ntre ellos algl/7lll 'Ulclw de cobre O brol¡l'C. Inútil ai'i.ldir los comentarios Que el sabio investigador dedica a
t:1Il rústico proceder.
• ••
Como consecuencia de mis prospecciones en N:lVarrés, procedí a
Ir:lmitar la correspondiente denuncia de la Ereta del Pedregal. a oe.
neficio del Servicio de Investigación Prehistórica de 1:1 Excma. Di .
putación Provincial de Valencia. Concedida aquélla por la JUllta
Superior de Excavaciones, el Servicio me encomendó la realización
de algunas calic'ltas que permitiesen completar las características del
yacimiento, y Que se llevaron ;-~ efecto en 24 de Octubre de 1934.
(l)
Op. cit. plig. 493.
(2) Probablemente en alguno publicado por el Boletín de 1& Sociedad 000gráfica o en los Anales de la SOCiedad Espafiola. de Historia Natural, cuyas coleeclon~ DO
me es tacU revisar ahora.
-
¡o¡-
[page-n-102]
•
JOSE OHOCOMELJ
10
La caiicata número 1, de fo rma rectangular, cuya localización
aparece en el gráfico adjunto (fig. l!) con indicación de las dimen.
ti ..... t.
"
~.
.- R_,,
c::::::J.-
t..
I>.. . lo~
-
-•
·
•
·
;
·······_·'!.::r·~--~-0
,Fiear.
l.-
siones, be :Ibri ó en la pared;] de Salvador Rey. He :Iquí el dCSllHOllo
de la misma, tal como se registró entonces a la vista de los tr;¡b;¡jos
de excavación:
Hasta O,~l) m. de profundidad, espesa capa superficial de li('rra
laborable muy revueha y mezclada, cuyos fósiles habían sido recagi.
dos por el dueño del terreno y en mis precedentes rebusc:ls.
A 0,35 m .•, una punta de Aecha lanceloada: 0,50 m. , punzón de
hueso y otro más recio de punta :Iguzada.
A 1 m., un molino ova l de mano y otro circular ; capa cenizosa
con c:ubuncs; cuchillo gn.:eso de.sílcx . En todos estos corles . fragmentos de cerámica sin decorar y de hueso.
A 1,10 m., punz6n delgado de hueso (ya no hay ceniza); UI; racdor de pedernal; un punzón ancho de hueso; espátula perforada en
un extremo.
-102 -
[page-n-103]
LA PRiMER;\ EXR1.0RACION PA1.APITIOA iEN ESi'AlV.
11
A 1,lS m., capa de tierra blancuzca-amarillenta con fragmentos
de carbón disperso, huesos y pedernales atípicos (1:101. Il) (1).
A I,SO m. cesa la tierra amarilla y aparece un estrato turboso en
el que se encuentran muchos grandes fragmentos de cerámic:I típi came nte neolítica, algún hueso y una curiosa capa de jacintos de
compostela, muy pequeño!>, como sembrados en la superficie de
contacto de los dos estratos. A partir de esra profundidad hay una
compact:l. masa de turba, bajo de la cual surge el agua.
Es de observar que al menos hasta un metro de profundidad la
tierra ha sido superpuesta y no ciertamente en un nivel uniforme,
habiendo de suponerse también que la superficie que sirvió de base
a las aportaciones aludidas había sufrido anles las consiguientes remocioneS' por el cultivo agrícola propio de secano. El singular detalle de la ap:lrición de lo ~ jacintos, que tanto abundan en [os cerc:rnos terrenos de yeso triásico de Anna-: y Chella, no deja de tener
interés pilra los geólogos, ya que durante mucho tiempo no han encontrado éstos fácil explicación ante las cristalizaciones del cuarzo
en semelente caso )' en otros análogos, de no admitir que son producto de acciones químicas por vía húmeda, más bien que resultado
de lIna alta temperatura c,)mo en principio se creyó exagerando la
tcoría pllírónica.
M:ís firmes son las observaciones estratigráficas recogidas en la
calicata número 2, 3hierta en forma circular en el campo, aún ento nces plantado de chopos, propiedad de Vicente Tar:1Oc6n, en b que
se trató de buscar el punto más céntrico posible de la estnción, au nque para ello los cálculos larecí:1O de elemenlos exacto5. Su diámeIro fué de 2,30 m.
(1)
Explicact6n dI! la. lárn. rr:
A. 1. Var:laa azuelas de tipo repetido en dJvCTSOS periodos: la hachlttl. del
extremo derecho es asimilable al NeoUtlco antiguo: las flechas de all"tas Inlela,
Jet;. (l. uno 'J otro lado de la. cent.raJ, son de la. rase media; la. del centro, del Neo11Ueo recIente.
2. Estas punlas de flecba son de la fase eneol.itlca, salvo la pieza e6bozada
de la derecha..
3. 16 lámina de sllcx a la derecha pertenece probablemente al NeoUtlco ano
tiguo: la. de la izquierda (hoz?) parece del Neolfl.1co reciente.
B.
Piezas varias en piedras nobles (cua.rottas, prtnctplllmente, y sUexJ .
Diversos punzones, fOl'mone6 y otras pIezas en hueso. cOITespondlenle6 a.
diveJ'806 periodos neollttcO&. En (ll, el que aparece en el centro fué hecho qUizás de una. navaja o colmUlo de Jabal1. y pertenece al NeollUco antiguo. En (2),
tambIén en el centro, se reproduce una delgada. J.á.in¡na de madero. de cuerno,
perfectamente trabajada y adelgazada, con orlflclo lateral: ha debido ser
labrado en tiempos eneoliUcO&.
C.
- lOa-
[page-n-104]
12
JOSF. OHOCOME.1..1
La capa de tierra amarillenta, de unos 0,20 m. de espesor, aparece a partil de los 0.35 m. del nivel superficial.
A [os 0,40 m. se advierte un conglomerado hermético de tierra
anwrilla, huesos, utensilios líticos, pedazos ,de cerámica, cantos
rodados y quizá restos vegetales que se señalnn por manch3" negruz~
caso Al salir al exterior, eSla toba acentúa su constitución ca liza, e ndureciéndose extraordinariamente. Algunas grandes piedras sueltas
se cnCUCIotran encima.
A los 0.60 m. se halla una hachita oblo nga jaspeada.
A los 1,tO m. otra también de forma ensancharla, de diorita, y
un:'! c:í nul:l de asta de ciervo.
A Jos 1,20, un Irozo de molino de mano.
A 1.35, otra tan~a de piedras grandes, en forma de losas.
El agt.:a :'180m3 ti J,45 m. de profundidad . Los fragmentos de cedmica que se extraen en nta calicata son gene ralmente m:í9 bastos
) alguno" van unidos a trozos de carbón. A esta profundidod aparece otra delgada capa tob<Ícea, estéril, de unos 4 cms. 'd e espesor.
Entre los 1,45 y 1,55 m se ha encontrado una flecha de aletas iniciales horizontales, magnític:o ejemplar; un punzón corto y una espátula de lengüeta, ambos en madera de ast:l de ciervo. Bajo del agua
también lie señalan frag mentos de hueso y de cerámica.
A 0,19 m. por bajo de ese nivel del agua se presenta la turba .
•••
Otras lIbservaciones he de añadir fundadas en la apreciación dilecta o en referencias fidedignas. En los di\'crsos cortes del lerreno,
éste presentaba un color ohscuro y su estructura, en algunos puntos,
el :lspectC' pastoso y fino del cieno o limo. NOI,íbanse en 1:1 m:lsa de
tierra lo~ :1rrastres de grandes :¡venidas o inundaciones, de la ~ que
es el m;í" destacado ejemplo la capa amarillenta que he descrito, r:n
la que, al igual Que en otras zonas, se advertían vetas o penetraciones arenosas de distinta coloración.
Si la vida de este despoblado lacustre alc:mzó los tiempos del
metal. como se desprende, aparte airas anlecedcntes, de cierlas formas ene,)líticas del sílex wbrado, no aparecieron en mis calic:ltas
indicios directos, si bien el testimonio de Vilanova, Que m:ís arriba
he transcl ita, fué confirmado por el propietario de la mayor parcela
de la En::r3, Salvador Rey y por sus familiares, Que tuvieron la amabilidad de regalarme, en una de mis primeraB visitas a Navarrés, dos
hachas planas de cobre de tipo primitivo cuyo corte comienz1 ya a
ensancharse. Una de ellas, Que se reproduce aquí (lám. 1, C), fué
-104 -
[page-n-105]
l.A ~Ri!"ERA "EXPLOIMOrO¡'; PAoLNFITICA EN f..SPA~A
18
donada por mí al Museo de Prehistoria del Servicio y la otra se ex·
pondrá, en su dí:t, en las vitrinas del Musco Arqueológico de Jiíti.
va, hoy en formación. Como puede deducirse, estos halla zgos superfici.lles y :llgunos otros que no ha sido posible recuperar, marcan el punto final de la cronología del yacimiento, Que apenas debió alcanzar las primeras fases del bronce, si :!caso llegó :1 dbs
Los '1allazgos superficiales de puntas de flechas de avanzados ti·
pos eneolíticos, fueron muy frecuentes en mis repetidas visitas a
aquellos jugares, especialmente en I:IS zonas en que el terreno ha·
bía sido rebajado o tran sportado. Las hachas, generalmente de ta maños muy medianos y pequeños, no dejaron de recogerse en buen
número, abundando entre ellas las de diorita. dioritina u hornblen·
da, proct!dentes de la cerc,lI1:! cantera que existe entre Quesa } Navarrés, junto al río Escaloua, Que hoy se conoce con el nombre de
Cerro Negro y se explota p.'1f:1 el adoquinado de carreteras sum inis·
trando un material de primera calidad.
No encontré en mis rebuscas otros tipos de cerámica que los corrientes neolítico-cneolítil.!os de pasta ordinaria gruesa y grisáceo.
rojiza y :.tlgún fragmentos de ncgra superficie lustrosa}' paredcs del·
gadas; ninguno con decor:¡ción, y muchos con mamelones laterales
o en los bordes del cuello. 1....1 abundancia de l:1 brecha huesosa se
mostrab:l en :llgunos sectores más que en ot ros, sin duda por haber
sido sacada a la superficie en vinud de la pl:mtación o del descuaje
de algún árbol O bien del traillado del suelo. L:t identificación y estudio de "se material óseo no ha podido incluirse en este trabajo.
La roturación}' el movimiento de tierra superfi ci al p:lra allanar y
formar 1..,& nuevos bancales de huerta, dan muy dudosas posibilidades a la observación arqueológica de las capas de cultivo, aun tra·
tr:Índose de la calicata hecha en el ángulo meridional de la chopada,
en cuya parcela quizás las ;¡lteracioncs se habían reducido ;11 hoyada
para aqudla plantación y posiblemente para otra anterior de viña.
Pero a partir del formidable cemenlo tob:íceo descrito, de 20·25 cms.
de espcsVI. Que garant iza la estratificación intacta a profundidades
por deb;¡jo de él, la investigación :Irqueo lógica dispone de los má s
preciado$. requisitos y segllridades para la deducción científica.
Sin embargo. en la prc~cnle ocasión no puede ésta ir más allá de
los atisbos iniciales e incompletos Que la modesta exploración objeto Jc estas líneas permite. los cuales, por otra parte, más que ofre·
cer conclusiones. pretendl;!n poner de manifiesto y dar a co nocer las
I.!ircunstancias y primeros materiales allegados en este desennocido
horizont e de la prehistoriJ española.
El acervo de instrumentos y objetos recogidos en las citadas ca~
-
105-
[page-n-106]
JaSE CHOCOM61..1
licat:ui y asim ismo los que proceden de los hallazgos fortuitos en la
supe rficie. permiten, por Hl variedad y número, intentar un cotcio
con los iÓliiles palafíticos l>tlizos, que por su carácter típico y por ha.
ber sido mejor estudiados. pueden arrojar mayor luz en nuestro
caso (1).
En resumen de ]:¡s propias apreciaciones refrendadas por el juicio del sabio y malogrado prehisloriador Paúl Vouga, a quien se
debe la moderna revisión tic los yacimientos helvéticos, puedo afir.
mar Que la universalidad típica del neolítico lacustre, se ha visto una
vez m~s confirmada en los materiales aparecidos en la primera esta·
ción palaiítica explorada en Esp:liia.
La siSlematización del Neolítico de los palafitos debe su princi.
pal fundamento a las la bOl iosas investigaciones de los competentes
prehistoriadores suizos, gracias a los cuales ha sido posible abordar
este difíci I intento con bases raci ona les y científicas. El Dr. Ischer dió
a conocer, e n 1919, una cronología tipológica de conjunto dividida
en cinco períodos (2), que supone un considerable avance en la
cuestión, y que en cierto modo ha sido confirmada por la perspicaz
y metódica revisión de Vc.uga, quien establece una ordenación más
documentada y precisa deducida de la estr:ttigrafí:! de las capas ar·
queológicas, fundando sus observaciones y cotejos princip:tlmentc,
:Ipane de otras muchas estaciones lacustres incompletas, en las de
(1) En el Musco Paleontológico de Vo.lern:ln 5C conservan. como dOllaUvo de
D .- Joaqullla. Alpafiés, Vda. del Dr. BarberA. y procedentes de la tEstación pa -
lustre d e Bolbalt¡>>> : 5 cuchillos de sílex, 7 conchas de moluscos. 9 lascas de snex.
2 pequef'i06 t.ro206 de cuchillo de pcdenlal. I hacha grande de ofita '1 f> pequefias
de la milim8. roca. 3 piedraa esféricas. 1 laBCa. de cuareilll. varios objetos de cobre,
plomo y huesos de varios nnlmales.
(2) Th. Ischer: cDle Chronologie des NeoUthik\.l.lIVl der Pfa.hlbaulcn der
SChwelZ». lndlenteur ó 'Antlqultés suis&cs. 1919. Los perloo06 son:
•
l . Tipa de Burga.schl. Hru:has y lámlnns en pleno desarrollo. Puntas de flecha
LrllUlgulares. Cerámica de Corma arcaica..
II. Tipo de Egolzwll. Fle<:has de pedúnculo. Hnchas·nmrUllos trllLllgulares.
Cerámica mAs amad&.
m . Tipo de Oerolfingen. Puntas de flecha. con pcdunculo y aletas. Puna! de
sUex de rctoques !lnos. Hachas·martillo alargadas. Aparición de las perlas en
cobre.
rv.
Tipo de Fcnll. Puntas de flecha. de aletas rectangulares. Nunwl'06as ha·
abas·marUlIo. Lá.minas con abundantes y finos retoques. Perlas y uWIUIIlI06 diversos en cobre.
V. Tipo de Ro6eaux. Decadencia dc 106 lns:rument08 en piedra y dl!llaITOlIo
de la industria del bronce.
-
106-
[page-n-107]
•
.... A PlRr¡.t6FM ElffiJ..ORACrON PAll.APITt.CA EN ESPAfilA
1.
Auvernier, Treytel y S:lint Aubin (Port~Conty), de las cuajes 1.1 primera presenta la totalidad de las fases que integran la clasificación,
del mismo modo Que . por rara fortuna, ocurre en el mobilia ri o de
13 E.reta oel Pedregal de Navarrés.
Para Vouga, los objetos comunes a todos los períodos que no
pueden ~ervir como fósiles directos o típicos, son esencialmente muchos de los obtenidos de hueso o cuerno (punzones, puñalés, alisadores, la~ hach3s-martll1o de cuerno, los peines de cardador, etc.)
Tampoe,") 135 h3chas de piedra presentan, 3 su juicio, ca racterísticas
difcrencides de cada fase, pues sus tipos coexisten a lo largo de todos los pedodos neolíticO'I, dependiendo muchas veces su estructura
del trozo O bloque utilizado para formarlas o del procedimiento empicado pdra producirlas. Sin negar que la evoluci6n del hacha pulimentada :dcanza, en alguna de sus característic8 geográficas. moda~
lidadcs propias del Eneolítico, entiendo que lo lento y lo poco generalizado de esos tipos no autoriza a tomarlos como elementor; de
juicio, según, con indudable acierto, hace Vouga en su clasificaci6n.
Toma éste, como segur,¡ guía para trazarla , :.quel1os objetos que
pueden dividirse en dos categorías: En una figuran los dementos
compara¡ivos y controlables en todos los yacimientos explorados;
otra comprende aquellos Cone son propios s610 de una cultura O de
una fase} tienen , n:lturalmente, un valor relativo. en tan to n'¡evos
descubr im ientos no vengan a desmentir su particularidad.
Los .-:lcmenros comparativos han sido suministrados por los engastes o enmangamientos je hacha: por la pasta, la forma y la de·
coración de la cerámica; la naturaleza y, eventualmente, la talla de
los instrumentos de sílex.
Como elementos propi<.s deben considerarse algu nos adornos y
objeto's cxclusivos de ciertos niveles, que pueden tener. además, un
real Vodo( etnogdfico.
Por cue camino Ile,r;!a \'oug
considerarse subdividido el ncolítico lacustre suizo en dos grandes
períodos correspondientes a dos culturas nctamente diferenciadas.
no obstante quc un sinnúmcro de objetos y conocimientos les sean
enteraml.nte comunes.
El período arcaico estfl represetado en los Y:lcimientos sistcmá~
licamentc exp lorados, Que lo alcanzan, por un solo nivel: el del
neolítico antiguo. El período que pudiéramos llamar avanzado,
abarca tres fases: la del neolítico medio, 1:1 del reciente y la del
eneolít ico . El autor se inclina a creer en la posib ilidad de que estas
-107 -
[page-n-108]
16
JOSE <::HOCOME L.r
dos últimas puedan llegar a fundirse e n una sola, representativa de
1;1 edad del cobre. si ulteriores in ves tigacio nes así lo autorizan (1) .
He creído conve niente detall:lr un poco el estado actual de la
cronologia arqueológica de los palafitos, no sólo para faciliFar la
comprensión de las apreciaciones contenidas en este trabajo y en otros
sucesivos que habrán de salir a luz como consecuenci:1 de ¡as meródie';s excavaciones del Servicio en la Ere!a de Navarrés, sino porque
la confir.naci6n de la idertidad de las culturas industriales cntre las
estaciones lacustres y las estaciones terrestres tiene Un:l importdncia
definitiva para [a clasificación del neolítico -en todas las parles.
Con tales antecedentes puede ya jLl~garse de la import:lncia de las
confirm"riones y p roblemas Que plantea esta primera explorac ió n
del palafito de Navarrés.
Mejor que la más detallada descripción literaria podrán da .. idea
del mobiliario típico de Nla estación, en sus diversas ocupaciones,
los grabados fotográficos que acom.pañan, los cuales se comp:etan
con las oportunas indicaciones. Sería una tarea impropia de estas
notas iniciales presentar un inventario completo, que necesariamen te resu lt. ía de sobra extenso y que parece adecuado reserH
var para la síntesis definiliva de estos trabajos, ,que han adquirido
gran amj)litud sobre cl tc!'; cno a partir de 1942.
Una incógnita que surgió desde los primeros momcnto~ de h; ex·
ploración de la Ereta , ha sido cuanto se refiere ti la modalidad que
tuvo esta construcción prehistórica. Sabido es que a partir de las informacif)OCS del Dr. Keller, Que fué quien primero dió a conocer la
existencia de los palafitos, éstos han sido definidos bajo dos formas
de edifici'c i6n, que se distinguen con los nombres de' «Pbh lbaute n»
(construc..ción sobre pilotes) y uPackwerkbautenll (construcción de
piedra amontonada). Los palafitos del primer tipo tení,ln sus plata.
fornws ¡,ostenidas exclusiv:!OlCnte 'por estacas, y se levan taban en los
lagos de gran profundidad; los segundos reforza han sus pilotes con
amontonamientos compactos de lodo y piedras trab:ldns a veces con
tongadas dc palos o cabríos horizontales y otras perpendiculares,
cuando no con maderos que consolidaba o el pie de las estac:lS, cons~
¡ituyendo una especie de campeado, y se encuentran más particu lar.
mente en los pequeños lagos, marismas y budiales. Este último tipo
se caracteriza prccisamenIC: por esos amontonamientos de piedras
que han pasado a la terminología arqueológica co n la designación
(1) Las principales pubUcaclones de P. Vouga que tratan este tema.. son:
«Essai de clnssUication du néollth!que la.custre d'apres la stratif'lca.UoOll. 1921:
«C1assltlcaUon du Neolithlque laCU&Lre sulsse. (1929 ) : ldem, cAnUquHy:t, vol. n,
oli'm. 8, 1928.
-
108-
[page-n-109]
J1
de «Steinbcrgcrs». También en algunos puntos se les da el nombre
de «Téncvicrcs», cuyo significado responde :11 de altozano inundado
o lugar de escaso fondo de agu3 (1).
Para :lIgunos autores ('omo Desat, estos amontonamientos respondían al propósito de dar firmeza a los pilotes cU
rocoso del lago impedía su atascamiento; así esta cimentación de
piedras alrededor de los froncos de madera, verticalmente sOf:tc:li·
dos. bastaban p:U3 mantener el armazón. llegando. a veces, semejantes pedregales. 1\ tener el espesor de uno o dos metros pam ser
efic:lces. G. Coury, por el co ntrario, no encuco!r:! comprob:1ción
suficiente a estas suposiciones. creyendo Que tales apoyos de piedra
no son, en realidad, si no superficia les e insuficientes. Según F. A.
Porel, y también según E. Pittard, [os «téncvicres» vendrían a formarse po!' los pedruscos utilizados en los pohl:ldo~ lacustres: piedras de I-¡ogar. cantos destinados a asegurar la techumbres contra el
vieoto, empedrado de los pisos, etc., todos ellos acumulados eo el
fondo dd agua y no despl:lzados por las crecidas ni por las olas una
vez destruidas las viviendas por el incen,dio, por hundimiento o por
abandono.
No puede negarse, sin I:mbargo, 'Que exis tieran a modo ue diques
de piedr.t destinados a prOteger el asentamiento del pal:Jfilo conlra
los oleajes y las avenidas, )' a veces esos dispositivos Quiz:í no cons istían en ocra cosa Que en UII tosco empedrado de ped:lzos de roca o
de grucs:ts losas sobre la [uperticie de[ islote formado por el depósito de cieno y detritus, que ectramándose con 1:ls ramas, estOIcas y
piedras, "codría :l ser uoa maraña retentara de nuevas tierr3s arras1(¡ldas por las inundaciones y corrientes de [a laguna, Que co ntri huían así, con sus aportaciones y sedimentos, a la paulatina elevación de l montículo, cuya emergencia resullaba, de ese modo, efec to
de un proceso consecuen te y natural. Así pudo ocurri r, probablemente, en el caso de la Ercta dd Pedrega l, respecto a cuyo altozano
me han asegurado repetidas veces y de un modo unánime todos los
(1) se conocen otras fOl'tlUla intermedias de estaciones Iacustre6. tales como
los «c.ra.nnoget!. (stokaded I.sland) de Irlanda y Escocia, especie de I.slotes artificiales. con cimentación y construcciones de estacas y piedras y piso ellllUlderado
de palos tspeso& o empedrado, que si bien son de origen neolitlco, han sl.lbslBtldo,
eh muchos casos, como pequefias fort.a1eza.s hasLB. durante la Edad MediR. Algunas estaclOnes de turberas no aparecen construidas sobre pilotes, descansando 80bre el suelO su platarorma. compuesta. por un conjunto cerrado de maderos: en
cambto, Ins «¡ermmaras» del Norte de Italla. que n!ectan Siempre la fOnTIa de
un vasto l.J'n.P(lc1o, se rlevan sobre estacas en tierra firme. aWlque bordt.'1ldas por
amplio foeo inundAdo: su cronologia se inicia ya en la pura Edad del Bronce y
alcanza con frecuencia la del Hierro.
-
109-
[page-n-110]
JQSE OHOCOM,EU
18
prOpiCI3:'ios viejos y jóvenes de aquellas tierras, que un :1mplio chao
pado de no pequeñas piedras cubría una zona circular del mismo y
que ello .. personalmente las habían ido arrancando de su lugar a medida Que roturaban el campo (en algunas p:1rICS por fajas alternas),
de lo CU '11 dan testimonio las calzadas u hormas Que contienen los
m:írgeneos de aquellas Ilncas.
Relal.LOnada con esta ~uestión, se produjo un:! interesante polémica qU\! no ha dado, por cierto, conclusiones definitivas. Primero
Rcinerth (1) y luego Vouga (2) plantean la interpretación de las
Clpas de fimo lacustre (3). vcrd:ldcros estratos arqueológicos bcpar:1dos por capas e interferencias estériles de :IrCIl:1S coloreadas y de
limo que 3parecen en los Lmplazamientos de los rlal:lfitos neolíticos.
Vouga cuticnde Que las capas del fimo lacustre no han podido aman.
tonarse en tal forma si ha se hubiesen depositado sohre terreno }a
desecado hasta cierto punto, pues, en caso contrario, el movimiento
de las aguas hubiese arrastrado lejos los detritus vegetnles que cons·
tituyen el 90 por 100 de los despojos. quedando sólo los reslos de
Cerámica y del lallndo del sílex, hecho que se comprueba en las es·
raciones del bronce, establt:cidas en pleno lago; a más, 13s ,apas del
limo no han podido formarse si no por el arrastre de las ag'Jas, a
raíz de una inundación o crecida. De ahí deduce Vouga que los la·
custres han plantado sus pilotes, no en el agua mismo, sino en el
terreno pantanoso suficientemente blando parl asegurar b defensa
por el at.ascamiento posible de los enemigos atac:lOtcs; cuando ocu·
rTÍan grandes crecidas. 10l> neolíticos abandonarían la vivienda en
algunos poblados que presentan csas circunstrlOcias, para volver a
instalarse en ellos una vc¿ retiradas las aguas. Así se ex'plicaría el
depósito de la capa arqueológica cu:mdo el sucio estaba tln sólo fan·
gasa, y !a superposición del limo indicaría la :wcnida consiguiente.
(1)
Hnn.s
Relner~h.
«JlUlgere st.elnzeit», pág. 72.
(2) Paul Vouga, «Les stations lacustres dI) 18c de Neueho.teb, en L'Anthro_
pologle, 1923, pág. 49.
(3) La. denominación del cCumler lacustre» tiene dltlcU equivalencia. castellana s.! se atiende a lB. composición material Q.ue deslgna, como verá el l.ect.ol' por
las repetidas definiciones que incidentalmente se hacen en el texto. La voz cestlércol» responde a Idea de excrementos animale6, «basura» encierra. un senUdo
de BUcledad. «escorilla suena. a desperdicio metalUrglco. «fiemo» a Inmundlaa orgánlcas, no em:a.jando ninguna de todas estas palabras en la veJSl6n exacta de
aquel significado. Por eso, en tanto se encuen lla OLra. solue!ón mejor, me he
permitido adoptar el térmlno «fime», que por t.ener idéntico \·alor etimológico y
por ser voz casi. en desuso, sólo conserva un vago significado original. lo cual
racllita Innovar sin violencia. su acepción afín dAndole un contenido moderno y
preciso, (·omo reqUiere el caso·
-
110-
[page-n-111]
19
Los contradictores de ~&ta hipótesis asegunm que tales estaciones
no han podido ser levantadas sino dentro del agua y a una cierla
distancia de la orilla, func!;índose en Que las estacas aparecen siempre hintadas en aquel fonOl.> del lodo que es propio del lago. y Que
el estratn arQueol6gico rep.:>s:! directamente sobre él.
En S'-J monografía Sto/iot/s lacustres 011 bOllrgatles terrestres (Gcneve. 1929). P. Vouga ha resumido con gran ecuanimidad e l debate
scñ:tlando indislintamente los puntos flojos de su propia argumentación y los de la opuesta.
Las r:!Zones :lducldas por el botánico W. Rytz, por los zoólogos
J Favre y Th. Delachaux y por Jos prchislori:1dores Th. Iseher y
O. Tschumi, apane de las} a expuest:IS, Se fundan en tlUC el fimo la.
custre. ~ompuesto por una mezcla de leñas. carbón, desperdicios de
cocina o de fornljcs, de provisiones genera lmente carbonizadas, de
despojos no carbonizados de plantas o de animales. como petitas.
buesos de fruta, fragmentos óseos, etc., no podían haberse conserV3do sIno bajo una capa de agu3 constante que ha evit3do su descomposición También, Que I:.t fauna es exclusivamente lacustre y no
ofrece ninguna especie terrestre, singularmente ninguna hormiga.
Asimismo, se 'Irguye que e! entra mado de los pilotes supone la neo
cesidad de asegura r su rcsl~tc n cia a los embates del :lgua. y otro tanto puede deducirse de 1:1 existencia de los hormazos y chapados rompeolas.
Vouga, sin dejar de rc::onocer el va lor científi('o de estos argumentos, Lildica la particulaoidad de Que sólo en estaciones neolíticas
exista la capa :lrqueológic:1 del fimo bcuslre , cosa Que no ocurre cm
I:ls estaciones del 1
3ronce; el que aquél aparezc:I estriado por vet:1S
de arena de espesor v:lriacio, y sobre lodo, que los niveles resulten
form:,dos por estr:1I0s alternos de arena y de fimo. b:lstantc regular
en e l nivel superior, pero de una incoherencia inextricable C'n el ni_
vel inferior. «¿C6mo expl icar estas infiltraciones arenosas? ... ¿Se
concibe una tempesl:ld o temporal (¡ue acarree una capa de arena de
diez centímetros sobre residuos o despojos flotantes? ... ¿Qué dct;ir
dI! ésto? .. Sino que la ocupación era alternativamente lacustre y
terreslre, siguiendo [.IS fluctuaciones del I:lgo», dice Vouga. y en
cuanto al fij:ldo de los pikles, hace observar que los que correspondían al poblado eneolílico del Auvernier estaban hincados en ei fimo
lacustre de sus predecesores inmediatos y no en el fondo natural del
lago. Cil:lIldo el C:lSO de la estación de Concise. edificada sobre un
islote sujl:IO a inmersiones temporales, y suponiendo que allí se depositaba el fimo lacustre ('omo en las estaciones anteriores al melal
durante los períodos de C'mergencia, deduce la posibilid:ld dI' Que
- 111 -
[page-n-112]
20
Jose CHOCOMELI
estas últimas h:íyan sido mtcmáticamente c!ltablecidas sobre ¡elotes
lo bastante elevados para quedar aislados de tierra firme aun con
aguas bajas, lo cual ha hecho imposible el acceso a ellos de la pequeñ3 fauna, si ngu larmente dI! las hormigas.
Vouga se pregunta fin:llmcntc: «¿ Cómo se explican asimismo las
::tllcrnativas de arena y de Ilmo, y sobre todo, cómo esos dos elementos no se funden allí nune!!, deposit:índosc la arena no sohrc los restos flotantes, sino sobre un sucIo relativamente aplomado o, mejor.
aglutin:tdo por la humcd:ld? ¿Se explica igualmente por (Jué los cstablecimientos de la Edad del Cobre Que sucedieron sin hiatus a
los del neolítico reciente, reposen en su mayoría sohre el fimo de
sus anteceSOres, cuando ese nuevo período coincide con los comiellzas de la sequía Que caracteriza los tiempos de la Edad del Bronce?
¿Se expllca, en fin, por qué 1:ls estaciones del Bronce no h:lO dejado
fimo (excepto cuando se lC":lOlaban sobre islotes), siendo así Que ..:staban edificadas en plenas bahías, nafural O artificialmente protegidas ,onln el oleaje?»
El melo enunciado de estos dudosos aspectos de la arqueología
lacustre suiza. sugiere su {'strecho paralelismo con los Que prCb:Cnla
el similar yacimiento de 1.1 Ercta. En el resumen Que sigue se in tenla compendiar el cuadro de car:lcterísticas propio de este palafito español y sus rasgos compar:lblcs con los antecedentes eXpllcRtoS. para
lo cual se añaden datos omitidos has ta aquí en evitación de n·peti.
ciones inúti les.
1.· El yacimiento de h Ereta del Pedregal se halla situado dentro del antiguo bgo Que !tI': la Marjal de N:lVarrés, según deml!estra
la observación directa de la localidad y el cariÍcter particularmente
lacustre de las especies lHchmopsis tricariJ/ata y NerWtlo Tlwodoxus
jlllt'iutili¡, cncontr'adas en las refcridas calicatas, cuya identific,tci6n
se debe ni competente n:1Iuralisl3 Sr. Vidal y López . Su separaci6n
de la orilla concuerda con la de las estjcioncs neolíticas suizas y se
aparta de la de las típicas de l Bronce, siempre adentradas centenares de metros en los lagos. Incluso podrí.:. señalarse esa analogía por
la depresión o foso apreciable cntre la estación y la ticrra firme, depresión normalmente sumergida, cn tanto la estación emcrge comp[etamente, según indica Vouga Que puede observarse e n uno c1e :0&
lados de lodo cmplazamiento neolítico.
2.~ Como en éstos, en [a Ereta también parece reconoce,se la
existcncin de steiflhergeTs \' se encuentra bien patente el tan dehatido
.:l.monton:lOlicnto de tierra,; y detritus en capas mezclad:ls de fimo y
arf3stres arcnososos. A mi modesto juicio, la explicación de estos
altozano.. podría encontrarse, según ya he expuesto, po'" un pr,)ceso
-
112-
[page-n-113]
21
en parte artificial, en parte- natural. Ello justificaría la au~enc¡a de
postes o pilotes que no han aparacido aquí, ni en el examen externo
ni en las calicatas (aunque esto no excluye posteriores hallazgo¡,) ,
pues quizá se emplearon s610 en las más primitivas instalaciones, y
posteriolmente dejaron de usarsc dada la posibilidad de utilizar la
cumbrc emergente del montículo formado por las materias arrojadas
al agua y el sedimento de las avenidas, cubriendo aquélla de piedra
al estilo de los I"crannoge8.11 irlandeses o formando un piso de troncos unidos par travesaños, como apareci6 en el palafito descuhierto
sob re las turberas del antiguo lago suizo de Wauwil La obicci6n
de que s610 permaneciendC' protegidos bnio el agua es posible que
se conserven los objetos de los vertcderos palafíticos, está desmentida por el caso de las terramaras italianas, en las quc tambiéu, no
más que las tierras húmedas, han conservado perfectamente todos
los peQucños objetos y res10s encerrados en ellas
3. Si bien sería aventurado trazar la cstratigraHa del yacimicnto por las sencill:lS calicatas aquí descrit as, no obstante Que en ellas
be advienen las indiscutiblcs capas del fimo lacustre de distintas ocupacioner., puede asegurarse Que la Ereta prescnl:1 la succsión ce las
fases de la cultura neolítica antigua, mcdia, reciente y eneo lítica. con
[:1 mism .• tipología que en los palafitos suizos, según se comprueba
por la identificación de los materiales recogidos .
0
-
113-
•
[page-n-114]
•
[page-n-115]
CHOCOMELI - .Exploración palalítlcat.
LÁMINA J.
r
A
8
e
A
~
lond~ ¡k 1, hOYldl.-C:
1l.1Iu,Q 8uperlld.! en l. IV¡arj.al 1e :-O.'·.rrb
B: ViSI.. de! blnel! de 1 Erell y del
,
H .olI~
de tQb rc,
[page-n-116]
CHOCOMELI- tExploradón palafítlca_.
LÁM INA 11.
A
2
3
2
B
3
2
3
e
[page-n-117]
ISSN 1989-508
JOSE CHOCOMEL I IIII
La primera uploración palafltica
en E~pai'la
El estudio del Neolítico no dispone, de ordinario, como el del
Paleolítico, de esa precios:1 documentación que cons ta en la es trat i.
grafÍ;¡ de las cavernas. 1.3 dispersión y des trucció n de los vestigios de
I:! époc;¡ de la pied ra pulimentada, sobre la superfici e de las tierras
lahorables, es tan in mensa, a ca usa de su misma si tu aci ón a Ror de
suel o, que los hallnzgos se pulcrales, dotados ritualmente; los pri meros pasos de la ,¡ rquiteclura dolménica; la hipotética cronología de
¡as pintu ras eSC¡uem,hicas atrib uíd :ls ni arte neolítico, y la inci erta
~ ucesió n de posib les ocupaciones en los cabezos fortificados y en las
cuevas funerarias o habitadas. apenas pueden ser base de una visión
parcial gencraliz:lda de la activi dad ascenden te de aquella humanidad Que llegó a alcanzar un fundamental grado de evolución bajo el
influ jo y las penetraciones de n'o bien definidas co rrientes culturales.
I os matices de su fuerz:I transformadora, no siempre si muh,ínea·
mentc operantc sobre los núcleos supervivientes de los períodos
poslpaleolíticos, que :ica baron por extinguirse o adquirieron una re·
zagad,¡ adaptación a las nuev;¡s influencias, han dado ocasión de señalar agrupa mi entos o círcu los geográficos Que int roducen mayores
complicacio nes en el panorama arqueológico de los tiempos en Que
&c inicia la agricu ll ura, la ganadería y el uso de la cerá mica .
Anre la complejidad de las industri:IS neolíticas y la insuficiencia
de testimonios est ratigrá ficos, se comprend e que todos los ensayos
teóricos generales que han pretendido determina r las fases de aQue·
(a) Próxima ti. sallr de la imprenta esta pubUeaclón, nos sorprende la no·
Uela. del fallecimIento de D. José ChoeomeU. Sin tiempo para mAs, la Dlre¡;.
clón del S. l. P. quiere rendirle aqnl, en su propio !.rabaJo, que no viera publicado, la expresión fervorosa del dolor de euantos Int.egran el servicio, por
la pérdida de compatl.ero tan Inleligente, entusiasta y bueno, Dc-scanse en pat..
- 93 -
.
[page-n-94]
2
JOSE OHOCOMBLI
Ila época (1), no merezcan el prestigio y la divulgación suficiente
para ~er adopt:ldos. Algunos inlentos con caracteres y denominaciones locales, otros como los de [a Escuela
ciertos sectores de la ciencia francesa fundándose en las modalidades tipol6gicas con frecuencia sujetas a ci rcunst:mcias variables,
prueban que hasta ahora Jos resultados conseguidos no han lograrlo
presentar una solución satisfactoria a juicio de la opinión general
de los prehistoriadores. Si se exceptúa 1:1 interpretación del Neolíti.
ca nórdico debida a Montdiuli, l:t inexistencia actual de una clasifi~
cación acorde para las restantes zonas de Europa, justifica todavía la
prudente reserva de Dechelette, motivada en la inconsistencia de las
altcrnativas C'onclusiones pucMas de moda.
Sin embargo, gracias al fcliz dcscubrimiento y exploración de
los pal:llitos neolíticos suizos, a partir de 1853. y al estudio de las
estaciones análogas en diversos países, pero espcci:llmcnte en un
:lre:l cirrumalpina, va resultanoo posible, tras una meticulosa levi~
si6n, muy avanzad a ya antes de la guerra mundial, establecer una
rlpreciaci6n ordenada basándose en la certeza de las capas arq ueológicas intactas en determinados yacimientos lacustres, que pueden
ofrecer un cuadro bastante completo del desarrollo neolítico, por
más que ha ya de supo nerse que [os pob ladores de los lagos habían
ya superado una fase anterior en la que acrisolaron los rasgos genui •
. nos de su cultura característica.
Con estos antecedentes, innecesario parece seña lar la excepcional
importanri., 4.ue, para el conocimiento pleno del Neolítico pe'ninsular y el de las relaciones europeas de la. época, ofrecía el posible
hallazgo de estaciones palafíticas en territorio español.
Alguna referencia o indicio de su existencia en nuestro país he
logrado encontrar en la vieja lite ratura castellana, y sin detenerme
en los curiosos ecos de extraños hallazgos ya registrados en el siglo XVI por el inquieto Pedro de Merxia, en su S:}'ItIO tle varia le6Ótl, que son seguramente el primer atisbo de los descubrimientos
palafíticos, recordaré la aparici6n de antiguos restos de navíos en la
lagun:1. de la Sierra de Estrella. cercana a la villa de Seya, que atestigua Estrada, hacia mediados del siglo XVIJI, en su Población ~elle
ral de Espalia (2).
(1) Sabido ea que ésta tomó nombre, durante mucho tiempo. del PalaftUl de
«Robenhau.sent, en el antiguo lago de Pfaeffikon (Suiza), en consecuencia de la
clasificación general de In Edad de Plool"a hecha por Q. de Mortlllet.
(2) Juan Antonio de Estrada, IOp. clt..t,
-
ffi.,
9:1-
1748, t. m, p!\g. 410.
[page-n-95]
LA 1AR!h\IEIM 'ENPLORACJON PALAPITJO..\ lEN ESPAR ,\
s
La inveslig:lción arqueol6gica h:l pasado muy por alto este (lbje(ivo y salvo algunas imaginarias localizaciones de p:llafitos, disperIWS en public:lciones sueltas, no ha sido :lbordada directamente la
prospecc;ón sob re el terreno, aunque sí en un ens:lyo literario, que
toma el tema por rótulo, debido al erudito pobco E. Frankowski,
y en el cual, después de emplc:1r centenares de páginas en divag:lciones et nol ógicas y folkl6ricas, se lleg:1 a la desconsoladora conclusión
de la ausencia de pal afitos en España (1).
Señ:lla este autor algunas representaciones gráficas de palafitos, a
mi juicio muy dudosas. en el arte rupestre español. Más positiva parece 1:1 nota conteni da en una obra de Sueto nio (2), acerca de las
hachas de piedra extraídas del fondo de uno de los lagos cantábri\!OS QUC, según la crcencia popular, han sido consider:ldas, desde los
tiempos históricos, como producto del rayo, atribuyéndoles poderes mágicos o divinos.
En esta noticia clásica se ha basado, probablemente, la hipótesis expuesta por em inentes prehistoriadores modernos, que supone
han existido palafitos en las rías cantábricas, aunque hasta el presente ninguna exploración positiva ha venido a demostrarlo. Otros dan
\!omo seguro q ue los hubo en la p:me de Bilbao pr6xima al Arenal.
Villaarnll (3), en su famosa memoria sob re las :l ntigüedades gallegas,
l·ita cu riosas noticias sobre una antigua población lacustre en la lagu na de Santa Cristina, de la cual afirma no haber visto ni el más
insignificante vestigio. si bien aduce el testimonio del Ldo. Malina
de Málaga, quien en su Descrip.ci6n del Reino de CaJicia, impresa
en Mondoñedo en ]550, asegura que en épocas de sequía. al retirarse las aguas de aquel lago. «en aquello q ue queda como IremedaleB.
se hallan cosas de hierro lab.radas y piedras cortadas, y ladrillos, y
oI.avos y ollas, y otras cosas de esta ca lidad, que demuestran claro habe r habido allí edificios y población». Un siglo después, el P. Gándara )' luego Bohan confirman, de vista, esos hallazgos, cnlre los que
"bundan las tejas y los hierros, que indudablemente indican edificaciones pertenecientes a tiempos evidentem.ente históricos. H"lIazgas de análogo carácter fueron seña l.ados por Vilanova en la laguna
de Carregal, en Antela o Limb, y cerca de Retanzos en 108 parajes
llam ados Corregadoyro y J uncal.
Estaba lejos de mi lÍnimo la búsqueda deliberada de estaciones
(1) E. Frankowsk1, «Hórreos y pala.tlto& en la Peninsula. Ibéri~, m., 1918.
(2) t:Duodooim Caooareu. Oalba., J. vn o. vm.
(3) JOSé VWaamU y Castro, «Antigüedades prehistóricas y celtiberas de ORllclaJ. cap. m.
-95 -
[page-n-96]
JaSE CHOCOMELI
lacuslres, cuando en el otoño de 1933, después de recorrer sistemá*
licarnente las cercanías de Anna y Chella localizando toda clase de
yacimi entos arqueológicos que era posible encontrar, inicié la exploración del término de Navarrés, a co ntinuación de aquéllas. en b
Canal del mismo nombre (1), fijando la atenci6n, al propio tiempo,
en los manantiales del regadío cuyo caudal venía a nutrir eventual.
mente las aguas que dotan una heredad famili:u si tuada en la hoya
occidental del Mont6t, sierra que separa la Canal de la cuenca del
JÚcar. Mis primeras excursiones después de visitar la partida de
Gorg3 y el despoblado árabe de la Al cudiola, co ntiguo al pueblo,
ya cit~do por Cavanilles, se dirigieron a la Marial lle !Vavarrés, de
gran fam3 en aquella contornada y de la que también se ocupa aquel
erudito naturalista señalando en ella las especies vegetales de endc.
ter lacustre, Que designa con los nombres de «ofri s espiral», «mas·
qucra», las «orQuidcs militar, conopsea y de hojas anchas», [os jun.
cos «sapero y articulado», los ranúnculos «m:l[vado, bulboso y acre»,
muchos tréboles. gramas y llantenes, eneas y carrizos.
Según co nsta por la descripción y datos expuestos por Cava ni·
lIes (2), la laboriosidad de aquellos vecinos habí:! logrado, por enlonces. a fines del siglo XVIII, reducir en gran proporción el terreo
no pant:!noso, encauzando las fuentes que abocaban en él, transpor·
tandl) el agua de éSlas a las partidas de Gorga y Llano, a través de
una reciente mina de 2.600 palmos de longitud, que perfora una
montaña terrera, y todavía se utiliza para su objeto, y robando, en
fin, a la marjal, predios incultos para dedicarlos a productivas plan.
laciones.
Sin emba rgo, este primer paso inicial de rotura ción no fué por
entonces, ni muchos años después. más allá de los bordes de la lago·
na, Que en realidad h"bía si do la marjal en cueslión. Las desviacio·
nes de los manantiales que .. nuí.m :1 aquel recipiente, se habí"lI h(:cho por medio de acequi'ls de tierra, fácilmente permeables, cuyas
filtraciones, unid .. s al encharcamiento acumulado en aquella conc.. (1) La Canal dc Navarrés es un amplio y fértil valle, situado al NE. del término de Enguera. Que se extiende de N. a S. hasta enlazar con ta llanura de
Jti.Uva a. través de la estrecha hoya de la. Caneta. En el orden mencionado se
tncuentl'8.D en ella las poblaciones de Navnrl1!s, BolbaJte. CheJla y Alma. Una
carretera provincial. que empalma con la de Valencia a Almansa., une estos pue·
blos y se prolonga. hasta Quesa y Bloorp, mAs arriba. de Navarrés. Este se ha.lla
6.ttuado a 250 m. de altitud sobre el nivel del mar. Por J.a.s vertientes orientales
de la Canal discurren los rioa Esca.lona y 8ellent, Que atraviesan la barrera orográ.t1ca Que por ese lado limita. y separa. esta prolongada. hoya., de \a. cuenca del
JÜcar. presentando como nlkleos principales los montes de Tous y Swnacll.rcel.
(2) Antonio Josef Cavanllles. cObservaclOlleSJ, etc., t. U, pé.g. 30.
-00-
[page-n-97]
LA PtRI/MaM "EXf't..ORACION PALÁfTPIOA EN ESoPAlÍIA
vidad por las lluvias invernales, mantenín n el estado cenagoso per~
mant!nte que le ('aractcrizó hasta los primeros años de la Revolución
roja, du,'ante la cual. por graciosos recu rsos, fueron tr:msfo rm adas
aquellas rezumantcs conducciones en impermeab les ca nales de ,'cmento. A ntes de esto, únicamenre en años de sequía se l1c~aba a una
desecación apreciable del fondo de la marjal, según se desprende de
una cartl fechada en Abril de 1828, que te ngo a la viSL1, refiriendo la
dificulta i de encontrar sanguijuelas allí. a pesar de' a;}a abundancia
que siempre ha havido en la marcha! de NavarréslJ, sai\'o en t ie m~
pos de sequía (l) .
La eSlructura y la colornci6n misma del terreno mueslran la extensi6n Que alcanz6 es ta antigua laguna (2), cuya cuenCa se abre p:Jralclamente a la carretera Que conduce a Navarrés, en la parte meridional de sus inmediaciones. a no más de dos kil6metros de Ja
población, desde frente al Hm. 5 del Km . 10 hasta e l Hm . R de l
Km. 11, por frente a los Partidores, que son las exclusas donde ~e
reparle el agua de las acequias a Que luego sc alude. Así, pues. el
diámetro mayor de la superficie lacustre viene a tener unos 1.300 m •
y el menor, de E. a O., unos 700 m. Sus playas alca nzarían a l S. el
olivar de Cotó; a l N. ll egarían:J1 nivel de los Partidores; las lomas
de l Pedregal a la ., y el declive que corta la carretera por el E. marcaría n sus lími(('s comp lementarios, apa rt e una manga en forma de
embudo que penetra haci:t O., poniéndola en comunicaci6n con los
nacimientos de agua que allí muy ce rca radican y que, como ya expuse , dejaron de alimentar, hace tiempo, e l lago. discurriendo a hOla
por sus orillas firmemente (.'nc:lUzados e n s6 lidas acequias de mampostería.
De ést:ls. J;¡ de la fuente del Pescado, una de l:1 s más caudalos,u
que descl..'ndían siguie ndo 1 vaguadas que m ucren e n la cuenca ia :IS
custre procedentes del O., pasa hoya escasos metros del horde septentrional del palafito y vierte sus aguas, junto con las que recibe de
las escurridur:lS de la acequia del Comú n, en la mina o paso subre!rráneo artificial antes mencionado. que las traslada a las partidas de
I laya, Gorga, l.bn o. Erigalct y Cueva Cacha. La acequia del Común conduce reunida el agua de las fuentes de los Panores, de ia
(1) Carta de D. Joser 8anz. de Anna. a D. Pedro 06mez Folop. Apoderado
general del Conde de Cel'vc116h en ValencIa. Las sanguIjuelas estaban destinadas a. mDntar tul. sin duda, curIoso disposItivo «parn saber el tiempo que ha de
hazer». según expresa el re mitente.
(2) RespcoctO!lo esta laguna de Navarrés. se Instruyó expediente de Insalubri_
dad en 1913, 1 cual atesU¡;nw. su esU\do.
....
-
97-
[page-n-98]
6
Jose CHOCOMe.tJ
fuente Negra y de la fuente Loca, por un nivel más alto que el de la
anterior, y circunda por el N. el perímetro del extinguido lago, al cua l
acudían. viniendo a regar, su brazo principal, la8 tierras más b:tj:¡s Que
el marjal, desde junto al pueblo hasta e l río Esca lona mismo, sub.
dividiéndose en dos brazales. E l ll amado acequia Madre suminístr:t
el riego hacia el camino de Bolbaitc, :1 138 partidas de Retación, la
Pedrera, e l Rincón, el Canto Blanco, Alto Redondo, del Barcal y
Casica :\rocas. Por el afro, llamado del Lugar, se sirven las partidas
del Palanquet, Huerta de la Igles ia, Huerta España, Alcudial:!,
Hu erta d el Molino, del Azud, Los Ríos y La fn sa. En resumen, el
cauda l Oc las cU:ltro fuentes que en tiempo remoto alimenl:lron la
laguTI:I Que hoy conocemos con el nombre de «Marjal de Navarrés»
era tan im portante, que en la actualidad abastece el riego de m:ís de
4.500 hanegadas equivalentes, por cálculo aproximado. a unas 400
hect(¡rcns.
Se dl:d ucc de todo esto, Que la l:lguna debía tener en tiempos
prehistóricos una extensión y una perm:mencia poco variables. si
bien su profundidad no debiq ser nunca muy grande. La pesca no
es dudoso que haY:l sido 3l1i siempre abundante dad3 [a ca[id,ld de
las agU:l$ y según se colige de las especies Que observó Cav:lnilles
que se cn:ln en los propios man3nliales, sobre todo el barbo y Olra
variedad conocida ya en el ~iglo XVI". entre los naturales del país,
con el nombre de madrilla .
En mI primera visil3 a aquellos alrededores. vine a localizar una
es tación lomana y otra ibérica conligua, ésta con excepc ion:11 cerá~
mic3, en la loma Que d;1 límite O. 31 pantano y a la manga de las
fuentes, lugar conocido por El Pedregal. Allí supe que apenas a SO
ntetros dc. distancia. en una pequeña elevación que no superaba en
más de :..n metro el fondo iacustrc, for m:l ndo una especie de islote
de lerrcnú cultivado, cuya separaciún de la ribe ra m:ís prúxima, la
:-eptcntrional del lago, debió ser de unos 15 a 20 m., aunque al prc.. ente er3 menor, se ha ll:lban con frecuencia ahundantes osamen tas
y piedras de rayo (!:lm. 1, A). (1)
En verdad , gr:l la o inesperada fué para mí la comprobación de
estos vestigios, Que pude recoger en gran número cnlre la~ rCOIovi(1) La acequia, que trae el agua de la. ruente del Pescao. va. pegada a. la.s
huertas levantadas. po!' aportaciones arUflclnIes. en la costa Norte de la marJal. Const.l'ulda con materiales ImpermeablE.'&, ha. suprlmldG el carácter panta·
nG60 de lllS tierras más bajas, coocretamente de la. copn de la. laguno. untlgtUL.
Obsén¡eee la corta. d.I.stallcla que medio. entre esta orilla., aWlque mod11lcada, y
la «Ereta. o palafito. cuyo bOrde se ve a la Izquierda. (Aparece el comlen7.G de
la. trinchera abierta allnlclnr las excavaclooes en 1!H2) .
-
98 -
[page-n-99]
7
das tierras de :Iqucllugar, ¡d cual se habí:t d:ldo el expresivo 110mb re
oc ,:La Ereta del Pcdrcgal:t), sugerido sin duda por su configuración.
Aumenté mis primeras observaciones' con las noti cias Que fuí reco-
giendo ce cada uno de los propietarios de bs distintas parcelas Que
formaba'., el conjunto, de los cuales recibí toda clase de facilidades
y aun interesantes donativos de piezas Que habían llamado su aten-
rión al laborear el terreno, con todo lo cual tuve a mi disposición
un lote de datos y de materiales Que cvidenciab:m la importancia
l'el descubrimiento. Mi impresión inicial de creerme en preso!ncia
de una e¡¡lación palafítica fué reforzándose todavía más en sucesivas
t"xploraciones.
El ¡s¡ole en cuestión huoo de tener una forma ligeramente cÓni.
UI con UII gran rellano en I>U centro y suaves y breves declives peri.
féricos. Se extendía con su dimensión mayOr de N. a S., lo cual pa·
rece lógico que respondiese a evitar el mayor borde asequible en·
frente de la costa por el lado más cercano al poblado lacustre. La
extensión que cubrió éste debió ser al menos de una hecl:Írca. cuya
proyección sobre el fondo, o sea el :'irea fértil en vestigios, elverte·
dero arqueológico donde pudo formarse el Jllmíer lacustre, parece
tener un:1 form:1 ovalada, constituyendo el amontonamiento que me
hizo suponer había dado lugar a la forlll:lción de La Erela (támi .
no 1, B). (1)
Supe por los propietarios más viejos de aquellas tierras, que, años
atrás, habían est:ldo plantadas de viña, cuando pertenecían :l un so lo
dueño, :¡pareciendo ahora parcelada la finca entre cuatro labradores.
a los que habían llegado a pertenecer porciones de diferentes fama·
ños en virtud de diversas transmisiones hereditarias. I.a parte m:ís
inlacta d~ la Ercta, era aún la ocupada por un:l pl:llllaci6n de chopos en lo q ue pudiéramos llamar cumbre y pl:lOicie de la pequeña
eminenci:l , Venía:1 medir una sexta parte de ésta. Por su lado E. limitaba co n olr;l parcela cuyas tierras habían sido rebajadas y ex te ndid:lS h:lcia el lado oriental para aumentar J::¡ superficie del campo
y colocarie 11 un nivel de posible irrig:lción que se proyectaba tomar
de la aCl!quia del Pescao. Pur e l lado O. de la chapada se iniciaron.
por aquel entonces, trabajos que perscguí:lO un fin análogo. La otra
mit:ld de la Erela que lindaba con los cilados bancales por su lado
(1) A pl".sar de los azarbes Que rccogian las filtrnclones del aguazal en lBS
proxlmldadC6 de los terrenaS l'otUfadOS. la marjal de Nnvnrrés era . antes de.
1936. un rxtenso humednl donde crecían espes.tlS y nltns plantas lacustrC6. Hoy
l'l. más oomplet.a desecnclón y el pnstoreo la han convertido en un aseq,lible pra·
do como lluede verae en la [IgW"U indicada.
-99 -
[page-n-100]
Jóse CHOCOMIOLI
meridional pertenecí:! a un solo propietario, que ya había realizado
un exten ..o movimiento de tierras transportando en todas direcciones, haci.1 los bordes de I:! finca, las de la parte más aIra y centra l,
produciendo con ello una reilerada mezcolanza con la tmílla al proceder a l ,dlanamicnto que le permitía ya entonces efectuar el riego
v:lliéndose de una noria de ca nj ilones, instalada junto a una barraca
de maderos. y paja. L:l8 numerosas piedras que surgían e n aquellos
trabajos}' gran número de conglomerados que aprisionaban restos
óseos, fragmentos de cer:í mica e instrumentos líticos, sirvieron para
montar l:ls ca lzadas que contienen la tierra desplazada y ribetean I:!
finca.
Expuestas ya' las circunst,mcias de este descubrimiento y sus pormenores topográficos, procede ahora que entremos en el detalle de
los hallngos superficia les y de los cortes estra ,igrflficos percibidos
en las pllmeras calicatas efectuadas por mí en J934. Pero antes Quisiera insutar un curioso :.IOtccedenle literario Que a mi juicio. y a
pesar del trueque de nombre, se refiere, casi seguramente, :r eSla
misma l!$tación ;lrqueo lógica, y Que por ello arroja alguna luz sobre
su estado anterior. Buscando encontrar alguna alusi6n a estos vestigios, hube de hojear, a raíz de mi prospección, la8 obras de carácter regional que se ocupan de la geología y lopografía histórica del
país valenciano. YIl he registr:'ldo las eSC:lS:'IS nOlici:'ls que trae CavaniHes En cambio, Vilanova anota en su Gcología y Prolo/listona
ibéricas, publicada en colaboraci6n con D. Juan de la Rada y Delgado, und singular información que tran scribo para mejor co nocimi ento 'lellector.
«Don Francisco Polop de Bolbaite. en aQueJla provincia de Valencia, poseo varias (hachas) de su pueblo, de Navarrés y de Que~
SH; siendo interesante la estación palustre par aquél descubierta el!
Bolbaitc mismo, a no larga distancia de la "i lla y en condiciones especiales que import:l conocer. Ocupa aquella especie de «Ierf¡lmareYl
como un.! fanega de tierra, en un luga r pantanoso y de turbera, haIlflndose I~ es tad6n :1 I'SO m. sobre el nivel del suelo y formad:! etc
,ierra bl .. nc3 arcillosa Que contras ta con e l color oscuro de la turba.
Allí recogió el Sr. Polop seis hach:ls de diorita medianas y una mayor; dos fragmentos de m:ulillo de ídem; dos percutores...; una picdr:1 amoiadora con una r¡lDur:1 en e l cen tro, prepar:1da para e( pulimento de las hachas; varios cuchillos y fragmentos de pedernal;
algunas flechas de ídem; cascos de sílex de tam:lño y colores varios;
'algunas conchas m:uinas y mucho8 melanopsis Dufouri; punzones
de hueso!.; mandíbuhls de ciervo y caballo, muchos huesos de ma-
100-
[page-n-101]
9
milero,; astas de ciervo, colmillos de jabalí; cantos rodados y ccrámica tosca» (1) :
El Sr. Polap era un rico hacendado y agricultor culto. que había
fijado su residencia cerca de sus fincas en Bolbaitc, en los últimos
lustros de 6U vida . Allí poseía una marjal o prado Que cra el más
extremo coto de arrozal de la provincia. A pesar de que tengo noticia de que existen restos .HQueológicos en el Prado en cuestión, y
de que Vilanova sitúa la estación palustre en Bolbaite, me inclino a
creer que se trata en rcalidad de la ya citada de [a Ercta del Pedregal en los marjales de Navarrés, tampoco demasiado leianos de Bolbaite
Pero no sólo se ocupa Vilanova y Pi era, e n estas págin:lIl, del referido yacimiento, sino Que, en otro de sus libros o artículos (2)
cuya nora he extraviado con las peripecias de nuestra guerl'a, vue lve
sohre el lema relatando sus observaciones con motivo de una visita
que hizo a aquel lugar guiado por el Sr. Polop. Si no me engaña la
memoria, sitúa asimismo aquel paraje en la marjal de Bolhaite. lo
cual sigo creyendo que respondía a una preferencia loca lista de I>U
viejo acompañante. Lamento no poder reproducir aquí da los de in·
terés geológico. Que sin duda daba a conocer el ilustre prehistoriadar en llquella publicación, pero sí recuerdo Que su rel:lto dice que
al llegar al montículo se encontr3ron con el dueño de la tierra, que
estaba allí rotudndola, y tan enoioso recibimiento les hizo, Que no
les permitió poner los pies en ella. habiendo de conformarse coo
ver, desd .: el bo:de del campo, cómo salían, al C:lvar, innunlerabh:s
testimonios prehistóricos. <:.ntre ellos algl/7lll 'Ulclw de cobre O brol¡l'C. Inútil ai'i.ldir los comentarios Que el sabio investigador dedica a
t:1Il rústico proceder.
• ••
Como consecuencia de mis prospecciones en N:lVarrés, procedí a
Ir:lmitar la correspondiente denuncia de la Ereta del Pedregal. a oe.
neficio del Servicio de Investigación Prehistórica de 1:1 Excma. Di .
putación Provincial de Valencia. Concedida aquélla por la JUllta
Superior de Excavaciones, el Servicio me encomendó la realización
de algunas calic'ltas que permitiesen completar las características del
yacimiento, y Que se llevaron ;-~ efecto en 24 de Octubre de 1934.
(l)
Op. cit. plig. 493.
(2) Probablemente en alguno publicado por el Boletín de 1& Sociedad 000gráfica o en los Anales de la SOCiedad Espafiola. de Historia Natural, cuyas coleeclon~ DO
me es tacU revisar ahora.
-
¡o¡-
[page-n-102]
•
JOSE OHOCOMELJ
10
La caiicata número 1, de fo rma rectangular, cuya localización
aparece en el gráfico adjunto (fig. l!) con indicación de las dimen.
ti ..... t.
"
~.
.- R_,,
c::::::J.-
t..
I>.. . lo~
-
-•
·
•
·
;
·······_·'!.::r·~--~-0
,Fiear.
l.-
siones, be :Ibri ó en la pared;] de Salvador Rey. He :Iquí el dCSllHOllo
de la misma, tal como se registró entonces a la vista de los tr;¡b;¡jos
de excavación:
Hasta O,~l) m. de profundidad, espesa capa superficial de li('rra
laborable muy revueha y mezclada, cuyos fósiles habían sido recagi.
dos por el dueño del terreno y en mis precedentes rebusc:ls.
A 0,35 m .•, una punta de Aecha lanceloada: 0,50 m. , punzón de
hueso y otro más recio de punta :Iguzada.
A 1 m., un molino ova l de mano y otro circular ; capa cenizosa
con c:ubuncs; cuchillo gn.:eso de.sílcx . En todos estos corles . fragmentos de cerámica sin decorar y de hueso.
A 1,10 m., punz6n delgado de hueso (ya no hay ceniza); UI; racdor de pedernal; un punzón ancho de hueso; espátula perforada en
un extremo.
-102 -
[page-n-103]
LA PRiMER;\ EXR1.0RACION PA1.APITIOA iEN ESi'AlV.
11
A 1,lS m., capa de tierra blancuzca-amarillenta con fragmentos
de carbón disperso, huesos y pedernales atípicos (1:101. Il) (1).
A I,SO m. cesa la tierra amarilla y aparece un estrato turboso en
el que se encuentran muchos grandes fragmentos de cerámic:I típi came nte neolítica, algún hueso y una curiosa capa de jacintos de
compostela, muy pequeño!>, como sembrados en la superficie de
contacto de los dos estratos. A partir de esra profundidad hay una
compact:l. masa de turba, bajo de la cual surge el agua.
Es de observar que al menos hasta un metro de profundidad la
tierra ha sido superpuesta y no ciertamente en un nivel uniforme,
habiendo de suponerse también que la superficie que sirvió de base
a las aportaciones aludidas había sufrido anles las consiguientes remocioneS' por el cultivo agrícola propio de secano. El singular detalle de la ap:lrición de lo ~ jacintos, que tanto abundan en [os cerc:rnos terrenos de yeso triásico de Anna-: y Chella, no deja de tener
interés pilra los geólogos, ya que durante mucho tiempo no han encontrado éstos fácil explicación ante las cristalizaciones del cuarzo
en semelente caso )' en otros análogos, de no admitir que son producto de acciones químicas por vía húmeda, más bien que resultado
de lIna alta temperatura c,)mo en principio se creyó exagerando la
tcoría pllírónica.
M:ís firmes son las observaciones estratigráficas recogidas en la
calicata número 2, 3hierta en forma circular en el campo, aún ento nces plantado de chopos, propiedad de Vicente Tar:1Oc6n, en b que
se trató de buscar el punto más céntrico posible de la estnción, au nque para ello los cálculos larecí:1O de elemenlos exacto5. Su diámeIro fué de 2,30 m.
(1)
Explicact6n dI! la. lárn. rr:
A. 1. Var:laa azuelas de tipo repetido en dJvCTSOS periodos: la hachlttl. del
extremo derecho es asimilable al NeoUtlco antiguo: las flechas de all"tas Inlela,
Jet;. (l. uno 'J otro lado de la. cent.raJ, son de la. rase media; la. del centro, del Neo11Ueo recIente.
2. Estas punlas de flecba son de la fase eneol.itlca, salvo la pieza e6bozada
de la derecha..
3. 16 lámina de sllcx a la derecha pertenece probablemente al NeoUtlco ano
tiguo: la. de la izquierda (hoz?) parece del Neolfl.1co reciente.
B.
Piezas varias en piedras nobles (cua.rottas, prtnctplllmente, y sUexJ .
Diversos punzones, fOl'mone6 y otras pIezas en hueso. cOITespondlenle6 a.
diveJ'806 periodos neollttcO&. En (ll, el que aparece en el centro fué hecho qUizás de una. navaja o colmUlo de Jabal1. y pertenece al NeollUco antiguo. En (2),
tambIén en el centro, se reproduce una delgada. J.á.in¡na de madero. de cuerno,
perfectamente trabajada y adelgazada, con orlflclo lateral: ha debido ser
labrado en tiempos eneoliUcO&.
C.
- lOa-
[page-n-104]
12
JOSF. OHOCOME.1..1
La capa de tierra amarillenta, de unos 0,20 m. de espesor, aparece a partil de los 0.35 m. del nivel superficial.
A [os 0,40 m. se advierte un conglomerado hermético de tierra
anwrilla, huesos, utensilios líticos, pedazos ,de cerámica, cantos
rodados y quizá restos vegetales que se señalnn por manch3" negruz~
caso Al salir al exterior, eSla toba acentúa su constitución ca liza, e ndureciéndose extraordinariamente. Algunas grandes piedras sueltas
se cnCUCIotran encima.
A los 0.60 m. se halla una hachita oblo nga jaspeada.
A los 1,tO m. otra también de forma ensancharla, de diorita, y
un:'! c:í nul:l de asta de ciervo.
A Jos 1,20, un Irozo de molino de mano.
A 1.35, otra tan~a de piedras grandes, en forma de losas.
El agt.:a :'180m3 ti J,45 m. de profundidad . Los fragmentos de cedmica que se extraen en nta calicata son gene ralmente m:í9 bastos
) alguno" van unidos a trozos de carbón. A esta profundidod aparece otra delgada capa tob<Ícea, estéril, de unos 4 cms. 'd e espesor.
Entre los 1,45 y 1,55 m se ha encontrado una flecha de aletas iniciales horizontales, magnític:o ejemplar; un punzón corto y una espátula de lengüeta, ambos en madera de ast:l de ciervo. Bajo del agua
también lie señalan frag mentos de hueso y de cerámica.
A 0,19 m. por bajo de ese nivel del agua se presenta la turba .
•••
Otras lIbservaciones he de añadir fundadas en la apreciación dilecta o en referencias fidedignas. En los di\'crsos cortes del lerreno,
éste presentaba un color ohscuro y su estructura, en algunos puntos,
el :lspectC' pastoso y fino del cieno o limo. NOI,íbanse en 1:1 m:lsa de
tierra lo~ :1rrastres de grandes :¡venidas o inundaciones, de la ~ que
es el m;í" destacado ejemplo la capa amarillenta que he descrito, r:n
la que, al igual Que en otras zonas, se advertían vetas o penetraciones arenosas de distinta coloración.
Si la vida de este despoblado lacustre alc:mzó los tiempos del
metal. como se desprende, aparte airas anlecedcntes, de cierlas formas ene,)líticas del sílex wbrado, no aparecieron en mis calic:ltas
indicios directos, si bien el testimonio de Vilanova, Que m:ís arriba
he transcl ita, fué confirmado por el propietario de la mayor parcela
de la En::r3, Salvador Rey y por sus familiares, Que tuvieron la amabilidad de regalarme, en una de mis primeraB visitas a Navarrés, dos
hachas planas de cobre de tipo primitivo cuyo corte comienz1 ya a
ensancharse. Una de ellas, Que se reproduce aquí (lám. 1, C), fué
-104 -
[page-n-105]
l.A ~Ri!"ERA "EXPLOIMOrO¡'; PAoLNFITICA EN f..SPA~A
18
donada por mí al Museo de Prehistoria del Servicio y la otra se ex·
pondrá, en su dí:t, en las vitrinas del Musco Arqueológico de Jiíti.
va, hoy en formación. Como puede deducirse, estos halla zgos superfici.lles y :llgunos otros que no ha sido posible recuperar, marcan el punto final de la cronología del yacimiento, Que apenas debió alcanzar las primeras fases del bronce, si :!caso llegó :1 dbs
Los '1allazgos superficiales de puntas de flechas de avanzados ti·
pos eneolíticos, fueron muy frecuentes en mis repetidas visitas a
aquellos jugares, especialmente en I:IS zonas en que el terreno ha·
bía sido rebajado o tran sportado. Las hachas, generalmente de ta maños muy medianos y pequeños, no dejaron de recogerse en buen
número, abundando entre ellas las de diorita. dioritina u hornblen·
da, proct!dentes de la cerc,lI1:! cantera que existe entre Quesa } Navarrés, junto al río Escaloua, Que hoy se conoce con el nombre de
Cerro Negro y se explota p.'1f:1 el adoquinado de carreteras sum inis·
trando un material de primera calidad.
No encontré en mis rebuscas otros tipos de cerámica que los corrientes neolítico-cneolítil.!os de pasta ordinaria gruesa y grisáceo.
rojiza y :.tlgún fragmentos de ncgra superficie lustrosa}' paredcs del·
gadas; ninguno con decor:¡ción, y muchos con mamelones laterales
o en los bordes del cuello. 1....1 abundancia de l:1 brecha huesosa se
mostrab:l en :llgunos sectores más que en ot ros, sin duda por haber
sido sacada a la superficie en vinud de la pl:mtación o del descuaje
de algún árbol O bien del traillado del suelo. L:t identificación y estudio de "se material óseo no ha podido incluirse en este trabajo.
La roturación}' el movimiento de tierra superfi ci al p:lra allanar y
formar 1..,& nuevos bancales de huerta, dan muy dudosas posibilidades a la observación arqueológica de las capas de cultivo, aun tra·
tr:Índose de la calicata hecha en el ángulo meridional de la chopada,
en cuya parcela quizás las ;¡lteracioncs se habían reducido ;11 hoyada
para aqudla plantación y posiblemente para otra anterior de viña.
Pero a partir del formidable cemenlo tob:íceo descrito, de 20·25 cms.
de espcsVI. Que garant iza la estratificación intacta a profundidades
por deb;¡jo de él, la investigación :Irqueo lógica dispone de los má s
preciado$. requisitos y segllridades para la deducción científica.
Sin embargo. en la prc~cnle ocasión no puede ésta ir más allá de
los atisbos iniciales e incompletos Que la modesta exploración objeto Jc estas líneas permite. los cuales, por otra parte, más que ofre·
cer conclusiones. pretendl;!n poner de manifiesto y dar a co nocer las
I.!ircunstancias y primeros materiales allegados en este desennocido
horizont e de la prehistoriJ española.
El acervo de instrumentos y objetos recogidos en las citadas ca~
-
105-
[page-n-106]
JaSE CHOCOM61..1
licat:ui y asim ismo los que proceden de los hallazgos fortuitos en la
supe rficie. permiten, por Hl variedad y número, intentar un cotcio
con los iÓliiles palafíticos l>tlizos, que por su carácter típico y por ha.
ber sido mejor estudiados. pueden arrojar mayor luz en nuestro
caso (1).
En resumen de ]:¡s propias apreciaciones refrendadas por el juicio del sabio y malogrado prehisloriador Paúl Vouga, a quien se
debe la moderna revisión tic los yacimientos helvéticos, puedo afir.
mar Que la universalidad típica del neolítico lacustre, se ha visto una
vez m~s confirmada en los materiales aparecidos en la primera esta·
ción palaiítica explorada en Esp:liia.
La siSlematización del Neolítico de los palafitos debe su princi.
pal fundamento a las la bOl iosas investigaciones de los competentes
prehistoriadores suizos, gracias a los cuales ha sido posible abordar
este difíci I intento con bases raci ona les y científicas. El Dr. Ischer dió
a conocer, e n 1919, una cronología tipológica de conjunto dividida
en cinco períodos (2), que supone un considerable avance en la
cuestión, y que en cierto modo ha sido confirmada por la perspicaz
y metódica revisión de Vc.uga, quien establece una ordenación más
documentada y precisa deducida de la estr:ttigrafí:! de las capas ar·
queológicas, fundando sus observaciones y cotejos princip:tlmentc,
:Ipane de otras muchas estaciones lacustres incompletas, en las de
(1) En el Musco Paleontológico de Vo.lern:ln 5C conservan. como dOllaUvo de
D .- Joaqullla. Alpafiés, Vda. del Dr. BarberA. y procedentes de la tEstación pa -
lustre d e Bolbalt¡>>> : 5 cuchillos de sílex, 7 conchas de moluscos. 9 lascas de snex.
2 pequef'i06 t.ro206 de cuchillo de pcdenlal. I hacha grande de ofita '1 f> pequefias
de la milim8. roca. 3 piedraa esféricas. 1 laBCa. de cuareilll. varios objetos de cobre,
plomo y huesos de varios nnlmales.
(2) Th. Ischer: cDle Chronologie des NeoUthik\.l.lIVl der Pfa.hlbaulcn der
SChwelZ». lndlenteur ó 'Antlqultés suis&cs. 1919. Los perloo06 son:
•
l . Tipa de Burga.schl. Hru:has y lámlnns en pleno desarrollo. Puntas de flecha
LrllUlgulares. Cerámica de Corma arcaica..
II. Tipo de Egolzwll. Fle<:has de pedúnculo. Hnchas·nmrUllos trllLllgulares.
Cerámica mAs amad&.
m . Tipo de Oerolfingen. Puntas de flecha. con pcdunculo y aletas. Puna! de
sUex de rctoques !lnos. Hachas·martillo alargadas. Aparición de las perlas en
cobre.
rv.
Tipo de Fcnll. Puntas de flecha. de aletas rectangulares. Nunwl'06as ha·
abas·marUlIo. Lá.minas con abundantes y finos retoques. Perlas y uWIUIIlI06 diversos en cobre.
V. Tipo de Ro6eaux. Decadencia dc 106 lns:rument08 en piedra y dl!llaITOlIo
de la industria del bronce.
-
106-
[page-n-107]
•
.... A PlRr¡.t6FM ElffiJ..ORACrON PAll.APITt.CA EN ESPAfilA
1.
Auvernier, Treytel y S:lint Aubin (Port~Conty), de las cuajes 1.1 primera presenta la totalidad de las fases que integran la clasificación,
del mismo modo Que . por rara fortuna, ocurre en el mobilia ri o de
13 E.reta oel Pedregal de Navarrés.
Para Vouga, los objetos comunes a todos los períodos que no
pueden ~ervir como fósiles directos o típicos, son esencialmente muchos de los obtenidos de hueso o cuerno (punzones, puñalés, alisadores, la~ hach3s-martll1o de cuerno, los peines de cardador, etc.)
Tampoe,") 135 h3chas de piedra presentan, 3 su juicio, ca racterísticas
difcrencides de cada fase, pues sus tipos coexisten a lo largo de todos los pedodos neolíticO'I, dependiendo muchas veces su estructura
del trozo O bloque utilizado para formarlas o del procedimiento empicado pdra producirlas. Sin negar que la evoluci6n del hacha pulimentada :dcanza, en alguna de sus característic8 geográficas. moda~
lidadcs propias del Eneolítico, entiendo que lo lento y lo poco generalizado de esos tipos no autoriza a tomarlos como elementor; de
juicio, según, con indudable acierto, hace Vouga en su clasificaci6n.
Toma éste, como segur,¡ guía para trazarla , :.quel1os objetos que
pueden dividirse en dos categorías: En una figuran los dementos
compara¡ivos y controlables en todos los yacimientos explorados;
otra comprende aquellos Cone son propios s610 de una cultura O de
una fase} tienen , n:lturalmente, un valor relativo. en tan to n'¡evos
descubr im ientos no vengan a desmentir su particularidad.
Los .-:lcmenros comparativos han sido suministrados por los engastes o enmangamientos je hacha: por la pasta, la forma y la de·
coración de la cerámica; la naturaleza y, eventualmente, la talla de
los instrumentos de sílex.
Como elementos propi<.s deben considerarse algu nos adornos y
objeto's cxclusivos de ciertos niveles, que pueden tener. además, un
real Vodo( etnogdfico.
Por cue camino Ile,r;!a \'oug
períodos correspondientes a dos culturas nctamente diferenciadas.
no obstante quc un sinnúmcro de objetos y conocimientos les sean
enteraml.nte comunes.
El período arcaico estfl represetado en los Y:lcimientos sistcmá~
licamentc exp lorados, Que lo alcanzan, por un solo nivel: el del
neolítico antiguo. El período que pudiéramos llamar avanzado,
abarca tres fases: la del neolítico medio, 1:1 del reciente y la del
eneolít ico . El autor se inclina a creer en la posib ilidad de que estas
-107 -
[page-n-108]
16
JOSE <::HOCOME L.r
dos últimas puedan llegar a fundirse e n una sola, representativa de
1;1 edad del cobre. si ulteriores in ves tigacio nes así lo autorizan (1) .
He creído conve niente detall:lr un poco el estado actual de la
cronologia arqueológica de los palafitos, no sólo para faciliFar la
comprensión de las apreciaciones contenidas en este trabajo y en otros
sucesivos que habrán de salir a luz como consecuenci:1 de ¡as meródie';s excavaciones del Servicio en la Ere!a de Navarrés, sino porque
la confir.naci6n de la idertidad de las culturas industriales cntre las
estaciones lacustres y las estaciones terrestres tiene Un:l importdncia
definitiva para [a clasificación del neolítico -en todas las parles.
Con tales antecedentes puede ya jLl~garse de la import:lncia de las
confirm"riones y p roblemas Que plantea esta primera explorac ió n
del palafito de Navarrés.
Mejor que la más detallada descripción literaria podrán da .. idea
del mobiliario típico de Nla estación, en sus diversas ocupaciones,
los grabados fotográficos que acom.pañan, los cuales se comp:etan
con las oportunas indicaciones. Sería una tarea impropia de estas
notas iniciales presentar un inventario completo, que necesariamen te resu lt. ía de sobra extenso y que parece adecuado reserH
var para la síntesis definiliva de estos trabajos, ,que han adquirido
gran amj)litud sobre cl tc!'; cno a partir de 1942.
Una incógnita que surgió desde los primeros momcnto~ de h; ex·
ploración de la Ereta , ha sido cuanto se refiere ti la modalidad que
tuvo esta construcción prehistórica. Sabido es que a partir de las informacif)OCS del Dr. Keller, Que fué quien primero dió a conocer la
existencia de los palafitos, éstos han sido definidos bajo dos formas
de edifici'c i6n, que se distinguen con los nombres de' «Pbh lbaute n»
(construc..ción sobre pilotes) y uPackwerkbautenll (construcción de
piedra amontonada). Los palafitos del primer tipo tení,ln sus plata.
fornws ¡,ostenidas exclusiv:!OlCnte 'por estacas, y se levan taban en los
lagos de gran profundidad; los segundos reforza han sus pilotes con
amontonamientos compactos de lodo y piedras trab:ldns a veces con
tongadas dc palos o cabríos horizontales y otras perpendiculares,
cuando no con maderos que consolidaba o el pie de las estac:lS, cons~
¡ituyendo una especie de campeado, y se encuentran más particu lar.
mente en los pequeños lagos, marismas y budiales. Este último tipo
se caracteriza prccisamenIC: por esos amontonamientos de piedras
que han pasado a la terminología arqueológica co n la designación
(1) Las principales pubUcaclones de P. Vouga que tratan este tema.. son:
«Essai de clnssUication du néollth!que la.custre d'apres la stratif'lca.UoOll. 1921:
«C1assltlcaUon du Neolithlque laCU&Lre sulsse. (1929 ) : ldem, cAnUquHy:t, vol. n,
oli'm. 8, 1928.
-
108-
[page-n-109]
J1
de «Steinbcrgcrs». También en algunos puntos se les da el nombre
de «Téncvicrcs», cuyo significado responde :11 de altozano inundado
o lugar de escaso fondo de agu3 (1).
Para :lIgunos autores ('omo Desat, estos amontonamientos respondían al propósito de dar firmeza a los pilotes cU
piedras alrededor de los froncos de madera, verticalmente sOf:tc:li·
dos. bastaban p:U3 mantener el armazón. llegando. a veces, semejantes pedregales. 1\ tener el espesor de uno o dos metros pam ser
efic:lces. G. Coury, por el co ntrario, no encuco!r:! comprob:1ción
suficiente a estas suposiciones. creyendo Que tales apoyos de piedra
no son, en realidad, si no superficia les e insuficientes. Según F. A.
Porel, y también según E. Pittard, [os «téncvicres» vendrían a formarse po!' los pedruscos utilizados en los pohl:ldo~ lacustres: piedras de I-¡ogar. cantos destinados a asegurar la techumbres contra el
vieoto, empedrado de los pisos, etc., todos ellos acumulados eo el
fondo dd agua y no despl:lzados por las crecidas ni por las olas una
vez destruidas las viviendas por el incen,dio, por hundimiento o por
abandono.
No puede negarse, sin I:mbargo, 'Que exis tieran a modo ue diques
de piedr.t destinados a prOteger el asentamiento del pal:Jfilo conlra
los oleajes y las avenidas, )' a veces esos dispositivos Quiz:í no cons istían en ocra cosa Que en UII tosco empedrado de ped:lzos de roca o
de grucs:ts losas sobre la [uperticie de[ islote formado por el depósito de cieno y detritus, que ectramándose con 1:ls ramas, estOIcas y
piedras, "codría :l ser uoa maraña retentara de nuevas tierr3s arras1(¡ldas por las inundaciones y corrientes de [a laguna, Que co ntri huían así, con sus aportaciones y sedimentos, a la paulatina elevación de l montículo, cuya emergencia resullaba, de ese modo, efec to
de un proceso consecuen te y natural. Así pudo ocurri r, probablemente, en el caso de la Ercta dd Pedrega l, respecto a cuyo altozano
me han asegurado repetidas veces y de un modo unánime todos los
(1) se conocen otras fOl'tlUla intermedias de estaciones Iacustre6. tales como
los «c.ra.nnoget!. (stokaded I.sland) de Irlanda y Escocia, especie de I.slotes artificiales. con cimentación y construcciones de estacas y piedras y piso ellllUlderado
de palos tspeso& o empedrado, que si bien son de origen neolitlco, han sl.lbslBtldo,
eh muchos casos, como pequefias fort.a1eza.s hasLB. durante la Edad MediR. Algunas estaclOnes de turberas no aparecen construidas sobre pilotes, descansando 80bre el suelO su platarorma. compuesta. por un conjunto cerrado de maderos: en
cambto, Ins «¡ermmaras» del Norte de Italla. que n!ectan Siempre la fOnTIa de
un vasto l.J'n.P(lc1o, se rlevan sobre estacas en tierra firme. aWlque bordt.'1ldas por
amplio foeo inundAdo: su cronologia se inicia ya en la pura Edad del Bronce y
alcanza con frecuencia la del Hierro.
-
109-
[page-n-110]
JQSE OHOCOM,EU
18
prOpiCI3:'ios viejos y jóvenes de aquellas tierras, que un :1mplio chao
pado de no pequeñas piedras cubría una zona circular del mismo y
que ello .. personalmente las habían ido arrancando de su lugar a medida Que roturaban el campo (en algunas p:1rICS por fajas alternas),
de lo CU '11 dan testimonio las calzadas u hormas Que contienen los
m:írgeneos de aquellas Ilncas.
Relal.LOnada con esta ~uestión, se produjo un:! interesante polémica qU\! no ha dado, por cierto, conclusiones definitivas. Primero
Rcinerth (1) y luego Vouga (2) plantean la interpretación de las
Clpas de fimo lacustre (3). vcrd:ldcros estratos arqueológicos bcpar:1dos por capas e interferencias estériles de :IrCIl:1S coloreadas y de
limo que 3parecen en los Lmplazamientos de los rlal:lfitos neolíticos.
Vouga cuticnde Que las capas del fimo lacustre no han podido aman.
tonarse en tal forma si ha se hubiesen depositado sohre terreno }a
desecado hasta cierto punto, pues, en caso contrario, el movimiento
de las aguas hubiese arrastrado lejos los detritus vegetnles que cons·
tituyen el 90 por 100 de los despojos. quedando sólo los reslos de
Cerámica y del lallndo del sílex, hecho que se comprueba en las es·
raciones del bronce, establt:cidas en pleno lago; a más, 13s ,apas del
limo no han podido formarse si no por el arrastre de las ag'Jas, a
raíz de una inundación o crecida. De ahí deduce Vouga que los la·
custres han plantado sus pilotes, no en el agua mismo, sino en el
terreno pantanoso suficientemente blando parl asegurar b defensa
por el at.ascamiento posible de los enemigos atac:lOtcs; cuando ocu·
rTÍan grandes crecidas. 10l> neolíticos abandonarían la vivienda en
algunos poblados que presentan csas circunstrlOcias, para volver a
instalarse en ellos una vc¿ retiradas las aguas. Así se ex'plicaría el
depósito de la capa arqueológica cu:mdo el sucio estaba tln sólo fan·
gasa, y !a superposición del limo indicaría la :wcnida consiguiente.
(1)
Hnn.s
Relner~h.
«JlUlgere st.elnzeit», pág. 72.
(2) Paul Vouga, «Les stations lacustres dI) 18c de Neueho.teb, en L'Anthro_
pologle, 1923, pág. 49.
(3) La. denominación del cCumler lacustre» tiene dltlcU equivalencia. castellana s.! se atiende a lB. composición material Q.ue deslgna, como verá el l.ect.ol' por
las repetidas definiciones que incidentalmente se hacen en el texto. La voz cestlércol» responde a Idea de excrementos animale6, «basura» encierra. un senUdo
de BUcledad. «escorilla suena. a desperdicio metalUrglco. «fiemo» a Inmundlaa orgánlcas, no em:a.jando ninguna de todas estas palabras en la veJSl6n exacta de
aquel significado. Por eso, en tanto se encuen lla OLra. solue!ón mejor, me he
permitido adoptar el térmlno «fime», que por t.ener idéntico \·alor etimológico y
por ser voz casi. en desuso, sólo conserva un vago significado original. lo cual
racllita Innovar sin violencia. su acepción afín dAndole un contenido moderno y
preciso, (·omo reqUiere el caso·
-
110-
[page-n-111]
19
Los contradictores de ~&ta hipótesis asegunm que tales estaciones
no han podido ser levantadas sino dentro del agua y a una cierla
distancia de la orilla, func!;índose en Que las estacas aparecen siempre hintadas en aquel fonOl.> del lodo que es propio del lago. y Que
el estratn arQueol6gico rep.:>s:! directamente sobre él.
En S'-J monografía Sto/iot/s lacustres 011 bOllrgatles terrestres (Gcneve. 1929). P. Vouga ha resumido con gran ecuanimidad e l debate
scñ:tlando indislintamente los puntos flojos de su propia argumentación y los de la opuesta.
Las r:!Zones :lducldas por el botánico W. Rytz, por los zoólogos
J Favre y Th. Delachaux y por Jos prchislori:1dores Th. Iseher y
O. Tschumi, apane de las} a expuest:IS, Se fundan en tlUC el fimo la.
custre. ~ompuesto por una mezcla de leñas. carbón, desperdicios de
cocina o de fornljcs, de provisiones genera lmente carbonizadas, de
despojos no carbonizados de plantas o de animales. como petitas.
buesos de fruta, fragmentos óseos, etc., no podían haberse conserV3do sIno bajo una capa de agu3 constante que ha evit3do su descomposición También, Que I:.t fauna es exclusivamente lacustre y no
ofrece ninguna especie terrestre, singularmente ninguna hormiga.
Asimismo, se 'Irguye que e! entra mado de los pilotes supone la neo
cesidad de asegura r su rcsl~tc n cia a los embates del :lgua. y otro tanto puede deducirse de 1:1 existencia de los hormazos y chapados rompeolas.
Vouga, sin dejar de rc::onocer el va lor científi('o de estos argumentos, Lildica la particulaoidad de Que sólo en estaciones neolíticas
exista la capa :lrqueológic:1 del fimo bcuslre , cosa Que no ocurre cm
I:ls estaciones del 1
3ronce; el que aquél aparezc:I estriado por vet:1S
de arena de espesor v:lriacio, y sobre lodo, que los niveles resulten
form:,dos por estr:1I0s alternos de arena y de fimo. b:lstantc regular
en e l nivel superior, pero de una incoherencia inextricable C'n el ni_
vel inferior. «¿C6mo expl icar estas infiltraciones arenosas? ... ¿Se
concibe una tempesl:ld o temporal (¡ue acarree una capa de arena de
diez centímetros sobre residuos o despojos flotantes? ... ¿Qué dct;ir
dI! ésto? .. Sino que la ocupación era alternativamente lacustre y
terreslre, siguiendo [.IS fluctuaciones del I:lgo», dice Vouga. y en
cuanto al fij:ldo de los pikles, hace observar que los que correspondían al poblado eneolílico del Auvernier estaban hincados en ei fimo
lacustre de sus predecesores inmediatos y no en el fondo natural del
lago. Cil:lIldo el C:lSO de la estación de Concise. edificada sobre un
islote sujl:IO a inmersiones temporales, y suponiendo que allí se depositaba el fimo lacustre ('omo en las estaciones anteriores al melal
durante los períodos de C'mergencia, deduce la posibilid:ld dI' Que
- 111 -
[page-n-112]
20
Jose CHOCOMELI
estas últimas h:íyan sido mtcmáticamente c!ltablecidas sobre ¡elotes
lo bastante elevados para quedar aislados de tierra firme aun con
aguas bajas, lo cual ha hecho imposible el acceso a ellos de la pequeñ3 fauna, si ngu larmente dI! las hormigas.
Vouga se pregunta fin:llmcntc: «¿ Cómo se explican asimismo las
::tllcrnativas de arena y de Ilmo, y sobre todo, cómo esos dos elementos no se funden allí nune!!, deposit:índosc la arena no sohrc los restos flotantes, sino sobre un sucIo relativamente aplomado o, mejor.
aglutin:tdo por la humcd:ld? ¿Se explica igualmente por (Jué los cstablecimientos de la Edad del Cobre Que sucedieron sin hiatus a
los del neolítico reciente, reposen en su mayoría sohre el fimo de
sus anteceSOres, cuando ese nuevo período coincide con los comiellzas de la sequía Que caracteriza los tiempos de la Edad del Bronce?
¿Se expllca, en fin, por qué 1:ls estaciones del Bronce no h:lO dejado
fimo (excepto cuando se lC":lOlaban sobre islotes), siendo así Que ..:staban edificadas en plenas bahías, nafural O artificialmente protegidas ,onln el oleaje?»
El melo enunciado de estos dudosos aspectos de la arqueología
lacustre suiza. sugiere su {'strecho paralelismo con los Que prCb:Cnla
el similar yacimiento de 1.1 Ercta. En el resumen Que sigue se in tenla compendiar el cuadro de car:lcterísticas propio de este palafito español y sus rasgos compar:lblcs con los antecedentes eXpllcRtoS. para
lo cual se añaden datos omitidos has ta aquí en evitación de n·peti.
ciones inúti les.
1.· El yacimiento de h Ereta del Pedregal se halla situado dentro del antiguo bgo Que !tI': la Marjal de N:lVarrés, según deml!estra
la observación directa de la localidad y el cariÍcter particularmente
lacustre de las especies lHchmopsis tricariJ/ata y NerWtlo Tlwodoxus
jlllt'iutili¡, cncontr'adas en las refcridas calicatas, cuya identific,tci6n
se debe ni competente n:1Iuralisl3 Sr. Vidal y López . Su separaci6n
de la orilla concuerda con la de las estjcioncs neolíticas suizas y se
aparta de la de las típicas de l Bronce, siempre adentradas centenares de metros en los lagos. Incluso podrí.:. señalarse esa analogía por
la depresión o foso apreciable cntre la estación y la ticrra firme, depresión normalmente sumergida, cn tanto la estación emcrge comp[etamente, según indica Vouga Que puede observarse e n uno c1e :0&
lados de lodo cmplazamiento neolítico.
2.~ Como en éstos, en [a Ereta también parece reconoce,se la
existcncin de steiflhergeTs \' se encuentra bien patente el tan dehatido
.:l.monton:lOlicnto de tierra,; y detritus en capas mezclad:ls de fimo y
arf3stres arcnososos. A mi modesto juicio, la explicación de estos
altozano.. podría encontrarse, según ya he expuesto, po'" un pr,)ceso
-
112-
[page-n-113]
21
en parte artificial, en parte- natural. Ello justificaría la au~enc¡a de
postes o pilotes que no han aparacido aquí, ni en el examen externo
ni en las calicatas (aunque esto no excluye posteriores hallazgo¡,) ,
pues quizá se emplearon s610 en las más primitivas instalaciones, y
posteriolmente dejaron de usarsc dada la posibilidad de utilizar la
cumbrc emergente del montículo formado por las materias arrojadas
al agua y el sedimento de las avenidas, cubriendo aquélla de piedra
al estilo de los I"crannoge8.11 irlandeses o formando un piso de troncos unidos par travesaños, como apareci6 en el palafito descuhierto
sob re las turberas del antiguo lago suizo de Wauwil La obicci6n
de que s610 permaneciendC' protegidos bnio el agua es posible que
se conserven los objetos de los vertcderos palafíticos, está desmentida por el caso de las terramaras italianas, en las quc tambiéu, no
más que las tierras húmedas, han conservado perfectamente todos
los peQucños objetos y res10s encerrados en ellas
3. Si bien sería aventurado trazar la cstratigraHa del yacimicnto por las sencill:lS calicatas aquí descrit as, no obstante Que en ellas
be advienen las indiscutiblcs capas del fimo lacustre de distintas ocupacioner., puede asegurarse Que la Ereta prescnl:1 la succsión ce las
fases de la cultura neolítica antigua, mcdia, reciente y eneo lítica. con
[:1 mism .• tipología que en los palafitos suizos, según se comprueba
por la identificación de los materiales recogidos .
0
-
113-
•
[page-n-114]
•
[page-n-115]
CHOCOMELI - .Exploración palalítlcat.
LÁMINA J.
r
A
8
e
A
~
lond~ ¡k 1, hOYldl.-C:
1l.1Iu,Q 8uperlld.! en l. IV¡arj.al 1e :-O.'·.rrb
B: ViSI.. de! blnel! de 1 Erell y del
,
H .olI~
de tQb rc,
[page-n-116]
CHOCOMELI- tExploradón palafítlca_.
LÁM INA 11.
A
2
3
2
B
3
2
3
e
[page-n-117]