Orígenes del urbanismo y de las necrópolis tumulares de incineración en el Valle Medio del Ebro
Manuel Pellicer Catalán
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MANUELPELUCERCATALAN
(Sevilla)
ORIGENES DEL URBANISMO Y DE LAS NECROPOLIS
TUMULARES DE INCINERACION DEL VALLE MEDIO
DEL EBRO
Frente a la clásica y anticuada teoría de la total indoeuropeización,
celtización o hallstattización de la Península Ibérica y especialmente
del Valle del Ebro en los inicios deli milenio a. C., con los conocimientos arqueológicos de que hoy disponemos, se impone una reacción,
poniendo en su justo medio el sentido de la aportación ultrapirenáica y
revalorizando el sustrato indígena tan marginado, sin dejar de olvidar,
incluso, el influjo orientalizante, que fue decisivo en la formación del
hierro hispano. Se ha olvidado la intensidad y fuerza expansiva de la
gran cultura del bronce final de la Meseta del bronce valenciano, y la
impetuosa corriente semita oriental, fuertemente arraigada en las costas andaluzas desde inicios del siglo VIII a. C. La causa no ha sido otra
que el desconocimiento que de estos dos fenómenos se tenía hasta
hace muy pocos años.
La escasez de investigaciones planificadas obliga a que las cartas
de distribución de elementos, como pueden ser los túmulos, la incineración, el habitat, cerámicas excisas, de boquique, acanaladas, los
motivos decorativos, las formas cerámicas, la metalistería, etc., aparezcan con grandes lagunas, que naturalmente, inducen a error.
El problema del bronce final-hierro del nordeste sigue explicado
todavía según las teorías de P. Bosch, M. Almagro, J . Martínez Santa
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,... ..
2
M. PELLICE.R CATALAN
Olalla y un largo etcétera (1). En la protohistoria del nordeste hispatÍo
se está siguiendo la misma línea de hace medio siglo, limitándonos a
cambiar etiquetas y a modificar las cronologías según la moda reinante
en el exterior y basándonos generalmente en algún elemento aislado
cerámico o metálico con analogías forzadas y lejanas, sin analizar los
contextos. Incomprensiblemente, la última estratigrafía completa, la
de la Pedrera de Vallfogona de Balaguer, fue p!Jblicada por J. Maluquer hace más de veinte años (2).
El concepto de campos de urnas defendido por W. Kimmig y posteriormente por R. P. Charles (3), en España resulta ambiguo, porque
las incineraciones del Segre y del sur del Ebro presentan formas tumulares muy específicas y muy dispares con relación a lo renano y a lo
francés (fig. 1: A y B). El concepto celta es más bien lingüístico y sin
ningún contenido antes del siglo VI a. C.
P. Bosch prestaba singular atención a la tipología de las plantas de
los poblados del Bajo Aragón, teniendo también presentes, pero en
segundo término, los materiales cerámicos y metálicos. Desgraciadamente en los años diez y veinte se excavaron demasiados yacimientos
por manos inexpertas, que proporcionaron la mayor parte de los elementos revueltos, sin claro contexto y deficientemente publicados,
que han servido de materia prima para las periodizaciones y cronologías actuales, sin advertir posibles estratigrafías en los poblados
excavados.
Esta aparente ausencia de estratigraffas hizo pensar a P. Bosch en
la corta vida de los poblados del Bajo Aragón, que apenas sobrevivirían un siglo, idea ésta actualmente cuestionada por G. Ruiz Zapatero
vm.
(1) P . BOSCH GIMPERA: «Les celtes et la civiliaation dea urnee en Eapagne11. Prébistoire,
Parla, 1941, piga. 121-161.
J. PEREZ DE BARRADAS: «Notes prehiet6ricaa. La primera invasión celta en la Meaeta
Central de Eepeña». Actas y Memorias de la Sociedad Eepaftola de Antropolopa, Etnografta y Prehietoria, xm, Madrid, 1934, piga. 223-228.
M. ALMAGRO BASCH: «La invasi6n c6ltica en Eapeña», en «Hiatorla de Eapafta» dirigida
por R. MENENDEZ PIDAL, tomo I, volumen n, Madrid, 1962, pip. 141-240.
J. MARTINEZ SANTA·OLALLA: «Esquema peletnol6glco de la PeDÍniUla Hlapánlca».
Madrid, 1946.
n.
(2) J. MALUQUER DE MOTES, A. M.• 'MlmOZ AMILIBlA y F. BLASCO: «Cata eltratigráfica
en el poblado de La Pedrera, en Vallfogona de Balaguer». Zepbyrua, X. S•lamanca, 1969, p6p.
1).79.
(3) W. KIMMIG: «Zur Umenfelderkultur in Weeteuropa11. Fetacllritt fOr Peter Goeealer, Stuttgart, 1964, 1).61{8. 41-98.
R. P. CHARLES: «Probl~mee de chronolocie m6diterran6ene». Cahiera Ligurea de Préhietoire
et ArcMologle, 12, Montpellier, 1963, pip. 181·204.
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URBANISMO Y NBCROPOLIB DBL VALLB MBDIO DEL EBRO
8
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de 1Dhamaol6Jl tnmoeee. y plreúlooe
A) T6malo 1 de Cbdoia (Jara). S. VU-VL (Sep Mlllotte.)
l.-T6malot~
B) T6mulo de Plu d'A~ (PioveDSa). S. Vll. (SeiÓ.Jl Lacraad.)
C) T6malo con varlu cñsw de Coll de Creu (GabUTU). (Tradlci6n cilltioa).
(Se¡(m Serra Vllar6.).
D) T6malo con oista oentral del BnMOl de la .Mue de DMl (Correa). Bronce
reciente. (Sep Serra Vilar6.)
B) T6malo dolm6nico del Lla¡unú (Fícoll). (Sep Serra Vllar6.)
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en su estudio sobre el Roquizal del Rullo y por J . Eiroa en el suyo
sobre la Loma de los Brunos de Caspe (4}, estableciendo fases con una
gama cronológica, a nuestro parecer, demasiado amplia y con inicios
demasiado arcáicos.
El poblado de Zaforas de Caspe (5}, análogo y coetáneo del
Cabezo de Monleón (6), apenas sobrepasó el siglo, con abundante
cerámica excisa en un contexto homogéneo, fechable en los siglos VIllVll, no pudiendo enmarcarse en el período ll de M . Almagro Gorbea
(7}, cuya cronología asignada es de hacia ellOOO a. C., con perduraciones en su período V, finalizado ~n el 600 a. C.
Si contemplamos la topografía del nordeste hispano, observaremos qu'e a las zonas donde estas culturas hallstattizantes están más
arraigadas y de las que existe mayor documentación, como el Ampurdán, cuencas del Besós y Llobregat, Bajo Aragón y cuenca del Segre, se
penetra por varias vías que convendría analizar.
Cataluña oriental está unida con el Rosellón y Languedoc por los
suaves pasos de Cervére y Le Perthus, desde donde fácihnente se
llega al Bajo Ebro a través de las zonas relativamente llanas del
Ampurdán, Maresma, Panadés y Priorato, y a la cuenca del Segre a
través de la depresión central catalana. Otra vía de penetración pirenáica desde el Rosellón es la que por la Cerdaña alcanza el valle del
Segre, entendiendo como tal valle también las cuencas del Noguera,
Cinca, Alcanadre y Flumen, prosiguiendo hacia el Ebro y sobrepasándolo por el Bajo Arag6n. Paralela a esta vía del alto Segre, está desde
los Pirineos franceses, la del Garona por el valle de Arán, para seguir la
vía del Noguera Ribagorzana hacia el bajo Segre.
Otra vía opuesta es la del Ebro y de sus afluentes meridionales que
conectan con la Meseta, cuya avanzadilla septentrional de la cultura
(4) G. RUIZ ZAPATERO: «El Roquizal del Rullo: Apro:dmaci6n a la secuencia cultural y cronológica de loe campos de umae del Bajo Arag6n». Trabajoa de Prebiltorla, 86. Madrid, 1979, páp. 247287.
J. J. E IR OA GARCIA: «La Loma de loa Brunoe y loa campos de umaa del Bajo Aragón». Zaragoza, 1982.
(6) M. PELUCER CATALAN: «Zaforaa. nuevo yacimiento con cerimica exciaa, en Cupe». Crónica del V Con¡reao Arqueológico Nacional (Zaragoza, 1967), Zaragoza, 1969, págs. 188-166.
(6) A. BELTRAN MARTINEZ: «El Bronce Final y le Edad del Hierro en el Bajo Arag6n», en
«Prehiltorla del Bajo Arag61l>l, por M. ALMAGRO BASCH, A. BELTRAN MARTINEZ y E. RIPOLL
PERELLO, Zara¡oza, 1966, p6p. 109-169.
A. BELTRAN MARTINEZ: «La indoeuropeilaci6n del Valle del Ebro». Primer Sympoaium
de Prebiltoria de le Penínaula Ibérica (Pamplona, 1969), Pamplona, 1960, páp. 103-124.
(7) M. ALMAGRO GORBEA: «El Pie dela C.orba de Sagunto y loa campoa de umae del NE. de le
Peníneula Ibérica»: Saguntum. Papelea del Laboratorio de Arqueoloafa de Valencia, 12, Valencia,
1977, p6p. 89-1«.
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de Cogotas 1 estará en Alava, Rioja y S orla, jugando especial papel los
valles del Jalón y del Jiloca, que vencen la barrera del Sistema Ibérico
hacia el Ebro medio y Bajo Aragón. Otra vía es la de Levante, que por
el sur del Ebro penetra hacia el Bajo Aragón. La intensidad de penetración por estas vías no ha sido uniforme, siendo el sentido doble, con
flujos y reflujos, muy especialmente en la vía del Ebro.
En el calcolítico y bronce pleno las vías del Segre por el norte y de
los afluentes del sur del Ebro por el sur, contribuyeron a la formación
de un arcáico sustrato en el Ebro medio, muy mal conocido, excepto
por la fase final de los talleres de sílex que estudió E . Vallespí (8). En
el bronce final e inicios del hierro el hallstattizante de los incineradores del Languedoc se deja sentir a través de la vía de la costa catalana y
de la depresión central catalana hacia el Segre, confluyendo en el Bajo
Aragón con la corriente de la Meseta. En la edad del hierro, a fines del
siglo VII a. C. o principios del siglo VI a. C. será la corriente orientalizante de las colonias fenicias meridionales la que penetrará por
Levante hacia el Bajo Aragón y hacia Cataluña y, posteriormente, en la
segunda mitad del siglo VI a. C. esta corriente semita se verá reforzada
por la griega procedente de Ampurias.
Las causas del gran despoblamiento del Ebro medio en el calcolítico y bronce pleno y la densidad de población a partir del bronce finalhierro no están bien estudiadas, pero este f~nómeno podría atribuirse
s
a la evolución económica de la. poblaciones pastoriles del Prepirineo y
Pirineo (Cerdaña, Urgel, Pallars y Solsones) en el norte y del Maestrazgo y de las alturas turolenses por el sur, atraídas, con el cambio de
clima delsubatlántico, más fresco y húmedo, hacia las tierras bajas del
valle del Ebro, hacia las cuencas bajas de los ríos Gállego (desconocido), Segre y afluentes de Huesca, Algás, Matarraña, Guadalope,
Martín, Aguas, Huerva y Jalón, de grandes posibilidades agrícolas.
Las cuevas y las chozas deleznables de los pastores de altura se
mudan en el valle en poblados con casas rectangulares de zócalos de
piedra (fig. 2), que nada tienen que ver con el megar6n egeo y cuyo origen tampoco hay que buscarlo en el alto Ebro, en poblados como Oro,
Henayo, Berbeia, La Hoya, etc., de casas circulares, ni en el Pirineo, ni
(8) E . J. VALLESPIPEREZ: «Baaea arqueo16gicaa para el estudio de loa tallerea de aílu delBejo
Ara¡ón. Hacia una aeriaci6o de 1aa induatriu líticaa poatpaleoliticaa b~eiU~t. Cuaarau¡uate,
13-14, Zaragoza, 1969, pqa. 7-20.
E . J. VALLESPI PEREZ: «Sobn~ la problemática del Bronce Final y el aaentamiento hallatát..
tico en el b~o Ara¡6n. El eubatrato indígena recipendiario de loe inmi¡rantea11. Teruel, 26, Teruel,
1961, pq.. 247-269.
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M. PBLLICER CATALAN
6
A
8
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Fig. 2.-Pobbldoa ba,joaragoneses del bronce reciente
A) Lu Eacodlnu Bajas (Mazaleón, Teruel). (Según Boach.)
B) Lu Eacodlnu Altas (Mazaleón, Teruel). (Según Boach.)
C) La Ge..era (Cueres, Tarragona). (Según Boach.)
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
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en el Languedoc, donde no entra el urbanismo ni la casa rectangular
hasta muy tarde, en el ma.ilhaciense I del siglo Vll a. C., sino en el ·
bronce valenciano (fig. 3} de viejas raíces en el Argar A del sudeste ibérico. Posiblemente la población calcolítica e, incluso, la del bronce
pleno del valle del Ebro, de habitat temporal, disperso y de materiales
perecederos, o en abrigo donde no existe la cueva, sería nómada o
seminómada pastoril y cazadora, sin que apenas encontremos sus vestigios, si no es en los abrigos pintados, no tanto naturalistas como
esquemáticos {Arpán, Lecina, La Fenellosa, etc.) y en el final de los
talleres de sílex.
La economía de base eminentemente agrícola de los poblados del
bronce final está suficientemente corroborada por la situación de los
mismos en puntos elevados, sobre valles o en llano, como el Chermanillo (Huesca), por la abundancia de grandes tinajas decoradas con cordones, por los molinos naviformes y piezas de sílex dentadas para hoz.
No parece aceptable la simbiosis, tantas veces defendida, de túmulospastoreo por falta de base, aunque se acepte en las garrigaslanguedocienses. Esta economía cerealística se complementaría con ganadería
lanar, con caza (ciervo acanalado en vaso del Cabezo de Monleón), y
pesca (anzuelos de hierro en la Loma de los Brunos).
La causa principal del desconcierto y del constante titubeo cronológico de las periodizaciones del bronce final-hierro del nordeste hispano es la escasez de yacimientos estratfficamente estudiados, con
que montar un sistema congruente. Efectivamente, la erosión en el
valle del Ebro ha sido muy intensa, de tal manera que en muchos
poblados aflora la roca en gran parte de su superficie, lo cual no corrobora en absoluto la ausencia de relleno fertil en otros, incomprensiblemente todavía no estudiados.
Hay que agradecer a J. Maluquer que podamos disponer de las
dos estratigrafías más aprovechables, el Cerro de la Cruz de Cortes de
Navarra y la Pedrera de Vallfogona de Balaguer {9).
El poblado del Cerro de la Cruz de Cortes de Navarra representa un
precioso documento estratigráfico en el valle del Ebro con sus cuatro
metros de relleno y sus seis fases sucesivas que van del siglo vm a. c.
al siglo IV a. C. De sus diferentes fases, correspondientes a otros tantos poblados superpuestos, la II bes la mejor conocida y la que marca
la cronología entre el 650 a. C. y 550 a. C., según J . Maluquer, pose-
(9) J. MALUQUER DE MOTES: «El yacimiento hallatAttico de Cortes de Navarra». 1, Pamplona,
1954 y n, Pamplona 1958. V6aae nota 2.
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Fl¡. 8.-Poblad08 valenciaD08 del bronce pleno
A y B) Puntal de Cambra (Vlllar del Arzobt.po, Valencia). (Se¡IÍD Alcácer.)
C) Mu de Menente (Alooy, Alicante). (Se¡IÍD Pericot y Pouell.)
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URBANISMO Y NECROPOIJS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
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yéndose escasos datos de las fases inferiores, m a, m b y n a, lo cual
dificulta la asignación de la fecha inicial. Sería tarea urgente la excavación y estudio de una zona de estos poblados inferiores de Cortes
de Navarra.
Los inicios, en el poblado m a y m b, fechado por su investigador
en la segunda mitad del siglo IX y siglo VID C. y destruido por un
incendio, indican el asentamiento de una población que seguirá conservadora en su habitat y economia a través de las fases siguientes, con
grandes casas rectangulares de adobes.
El poblado ll a, no bien conocido y fechado en la primera mitad del
siglo vn a. C., fase de transición al hierro, continúa con la tradición del
hábitat anterior, presentando las casas zócalo de piedras, que sustentan el muro de adobes y apareciendo la muralla, también de adobes,
defensiva del poblado.
El poblado ll b, fechado desde la mitad del siglo Vll a la mitad del
siglo VI a. C., final que yo colocaría en este siglo avanzado, también
incendiado, se conoce en todos sus detalles con sus murallas, casas
rectangulares dotadas de vestíbulo y almacén, bancos, hogares, hornos y muros de adobes estucados y con pintura mural en el interior,
representando el mismo ambiente y género de vida que anteriormente.
El poblado I a, fechado entte finales del siglo VI y mediados del
siglo V a. C., continúa con el mismo tipo de habitat con la modalidad
de enterramientos infantiles bajo las casas y representa la introducción de las primera. cerámicas a tomo, que preludian el posthallstattis
zante y la plena metalurgia del hierro.
El yacimiento de Cortes termina con el poblado I b hacia mediados del siglo IV a. C., cuya necrópolis de incineración se localiza en la
Atalaya de Valtierra.
La Pedrera de Vallfogona de Balaguer es fundamental para el estudio del Segre, del Bajo Aragón y de la Baja Cataluña. Con una potencia
estratigráfica de más de 5 metros, J. Maluquer distinguió nueve estratos, con una cronología inicial de fines del siglo IX o principios del
siglo V1ll a. C., como el cerro de la Cruz de Cortes, y un momento final
en las postrimerías del siglo m o inicios del siglo n a. c. con la
romanización.
De los dos estratos inferiores, el IX y el VID, no disponemos de
datos sobre urbanismo, pero sí, en cambio, del estrato Vll, donde se
corrobora la presencia de la casa de mampostería y planta rectangular
en un contexto análogo al del horizonte anterior con cerámicas acanaladas, pero con la introducción de los vasos con pie, típicos del Languedoc a partir de Mailhac L lo cual induce a fechar dentz'o del siglo
vn a. c. y más bien en su segunda mitad.
a.
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El poblado de VinarrageU de Burriana (10) se caracteriza por su
bajo emplazamiento, detalle topográfico, que, al no tenerse en cuenta,
ha ocasionado la no localización de otros poblados preibéricos en
Cataluña y Levante.
El interés de las estratigrafías de Vinarragell, de 3'50 metros de
potencia, comprendiendo 16 niveles, radica en que el horizonte orientalizante, del siglo VII a. C. avanzado, se inmerge en este mundo del
bronce final-hierro, débilmente hallstattizante, que ha proporcionado
preciosas cronologías, que no dejan de afectar a los esquemas del
Ebro y Cataluña, con la introducción de nuevas técnicas constructivas
de plantas rectangulares con zócalos de piedra y muros de adobes,
cerámicas a tomo pintadas, hornos circulares y probablemente el
hierro.
A través de la estratigrafía pueden distinguirse en Vinarragell
cinco fases u horizontes culturales.
La fase I es del bronce final, de los niveles P-L de los cortes I y ll
de 1967, m de 1968, nivelesH-C delsondeolyK-I delsondeoll, con
una cronología del siglo vm a. C. según el contexto de cerámicas bruñidas, acanaladas, incisas y excisas de rombos rayados, con formas
carenada. y cuencos abiertos y, por otra parte, de cerámicas toscas de
s
cordones con impresiones digitales, siendo el adobe la técnica típica
de las construcciones de planta circular.
La fase II C01Tesponde al momento de transición entre el bronce
final y el orientalizante, de los niveles K -J del corte I de 1967 y H -G del
sondeo ll, con un contexto fechable en la primera mitad del siglo Vil a.
C., en que continúan las cerámicas a mano bruñidas con decoraciones
acanaladas e incisas y toscas de cordones, haciendo su débil aparición
los útiles de hierro y las cerámicas a tomo.
La fase III corresponde al orientalizante de los niveles I' -E de los
cortes I de 1967 y IT y IIT de 1968, B del sondeo I y F-E del sondeo IT,
con una cronología entre mediados del siglo VI a. C., según su contexto, en que prosiguen las cerámicas a mano bruñidas con decoraciones incisas, excisas, pintadas y toscos cordones, siendo cada vez más
frecuentes las cerámicas a tomo orientalizantes de importación, al
parecer, andaluza con formas de ánfora de transporte y grandes jarras
pintadas de asas dobles, que fechan con cierta precisión, estando pre-
(10) N. MESADO OLIVER: «V
marragell (Burriana-Cutell6n)». Serie de Traba,Joe Varios del Servicio de Inveatigaci6n Prehist6rica, núm. 46, Valencia, 1974.
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sente el hierro y apareciendo las construcciones de zócalo de cantos
rodados y muro de adobes, de plantas rectangulares, junto con muralla.s defensivas.
Ante este rápido bosquejo conviene advertir que en los inicios del
poblamiento de Vinarragell, hacia el800 a. C. {fase I}, las construcciones son de adobe y de planta circular, detalle que coincide con el
sudeste (Peña Negra de Crevillente, Albolodúy, etc.) (11) y con el sur
(Galera, Quemados, Ategua, Carmona, Lebrija, etc.) (12).
Según la distribución de los pocos yacimientos conocidos del ll
milenio a. C. en las zonas bajas del nordeste, el poblamiento era disperso y verdaderamente escaso, concentrándose la reserva humana y,
en consecuencia, la cultura en las zonas altas. En el Pirineo el habitat
preferido es la cueva y el enterramiento, en dolmen o en cueva, mientras que en el Sistema Ibérico va apareciendo el habitat al aire libre en
defecto de la cueva, que también sirve de enterramiento de inhumación colectivo, como en Levante. Sería imposible entrar en detalles
sobre los yacimientos del bronce pleno del Segre, Alcanadre, Cinca,
del Bajo Aragón y Tarragona, porque las noticia.s arqueológicas son
muy vagas, siendo un horizonte que necesita una seria investigación.
Un grave problema surge cuando intentamos relacionar los túmulos del Segre y del Bajo Aragón {fig. 4) con los de Aquitania, Languedoc, Provenza y Jura (fig. 1: A y B), supuestamente originarios de aquí,
pero las diferencias dimensionales, estructurales, cronológicas y geográficas obligan a reconsiderar la teoría, para dirigir las raíces hacia el
megalitismo pirenáico arcaizante, que evoluciona hacia la cista de
inhumación individual {fig. 1: C, D y E), posteriormente, de incineración, con anillo de piedras y enlosado, como sucede en los conjuntos
(11) A. GONZALEZ PRATS: «Estudio arqueológico del poblamiento antiguo de la Sierra de Cre·
villente (Alicante)». Anejo I de la revista «Lvcentvm», Universidad de Alicante, 1983.
C. MARTINEZ y M. C. BOTELLA: «E1Pefl6n de la Reina (Albolodúy, Almerla)>>. Excavaciones Arqueol6¡icaa en Espalla, 112, Madrid. 1980.
(12) M. PEWCER CATALAN y W. SCHÜLE: teEl Cerro del Real, Galera (Granada)». Excavaciones Arqueol.6¡ic:u en Eapafta, 12, Madrid. 1962, y teEl Cerro del Real (Galera, Granada). El corte
elltlatigráfico IX». Excavaclonea Arqueol6gicaa en Eapatla, 62, Madrid, 1966.
J . M.• LUZON NOGUE y D. RUIZ MATA: «Lu rafees de C6rdobL Eatratigrafia de la Colina
de loa Quemadoa». C6rdobe, 1973.
A. BLANCO FREIJEIRO, J . M.• LUZON NOGUE y D. RUIZ MATA: «Panorama tartéaico
en Andalucía Occidental». Tarteaaoa y 8UI poblemaa. V Sympoaium Internacional de Prehistoria
Penineular (Jerez de la Frontera, septiembre 1968), Barcelona, 1969, pip. 119-162.
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M. PELIJCBR CATALAN
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Flg. • .-T6mal0tl de incineración del Ebro Medio
A) T6mal0t1 olrcularee y rectanplaree de les Roques de Sant Formatee.
(8er6., Lérlda). S. Vll-VL (Secón Dfez Coronel.)
B) T6malo de Mas de Flandi (Calacelte, Teroel). S. VI. (Se¡(m. Boech.)
C) T6mulo de San CrlRóbal (Mazale6n, Teroel). 8. VI. (Según Tomás.)
D) NeorópoU. tumular del Coll del Moro (Gandeea, Tarragona). S. Vll-VI.
(Se¡(m. Berges.)
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del valle de Arán (13), sin que se pierdan de vista los núcleos de cistas
de inhumación, frecuentemente individuales del bronce medio y final
de las comarcas de Pallars, Cerdaña, Urgel y Solsona, de que después
hablaremos (14). La inhumación es el rito funerario de sustrato en el
nordeste, perviviendo durante el bronce final en las cuevas catalanas y
en las zonas occidentales del valle del Ebro, hasta el siglo VI, en que la
incineración se generaliza.
Siguiendo viejas y clásicas teorías, los túmulos del Segre y del Bajo
Aragón se engloban en ese complejo mundo de la cultura de los túmulos de origen centroeuropeo, bronce antiguo de Straubing, que en su
expansión alcanzaban Francia, llegando a España, pero esa concepción simplista del hallstatt hispano no resiste un análisis serio de nuestros grupos tumulares, ni siquiera de los del Segre y Bajo Aragón, los
más próximos a Francia.
En primer lugar, los ~ulos alsacianos de Hagenau {15), con
inhumaciones e incineraciones indistintamente, se inician en el bronce
medio (1600-1300 a. C.), prosiguiendo en el broncefinallyll a {12001000 a. C.). En el bronce final 11 b desaparecen, para reaparecer en el
bronce final ID con inhumaciones, a partir del siglo IX a. C. Al sur de
Hagenau, el de Doubs, los túmulos de Chaveria (Jura) (16) {fig. 3: A),
englobados en el círculo de Borgoña y derivados, al parecer, de los
túmulos bávaros, con una cronología entre el 750 y el600 a. C. y estimados como antecedente dé los hispanos, no pueden serlo, porque su
estructura de tierra y sus grandes dimensiones de 20 metros de diámetro no guardan analogías con aquellos.
Un caso análogo sucede con los túmulos de las garrigas del Languedoc, constituidos por un montón de piedras con diámetros entre 8
y 15 metros, bajo el que se oculta una incineración o inhumación, con
una cronología desde fines del siglo VII hasta fines del siglo VI a. C., de
(13) J. ROym.A PORT: «La penetraci6 durant el Bronze Final de lea ln11ullnciea Nordpirenenquea cap a l'!nterior de Catalunya i el aeu impacte)). En «Ele poblea pre-romana del Pirineu)), 2
CoHoqui Internacional d ' Arqueologia de PuigcerdA. PuigcerdA, 1978, pAga. 69-82.
J. ROvmA PORT: «El Bronze Final a la veiiii8Dt Sud delPirineu C'ate!AI), en «E la poblea preromana del Plrineu)), 2 CoHoqui Internacional d' Arqueologia de Pui¡cerdA. PuigcerdA, 1978, pága. 47 •
66.
L. DIEZ-CORONEL MONTULL: «Una sepultura del Bronce en Viella (Urida) )). Miacelénea
Arqueológica. I, Barcelona. 1974, págs. 303-309.
(14) L. PERICOT GARCIA: «Loa aepulcroa megalíticos catalanes y la cultura plrenáica,., 2.• edición. Baroalona, 1960, págs. 36-61.
(16) C. SCHAEFFER: «Lea tertrea fuMrairea préhi.atoriquea dana la forit d'HaguenaUJt. T.
«Lea tumuli de l'l¡e du fa~. Haguenau, 1930.
(16) D. VUAILLAT: «La nécropole tumulaire da Cbavéria (Jura))). Annalea Litterairea d al'Uni·
vanité da Baaan~n, Areh6ologie, 28, Paria, 1977, pág. 137.
n.
-169-
[page-n-170]
M. PEWCER CATALAN
tal manera que ni por su estructura, ni dimensiones, ni por su cronología pueden considerarse prototipos de los túmulos del nordeste hispano. La forma más común de los túmulos del Segre y del Bajo Aragón
(fig. 4}, siempre de incineración, consiste en un anillo de piedras clavadas de canto, con un diámetro que oscila entre 2 y 5 metros, con una
cista rectangular central o excéntrica, que no llega apenas al metro de
lado mayor, estando todo el conjunto cubierto por una capa de tierra y
piedras, formando en ocasiones como un enlosado.
Además de los grupos tumulares citados, se conocen otros en Les
Causes (departamentos de Aveyron, Lot, Tarn, Cantal y Lozere} y en
los Pirineos, tanto franceses (Alto Garona, Ariege), como españoles
(valle de Arán), que se inician muy tempranamente, ya en el calcolítico, prosiguiendo en el bronce y perviviendo en zonas retardatarias
hasta la época de La Tene. Todos ellos tienen unas características
comunes respecto al tamaño, entre 1 y 1O metros de diámetro y respecto a su estructura empedrada, siendo frecuente la cista, derivación
de la dolménica. Desde el valle de Arán hacia el oeste, según J . P .
Mohen (17), se constata la incineración a partir del bronce final III
(siglo IX a. C.). En el valle de Arán los túmulos de Pie de Baqueira, circulares, con cista central y de incineración no pueden ser más tentadores para relacionarlos tanto con el resto de los franceses pirenáicos,
como con los españoles del Segre. Lamentablemente de estos túmulos
franceses disponemos de escasos datos por sus expoliaciones, excavaciones inexpertas nunca o mal publicadas y por la pobreza de los materiales entregados.
No se pueden olvidar aquí los grupos considerados dolménicos de
la vertiente meridional del Pirineo de las comarcas de la Cerdaña, Alto
Urgel, Pallars y del Solsonés (fig. 1: C, D y E}, estuadiados y sintetizados por L. Pericot, del bronce pleno, donde parecen percibirse las raíces de los túmulos del Segre y del Bajo Aragón, si comparamos sus
estructuras y dimensiones. En Pallars se conocen una docena, en el
Alto Urgel y Cerdaña más de medio centenar y en el.Solsonés una cifra
aproximada (18).
(17) J. P. MOHEN: «L' ige du fer en Aquítanie». Memoirea de la Soci6t6 Préhí.atorique ~aiae,
14, Parla, 1980, P4 112.
M. GOURDON: «Lea tumulWI de Pla de Beret. Vall6e d' Aran (Eapagne)», en Materiaux pour
l'Hiatoire de I'Homme, Parla, 1978, págs. 130-131.
(18) L. PERICOT GARCIA: Op. cit. en la nota 1-'.
J. PADRO PARCERISA: «Consideraciona eobre ele entemunenta de l'Edat del Bronze a la
Cerdanya». Cypaela. I. Glroua, 1976, págs. 91-97.
-170 -
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
16
Aunque existe variedad de estructuras, es un hecho ya constatado
por L. Pericot y J. Maluquer {19), el predominio de la cista pequeña,
que apenas llega al metro en ciertos ejemplares, como las supuestas
derivadas de Pedrós, Roques de Sant Formatge, Cascarujo, Lom~ de
los Brunos y Coll del Moro de Gandesa (20) (fig. 4).
Los túmulos con cista megalíticos tienen un diámetro entre 5 y 11
metros, rodeados de anillo de piedras clavadas, presentando algunos
(Bressol de la Mare de Deu de Correá) (fig. 1: D) el enlosado típico de
ciertos ejemplares del Ebro. Incluso, como en el Ebro y por pura convergencia, el túmulo dolménico en ocasiones adquiere la planta rectangular (Cal Conill Gros, Cal Pallot, Lloren~, Castellnou de Basella,
Serrat deis Moros). El rito general es de inhumación y tendencia individual, por las pequeñas dimensiones de la cista y por los hallazgos
antropológicos, que se reducen a uno o dos individuos. El ajuar funerario los sitúa en un horizonte del bronce pleno con pervivencias calcolíticas, debiéndose destacar algún fragmento de campaniforme,
cerámica li$a, incisa, tosca de cordones, formas de vasos carenados,
asas de apéndice de botón, .agujas y pulseras de bronce, cuentas de
concha y de esteatita, láminas y otras piezas de silex.
No deja de ser interesante la'larga pervivencia de estas cistas,
corroborada por la presencia de cerámicas hallstattizantes en sepulcros como Codonyet de Bergueda o tumba del General en el Solsonés,
bordes decorados con 'impresiones digitales, fechados en el bronce
J. PADRO PARCERISA, J. ABELANET y M. CURA MORERA: «Sepulcros mega)(ticos ·
de la Cerdanya y del Capcir». Corpue de Sepulcros Megalíticos de .Espataa, 8, Barcelona, 1975.
M. CURA MORERA, A. M.• FERRAN, J. PADRO PARCERISA y J. -MALUQUER DE
MOTES: «Loa sepulcros megalíticos de Cortiuda (Peramola, Alt Urge)])». Pirineos, 102, Jaca, 1971,
págs. 93-99.
(19) J. MALUQUER DE MOTES: <
Barcelona, 1946, págs. 115-184.
·
(20) J . L. MAYA GONZALEZ: «Laaneerópolia tumul~ailerdensea», en«Ela poblea pr&-romana
del Pirlneu», 2 CoHoqui Intemacional d'Arqueologia. de Puigcerd&, Puigcerd&, 1978, págs. 83-96.
J. L. MAYA GONZALEZ, L. DIEZ-CORONEL MONI'ULL y A. PUJOL: «La necr6polia
tumular de incineración de Pedróa, Ser6a (Lérida)». Crónica del xm Congreso Nacional de Arqueología (Huelva, 1973), Zeragoza, 1975, págs. 611-622.
R. PITA MERCE y L. DIEZ-CORONEL MONTULL: «La necrópolis de Roques de Sant
Formatge en Seroe (Lérida))), Excavaciones Arqueológicas en Eapafla, 59, Madrid, 1968.
J . TOMAS MAIGI: «Elementos establea de loa túmulos bajoaragoneaea de·ciate excéntrica».
Caeaarauguate, XDI-XIV, Zaragoza, 1959, págs. 79-127, y Cae8arauguate, XV-XVI, Zaragoza, 1960,
págs. .U-67.
A. BRUHL: «Excavaciones en el Cabezo del Caacarujo, tármino de Alcaftiz (Teruel)».
Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigiledadea, 121, Madrid, 1932.
J. J. EffiOA GARCIA: Op. cit. en la note 4.
.
M. FERRE.R MORRON: «Necr6polia del Coll del Moro, Gandeaa». LeaExcavacions Arqueolbgiquea a Catelunya en ela darrers anya, Excavaciona Arqueolbgiquea a Catelunya, 1, Barcelona, 1982,
págs. 238-241.
-1 71-
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16
M. PELLICER CATALAN
final en el poblado de Sant Feliú de Llo (21}, en Cerdaña, asas de
apéndice de botón análogas a las del Segre y Bajo Aragón, sin que
pueda pasarse por alto la fecha de 660 a. c., de e 14, de la cista de la
Fossa del Moro del Coll d' en Bertrán de Cortiuda (Peramola) en el
Alto Urgel (22).
Un caso anómalo, por la ausencia de túmulos intermedios, es el
grupo tumular de incineración del Corral de Mola (Uncastillo) (23) con
anillos concéntricos, empedrados y con interesante.ajuar funerario de
bronces, fechables en la segunda mitad del siglo vn y principios del
siglo VI a. C. ·
Por sus características singulares, justo sería concluir, primeramente en la autoctonía de los túmulos del Pirineo, en el sentido de
ausencia de relación de origen con los grupos renanos, franceses orientales y del Languedoc, y en segundo lugar en su carácter prototípico
con respecto a los túmulos del Bajo Segre y Bajo Aragón, que cambiaron el rito de la inhumación por la superposición de la incineración
hallstattizante, a la vez que simultáneamente recibían otros elementos
culturales de esta corriente. ·
Frente al panceltismo hispano de los años cuarenta (24), podría
ahogarse por .un autoctonismo, modificado por influencias y corrientes, hallstattizantes primero, y orientalizantes después. Es decir,
aquellas teorías que negaban la entidad ibera como pueblo y como cultura, porque la raíz era considerada celta, podría cristalizarse ahora en
otra visión más convincente, interpretada por simples fenómenos de
aculturación. Existiría un sustrato étnico y cultural, todavía no bien
definido, sobre el que incide una corriente hallstattizante del bronce
final del Languedoc (hacia el800 a . C.) mezclada con otros elementos
de tradición del bronce medio, y cuando todavía perdura ésta, sobrevienen otras dos, orientalizantes, semita meridional (fines del siglo vn
a. C.) y griega ampuritana (mitad del siglo VI a. C.) que, por su superioridad cultural e intensidad abortan a la primera, más arcáica y
pobre, creando el fenómeno o cultura ibérica, desde fines del siglo VI
a. C. A su vez, desde este momento de finales del siglo VI a. C., el área
hispana no mediterránea va celtizándose por intensos aportes, tanto
étnicos como culturales, a través del Pirineo occidental, configurán-
P . CAPMAJO: «Le aite de Ll6». Cypaela, 1, Girona, 1976, pA¡e. 83-90.
V6ue nota 18.
M. BELTRAN LLORJS: «Teoda del Museo, n. El Museo Provincial de Zaragoza (1974Caeaarauguta, 45-46, Zaragoza, 1978.
(2<&) V6ue la nota l .
(21)
(22)
(23)
1978)».
-172-
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
17
dose el mundo celtibérico de Cogotas JI, la edad del hierro propiamente dicha.
Los campos de urnas se generalizan con gran fuerza expansiva muy
tempranamente en el bronce medio centroeuropeo con el nuevo rito
funerario de la incineración que se impone en el hallstatt A (12001100 a. C.).
En la Península Ibérica este rito, exceptuando algunos ejemplos
esporádicos del mégalitismo de Andalucía oriental, de los Husos alaveses y, al parecer, de algunas mámoas gallegas, no es nonnal hasta el
hallstattizante por el nordeste y hasta el orientalizante por el sur.
Estas dos corrientes incineradoras, ultrapirenáica y oriental, sensiblemente coetáneas, van penetrando hacia la Meseta, hasta generalizarse
a partir de mediados del siglo VI a. C. con Cogotas n, cuando ya ha
desaparecido en este horizonte la cerámica excisa.
En Navarra y Rioja no arraiga la incineración hasta muy tarde,
hacia el final del siglo VI a. C. en adelante (La Atalaya del Valtierra)
(25). En Alava el origen de la incineración en cueva está muy confuso
por el carácter removido de los estratos de algunas cuevas excavadas
(26), iniciándose antes, al parecer en los hoyos de incineración, silos o
basureros. La incineración comienza por la corriente languedociense
en el Ampurdán y Cataluña oriental con la modalidad de campos de
urnas y en el Segre y Bajo Aragón con la de los túmulos, siendo curioso
que los túmulos del Segre aparezcan, hasta el presente, sólo al sur de
Balaguer y ·Almenar hasta la desembocadura de este río en el Ebro
(Castellets de Mequinenza), con intrusiones por los afluentes orientales, Cinca, Alcanadre, Flumen, hasta los Castellazos de Robles
(Huesca) y traspasando el Gállego hasta el Corral de la Mora (Cinco
Villas) y, por supuesto, en todo el Bajo Aragón hasta el Coll del Moro
de Gandesa (27).
Observando un mapa de distribución de la incineración en el sur
de Francia y en el nordeste hispano, da, efectivamente, la sensación de
que este rito penetra por el Ampurdán, siguiendo la clásica doble trayectoria de vías naturales, una a través de la depresión central catalana hacia el valle inferior del Segre y otra, paralela y al sur de ella, por
(25) J . MALUQUER DE MOTES y L. VAZQUEZ DE P ARGA: «Avance del eatudio de la necr6pol.it de La A~ Cortea de Navarra». Ptfncipe de ViaDa, LXV, Pamplona, 195 6, p6p. 389-454.
(26) A. LLANOS ORTIZ DE LANDALUCE: «El rito de incineración en el Pa!a Vateo-Navarro».
Crónica del XI C'-ongreeo Nacional de Arqueología (Mérida, 1968), Zaragoza, 1970, pAga. 349·357.
(27) V6anae lu ootu 20 y 23.
-173-
[page-n-174]
18
M. PBLIJCER CATALAN
la costa catalana hacia el bajo Ebro, separadas ambas por los macizos
montañosos del Montseny, San Lorenzo, Montserrat, Queralt y Mon~
sant. Remontando el Ebro, penetrará en el Sistema Ibérico y en la
Meseta.
Resultan incomprensibles la. altas fechas que se aplican a las incis
neraciones, supuestas más arcáicas del nordeste, como Can Misert de
Tarrasa (28), con una cronología de fines del ll milenio para sus inicios, siendo así que en el Languedoc occidental, de donde parece originario el rito, comienza éste en la fase Mailhac 1 (750-650 a. C.), según
O. Taffanel (29), de la necrópolis de Le Moulin y Las Fados, coetáneas
a Agullana l. Guilaine intenta solucionar el problema haciendo corresponder las primeras incineraciones del Languedoc occidental con el
bronce final
A o campos de urnas ll de Kim.mig (1000-800 a. C.),
como si se tratase de pequeños grupos arcáicos y esporádicos de incineradores, que habitan las zonas altas (30). Está constatado que la
incineración en Languedoc se generaliza en la fase 3 de Taffanel, bien
representada en la necrópolis de GrandBassinl (650-550 a. C.). Estos
datos, corroborados en el Languedoc, obligan necesariamente a ser
prudentes en la utilización de las altas cronologías aplicadas a ciertas
necrópolis de los campos de urnas hispanos y a rebajar las fechas iniciales, hasta ahora propuestas, al siglo Vlli a. C. No hay que olvidar
que en Agullana 1 la fíbula de doble resorte de la tumba 207, aparecida
con una Ul'Il8 con decoración incisa de trazo doble geométrica (31), no
puede atribuirse de ninguna manera a una fecha anterior a mediados
del siglo Vll a. C., y el resto de las necrópolis del Ampurdán, como
Punta del Pi, Perelada, Camallera, Capsec, Anglés, etc., son coetáneas
o posteriores a Agullana l.
·
Estas consideraciones, ba. adas en el análisis de contextos de
s
necrópolis, conducen a admitir una fecha dentro del siglo Vlli a. C.
m
(28) P. BOSCH GIMPERA y J. COLOMINAS ROCA: «La necropolia de CanMiaaert (Terraaaa)».
VI. 1915·1920, Barcelona, 1928, p6p. 582·586.
S. VU..ASECA ANGUE. A: «Nuevos yacimientos tarraconenses con cerámica acanalada».
R
Reua, 1954.
M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 7.
(29) O. TAFFANEL: «Le Languedoc au Prémier Age du Fer». Joum6ee d'ttudea de S~te.
S~te. 1975.
(30) J . GUILAINE: «L'Age du Bronze en Languedoe Occidental, RouaalllQn, Ari~ge>~. M6moirea
de la Soci6t6 Prébiatorique F~, 9, Paria, 1972, p6p. 814-827.
J . GUILAINE: «L' Age du Bronze Final m en Languedoe au Prémier Age du F8rlt. Journ6ea
d'ttudea de s¡te, Sllte, 1976, p6ga. 10-26.
(31) P. DE PALOL SALELLAS: «La neer6polia hallstáttiea de Agullana (Gerona)>~. Bibliotheea
Praebiatorica Hispana. I. Madrid, 1958.
Anuari de l'Inatitut d'Eatudia Catalana,
-1 74 -
[page-n-175]
URBANISMO Y NECROPOLJB DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
19
para los inicios de las necrópolis de incineración en hoyo del Ampurdán y de Cataluña oriental y de los túmulos del Segre y Bajo Aragón,
recipiendarios del nuevo rito. Incluso, cabria contemplar si las incineraciones esporádicas del Levante y del sudeste, como los túmulos del
horizonte 1 de Peña Negra de Crevillente, estudiados por A. González
Prats (32), así como las cistas y hoyos de incineración almerienses de
tipo Querénima, con fíbulas de doble resorte, estudiadas por Siret
(33), corresponden a una cronología no anterior al siglo vn a. C.,
debiéndose cuestionar también si la influencia de la incineración en el
sudeste y Levante (Mas de Musols) es de influencia ultrapirenáica o
más bien orientalizante.
(82) A. GONZALEZ PRATS: Op. citen la nota 11.
(83) L SIRET: «Villaricoa y Herredaa. Antigüedades pánicaa, romanu, vieig6ticu y úabea~t.
Memoria de la Real Academia de la Historia, XIV, 1907, Madrid, 1908.
-175-
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MANUELPELUCERCATALAN
(Sevilla)
ORIGENES DEL URBANISMO Y DE LAS NECROPOLIS
TUMULARES DE INCINERACION DEL VALLE MEDIO
DEL EBRO
Frente a la clásica y anticuada teoría de la total indoeuropeización,
celtización o hallstattización de la Península Ibérica y especialmente
del Valle del Ebro en los inicios deli milenio a. C., con los conocimientos arqueológicos de que hoy disponemos, se impone una reacción,
poniendo en su justo medio el sentido de la aportación ultrapirenáica y
revalorizando el sustrato indígena tan marginado, sin dejar de olvidar,
incluso, el influjo orientalizante, que fue decisivo en la formación del
hierro hispano. Se ha olvidado la intensidad y fuerza expansiva de la
gran cultura del bronce final de la Meseta del bronce valenciano, y la
impetuosa corriente semita oriental, fuertemente arraigada en las costas andaluzas desde inicios del siglo VIII a. C. La causa no ha sido otra
que el desconocimiento que de estos dos fenómenos se tenía hasta
hace muy pocos años.
La escasez de investigaciones planificadas obliga a que las cartas
de distribución de elementos, como pueden ser los túmulos, la incineración, el habitat, cerámicas excisas, de boquique, acanaladas, los
motivos decorativos, las formas cerámicas, la metalistería, etc., aparezcan con grandes lagunas, que naturalmente, inducen a error.
El problema del bronce final-hierro del nordeste sigue explicado
todavía según las teorías de P. Bosch, M. Almagro, J . Martínez Santa
-157 -
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,... ..
2
M. PELLICE.R CATALAN
Olalla y un largo etcétera (1). En la protohistoria del nordeste hispatÍo
se está siguiendo la misma línea de hace medio siglo, limitándonos a
cambiar etiquetas y a modificar las cronologías según la moda reinante
en el exterior y basándonos generalmente en algún elemento aislado
cerámico o metálico con analogías forzadas y lejanas, sin analizar los
contextos. Incomprensiblemente, la última estratigrafía completa, la
de la Pedrera de Vallfogona de Balaguer, fue p!Jblicada por J. Maluquer hace más de veinte años (2).
El concepto de campos de urnas defendido por W. Kimmig y posteriormente por R. P. Charles (3), en España resulta ambiguo, porque
las incineraciones del Segre y del sur del Ebro presentan formas tumulares muy específicas y muy dispares con relación a lo renano y a lo
francés (fig. 1: A y B). El concepto celta es más bien lingüístico y sin
ningún contenido antes del siglo VI a. C.
P. Bosch prestaba singular atención a la tipología de las plantas de
los poblados del Bajo Aragón, teniendo también presentes, pero en
segundo término, los materiales cerámicos y metálicos. Desgraciadamente en los años diez y veinte se excavaron demasiados yacimientos
por manos inexpertas, que proporcionaron la mayor parte de los elementos revueltos, sin claro contexto y deficientemente publicados,
que han servido de materia prima para las periodizaciones y cronologías actuales, sin advertir posibles estratigrafías en los poblados
excavados.
Esta aparente ausencia de estratigraffas hizo pensar a P. Bosch en
la corta vida de los poblados del Bajo Aragón, que apenas sobrevivirían un siglo, idea ésta actualmente cuestionada por G. Ruiz Zapatero
vm.
(1) P . BOSCH GIMPERA: «Les celtes et la civiliaation dea urnee en Eapagne11. Prébistoire,
Parla, 1941, piga. 121-161.
J. PEREZ DE BARRADAS: «Notes prehiet6ricaa. La primera invasión celta en la Meaeta
Central de Eepeña». Actas y Memorias de la Sociedad Eepaftola de Antropolopa, Etnografta y Prehietoria, xm, Madrid, 1934, piga. 223-228.
M. ALMAGRO BASCH: «La invasi6n c6ltica en Eapeña», en «Hiatorla de Eapafta» dirigida
por R. MENENDEZ PIDAL, tomo I, volumen n, Madrid, 1962, pip. 141-240.
J. MARTINEZ SANTA·OLALLA: «Esquema peletnol6glco de la PeDÍniUla Hlapánlca».
Madrid, 1946.
n.
(2) J. MALUQUER DE MOTES, A. M.• 'MlmOZ AMILIBlA y F. BLASCO: «Cata eltratigráfica
en el poblado de La Pedrera, en Vallfogona de Balaguer». Zepbyrua, X. S•lamanca, 1969, p6p.
1).79.
(3) W. KIMMIG: «Zur Umenfelderkultur in Weeteuropa11. Fetacllritt fOr Peter Goeealer, Stuttgart, 1964, 1).61{8. 41-98.
R. P. CHARLES: «Probl~mee de chronolocie m6diterran6ene». Cahiera Ligurea de Préhietoire
et ArcMologle, 12, Montpellier, 1963, pip. 181·204.
-158-
[page-n-159]
URBANISMO Y NBCROPOLIB DBL VALLB MBDIO DEL EBRO
8
D
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e
Pi&·
de 1Dhamaol6Jl tnmoeee. y plreúlooe
A) T6malo 1 de Cbdoia (Jara). S. VU-VL (Sep Mlllotte.)
l.-T6malot~
B) T6mulo de Plu d'A~ (PioveDSa). S. Vll. (SeiÓ.Jl Lacraad.)
C) T6malo con varlu cñsw de Coll de Creu (GabUTU). (Tradlci6n cilltioa).
(Se¡(m Serra Vllar6.).
D) T6malo con oista oentral del BnMOl de la .Mue de DMl (Correa). Bronce
reciente. (Sep Serra Vilar6.)
B) T6malo dolm6nico del Lla¡unú (Fícoll). (Sep Serra Vllar6.)
[page-n-160]
M. PELLICER CATALAN
en su estudio sobre el Roquizal del Rullo y por J . Eiroa en el suyo
sobre la Loma de los Brunos de Caspe (4}, estableciendo fases con una
gama cronológica, a nuestro parecer, demasiado amplia y con inicios
demasiado arcáicos.
El poblado de Zaforas de Caspe (5}, análogo y coetáneo del
Cabezo de Monleón (6), apenas sobrepasó el siglo, con abundante
cerámica excisa en un contexto homogéneo, fechable en los siglos VIllVll, no pudiendo enmarcarse en el período ll de M . Almagro Gorbea
(7}, cuya cronología asignada es de hacia ellOOO a. C., con perduraciones en su período V, finalizado ~n el 600 a. C.
Si contemplamos la topografía del nordeste hispano, observaremos qu'e a las zonas donde estas culturas hallstattizantes están más
arraigadas y de las que existe mayor documentación, como el Ampurdán, cuencas del Besós y Llobregat, Bajo Aragón y cuenca del Segre, se
penetra por varias vías que convendría analizar.
Cataluña oriental está unida con el Rosellón y Languedoc por los
suaves pasos de Cervére y Le Perthus, desde donde fácihnente se
llega al Bajo Ebro a través de las zonas relativamente llanas del
Ampurdán, Maresma, Panadés y Priorato, y a la cuenca del Segre a
través de la depresión central catalana. Otra vía de penetración pirenáica desde el Rosellón es la que por la Cerdaña alcanza el valle del
Segre, entendiendo como tal valle también las cuencas del Noguera,
Cinca, Alcanadre y Flumen, prosiguiendo hacia el Ebro y sobrepasándolo por el Bajo Arag6n. Paralela a esta vía del alto Segre, está desde
los Pirineos franceses, la del Garona por el valle de Arán, para seguir la
vía del Noguera Ribagorzana hacia el bajo Segre.
Otra vía opuesta es la del Ebro y de sus afluentes meridionales que
conectan con la Meseta, cuya avanzadilla septentrional de la cultura
(4) G. RUIZ ZAPATERO: «El Roquizal del Rullo: Apro:dmaci6n a la secuencia cultural y cronológica de loe campos de umae del Bajo Arag6n». Trabajoa de Prebiltorla, 86. Madrid, 1979, páp. 247287.
J. J. E IR OA GARCIA: «La Loma de loa Brunoe y loa campos de umaa del Bajo Aragón». Zaragoza, 1982.
(6) M. PELUCER CATALAN: «Zaforaa. nuevo yacimiento con cerimica exciaa, en Cupe». Crónica del V Con¡reao Arqueológico Nacional (Zaragoza, 1967), Zaragoza, 1969, págs. 188-166.
(6) A. BELTRAN MARTINEZ: «El Bronce Final y le Edad del Hierro en el Bajo Arag6n», en
«Prehiltorla del Bajo Arag61l>l, por M. ALMAGRO BASCH, A. BELTRAN MARTINEZ y E. RIPOLL
PERELLO, Zara¡oza, 1966, p6p. 109-169.
A. BELTRAN MARTINEZ: «La indoeuropeilaci6n del Valle del Ebro». Primer Sympoaium
de Prebiltoria de le Penínaula Ibérica (Pamplona, 1969), Pamplona, 1960, páp. 103-124.
(7) M. ALMAGRO GORBEA: «El Pie dela C.orba de Sagunto y loa campoa de umae del NE. de le
Peníneula Ibérica»: Saguntum. Papelea del Laboratorio de Arqueoloafa de Valencia, 12, Valencia,
1977, p6p. 89-1«.
-160-
[page-n-161]
URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
6
de Cogotas 1 estará en Alava, Rioja y S orla, jugando especial papel los
valles del Jalón y del Jiloca, que vencen la barrera del Sistema Ibérico
hacia el Ebro medio y Bajo Aragón. Otra vía es la de Levante, que por
el sur del Ebro penetra hacia el Bajo Aragón. La intensidad de penetración por estas vías no ha sido uniforme, siendo el sentido doble, con
flujos y reflujos, muy especialmente en la vía del Ebro.
En el calcolítico y bronce pleno las vías del Segre por el norte y de
los afluentes del sur del Ebro por el sur, contribuyeron a la formación
de un arcáico sustrato en el Ebro medio, muy mal conocido, excepto
por la fase final de los talleres de sílex que estudió E . Vallespí (8). En
el bronce final e inicios del hierro el hallstattizante de los incineradores del Languedoc se deja sentir a través de la vía de la costa catalana y
de la depresión central catalana hacia el Segre, confluyendo en el Bajo
Aragón con la corriente de la Meseta. En la edad del hierro, a fines del
siglo VII a. C. o principios del siglo VI a. C. será la corriente orientalizante de las colonias fenicias meridionales la que penetrará por
Levante hacia el Bajo Aragón y hacia Cataluña y, posteriormente, en la
segunda mitad del siglo VI a. C. esta corriente semita se verá reforzada
por la griega procedente de Ampurias.
Las causas del gran despoblamiento del Ebro medio en el calcolítico y bronce pleno y la densidad de población a partir del bronce finalhierro no están bien estudiadas, pero este f~nómeno podría atribuirse
s
a la evolución económica de la. poblaciones pastoriles del Prepirineo y
Pirineo (Cerdaña, Urgel, Pallars y Solsones) en el norte y del Maestrazgo y de las alturas turolenses por el sur, atraídas, con el cambio de
clima delsubatlántico, más fresco y húmedo, hacia las tierras bajas del
valle del Ebro, hacia las cuencas bajas de los ríos Gállego (desconocido), Segre y afluentes de Huesca, Algás, Matarraña, Guadalope,
Martín, Aguas, Huerva y Jalón, de grandes posibilidades agrícolas.
Las cuevas y las chozas deleznables de los pastores de altura se
mudan en el valle en poblados con casas rectangulares de zócalos de
piedra (fig. 2), que nada tienen que ver con el megar6n egeo y cuyo origen tampoco hay que buscarlo en el alto Ebro, en poblados como Oro,
Henayo, Berbeia, La Hoya, etc., de casas circulares, ni en el Pirineo, ni
(8) E . J. VALLESPIPEREZ: «Baaea arqueo16gicaa para el estudio de loa tallerea de aílu delBejo
Ara¡ón. Hacia una aeriaci6o de 1aa induatriu líticaa poatpaleoliticaa b~eiU~t. Cuaarau¡uate,
13-14, Zaragoza, 1969, pqa. 7-20.
E . J. VALLESPI PEREZ: «Sobn~ la problemática del Bronce Final y el aaentamiento hallatát..
tico en el b~o Ara¡6n. El eubatrato indígena recipendiario de loe inmi¡rantea11. Teruel, 26, Teruel,
1961, pq.. 247-269.
-161-
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M. PBLLICER CATALAN
6
A
8
e
Fig. 2.-Pobbldoa ba,joaragoneses del bronce reciente
A) Lu Eacodlnu Bajas (Mazaleón, Teruel). (Según Boach.)
B) Lu Eacodlnu Altas (Mazaleón, Teruel). (Según Boach.)
C) La Ge..era (Cueres, Tarragona). (Según Boach.)
-162-
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
7
en el Languedoc, donde no entra el urbanismo ni la casa rectangular
hasta muy tarde, en el ma.ilhaciense I del siglo Vll a. C., sino en el ·
bronce valenciano (fig. 3} de viejas raíces en el Argar A del sudeste ibérico. Posiblemente la población calcolítica e, incluso, la del bronce
pleno del valle del Ebro, de habitat temporal, disperso y de materiales
perecederos, o en abrigo donde no existe la cueva, sería nómada o
seminómada pastoril y cazadora, sin que apenas encontremos sus vestigios, si no es en los abrigos pintados, no tanto naturalistas como
esquemáticos {Arpán, Lecina, La Fenellosa, etc.) y en el final de los
talleres de sílex.
La economía de base eminentemente agrícola de los poblados del
bronce final está suficientemente corroborada por la situación de los
mismos en puntos elevados, sobre valles o en llano, como el Chermanillo (Huesca), por la abundancia de grandes tinajas decoradas con cordones, por los molinos naviformes y piezas de sílex dentadas para hoz.
No parece aceptable la simbiosis, tantas veces defendida, de túmulospastoreo por falta de base, aunque se acepte en las garrigaslanguedocienses. Esta economía cerealística se complementaría con ganadería
lanar, con caza (ciervo acanalado en vaso del Cabezo de Monleón), y
pesca (anzuelos de hierro en la Loma de los Brunos).
La causa principal del desconcierto y del constante titubeo cronológico de las periodizaciones del bronce final-hierro del nordeste hispano es la escasez de yacimientos estratfficamente estudiados, con
que montar un sistema congruente. Efectivamente, la erosión en el
valle del Ebro ha sido muy intensa, de tal manera que en muchos
poblados aflora la roca en gran parte de su superficie, lo cual no corrobora en absoluto la ausencia de relleno fertil en otros, incomprensiblemente todavía no estudiados.
Hay que agradecer a J. Maluquer que podamos disponer de las
dos estratigrafías más aprovechables, el Cerro de la Cruz de Cortes de
Navarra y la Pedrera de Vallfogona de Balaguer {9).
El poblado del Cerro de la Cruz de Cortes de Navarra representa un
precioso documento estratigráfico en el valle del Ebro con sus cuatro
metros de relleno y sus seis fases sucesivas que van del siglo vm a. c.
al siglo IV a. C. De sus diferentes fases, correspondientes a otros tantos poblados superpuestos, la II bes la mejor conocida y la que marca
la cronología entre el 650 a. C. y 550 a. C., según J . Maluquer, pose-
(9) J. MALUQUER DE MOTES: «El yacimiento hallatAttico de Cortes de Navarra». 1, Pamplona,
1954 y n, Pamplona 1958. V6aae nota 2.
-163-
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A y B) Puntal de Cambra (Vlllar del Arzobt.po, Valencia). (Se¡IÍD Alcácer.)
C) Mu de Menente (Alooy, Alicante). (Se¡IÍD Pericot y Pouell.)
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URBANISMO Y NECROPOIJS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
9
yéndose escasos datos de las fases inferiores, m a, m b y n a, lo cual
dificulta la asignación de la fecha inicial. Sería tarea urgente la excavación y estudio de una zona de estos poblados inferiores de Cortes
de Navarra.
Los inicios, en el poblado m a y m b, fechado por su investigador
en la segunda mitad del siglo IX y siglo VID C. y destruido por un
incendio, indican el asentamiento de una población que seguirá conservadora en su habitat y economia a través de las fases siguientes, con
grandes casas rectangulares de adobes.
El poblado ll a, no bien conocido y fechado en la primera mitad del
siglo vn a. C., fase de transición al hierro, continúa con la tradición del
hábitat anterior, presentando las casas zócalo de piedras, que sustentan el muro de adobes y apareciendo la muralla, también de adobes,
defensiva del poblado.
El poblado ll b, fechado desde la mitad del siglo Vll a la mitad del
siglo VI a. C., final que yo colocaría en este siglo avanzado, también
incendiado, se conoce en todos sus detalles con sus murallas, casas
rectangulares dotadas de vestíbulo y almacén, bancos, hogares, hornos y muros de adobes estucados y con pintura mural en el interior,
representando el mismo ambiente y género de vida que anteriormente.
El poblado I a, fechado entte finales del siglo VI y mediados del
siglo V a. C., continúa con el mismo tipo de habitat con la modalidad
de enterramientos infantiles bajo las casas y representa la introducción de las primera. cerámicas a tomo, que preludian el posthallstattis
zante y la plena metalurgia del hierro.
El yacimiento de Cortes termina con el poblado I b hacia mediados del siglo IV a. C., cuya necrópolis de incineración se localiza en la
Atalaya de Valtierra.
La Pedrera de Vallfogona de Balaguer es fundamental para el estudio del Segre, del Bajo Aragón y de la Baja Cataluña. Con una potencia
estratigráfica de más de 5 metros, J. Maluquer distinguió nueve estratos, con una cronología inicial de fines del siglo IX o principios del
siglo V1ll a. C., como el cerro de la Cruz de Cortes, y un momento final
en las postrimerías del siglo m o inicios del siglo n a. c. con la
romanización.
De los dos estratos inferiores, el IX y el VID, no disponemos de
datos sobre urbanismo, pero sí, en cambio, del estrato Vll, donde se
corrobora la presencia de la casa de mampostería y planta rectangular
en un contexto análogo al del horizonte anterior con cerámicas acanaladas, pero con la introducción de los vasos con pie, típicos del Languedoc a partir de Mailhac L lo cual induce a fechar dentz'o del siglo
vn a. c. y más bien en su segunda mitad.
a.
-165-
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M. PELLICER CATALAN
El poblado de VinarrageU de Burriana (10) se caracteriza por su
bajo emplazamiento, detalle topográfico, que, al no tenerse en cuenta,
ha ocasionado la no localización de otros poblados preibéricos en
Cataluña y Levante.
El interés de las estratigrafías de Vinarragell, de 3'50 metros de
potencia, comprendiendo 16 niveles, radica en que el horizonte orientalizante, del siglo VII a. C. avanzado, se inmerge en este mundo del
bronce final-hierro, débilmente hallstattizante, que ha proporcionado
preciosas cronologías, que no dejan de afectar a los esquemas del
Ebro y Cataluña, con la introducción de nuevas técnicas constructivas
de plantas rectangulares con zócalos de piedra y muros de adobes,
cerámicas a tomo pintadas, hornos circulares y probablemente el
hierro.
A través de la estratigrafía pueden distinguirse en Vinarragell
cinco fases u horizontes culturales.
La fase I es del bronce final, de los niveles P-L de los cortes I y ll
de 1967, m de 1968, nivelesH-C delsondeolyK-I delsondeoll, con
una cronología del siglo vm a. C. según el contexto de cerámicas bruñidas, acanaladas, incisas y excisas de rombos rayados, con formas
carenada. y cuencos abiertos y, por otra parte, de cerámicas toscas de
s
cordones con impresiones digitales, siendo el adobe la técnica típica
de las construcciones de planta circular.
La fase II C01Tesponde al momento de transición entre el bronce
final y el orientalizante, de los niveles K -J del corte I de 1967 y H -G del
sondeo ll, con un contexto fechable en la primera mitad del siglo Vil a.
C., en que continúan las cerámicas a mano bruñidas con decoraciones
acanaladas e incisas y toscas de cordones, haciendo su débil aparición
los útiles de hierro y las cerámicas a tomo.
La fase III corresponde al orientalizante de los niveles I' -E de los
cortes I de 1967 y IT y IIT de 1968, B del sondeo I y F-E del sondeo IT,
con una cronología entre mediados del siglo VI a. C., según su contexto, en que prosiguen las cerámicas a mano bruñidas con decoraciones incisas, excisas, pintadas y toscos cordones, siendo cada vez más
frecuentes las cerámicas a tomo orientalizantes de importación, al
parecer, andaluza con formas de ánfora de transporte y grandes jarras
pintadas de asas dobles, que fechan con cierta precisión, estando pre-
(10) N. MESADO OLIVER: «V
marragell (Burriana-Cutell6n)». Serie de Traba,Joe Varios del Servicio de Inveatigaci6n Prehist6rica, núm. 46, Valencia, 1974.
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
11
sente el hierro y apareciendo las construcciones de zócalo de cantos
rodados y muro de adobes, de plantas rectangulares, junto con muralla.s defensivas.
Ante este rápido bosquejo conviene advertir que en los inicios del
poblamiento de Vinarragell, hacia el800 a. C. {fase I}, las construcciones son de adobe y de planta circular, detalle que coincide con el
sudeste (Peña Negra de Crevillente, Albolodúy, etc.) (11) y con el sur
(Galera, Quemados, Ategua, Carmona, Lebrija, etc.) (12).
Según la distribución de los pocos yacimientos conocidos del ll
milenio a. C. en las zonas bajas del nordeste, el poblamiento era disperso y verdaderamente escaso, concentrándose la reserva humana y,
en consecuencia, la cultura en las zonas altas. En el Pirineo el habitat
preferido es la cueva y el enterramiento, en dolmen o en cueva, mientras que en el Sistema Ibérico va apareciendo el habitat al aire libre en
defecto de la cueva, que también sirve de enterramiento de inhumación colectivo, como en Levante. Sería imposible entrar en detalles
sobre los yacimientos del bronce pleno del Segre, Alcanadre, Cinca,
del Bajo Aragón y Tarragona, porque las noticia.s arqueológicas son
muy vagas, siendo un horizonte que necesita una seria investigación.
Un grave problema surge cuando intentamos relacionar los túmulos del Segre y del Bajo Aragón {fig. 4) con los de Aquitania, Languedoc, Provenza y Jura (fig. 1: A y B), supuestamente originarios de aquí,
pero las diferencias dimensionales, estructurales, cronológicas y geográficas obligan a reconsiderar la teoría, para dirigir las raíces hacia el
megalitismo pirenáico arcaizante, que evoluciona hacia la cista de
inhumación individual {fig. 1: C, D y E), posteriormente, de incineración, con anillo de piedras y enlosado, como sucede en los conjuntos
(11) A. GONZALEZ PRATS: «Estudio arqueológico del poblamiento antiguo de la Sierra de Cre·
villente (Alicante)». Anejo I de la revista «Lvcentvm», Universidad de Alicante, 1983.
C. MARTINEZ y M. C. BOTELLA: «E1Pefl6n de la Reina (Albolodúy, Almerla)>>. Excavaciones Arqueol6¡icaa en Espalla, 112, Madrid. 1980.
(12) M. PEWCER CATALAN y W. SCHÜLE: teEl Cerro del Real, Galera (Granada)». Excavaciones Arqueol.6¡ic:u en Eapafta, 12, Madrid. 1962, y teEl Cerro del Real (Galera, Granada). El corte
elltlatigráfico IX». Excavaclonea Arqueol6gicaa en Eapatla, 62, Madrid, 1966.
J . M.• LUZON NOGUE y D. RUIZ MATA: «Lu rafees de C6rdobL Eatratigrafia de la Colina
de loa Quemadoa». C6rdobe, 1973.
A. BLANCO FREIJEIRO, J . M.• LUZON NOGUE y D. RUIZ MATA: «Panorama tartéaico
en Andalucía Occidental». Tarteaaoa y 8UI poblemaa. V Sympoaium Internacional de Prehistoria
Penineular (Jerez de la Frontera, septiembre 1968), Barcelona, 1969, pip. 119-162.
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M. PELIJCBR CATALAN
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Flg. • .-T6mal0tl de incineración del Ebro Medio
A) T6mal0t1 olrcularee y rectanplaree de les Roques de Sant Formatee.
(8er6., Lérlda). S. Vll-VL (Secón Dfez Coronel.)
B) T6malo de Mas de Flandi (Calacelte, Teroel). S. VI. (Se¡(m. Boech.)
C) T6mulo de San CrlRóbal (Mazale6n, Teroel). 8. VI. (Según Tomás.)
D) NeorópoU. tumular del Coll del Moro (Gandeea, Tarragona). S. Vll-VI.
(Se¡(m. Berges.)
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
13
del valle de Arán (13), sin que se pierdan de vista los núcleos de cistas
de inhumación, frecuentemente individuales del bronce medio y final
de las comarcas de Pallars, Cerdaña, Urgel y Solsona, de que después
hablaremos (14). La inhumación es el rito funerario de sustrato en el
nordeste, perviviendo durante el bronce final en las cuevas catalanas y
en las zonas occidentales del valle del Ebro, hasta el siglo VI, en que la
incineración se generaliza.
Siguiendo viejas y clásicas teorías, los túmulos del Segre y del Bajo
Aragón se engloban en ese complejo mundo de la cultura de los túmulos de origen centroeuropeo, bronce antiguo de Straubing, que en su
expansión alcanzaban Francia, llegando a España, pero esa concepción simplista del hallstatt hispano no resiste un análisis serio de nuestros grupos tumulares, ni siquiera de los del Segre y Bajo Aragón, los
más próximos a Francia.
En primer lugar, los ~ulos alsacianos de Hagenau {15), con
inhumaciones e incineraciones indistintamente, se inician en el bronce
medio (1600-1300 a. C.), prosiguiendo en el broncefinallyll a {12001000 a. C.). En el bronce final 11 b desaparecen, para reaparecer en el
bronce final ID con inhumaciones, a partir del siglo IX a. C. Al sur de
Hagenau, el de Doubs, los túmulos de Chaveria (Jura) (16) {fig. 3: A),
englobados en el círculo de Borgoña y derivados, al parecer, de los
túmulos bávaros, con una cronología entre el 750 y el600 a. C. y estimados como antecedente dé los hispanos, no pueden serlo, porque su
estructura de tierra y sus grandes dimensiones de 20 metros de diámetro no guardan analogías con aquellos.
Un caso análogo sucede con los túmulos de las garrigas del Languedoc, constituidos por un montón de piedras con diámetros entre 8
y 15 metros, bajo el que se oculta una incineración o inhumación, con
una cronología desde fines del siglo VII hasta fines del siglo VI a. C., de
(13) J. ROym.A PORT: «La penetraci6 durant el Bronze Final de lea ln11ullnciea Nordpirenenquea cap a l'!nterior de Catalunya i el aeu impacte)). En «Ele poblea pre-romana del Pirineu)), 2
CoHoqui Internacional d ' Arqueologia de PuigcerdA. PuigcerdA, 1978, pAga. 69-82.
J. ROvmA PORT: «El Bronze Final a la veiiii8Dt Sud delPirineu C'ate!AI), en «E la poblea preromana del Plrineu)), 2 CoHoqui Internacional d' Arqueologia de Pui¡cerdA. PuigcerdA, 1978, pága. 47 •
66.
L. DIEZ-CORONEL MONTULL: «Una sepultura del Bronce en Viella (Urida) )). Miacelénea
Arqueológica. I, Barcelona. 1974, págs. 303-309.
(14) L. PERICOT GARCIA: «Loa aepulcroa megalíticos catalanes y la cultura plrenáica,., 2.• edición. Baroalona, 1960, págs. 36-61.
(16) C. SCHAEFFER: «Lea tertrea fuMrairea préhi.atoriquea dana la forit d'HaguenaUJt. T.
«Lea tumuli de l'l¡e du fa~. Haguenau, 1930.
(16) D. VUAILLAT: «La nécropole tumulaire da Cbavéria (Jura))). Annalea Litterairea d al'Uni·
vanité da Baaan~n, Areh6ologie, 28, Paria, 1977, pág. 137.
n.
-169-
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M. PEWCER CATALAN
tal manera que ni por su estructura, ni dimensiones, ni por su cronología pueden considerarse prototipos de los túmulos del nordeste hispano. La forma más común de los túmulos del Segre y del Bajo Aragón
(fig. 4}, siempre de incineración, consiste en un anillo de piedras clavadas de canto, con un diámetro que oscila entre 2 y 5 metros, con una
cista rectangular central o excéntrica, que no llega apenas al metro de
lado mayor, estando todo el conjunto cubierto por una capa de tierra y
piedras, formando en ocasiones como un enlosado.
Además de los grupos tumulares citados, se conocen otros en Les
Causes (departamentos de Aveyron, Lot, Tarn, Cantal y Lozere} y en
los Pirineos, tanto franceses (Alto Garona, Ariege), como españoles
(valle de Arán), que se inician muy tempranamente, ya en el calcolítico, prosiguiendo en el bronce y perviviendo en zonas retardatarias
hasta la época de La Tene. Todos ellos tienen unas características
comunes respecto al tamaño, entre 1 y 1O metros de diámetro y respecto a su estructura empedrada, siendo frecuente la cista, derivación
de la dolménica. Desde el valle de Arán hacia el oeste, según J . P .
Mohen (17), se constata la incineración a partir del bronce final III
(siglo IX a. C.). En el valle de Arán los túmulos de Pie de Baqueira, circulares, con cista central y de incineración no pueden ser más tentadores para relacionarlos tanto con el resto de los franceses pirenáicos,
como con los españoles del Segre. Lamentablemente de estos túmulos
franceses disponemos de escasos datos por sus expoliaciones, excavaciones inexpertas nunca o mal publicadas y por la pobreza de los materiales entregados.
No se pueden olvidar aquí los grupos considerados dolménicos de
la vertiente meridional del Pirineo de las comarcas de la Cerdaña, Alto
Urgel, Pallars y del Solsonés (fig. 1: C, D y E}, estuadiados y sintetizados por L. Pericot, del bronce pleno, donde parecen percibirse las raíces de los túmulos del Segre y del Bajo Aragón, si comparamos sus
estructuras y dimensiones. En Pallars se conocen una docena, en el
Alto Urgel y Cerdaña más de medio centenar y en el.Solsonés una cifra
aproximada (18).
(17) J. P. MOHEN: «L' ige du fer en Aquítanie». Memoirea de la Soci6t6 Préhí.atorique ~aiae,
14, Parla, 1980, P4 112.
M. GOURDON: «Lea tumulWI de Pla de Beret. Vall6e d' Aran (Eapagne)», en Materiaux pour
l'Hiatoire de I'Homme, Parla, 1978, págs. 130-131.
(18) L. PERICOT GARCIA: Op. cit. en la nota 1-'.
J. PADRO PARCERISA: «Consideraciona eobre ele entemunenta de l'Edat del Bronze a la
Cerdanya». Cypaela. I. Glroua, 1976, págs. 91-97.
-170 -
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Aunque existe variedad de estructuras, es un hecho ya constatado
por L. Pericot y J. Maluquer {19), el predominio de la cista pequeña,
que apenas llega al metro en ciertos ejemplares, como las supuestas
derivadas de Pedrós, Roques de Sant Formatge, Cascarujo, Lom~ de
los Brunos y Coll del Moro de Gandesa (20) (fig. 4).
Los túmulos con cista megalíticos tienen un diámetro entre 5 y 11
metros, rodeados de anillo de piedras clavadas, presentando algunos
(Bressol de la Mare de Deu de Correá) (fig. 1: D) el enlosado típico de
ciertos ejemplares del Ebro. Incluso, como en el Ebro y por pura convergencia, el túmulo dolménico en ocasiones adquiere la planta rectangular (Cal Conill Gros, Cal Pallot, Lloren~, Castellnou de Basella,
Serrat deis Moros). El rito general es de inhumación y tendencia individual, por las pequeñas dimensiones de la cista y por los hallazgos
antropológicos, que se reducen a uno o dos individuos. El ajuar funerario los sitúa en un horizonte del bronce pleno con pervivencias calcolíticas, debiéndose destacar algún fragmento de campaniforme,
cerámica li$a, incisa, tosca de cordones, formas de vasos carenados,
asas de apéndice de botón, .agujas y pulseras de bronce, cuentas de
concha y de esteatita, láminas y otras piezas de silex.
No deja de ser interesante la'larga pervivencia de estas cistas,
corroborada por la presencia de cerámicas hallstattizantes en sepulcros como Codonyet de Bergueda o tumba del General en el Solsonés,
bordes decorados con 'impresiones digitales, fechados en el bronce
J. PADRO PARCERISA, J. ABELANET y M. CURA MORERA: «Sepulcros mega)(ticos ·
de la Cerdanya y del Capcir». Corpue de Sepulcros Megalíticos de .Espataa, 8, Barcelona, 1975.
M. CURA MORERA, A. M.• FERRAN, J. PADRO PARCERISA y J. -MALUQUER DE
MOTES: «Loa sepulcros megalíticos de Cortiuda (Peramola, Alt Urge)])». Pirineos, 102, Jaca, 1971,
págs. 93-99.
(19) J. MALUQUER DE MOTES: <
·
(20) J . L. MAYA GONZALEZ: «Laaneerópolia tumul~ailerdensea», en«Ela poblea pr&-romana
del Pirlneu», 2 CoHoqui Intemacional d'Arqueologia. de Puigcerd&, Puigcerd&, 1978, págs. 83-96.
J. L. MAYA GONZALEZ, L. DIEZ-CORONEL MONI'ULL y A. PUJOL: «La necr6polia
tumular de incineración de Pedróa, Ser6a (Lérida)». Crónica del xm Congreso Nacional de Arqueología (Huelva, 1973), Zeragoza, 1975, págs. 611-622.
R. PITA MERCE y L. DIEZ-CORONEL MONTULL: «La necrópolis de Roques de Sant
Formatge en Seroe (Lérida))), Excavaciones Arqueológicas en Eapafla, 59, Madrid, 1968.
J . TOMAS MAIGI: «Elementos establea de loa túmulos bajoaragoneaea de·ciate excéntrica».
Caeaarauguate, XDI-XIV, Zaragoza, 1959, págs. 79-127, y Cae8arauguate, XV-XVI, Zaragoza, 1960,
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A. BRUHL: «Excavaciones en el Cabezo del Caacarujo, tármino de Alcaftiz (Teruel)».
Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigiledadea, 121, Madrid, 1932.
J. J. EffiOA GARCIA: Op. cit. en la note 4.
.
M. FERRE.R MORRON: «Necr6polia del Coll del Moro, Gandeaa». LeaExcavacions Arqueolbgiquea a Catelunya en ela darrers anya, Excavaciona Arqueolbgiquea a Catelunya, 1, Barcelona, 1982,
págs. 238-241.
-1 71-
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16
M. PELLICER CATALAN
final en el poblado de Sant Feliú de Llo (21}, en Cerdaña, asas de
apéndice de botón análogas a las del Segre y Bajo Aragón, sin que
pueda pasarse por alto la fecha de 660 a. c., de e 14, de la cista de la
Fossa del Moro del Coll d' en Bertrán de Cortiuda (Peramola) en el
Alto Urgel (22).
Un caso anómalo, por la ausencia de túmulos intermedios, es el
grupo tumular de incineración del Corral de Mola (Uncastillo) (23) con
anillos concéntricos, empedrados y con interesante.ajuar funerario de
bronces, fechables en la segunda mitad del siglo vn y principios del
siglo VI a. C. ·
Por sus características singulares, justo sería concluir, primeramente en la autoctonía de los túmulos del Pirineo, en el sentido de
ausencia de relación de origen con los grupos renanos, franceses orientales y del Languedoc, y en segundo lugar en su carácter prototípico
con respecto a los túmulos del Bajo Segre y Bajo Aragón, que cambiaron el rito de la inhumación por la superposición de la incineración
hallstattizante, a la vez que simultáneamente recibían otros elementos
culturales de esta corriente. ·
Frente al panceltismo hispano de los años cuarenta (24), podría
ahogarse por .un autoctonismo, modificado por influencias y corrientes, hallstattizantes primero, y orientalizantes después. Es decir,
aquellas teorías que negaban la entidad ibera como pueblo y como cultura, porque la raíz era considerada celta, podría cristalizarse ahora en
otra visión más convincente, interpretada por simples fenómenos de
aculturación. Existiría un sustrato étnico y cultural, todavía no bien
definido, sobre el que incide una corriente hallstattizante del bronce
final del Languedoc (hacia el800 a . C.) mezclada con otros elementos
de tradición del bronce medio, y cuando todavía perdura ésta, sobrevienen otras dos, orientalizantes, semita meridional (fines del siglo vn
a. C.) y griega ampuritana (mitad del siglo VI a. C.) que, por su superioridad cultural e intensidad abortan a la primera, más arcáica y
pobre, creando el fenómeno o cultura ibérica, desde fines del siglo VI
a. C. A su vez, desde este momento de finales del siglo VI a. C., el área
hispana no mediterránea va celtizándose por intensos aportes, tanto
étnicos como culturales, a través del Pirineo occidental, configurán-
P . CAPMAJO: «Le aite de Ll6». Cypaela, 1, Girona, 1976, pA¡e. 83-90.
V6ue nota 18.
M. BELTRAN LLORJS: «Teoda del Museo, n. El Museo Provincial de Zaragoza (1974Caeaarauguta, 45-46, Zaragoza, 1978.
(2<&) V6ue la nota l .
(21)
(22)
(23)
1978)».
-172-
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URBANISMO Y NECROPOLIS DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
17
dose el mundo celtibérico de Cogotas JI, la edad del hierro propiamente dicha.
Los campos de urnas se generalizan con gran fuerza expansiva muy
tempranamente en el bronce medio centroeuropeo con el nuevo rito
funerario de la incineración que se impone en el hallstatt A (12001100 a. C.).
En la Península Ibérica este rito, exceptuando algunos ejemplos
esporádicos del mégalitismo de Andalucía oriental, de los Husos alaveses y, al parecer, de algunas mámoas gallegas, no es nonnal hasta el
hallstattizante por el nordeste y hasta el orientalizante por el sur.
Estas dos corrientes incineradoras, ultrapirenáica y oriental, sensiblemente coetáneas, van penetrando hacia la Meseta, hasta generalizarse
a partir de mediados del siglo VI a. C. con Cogotas n, cuando ya ha
desaparecido en este horizonte la cerámica excisa.
En Navarra y Rioja no arraiga la incineración hasta muy tarde,
hacia el final del siglo VI a. C. en adelante (La Atalaya del Valtierra)
(25). En Alava el origen de la incineración en cueva está muy confuso
por el carácter removido de los estratos de algunas cuevas excavadas
(26), iniciándose antes, al parecer en los hoyos de incineración, silos o
basureros. La incineración comienza por la corriente languedociense
en el Ampurdán y Cataluña oriental con la modalidad de campos de
urnas y en el Segre y Bajo Aragón con la de los túmulos, siendo curioso
que los túmulos del Segre aparezcan, hasta el presente, sólo al sur de
Balaguer y ·Almenar hasta la desembocadura de este río en el Ebro
(Castellets de Mequinenza), con intrusiones por los afluentes orientales, Cinca, Alcanadre, Flumen, hasta los Castellazos de Robles
(Huesca) y traspasando el Gállego hasta el Corral de la Mora (Cinco
Villas) y, por supuesto, en todo el Bajo Aragón hasta el Coll del Moro
de Gandesa (27).
Observando un mapa de distribución de la incineración en el sur
de Francia y en el nordeste hispano, da, efectivamente, la sensación de
que este rito penetra por el Ampurdán, siguiendo la clásica doble trayectoria de vías naturales, una a través de la depresión central catalana hacia el valle inferior del Segre y otra, paralela y al sur de ella, por
(25) J . MALUQUER DE MOTES y L. VAZQUEZ DE P ARGA: «Avance del eatudio de la necr6pol.it de La A~ Cortea de Navarra». Ptfncipe de ViaDa, LXV, Pamplona, 195 6, p6p. 389-454.
(26) A. LLANOS ORTIZ DE LANDALUCE: «El rito de incineración en el Pa!a Vateo-Navarro».
Crónica del XI C'-ongreeo Nacional de Arqueología (Mérida, 1968), Zaragoza, 1970, pAga. 349·357.
(27) V6anae lu ootu 20 y 23.
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M. PBLIJCER CATALAN
la costa catalana hacia el bajo Ebro, separadas ambas por los macizos
montañosos del Montseny, San Lorenzo, Montserrat, Queralt y Mon~
sant. Remontando el Ebro, penetrará en el Sistema Ibérico y en la
Meseta.
Resultan incomprensibles la. altas fechas que se aplican a las incis
neraciones, supuestas más arcáicas del nordeste, como Can Misert de
Tarrasa (28), con una cronología de fines del ll milenio para sus inicios, siendo así que en el Languedoc occidental, de donde parece originario el rito, comienza éste en la fase Mailhac 1 (750-650 a. C.), según
O. Taffanel (29), de la necrópolis de Le Moulin y Las Fados, coetáneas
a Agullana l. Guilaine intenta solucionar el problema haciendo corresponder las primeras incineraciones del Languedoc occidental con el
bronce final
A o campos de urnas ll de Kim.mig (1000-800 a. C.),
como si se tratase de pequeños grupos arcáicos y esporádicos de incineradores, que habitan las zonas altas (30). Está constatado que la
incineración en Languedoc se generaliza en la fase 3 de Taffanel, bien
representada en la necrópolis de GrandBassinl (650-550 a. C.). Estos
datos, corroborados en el Languedoc, obligan necesariamente a ser
prudentes en la utilización de las altas cronologías aplicadas a ciertas
necrópolis de los campos de urnas hispanos y a rebajar las fechas iniciales, hasta ahora propuestas, al siglo Vlli a. C. No hay que olvidar
que en Agullana 1 la fíbula de doble resorte de la tumba 207, aparecida
con una Ul'Il8 con decoración incisa de trazo doble geométrica (31), no
puede atribuirse de ninguna manera a una fecha anterior a mediados
del siglo Vll a. C., y el resto de las necrópolis del Ampurdán, como
Punta del Pi, Perelada, Camallera, Capsec, Anglés, etc., son coetáneas
o posteriores a Agullana l.
·
Estas consideraciones, ba. adas en el análisis de contextos de
s
necrópolis, conducen a admitir una fecha dentro del siglo Vlli a. C.
m
(28) P. BOSCH GIMPERA y J. COLOMINAS ROCA: «La necropolia de CanMiaaert (Terraaaa)».
VI. 1915·1920, Barcelona, 1928, p6p. 582·586.
S. VU..ASECA ANGUE. A: «Nuevos yacimientos tarraconenses con cerámica acanalada».
R
Reua, 1954.
M. ALMAGRO GORBEA: Op. cit. en la nota 7.
(29) O. TAFFANEL: «Le Languedoc au Prémier Age du Fer». Joum6ee d'ttudea de S~te.
S~te. 1975.
(30) J . GUILAINE: «L'Age du Bronze en Languedoe Occidental, RouaalllQn, Ari~ge>~. M6moirea
de la Soci6t6 Prébiatorique F~, 9, Paria, 1972, p6p. 814-827.
J . GUILAINE: «L' Age du Bronze Final m en Languedoe au Prémier Age du F8rlt. Journ6ea
d'ttudea de s¡te, Sllte, 1976, p6ga. 10-26.
(31) P. DE PALOL SALELLAS: «La neer6polia hallstáttiea de Agullana (Gerona)>~. Bibliotheea
Praebiatorica Hispana. I. Madrid, 1958.
Anuari de l'Inatitut d'Eatudia Catalana,
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URBANISMO Y NECROPOLJB DEL VALLE MEDIO DEL EBRO
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para los inicios de las necrópolis de incineración en hoyo del Ampurdán y de Cataluña oriental y de los túmulos del Segre y Bajo Aragón,
recipiendarios del nuevo rito. Incluso, cabria contemplar si las incineraciones esporádicas del Levante y del sudeste, como los túmulos del
horizonte 1 de Peña Negra de Crevillente, estudiados por A. González
Prats (32), así como las cistas y hoyos de incineración almerienses de
tipo Querénima, con fíbulas de doble resorte, estudiadas por Siret
(33), corresponden a una cronología no anterior al siglo vn a. C.,
debiéndose cuestionar también si la influencia de la incineración en el
sudeste y Levante (Mas de Musols) es de influencia ultrapirenáica o
más bien orientalizante.
(82) A. GONZALEZ PRATS: Op. citen la nota 11.
(83) L SIRET: «Villaricoa y Herredaa. Antigüedades pánicaa, romanu, vieig6ticu y úabea~t.
Memoria de la Real Academia de la Historia, XIV, 1907, Madrid, 1908.
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