La necrópolis de "El Estacar de Robarinas", Castulo: Tipología de los enterramientos
José María Blázquez Mártinez
María Paz García-Gelabert Pérez
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JOSE M.• BLAZQUEZ MARTINEZ
MARIA PAZ GARCIA-GELABERT PEREZ
(Madrid)
LA NECROPOUS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS»,
CASTULO: TIPOLOGIA DE LOS ENTERRAMIENTOS
Las necrópolis de la Alta Andalucía hasta hace pocos años apenas
habían sido estudiadas con el detenimiento que unos monumentos de
este tipo requiere, ni puestos en valor los rasgos exhumados. Afortunadamente las tendencias actuales, considerando la enorme importancia que encierran los recintos sepulcrales, tienden a ocuparse
detenidamente de los mismos. No sólo se valoran las estructuras y la
modalidad de enterramiento, sino que el investigador, durante los trabajos de campo, recoge el mayor número de muestras susceptible de
estudio, que posteriormente son analizadas en laboratorio por los
correspondientes expertos. De esta forma se recrea el ambiente original en el que se encontraba enmarcada la necrópolis tratada y aún
más, medio y forma en que se desarrolló la vida en la época en que la
misma funcionaba. El. carbón, el .Polen, las tierras, la cerámica, los
metales, la micro/macro fauna, además, obviamente, de los restos
óseos humanos, aportan una serie de datos que convergen en el estudio general, componiendo el cuadro, si no de la vida cotidiana de la
sociedad que la construyó, sí al menos una aproximación a su organización socioeconómica.
En Castulo las últimas excavaciones efectuadas (1982-1983) lo
fueron en la necrópolis de «ElEstacarde Robarinas», situada al Oeste
de la ciudad, sobre la primera terraza cuaternaria del río Guada1imar,
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J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABERT
limitada por la curva de nivel de 200 metros, y a una altura de 20
metros sobre el nivel del río, en una zona amesetada que se eleva hacia
el Norte hasta 300 metros. Se llevaron a cabo conforme a una rígida
línea de trabajo dirigido hacia dos frentes complementarios: estudio
de las estructuras funerarias y análisis ambiental y socieconómico.
Con ello se espera recobrar la información que hasta ahora no ha
podido suministrar el poblado referido a la época de esplendor de los
oretanos, es decir, los siglos V-IV a. C. Como hemos repetido en numerosas ocasiones, las viviendas aún no se han localizado, pese a los
numerosos sondeos efectuados en el área de la ciudad, aunque podemos suponer se ubica, al menos la cimentación, bajo los muros del posterior poblamiento roma.no. Ello no ha de extrañar si tenemos en
cuenta que la sociedad oretana, aún rica, se hallaba en un estado
medio de desarrollo, que derivaría lógicamente hacia una sociedad
compleja, si la conquista romana no hubiera impedido su normal evolución. Este precario desarrollo implicaba sin duda lugares de habitación construidos con materiales en muchos casos perecederos, al
menos paredes y cubiertas. Si a ello añadimos la ocupación intensa de
la zona por un número importante de comerciantes, funcionarios y
militares romanos, en función de la explotación de las minas de plata,
tendremos los factores más importantes que abocaron a la desaparición del poblado prerromano.
Es por ello que las necrópolis que rodean Castulo prácticamente
por los cuatro puntos cardinales, 1~ mayoría con una cronología similar, finales del siglo V mediados del IV a. C., son un documento de
valor inapreciable para conocer el grado de civilización oretana.
En esta comunicación nos vamos a ceñir a un análisis tipológico de
las estructuras funerarias que haJiamos en la necrópolis de «El Estacar de Robarinas», aún en fase de excavación, a pesar de haber
empleado en la misma cuatro campañas (1). La tipología de enterra(1) Lu dos primeras campaftaa, realizadas en 1973 y 1976, ae hallan publlcadu en:
J. M.• BLAZQUEZ MARTJNEZ y J. REMESAL RODRIGUEZ: «La necrópolle del Estacar
de Robarinu», en J. M• BLAZQUEZ MARTJNEZ: ~Cutulo, n », Excavacionee Arqueol6gicu en
Espafta, 106, Madrid, 1979, págs. 347-395.
Lu campaftaa de 1982 y 1983 ae publicarán en fecha próxima.
Otros estudios sobre la nec:r6polia citada en:
J. M• BLAZQUEZ MARTlNEZ y J. REMESAL RODRIGUEZ: «Hallazgo• en la necrópolle
oretana de Cutulo>~, en Crónica del xm Congreso Nacional de Arqueología (Huelva, 1973), Zaragoza,
1975, p4p. 639-658.
J. M• BLAZQUEZ MARTINEZ y M• P. GARCIA·GELABERT PEREZ: «An6liala de loa
pavimentoe de cantoe rodados en Cutulo (Ja6n)>~, enRevilta de Arqueología, aAo VI, n6m. 61, Madrid,
1986, págs. 13·22.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Nueva campaila
de excavaciones de la necrópolia del Estacar de Robarinu, Cutulo, Linarea», en Crónica del xvn
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LA NECROPOLIS DB «BL ESTACAR DB ROBARINAS»
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mientos, unida a los datos aportados por las muestras referidas arriba
y, su posterior elaboración, creemos podrán completar el cuadro general que ya tenemos esbozado.
Como punto de comparación trataremos asimismo las restantes
necrópolis del área, es decir, «Los Patos», «Baños de la Muela»,
«Molino de Caldona», «Casablanca» y el túmulo de los «Higuerones»
(2), todas ellas coetáneas.
Con el resto de las necrópolis, lo mismo de la Alta Andalucía que
de otros puntos de la Península relacionados con esta región, como es
el SE. y Levante, por el momento no insistiremos en paralelizar más
que lo preciso nuestras estructuras, puesto que aún carecemos de la
amplitud de perspectiva necesaria para que el establecerlos pueda ser
de valor científico.
Durante 1982 y 1983 se excavaron en Robarinas 872m2 en un primer bloque que podríamos denominar núcleo central, al Norte del
espacio excavado en las campañas de 1973 y 1976, a más de otros 21
m2 a unos 400 metros, aproximadamente, al Este.
La estratigrafía general es muy sencilla:
Estrato 1: Suelo de base compuesto de gravas, arenas, limos y
especialmente conglomerados sueltos de gruesos cantos silíceos,
englobados en un cemento arcilloso muy duro.
Estrato ll: Nivel de construcción de la fase arcaica de la
necrópolis.
Estrato ill: Nivel de construcción de la fase moderna. En algunas
Congreso Nacional de Arqueologfa (Murcia, 1984), en prensa J. M.• BLAZQUEZ MARTINES y M.• P.
GARCIA·GELABERT PEREZ: «Estudio de un broche de cinturón de la necr6polla de El Estacar de
Robarlnas (Caatulo, Linares))), Salamanca, 1984.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA·GELABERT PEREZ: «Le necr6polie de
El Estacar de Robarl.naa: Infiuenclaa griegas en Caatulo», Málaga, 1984.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Conalderaclonea
en tomo a loa mosaicos de cantos rodados de Caatulo (Ja6n)», en meaa redonda hiepano-franceaa sobre
mosaicos romanos en EapaAa, Madrid, 1986.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Estudio de loe
fragmentos eacult6rlcoa hallados en la necrópoli.a de El E atacar de Robarl.naa, Caatulo>~, en Archivo
Espal\ol de Arqueología, nó.m. 67, Madrid. 1986, en prenaa.
(2) La necr6polie de «Loa Patoa», «Bailoa de la Mue'I!l» y «Caaablanea», en:
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Caatulo, 1», en Acta A.rchaeol6gica Hlapana, 8, Madrid,
1976,
pq.. n -226.
La del l
Caldona>~, en:
A. ARRIBAS PALAU y F. MOLINA GONZALEZ: «Le necr6polialb6rica del Molino de Caldona '(finca Torrubia)», en Oretania, níun.a. 28-33, Ll.narea, 1968-69.
Y el tómulo de «Loa Hi¡ueronea», en:
J. R. SANCHEZ MESSEGUER: «Loe Higuerones>~, en J. M.• BLAZQUEZ, op. cit. en pnmer
lugar de esta nota, páp. 416-426.
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ocasiones estas sepulturas se erigieron sobre las antiguas, deteriorando sus paredes y ajuares.
Estrato IV: Nivel sin significación cultural, compuesto por el material superior de la fase moderna, destruido y revuelto por los
agentes exteriores.
Estrato V: Nivel superficial, humus.
La fase más arcáica se asienta sobre un suelo artificial, previamente preparado sobre el estrato de base, compuesto de arcilla rojiza,
muy pura, apisonada, que a veces toma una especial dureza, característica indicativa de haber estado sometida a la acción de un fuego.
Esta disposición previa a la recepción de los cadáveres, confeccionando un piso artificial es muy común, y puede observarse en necrópolis anteriores, como las de Pozo Moro, Medellin o Setefilla, entre otras
- hacia el500 a. C., mediados siglos VI-V a. C., y fines siglo Vll, principios del siglo VI a. C., respectivamente- (3), también en las necrópolis contemporáneas de Castellones de Ceal y Baza (4), y en las
tumbas de empedrado tumular de las áreas sepulcrales del SE. y
Levante, contemporáneas y posteriores (5). En las ya citadas necrópolis coetáneas de Castulo se da la misma tónica (6).
(3) V6ue, para l
M. ALMAGRO GORBEA: «
· M. ALMAGRO GORBEA: «Loa relieves mitol6gicoa orientaliaantes de Pozo Moro», en Trabajos de Prebittorla, 36, Madrid, 1978, p6ga. 261-278.
M. ALMAGRO GORBEA: «Pozo Moro y la formación de la Cultura IMrica», en Saguntmn.
Papeles del Laboratorio de Arqueolog(a de Valencia, 13, Valencia, 1978, p6p. 227-260.
Para las demú necrópolis citadu, v6ue:
M. ALMAGRO GORBEA: «La necrópolis de Medellín (Ba
penetración del infh.Qo orientalizante en Extremadura>), en Notl~o Arqueológico Hiap6nlco, XVI,
Madrid, 1971, p6p. 169-202.
M. ALMAGRO GORBEA: «El Bronce Final y el Periodo Orientalizante en Extremadura»,
Blbllotheca Praeb.latorica Hispana, XIV, Madrid, 1977.
M.• E. AUBET SEMMLER: «La necrópolis de Setefilla, en Lora dellUo, Sevilla», Programa
de Inveatlgacionea Protohlat6ricaa dirigido por Juan Maluquer de Motea, U, Barcelona, 1976.
M.• E . AUBET SEMMLER: «La necrópolis de Setel5lla, en Lora del Río, Sevilla, 'I'Wnulo B)»,
en Programa de Inveatigacionea Protohiat6ricaa dirigido por Juan Maluquer de Motea, m,
Barcelona, 1978.
J. MALUQUER DE MOTES y M.• E. AUBET SEMMLER: «Andalucía y Extzemadura», Barcelona, 1981.
(4) Para Cutellones ~e Ceal y Baza. véase:
C. FERNANDEZ CHICARRO Y DE DIOS: «Prospección arqueológica en loa t6rminos de
Hinojarea y La Guerdla», en Boletín del In.atituto de Estudios Glenne1111a, 6, Jaén, 1966, p6p.
89-99.
F. PRESEDO VELO: «La necr6polia de Baza», en Excavacione• Arqueológicas en Eapaña,
119, Madrid. 1982.
(6) E . CUADRADO DIAZ: «Las necrópolia peninaulares en la baja época de la cultura ibérica», en
La b~a época de la cultura ibérica, Madrid, 1979, p6¡. 61.
(6) V6ue la bibUografta citada en la note 2.
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LA NECROPOLIS DE 4IE.L ESTACAR DE ROBARINAS•
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La superficie investigada parece representar alrededor de una
cuarta parte de la extensión total de la necrópolis, a juzgar por los testigos de enterramientos que mediante prospecciones se han detectado
en diversos puntos hacia el Norte, Este y Oeste. Por esta circunstancia
es prematuro apuntar hacia una p osible ordenación de las sepulturas,
hasta que no se posea una más amplia visión de conjunto. Por el estudio del área tratada se puede adelantar que no siguen un patrón definido. Por el momento la articulación de unas con otras se presenta
anárquica, no observándose en absoluto una agrupación por tipos que
pudiera indicar que unos determinados se asocian, lo que sería testigo
de alguna ordenación basada en grupos familiares, oficios o simplemente sexos. Sí, en cambio, se advierte fácilmente una orientación del
total de los enterramientos conforme a un eje Este-Oeste.
La posible valla o muro de cerramiento de la necrópolis, si la
hubiere, aún no ha sido hallada por las circunstancias arriba señaladas. Unicamente la zona Sur, excavada en 1973 y 1976, sería susceptible de aportar este dato, mas la Memoria correspondiente no alude en
absoluto al mismo, lo que implica que hacia este lado o no existía o
despareció alluillarse lindando con los cortados de la terraza. Determinados grupos de tumbas, especialmente las halladas en el cuadro Al
-la extensión excavada se cuadriculó, marcándose sondeos de 3 X 3
metros de lado, cuya denominación se realizó conforme a un sistema
de letras y números según eje de coordenadas cartesianas-, se haUan
cercadas por un encachado de cantos planos medianos, que parecen
definir un recinto privado: uno de ellos, el más significativo contiene
cuatro enterramientos, cada uno de los cuales corresponde a un tipo
diferente, lo que es señal evidente que un tipo determinado no define
un grupo familiar, si presuponemos que el cercado encierra los restos
de una sola familia.
El rito de enterramiento documentado es el de la cremación. La
única inhumación hallada se refiere a un cadáver colocado en posición
fetal, ~ectamente en tierra sin ningún ajuar, al Norte de lo que se
interpretó como un túmulo escalonado (7), nada se puede afirmar de
este individuo, ni siquiera si corresponde a la misma época.
La cremación no se realizaba al parecer en el mismo lugar del enterramiento, pero sí cercano en ustrina. Se ha descubierto un ustrinum
(lám. 4.1) en la zona NE., preparado como los sepulcros con una capa
de arcilla pura de alrededor de 6 centímetros de grosor, extendida
(7) BLAZQUEZ MARTINEZ y REME SAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, en primer lugar,
366. Hallado en la campma de 1973.
~g.
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sobre el suelo virgen, aquí totalmente calcinada. El ustrinum, de 2
metros de largo por 1 metro aproximadamente de ancho, orientado al.
igual que las sepulturas, Este-Oeste, estaba delimitado por un empedrado formado por tres hileras, colocadas de manera desigual, de cantos rodados y aristados, de tamaño medio, trabados con una ligera
capa de tierra batida. Anterior a su construcci6n, siguiendo un rito que
desconocemos, se depositaron tres vasos áticos, que como consecuencia de la colocaci6n de la piedra se fracturaron en numerosos fragmentos. No creemos sea este el único ustrinum al servicio de la necr6polis,
más bien parece estar asociado a aquel grupo de tumbas cercadas por
el encachado de piedra plana, que describimos.
El cadáver era quemado a fuego intenso, suponemos que con su
ajuar personal, aunque a veces parte del mismo no presenta.huellas de
haber estado en la pira, y los restos en ocasiones se tamizaban, lavaban, separaban de las cenizas y colocaban en urnas. Generalmente
este tipo de enterramiento no suele presentar más que los restos limpios, hecho que también se observa en numerosas necrópolis, anteriores y contemporáneas (Setefilla, Frigiliana, la Joya, Rachgoun,
Medellín, Baza, Castellones, Baños de la Muela, etc.). Creemos posible que la urna se envolviera en un lienzo como parecen probarlo los
restos de tejidos adheridos a una vasija hallada en la excavaci6n de
197.3 {8), que se repite en otra expuesta en el Museo Provincial
de Jaén.
Las cenizas, separadas de los restos 6seos, pudieron arrojarse a un
pozo practicado para tal fin, de forma circular, no muy regular, descubierto prácticamente en el centro de la zona excavada, de 1'27 metros
de profundiad y 0'60 metros de diámetro, tanto las paredes como la
base se recubrúu:i con arcilla roja. Contenía una enorme cantidad de
ceniza y carb6n, muy sueltos. Los restos de carb6n indican qué el
ramaje que prendi6 la pira pertenecía a alguna especie de quercus,
aún no determinada claramente·, vegetaci6n clímax mediterránea. Una
vez colmatado el pozo· se sell6 con una serie de lajas planas.
No es esta la forma única de tratar los huesos una vez incinerado el
individuo, ya que es común, asimismo, que huesos, cenizas y ajuar se
depositen en tierra previa excavaci6n de una ligera cavidad, que se
cubre con capa de arcilla. Depositado .el producto de la cremaci6n·éste
se protege con otra capa de arcilla de las mismas características que la
primera, es decir, roja, muy pura y de un grosor aproximado de 5 centímetros.
(8) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit, en la nota 1, en primer lupr,
pág. 868.
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La tipología de los enterramientos se ha establecido en base al
receptáculo de las incineraciones y a su estructura formal, de la que
resultan ocho tipos primarios:
l . Tumba con estructura tumular, circundada por una cenefa de
pequeños guijarros, a la que se asocia otra en ángulo.
11. Tumba de las mismas características que las del tipo 1, mas sin
segunda cenefa asociada.
m. Tumba circular de piedra.
IV. Tumba cuadrangular de piedra.
V. Cista.
VI. Tumba en fosa.
VII. Enterramiento en urna.
vm. Grandes monumentos.
Tipo[
Los restos incinerados se depositaron en un pequ~fto hoyo excavado previamente, preparado ~omo indicamos arriba. A continuación
se levantó una construcción tumular, que parece tener aproximadamente 0'60 metros de alzado, no se conserva ninguna completa. Se
compone de sillares de arenisca amarilla muy deleznable, a veces bien
tallados y escuadrados, que alternan con piedra menuda. A ella rodea
una cenefa de guijarros (9), de pequeño tamaño, de color blanco o
negro, la alternancia de ambos colores, así como la colocación puede
fonnar dibujos geométricos simples, a base de ajedrezados, roleos,
rombos, meandros, esvásticas, etc ~, que recuerdan las grecas de los
vasos griegos muy ablmdantes en la necrópolis. La forma general·s uele
ser cuadrada, de alrededor de 1 metro de lado. Este tipo de enterramiento lleva asociada otra cenefa de las mismas características constructivas y estilísticas que· la primera, formando un ángulo con el
vértice adyacente a uno de sus lados (lám. 1).
Generalmente este tipo, como el TI, han sido violados de antiguo,
por lo que es muy dificil hacer el inventario completo del ajuar que
pudo acompañar al difunto. La mayoría de lo.s objetos metálicos aquí
(9) BLAZQUEZ MARTINEZ y GARCIA-GELABERTPEREZ: «AMU&ia de loa pavimento....» y
«Conaideracionea. .. », citados en la nota l.
D. FERNANDEZ GALIANO y J. VALIENTE MATA: «Oripn de loe pavimentoe hiap6nícoa
de guijuroe», en Homenaje al profeeor Martín A.lmq:ro Buch, ID, Madrid, 1983, ~ 21-'6.
D. FERNANDEZ GALIANO: «New ligth on the ori¡in of floor moeaica», en The Antiquariea
Joumal, 62, Oxford, 1982.
D. FERNANDEZ GALIANO: «lnfluenciaa orlentalea en la muaivaria hiapánica», en ID Colloquio Intemuionale aul moeaico antico, 198•.
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han desaparecido, si es que los hubo, y sólo restan fragmentos más o
menos conservados de vasos griegos, de barniz rojo, grises, o
comunes pintados.
El espacio circundado por la segunda cenefa nos lleva a pensar en
la delimitación de un espacio dedicado a actividades rituales, dependientes de la tumba aneja.
Los vasos griegos ofrecidos como ajuar, Ízylikes, oionochoai, ktmtharos, kratéres, skypho~ documentados en todas las necrópolis de la
zona arqueológica de Castulo, así como en Galera, Baza, Castellones de
Ceal, y en otros muchos contextos funerarios peninsulares, además de
documentar un intenso comercio, pueden ser indicativos de los ritos
realizados durante los funerales. Probablemente se elegían vasos con
representaciones que obedecían a ritos que se daban en la realidad en
los funerales. Los kylikes indican que se consumía el vino en los ritos
funerarios, al igual que se hacía en los rituales etruscos, como se aprecia en la tumba del Varón en Tarquinia, datada hacia el año 510 a. C.
(10). Este ritual del vino explicaría satisfactoriamente la frecuencia
con la que aparecen vasos griegos con escenas dionisiacas en las tumbas ibéricas (11). La presencia de pebeteros, señala el uso de aromas
en el ritual funerario, que parece ser introducido en Occidente por los
fenicios. Entre los semitas, como entre los judios y griegos, el cadáver
era lavado y perfumado y se quemaban aromas al depositarse en la
tumba, todo exactamente a como pudo ser entre los oretanos, como se
hizo con el rey judío Asa (2 Par. 16, 14): «se le puso en un lado lleno de
aromas y perfumes, preparados según el arte de la perfumería y se
quemó además en honor suyo una cantidad muy considerable de
ellos» (también 2 PLart. 21, 19. Jer. 34, 5).
En Grecia, tanto en el período arcaico como clásico era frecuente
sobre la tumba la ofrenda de bebidas y las comidas hechas en ella (perideipnon) (12). Estos espacios delimitados por la greca de guijarros
bien pudieran haber sido dedicados a alguna de estas actividades. Los
depósitos quemados que hemos descubierto, conteniendo cenizas,
huesos de animales y tiestos d~ j(uTos o cuencos, son probablemente
·
restos de estos banquetes rituales.
(lO) M. SPRENGER et alli: 4
M. PALLOTINO: «La peinture 6truaque», Ginebra. 1962, p6¡a. 65 y"·
(11) G. TRIAS DE ARRIBAS: «Cerimicaa grlegu de la Peninaula lb6rica,., Valencia. 1967 y
1968, paaaim.
(12) D. C. KURTZ y J. BOARDMAN: «Greek burial cuatoma», Londres. 1971, p6¡1. 143 y .._
-184 -
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LA NECROPOIJS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAB»
9
Este tipo no lo hallamos en ninguna de las necrópolis de los alrededores y corresponde únicamente a la fase arcaica, en la que representa
un 6'26 %.
Tipo II
Presenta idénticas características de tamaño, forma y contenido
que el tipo 1, exceptuando que carece del espacio sagrado que la
cenefa en ángulo parece delimitar (láms. 1 y 2.1, 2).
El porcentaje de este tipo es el mayor con respecto a los restantes
y se· da tanto en la fase arcaica (31'57 %), como en la moderna
(53'84 %).
Todas las tumbas fueron violadas de antiguo, sin duda debido a
que el alzado del túmulo las haría muy visibles, por lo que únicamente
han aportado ajuar cerámico. No obstante, es extraño que ni siquiera
se haya podido recoger un fragmento metálico, lo que quizá pudo
implicar que en ellas no se depositara armamento, que por lo fragmentado que aparece en otros recintos, bien pudo dejar algún leve indicio.
La excepción es un enterramiento, el de mayor envergadura encontrado hasta ahora en la parte de.necrópolis tratada, cuyas dimensiones
suponen el doble del de los restantes de su mismo tipo. La cenefa que
lo circunda dibuja una sucesión continua de triángulos, alternando los
compuestos por cantos de color blanco, con los compuestos por cantos
de color negro. Del vértice de los ángulos, hacia el exterior, surgen
dos volutas, constituidas por dos "bandas blancas y la central negra.
Este elemento decorativo debió repetirse en las cuatro esquinas, pero
a nosotros solamente han llegado dos de los lados que componen un
ángulo. El ajuar, fue respetado, sin duda porque estaba descentrado
del monumento, hecho que le hizo pasar desapercibido. No sabemos
concretamente el «status» social del individuo allí depositado, pero
por los datos que aporta el ajuar a él asociado, inferimos que debió tratarse de un guerrero, probablemente un mercenario procedénte de las
tribus de la Meseta, a juzgar por determinados elementos aparecidos,
como una espada de antenas atrofiadas semejante a las del área cultural Miraveche-Monte Bemorio-Cogotas. Junto a ella se encontraba su
vaina. La espada presenta una decoración en la cruceta a base de incisiones circulares, que probablemente estuvieron rellenas de hilo de
plata. Hay asimismo una amplia serie de objetos diversos de hierro,
muy deteriorados, alguno de los cuales pudiera corresponder a los restos de los arreos de un caballo; dos fíbulas anulares de bronce, un
arete de oro y un broche de cinturón que pertenece al tipo que Cabré
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denomina andaluz (13). La placa activa consiste en un rectángulo
embellecido con decoración geométrica a base de volutas y motivos en
S, en los que domina una total simetría; en la pasiva la decoración consiste únicamente en una serie de líneas paralelas longitudinales, punzonadas y líneas simples de granete apenas perceptibles (14). El
diseño de la placa activa se realizó mediante la técnica de damasquinado con hilo de plata. Este broche ofrece una similitud extraordinaria
con uno hallado en un enterramiento post-hallstáttico de la provincia
granadina, al que acompañaba, como en el nuestro, una espada de hierro de antenas atrofiadas, con su correspondiente funda, además de
cuatro ejemplares de lanza y una hoz. Los componentes de este ajuar
son para Pellicer «un simple pero interesante dato arqueológico explicativo de los complejos movimientos célticos conocidos de manera tan
somera a través de las "fontes"» (15). La estructura y decoración es
también muy semejante a un broche de Cerro Amarejo, Bonete (Albacete) y a otro de Elche, el primero decorado 'también con damasquinado (16).
Con respecto a la posible presencia celta en Castulo, no se puede
hablar en la mayoría de los casos de conquistas; ni siquiera de una verdadera expansión continuada, sino más bien de filtraciones de bandas,
o de la presencia de elementos culturales de los pueblos de la Meseta,
debida a mercenarios o al comercio con el Sur y con el Levante Ibérico.
(19) J . CABRE AGUILO: «Broc:hee de cinturón de broDce damaaquinadoa con oro y plata>~, en
Archivo Eapallol de Arte y Arqueología. xm, Madrid, 1997, pág. 9,,
(1' ) La decoración de la placa activa ae haDa en doa campoa bien delimitadoe. La mú cercana al
gancho de sqjeción ea la que Cabré coloca en el primar grupo: J . CABRE AGun.O: «Decoraciones hi.pánic:aa», enArchivoEapaftoldeArteydeArqueo!.osfa, vol IV, Madrid, 1928, páp. 97 yaa. La interior
pertenece al eegundo ¡rupo de Cabré, loe. cit.
(16) M. PELLICER CATALAN: «Un enterramiento poet.hallatáttico en Granada», en Crónica del
VI ('.()Jlgreso Arqueológico Nacional (Oviedo, 1969), Zaragoza, 1961, pág. 166 y .ftg. 2.2•
. (16) CABRE AGUILO: Op. cit. en la nota a, fl¡e. 1 y 2. Otru placu rectan¡ularee con nielado son
las pieza• de Deapeftaperroa, Santa Elena, Jaén e Hinojarea, todas en la provincia de Ja6n, con una
clara tendencia en au decoración a la abstracción, muy propia del arte celta.
C. FERNANDEZ-CIUCARRO Y DE DIOS: «Un broche de cinturón de tipología blepánica
en la Colección Femúldez Lampaya, de Jaw, en Archivo Eapallol de Arqueoloafa. vol XXXI.
Madrid, 1958, p6p. 181·189.
Le placa de Oeune. en:
A. GARCIA BELLIDO: «
A. GARCIA BELLIDO: t
Madrid, 1964, fip. 472-,74.
Uno de eatoa guerreroelleva eobra cinta de cuero un cinturón de bronce gemelo a loa hallados
en Palencia y en Lancia (León): v6aae L. PERICOT GARCIA: ~toria de Espefta, Epocu primitiva y
romana», Barcelona, 19,2, p6g. 337.
La placa de Osuna muestra el mismo motivo decorativo de una placa de Mlravec:he y del collar
de Elvifla (La Corufla): J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Tarteesoe y loa origenee de la colonlsacl6n
fenicia en Occidente)), Salamanca, 1976, pág. 60.
-186-
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LA NECROPOLIS DE tcEL ESTACAR DE ROBARINAS»
11
En este caso concreto, más que el producto del comercio con los pueblos situados al Norte de Sierra Morena, parece tratarse de la presencia en tierras de Jaén de mercenarios aislados procedentes de la
Meseta, los cuales llegaron a adquirir, mediante las armas un cierto
grado de «status» social en la sociedad guerrera castulonense, según
parece desprenderse del ajuar de la tumba a que hemos aludido.
Existen en este tipo ll, estructuras completamente vacías, que
denotan no estamos ante un enterramiento propiamente dicho. Ello
nos inclina a avent;urar la hipótesis de que estas construcciones s!D restos óseos, ni apenas ajuar, se dedicaban a cenotafios, mas de momento
su significado real se nos escapa.
En la necrópolis de «Baños de la Muela» las cenefas de guijarros
rodean encachados cuadrangulares en un caso y circulares en los dos
restantes, en el primero la base de la tumba se recubrió con un lecho
de cantos rodados (17).
Tipo
m
Solamente se documenta en la fase antigua con un 15'78 % sobre
el total (láms. 1 y 4.2).
Previo un somero excavado de la roca y recubrimiento como es
usual con una capa de arcilla se depositan los restos humanos y las
ofrendas, todo ello calcinado, en un confuso desorden. Se cerraba el
espacio con un círculo de piedras medianas, no muy regular, de dos o
tres hiladas, trabadas con tierra batida.
Al contrario de los tipos 1 y ll en éste se suele encontrar el ajuar
completo, por la sencilla razón de que no han sido violadas. Generalmente los mismos son muy pobres, quizá los antiguos saqueadores
conocían este extremo. No se observa en ellos cerámica de importación. En un único caso el ajuar, por su contenido, es indicativo de su
pertenencia a un guerrero, consiste en una falcata doblada ritualmente, un solliferreum, una lanza de la que se conserva parte de la hoja
y el cono de enmangue, asideros de escudo y un bocado de caballo,
además de dos fíbulas anulares y una serie de pequeñ.as piezas de
pizarra, rectangulares, cuadradas y romboidales, con los bordes biselados, y otras de hueso en forma de cuña o circulares. El ajuar cerámico se componía de tres vasos comunes pintados y un cuenco con el
pie realzado de barniz rojo.
(17) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, piga. 1.8, U9 y 186, y fip. 74, 77 y
106.
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12
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·OELABBRT
Ejemplares de este tipo se corresponden con el tipo A de la necrópolis de «Baños de la Muela» (18).
Posiblemente la cubrición tendría·carácter tumular, no muy voluminosa, al igual que el tipo IV, variante del III.
TipoJY
Se halla en la fase arcaica en pequeña proporción (10'52 %) y predomina en segundo lugar en la fase moderna (30'76 %) (lám. 2.1).
Presenta las mismas caracteristicas del tipo ID, excepto que su
forma general es cuadrada o rectangular, y al igual que aquél se corresponde con estructuras de la necrópolis de <
Emeterio Cuadrado (20) considera que «esta clase de enterramientos, heredado de la mezcla de las culturas "de los túmulos" y "de
los campos de urnas", que se desarrolla en 1a Meseta castellana y en el
Ebro y llegando al SE. por el camino de la Mancha, y al Cigarralejo por
la cuenca alta del Segura, son de una época que variará poco de principios del siglo IV a. C. o finales del V». No es de extrañar pues el
hallazgo de este tipo de tumbas en Castulo, relacionado, desde fechas
muy altas, tanto con la Meseta como con la zona del SE. y
Levante.
En estos dos tipos, como en los anteriores se hallaron abundantps
fragmentos de hueso sin quemar, pertenecientes a animales. Las especies halladas más numerosas se refieren a caballo, buey, perro, cerdo,
cabra/oveja. Puede tratarse, según se indicó más arriba de restos de
los banquetes funerarios, o en el caso del perro y caballo, la ofrenda de
los mismos destinados a acompañar al difunto en su camino al mundo
de ultratumba.
Tipo V
Los enterramientos en cistas son exclusivamente de la fase arcaica
(5'26 %), aunque no hay que descartar la existencia en la posterior y su
(18) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, pé¡. 126.
(19) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 126.
(20) E. CUADRADO DIAZ: «Lea tumbas ib6rlcu de empedrado tumular y la celthación del
Sudeste•, Crónica del n Congreso Nacional de ArqueolOJ{a (Madrid, 1951), Zaragosa, 1962, pép.
247·267.
E. CUADRADO DIAZ: «Una intereaante tumba ibérica en la necr6polia del Clgarralejo», en
Archivo de Prehiatorla Levantina, III, Valencia, 1962, 117·132.
E . CUADRADO DIAZ: «Tumbas principesca• del Clgarralejo», en Madrider Mlttellungen, 9,
Heidelberg, 1968, p6ga. 148·186.
-188-
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LA NECROPOIJS DE «EL ESTACAR DE ROSARINAS»
18
desaparición debido al intenso grado de deterioro en que ésta se halla.
Como quiera que han aparecido violadas -las losas de cubrición fueron rotas y arrojadas lejos-, no se conoce el componente del ajuar.
Por lo que se refiere a la construcción, se realizaba con posterioridad
al depósito de huesos y cenizas sobre la capa de arcilla previamente
preparada. El método es sencillo, primero se cava un hoyo de mayores
dimensiones y luego se colocan las lajas verticalmente, las cuales a
veces se refuerzan con gruesas piedras al exterior. En el «Estacar de
Robarinas» (campaña de 1973) se halló una cista cuya función consistía en ser el receptáculo de una urna cineraria (21), hecho que también
se destaca en la necrópolis de «Los Patos» (22). También en Robarinas (campaña de 1976) (23), apareció una cista gue tiene al parecer
carácter cenotáfico, pues1 en ella no existe enterramiento, sino un
depósito de objetos: cueiÍtaB de ambar, plata y piedra, aros de bronce,
caracoles marinos y l:Jn alambre de bronce, posiblemente un asa. Cistas violadas hay errla necrópolis de «Baños de la Muela» y «Casa
Blanca» (24), ésta dentro de un túmulo. En el interior del túmulo de
«Los Higuerones» se documentó asimismo una cista, en el lado Oeste,
hecha con grandes lajas de piedra caliza que no contenía nada en el
interior (25). Otra cista de «Los Patos» contenía un enterramiento de
inhumación, hecho muy extraño en una necrópolis de incineración (26).
Tipo VI
La tumba en fosa simple se presenta en la fase antigua (15'78 %).
Hay que distinguirla de las zonas de cenizas mezcladas con huesos de
animales y restos de ajuar que suelen ser componentes de ofrendas
asociadas a alguna tumba, restos y testigos de ceremonias simultáneas
o posteriores al enterramiento, quizás de los mismos o similares ritos a
que aludíamos en páginas anteriores. Generalmente estas ofrendas
ocupan un espacio reducido de terreno, el de una hoguera de poca
envergadura, a veces se hallan delimitadas por un murete compuesto
de una sola hilada de piedra. Las ofrendas se documentan tanto en la
·
fase arcaica como en la moderna.
(21) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, P4 348.
(22) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 50 y 51.
(23) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, páp. 364 y aa.,
lám. LI.
3-'.
(24) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 128.
(25) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 419.
(26) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 84, fir. 55.
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J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABERT
Las fosas destinadas a enterramiento, excavadas en el suelo de
base, como el resto de los expuestos, y al igual recubiertas con una
capa de arcilla, pueden llegar a tener hasta 1 metro de largo por 0'50
metros de ancho, aunque no adquieren una forma regular. Por consecuencia de su misma estructura y características, no parece que en su
momento hubiera algún signo exterior que las distinguiera, como losas
horizontales o verticales, o siquiera un montículG coronado por una
losa hincada, han sido halladas intactas. Las cenizas, huesos y ajuar,
éste completamente calcinado, se hallan mezclados sin orden alguno.
El componente del ajuar parece representar a un tipo medio de individuo dentro de los estamentos sociales, que lo mismo puede ser hombre que mujer -hay de ambos sexos- , pero sin una caracterización
especial que pueda denotar un oficio o actividad determinada. No
existen en estos enterramientos ofrendas cerámicas, pero no por ello
están ausentes los objetos no cotidianos, adornos, como son anillos,
aretes, pulseras, ciertas cuentas de pasta vítrea, broches de cinturón,
ffbulas, vidrios, en general se puede decir que todas las piezas de estos
ajuares son de pequeñas dimensiones. Si bien no denotan opulencia sí
una cierta holgura económica que permite la adquisición de objetos
foráneos, que no podían estar al alcance de aquellos que no dispusieran
de un excedente en sus productos.
Este tipo se corresponde con el tipo E de la necrópolis de <
de la Muela» (27).
Tipo
VII
Los enterramientos en urna, tanto en la fa. e arcaica (15'78 %),
s
como en la moderna (7'69 %), son los más sencillos de la serie
expuesta. Ya hemos indicado el tratamiento a que se sometían los huesos antes de introducirlos en la urna. Posteriormente, después de ser
tapada con un plato que suele ser de barniz rojo o gris, generalmente
cue~cos de paredes curvas y pie realzado, se depositaban en tierra, a
veces sobre una losa que la aislaba del suelo, otras en un receptáculo,
semejante a una cista, como ya vimos en «Los Patos» y en la misma
Robarinas. En la última excavación de la necrópolis de Robarinas una
urna se hall6 adosada a una cista, en un pequeño receptáculo compuesto
por tres grandes piedras rodadas. En general suelen estar calzadas
(27) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2,
-190-
P4 126.
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LA NECROPOIJB DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS»
16
con piedra, a veces se recubre toda su superficie con una capa de piedra trabada con barro, en otras solamente se coloca alrededor un circulo que la mantenga en posición vertical.
No hemos observado en ninguno de los enterramientos en urna la
presencia de ajuar, sí por el contrario, su asociación a otro tipo de
enterramiento, como es el caso indicado arriba o bien asociado a enterramientos de los tipos
y IV (lám. 3.2).
En la mayoría de las necrópolis de la zona el porcentaje de enterramientos en urna es muy pequeño, al igual que ocurre en «El Estacar de
Robarinas»; se han hallado en pequeña proporción en «Los Patos»
(28), y «Casa Blanca» (29).
m
Tipo VIII
Los grandes monumentos sepulcrales, aunque en el área últimamente excavada en la necrópolis de «El Estacar de Robarinas», apenas ha aparecido un testigo, del que luego hablaremos, son frecuentes
en la zona arqueológica de Castulo, aunque lógicamente, no numerosos. La aparición de la arquitectura monumental y la correspondiente
emersión de cultos sacrificiales y funerarios, indican un alto grado de
estratificación social y acumulación de riqueza, poder y prestigio en
manos de unos individuos seleccionados, que hacían distin$UÍI' marcadamente la tumba. Estos solemnes sepulcros para la aristocracia, y
jefes que concentraron en sus manos la riqueza y el poder, son el índice
más fiable de una sociedad aristocráticamente organizada.
Diversas fuentes literarias señalan en qué estriba la verdadera
importancia de la ciudad de Castulo: estaba situada en una zona
minera, no lejos de una región que se llamaba, según Estrabon (DI, 14,
8), Monte Argentarlo o Sierra de la Plata (30). Probablemente la
misma Baebelo y los pozos abiertos por los cartagineses (NH 33, 96.
PO l. 10, 38, 7) y que a6n se hallaban en explotación en época de Plinio
o de las fuentes utilizadas por el escritor latino para su obra, que son la
formula prouinciarum y el mapa de Agripa, confeccionados ambos con
fines fiscales, debieron estar situados en las proximidades de
Castulo.
Esta riqueza en plata de la región explica satisfactoriamente algunos hechos indicados por la arqueología y por las fuentes literarias,
(28) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 41 y aa.
(29) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 219 y aa.
(30) Sobre el Moru Afrenúuiw, véue R. CONTRERAS DE LA PAZ: «Linarea y el Monta de la
Plata», en Llnarea. 86, p6p. 45 y ae.
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18
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA-GELABERT
como la importancia y las relaciones comerciales que la ciudad mantuvo ya en el período orientalizante de la Península. La ciudad debió
mantener un comercio muy activo en pleno siglo VI a.
primero con
los fenicios que estaban interesados principalmente en obtener plata
de Tartessos (Diod. 35, 3) y después con griegos y cartagineses, que
venían a Turdetania en busca de plata (Her. 1 163; IV, 152). El colapso
de Tartessos potenció enormemente la zona de la Alta Andalucía y especialmente la de Casallo, lo que dio lugar a que en los siglos V-IV a .. e.,
se produjera una época de esplendor, que propició el crecimiento de
las grandes fortunas.
Estas familias, enriquecidas con el comercio de la plata, son las
que erigieron los grandes monumentos sepulcrales. Los restos de uno
de ellos encontrados en Robarinas, consisten en dos lienzos en escuadra, compuesoos de sillares toscamente labrados, de dimensiones irregulares, aunque en términos generales los de mayor tamaño y
envergadura están colocados en las esquinas. En una de ellas, componiendo la misma se halló un fragmento escultórico que reconocimos
como la testuz mutilada de un toro, hecho en arerusca de grano fino
(láms. 2.2; 3.1) (31). La construcción debió hallarse sometida a un
intenso deterioro, ya que se encuentra en el borde de un promontorio
muy visible desde numerosos puntos de la vega del Guadalimar, y de
ahí que no haya llegado a nosotros más que lo indicado. En la campaña
de 1976, en el «Estacar de Robarinas», apareció una construcción,
también muy deteriorada, que se interpretó como un túmulo escalonado, junto al que aparecieron abundantes fragmentos escultóricos de
bulto redondo, lo que hace suponer que adosado al monumento había
un ~po escultórico (32). El mejor conservado hasta el momento es
el túmulo de «Los Higuerones» (33), consistente en una construcción
de planta rectangular. La base está realizada con un muro de dos hiladas de piedra, simplemente trabadas entre sí, sin mortero. Apoyadas
en las mismas se levantan tres hiladas de adobe dispuestas al exterior
en forma escalonada. De la cubierta no se ha conservado resoo alguno.
e.,
(31) Laa grandea tumbas violadas y deetrozadae, sin duda eataban adoroada.a con relievea o eacul·
turaa de bulto redondo, que abocadas al vandaliamo en el tranacuno de 1at luchaa interoaa de unoa pue-
bloa on~tanoa contra otroa o durante 1at incunionea de 1at tzibua lualtanaa o celtíberu, fueron
delhechu. Loa bloquea componentes de cabezas o troncoa, fueron posteriormente reutiliudoa en la
fAbrica de eetructuru aepulcralea, como en al caao de la cabe u d.el toro, o el cuello de un caballo, tambl6n aparecido en 1at últimas campefw de excavaci6n de «El E atacar de Robarinaa», en una tumba de
tipo n.
(32) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1. pig. 363.
(83) SANCHEZ MESEGUER: Op. cit. en la nota 2, pip. 418 y aa., fl¡. 180.
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LA NBCROPOUS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS•
17
Al exterior rodea la estructura sepulcral una greca perfectamente confec.cionada a base de guijarrillos de color blanco y negro. Puesto que el
túmulo se halló violado no se ha podido obtener la información
deseada sobre su contenido.
La zona de Castulo, que conoció un enorme florecimiento a partir
del siglo V. a. C. y hasta la llegada bárquida, ha de ofrecer aún muestras más señaladas de las grandes construcciones funerarias; esperamos que futuras excavaciones las ofrezcan al conocimiento de
todos.
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flLAZQUEZ y GARCIA-GELAfl E RT.-EI Estacar d e Robal'inas
LAM.I
Vista parcial entenamie ntos tipo I (al fondo y en pt·imet· plano). En e l centJ·o entet•t·amiento tipo n.
-194-
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RLAZQUEZ y GARClA-GELABERT.- El Estacar de Robru·inas
l. Enterramientos tipo ll (izquierda), tipo IV (det·echa).
2. En primer plano enterramiento tipo n. Al fondo lienzo de un monumento
funerario muy dete1·iorado.
LAM.
n
[page-n-196]
RLAZQUEZ y GARCIA-GELABE RT.-E I Estacar de Robru·inas
l. Fragmento escultórico t•eutilizado An l A r.onS~I.t'Ur.r.ión d A un monumento
funet·ario (detalle).
2. En tel'l'amiento tipo VII.
LAM.lll
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BLAZQUEZ y GARClA-GELABERT.-EI Estacar de Robat'inas
l. Cenefas de guijarros, componentes de entetTamie ntos desap ru·ecidos (izquiet·da).
Ustrinum ( det·e cha).
2. Enten·amiento tipo UI, en e l q ue se pueden apt·eciar restos del ajuar metálico quemado, y fragmentos cerámicos.
LAM. IV
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JOSE M.• BLAZQUEZ MARTINEZ
MARIA PAZ GARCIA-GELABERT PEREZ
(Madrid)
LA NECROPOUS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS»,
CASTULO: TIPOLOGIA DE LOS ENTERRAMIENTOS
Las necrópolis de la Alta Andalucía hasta hace pocos años apenas
habían sido estudiadas con el detenimiento que unos monumentos de
este tipo requiere, ni puestos en valor los rasgos exhumados. Afortunadamente las tendencias actuales, considerando la enorme importancia que encierran los recintos sepulcrales, tienden a ocuparse
detenidamente de los mismos. No sólo se valoran las estructuras y la
modalidad de enterramiento, sino que el investigador, durante los trabajos de campo, recoge el mayor número de muestras susceptible de
estudio, que posteriormente son analizadas en laboratorio por los
correspondientes expertos. De esta forma se recrea el ambiente original en el que se encontraba enmarcada la necrópolis tratada y aún
más, medio y forma en que se desarrolló la vida en la época en que la
misma funcionaba. El. carbón, el .Polen, las tierras, la cerámica, los
metales, la micro/macro fauna, además, obviamente, de los restos
óseos humanos, aportan una serie de datos que convergen en el estudio general, componiendo el cuadro, si no de la vida cotidiana de la
sociedad que la construyó, sí al menos una aproximación a su organización socioeconómica.
En Castulo las últimas excavaciones efectuadas (1982-1983) lo
fueron en la necrópolis de «ElEstacarde Robarinas», situada al Oeste
de la ciudad, sobre la primera terraza cuaternaria del río Guada1imar,
-177-
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2
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABERT
limitada por la curva de nivel de 200 metros, y a una altura de 20
metros sobre el nivel del río, en una zona amesetada que se eleva hacia
el Norte hasta 300 metros. Se llevaron a cabo conforme a una rígida
línea de trabajo dirigido hacia dos frentes complementarios: estudio
de las estructuras funerarias y análisis ambiental y socieconómico.
Con ello se espera recobrar la información que hasta ahora no ha
podido suministrar el poblado referido a la época de esplendor de los
oretanos, es decir, los siglos V-IV a. C. Como hemos repetido en numerosas ocasiones, las viviendas aún no se han localizado, pese a los
numerosos sondeos efectuados en el área de la ciudad, aunque podemos suponer se ubica, al menos la cimentación, bajo los muros del posterior poblamiento roma.no. Ello no ha de extrañar si tenemos en
cuenta que la sociedad oretana, aún rica, se hallaba en un estado
medio de desarrollo, que derivaría lógicamente hacia una sociedad
compleja, si la conquista romana no hubiera impedido su normal evolución. Este precario desarrollo implicaba sin duda lugares de habitación construidos con materiales en muchos casos perecederos, al
menos paredes y cubiertas. Si a ello añadimos la ocupación intensa de
la zona por un número importante de comerciantes, funcionarios y
militares romanos, en función de la explotación de las minas de plata,
tendremos los factores más importantes que abocaron a la desaparición del poblado prerromano.
Es por ello que las necrópolis que rodean Castulo prácticamente
por los cuatro puntos cardinales, 1~ mayoría con una cronología similar, finales del siglo V mediados del IV a. C., son un documento de
valor inapreciable para conocer el grado de civilización oretana.
En esta comunicación nos vamos a ceñir a un análisis tipológico de
las estructuras funerarias que haJiamos en la necrópolis de «El Estacar de Robarinas», aún en fase de excavación, a pesar de haber
empleado en la misma cuatro campañas (1). La tipología de enterra(1) Lu dos primeras campaftaa, realizadas en 1973 y 1976, ae hallan publlcadu en:
J. M.• BLAZQUEZ MARTJNEZ y J. REMESAL RODRIGUEZ: «La necrópolle del Estacar
de Robarinu», en J. M• BLAZQUEZ MARTJNEZ: ~Cutulo, n », Excavacionee Arqueol6gicu en
Espafta, 106, Madrid, 1979, págs. 347-395.
Lu campaftaa de 1982 y 1983 ae publicarán en fecha próxima.
Otros estudios sobre la nec:r6polia citada en:
J. M• BLAZQUEZ MARTlNEZ y J. REMESAL RODRIGUEZ: «Hallazgo• en la necrópolle
oretana de Cutulo>~, en Crónica del xm Congreso Nacional de Arqueología (Huelva, 1973), Zaragoza,
1975, p4p. 639-658.
J. M• BLAZQUEZ MARTINEZ y M• P. GARCIA·GELABERT PEREZ: «An6liala de loa
pavimentoe de cantoe rodados en Cutulo (Ja6n)>~, enRevilta de Arqueología, aAo VI, n6m. 61, Madrid,
1986, págs. 13·22.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Nueva campaila
de excavaciones de la necrópolia del Estacar de Robarinu, Cutulo, Linarea», en Crónica del xvn
-1 78-
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LA NECROPOLIS DB «BL ESTACAR DB ROBARINAS»
8
mientos, unida a los datos aportados por las muestras referidas arriba
y, su posterior elaboración, creemos podrán completar el cuadro general que ya tenemos esbozado.
Como punto de comparación trataremos asimismo las restantes
necrópolis del área, es decir, «Los Patos», «Baños de la Muela»,
«Molino de Caldona», «Casablanca» y el túmulo de los «Higuerones»
(2), todas ellas coetáneas.
Con el resto de las necrópolis, lo mismo de la Alta Andalucía que
de otros puntos de la Península relacionados con esta región, como es
el SE. y Levante, por el momento no insistiremos en paralelizar más
que lo preciso nuestras estructuras, puesto que aún carecemos de la
amplitud de perspectiva necesaria para que el establecerlos pueda ser
de valor científico.
Durante 1982 y 1983 se excavaron en Robarinas 872m2 en un primer bloque que podríamos denominar núcleo central, al Norte del
espacio excavado en las campañas de 1973 y 1976, a más de otros 21
m2 a unos 400 metros, aproximadamente, al Este.
La estratigrafía general es muy sencilla:
Estrato 1: Suelo de base compuesto de gravas, arenas, limos y
especialmente conglomerados sueltos de gruesos cantos silíceos,
englobados en un cemento arcilloso muy duro.
Estrato ll: Nivel de construcción de la fase arcaica de la
necrópolis.
Estrato ill: Nivel de construcción de la fase moderna. En algunas
Congreso Nacional de Arqueologfa (Murcia, 1984), en prensa J. M.• BLAZQUEZ MARTINES y M.• P.
GARCIA·GELABERT PEREZ: «Estudio de un broche de cinturón de la necr6polla de El Estacar de
Robarlnas (Caatulo, Linares))), Salamanca, 1984.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA·GELABERT PEREZ: «Le necr6polie de
El Estacar de Robarl.naa: Infiuenclaa griegas en Caatulo», Málaga, 1984.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Conalderaclonea
en tomo a loa mosaicos de cantos rodados de Caatulo (Ja6n)», en meaa redonda hiepano-franceaa sobre
mosaicos romanos en EapaAa, Madrid, 1986.
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ y M.• P. GARCIA-GELABERT PEREZ: «Estudio de loe
fragmentos eacult6rlcoa hallados en la necrópoli.a de El E atacar de Robarl.naa, Caatulo>~, en Archivo
Espal\ol de Arqueología, nó.m. 67, Madrid. 1986, en prenaa.
(2) La necr6polie de «Loa Patoa», «Bailoa de la Mue'I!l» y «Caaablanea», en:
J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Caatulo, 1», en Acta A.rchaeol6gica Hlapana, 8, Madrid,
1976,
pq.. n -226.
La del l
Caldona>~, en:
A. ARRIBAS PALAU y F. MOLINA GONZALEZ: «Le necr6polialb6rica del Molino de Caldona '(finca Torrubia)», en Oretania, níun.a. 28-33, Ll.narea, 1968-69.
Y el tómulo de «Loa Hi¡ueronea», en:
J. R. SANCHEZ MESSEGUER: «Loe Higuerones>~, en J. M.• BLAZQUEZ, op. cit. en pnmer
lugar de esta nota, páp. 416-426.
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ocasiones estas sepulturas se erigieron sobre las antiguas, deteriorando sus paredes y ajuares.
Estrato IV: Nivel sin significación cultural, compuesto por el material superior de la fase moderna, destruido y revuelto por los
agentes exteriores.
Estrato V: Nivel superficial, humus.
La fase más arcáica se asienta sobre un suelo artificial, previamente preparado sobre el estrato de base, compuesto de arcilla rojiza,
muy pura, apisonada, que a veces toma una especial dureza, característica indicativa de haber estado sometida a la acción de un fuego.
Esta disposición previa a la recepción de los cadáveres, confeccionando un piso artificial es muy común, y puede observarse en necrópolis anteriores, como las de Pozo Moro, Medellin o Setefilla, entre otras
- hacia el500 a. C., mediados siglos VI-V a. C., y fines siglo Vll, principios del siglo VI a. C., respectivamente- (3), también en las necrópolis contemporáneas de Castellones de Ceal y Baza (4), y en las
tumbas de empedrado tumular de las áreas sepulcrales del SE. y
Levante, contemporáneas y posteriores (5). En las ya citadas necrópolis coetáneas de Castulo se da la misma tónica (6).
(3) V6ue, para l
M. ALMAGRO GORBEA: «Pozo Moro y la formación de la Cultura IMrica», en Saguntmn.
Papeles del Laboratorio de Arqueolog(a de Valencia, 13, Valencia, 1978, p6p. 227-260.
Para las demú necrópolis citadu, v6ue:
M. ALMAGRO GORBEA: «La necrópolis de Medellín (Ba
Madrid, 1971, p6p. 169-202.
M. ALMAGRO GORBEA: «El Bronce Final y el Periodo Orientalizante en Extremadura»,
Blbllotheca Praeb.latorica Hispana, XIV, Madrid, 1977.
M.• E. AUBET SEMMLER: «La necrópolis de Setefilla, en Lora dellUo, Sevilla», Programa
de Inveatlgacionea Protohlat6ricaa dirigido por Juan Maluquer de Motea, U, Barcelona, 1976.
M.• E . AUBET SEMMLER: «La necrópolis de Setel5lla, en Lora del Río, Sevilla, 'I'Wnulo B)»,
en Programa de Inveatigacionea Protohiat6ricaa dirigido por Juan Maluquer de Motea, m,
Barcelona, 1978.
J. MALUQUER DE MOTES y M.• E. AUBET SEMMLER: «Andalucía y Extzemadura», Barcelona, 1981.
(4) Para Cutellones ~e Ceal y Baza. véase:
C. FERNANDEZ CHICARRO Y DE DIOS: «Prospección arqueológica en loa t6rminos de
Hinojarea y La Guerdla», en Boletín del In.atituto de Estudios Glenne1111a, 6, Jaén, 1966, p6p.
89-99.
F. PRESEDO VELO: «La necr6polia de Baza», en Excavacione• Arqueológicas en Eapaña,
119, Madrid. 1982.
(6) E . CUADRADO DIAZ: «Las necrópolia peninaulares en la baja época de la cultura ibérica», en
La b~a época de la cultura ibérica, Madrid, 1979, p6¡. 61.
(6) V6ue la bibUografta citada en la note 2.
-180-
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LA NECROPOLIS DE 4IE.L ESTACAR DE ROBARINAS•
6
La superficie investigada parece representar alrededor de una
cuarta parte de la extensión total de la necrópolis, a juzgar por los testigos de enterramientos que mediante prospecciones se han detectado
en diversos puntos hacia el Norte, Este y Oeste. Por esta circunstancia
es prematuro apuntar hacia una p osible ordenación de las sepulturas,
hasta que no se posea una más amplia visión de conjunto. Por el estudio del área tratada se puede adelantar que no siguen un patrón definido. Por el momento la articulación de unas con otras se presenta
anárquica, no observándose en absoluto una agrupación por tipos que
pudiera indicar que unos determinados se asocian, lo que sería testigo
de alguna ordenación basada en grupos familiares, oficios o simplemente sexos. Sí, en cambio, se advierte fácilmente una orientación del
total de los enterramientos conforme a un eje Este-Oeste.
La posible valla o muro de cerramiento de la necrópolis, si la
hubiere, aún no ha sido hallada por las circunstancias arriba señaladas. Unicamente la zona Sur, excavada en 1973 y 1976, sería susceptible de aportar este dato, mas la Memoria correspondiente no alude en
absoluto al mismo, lo que implica que hacia este lado o no existía o
despareció alluillarse lindando con los cortados de la terraza. Determinados grupos de tumbas, especialmente las halladas en el cuadro Al
-la extensión excavada se cuadriculó, marcándose sondeos de 3 X 3
metros de lado, cuya denominación se realizó conforme a un sistema
de letras y números según eje de coordenadas cartesianas-, se haUan
cercadas por un encachado de cantos planos medianos, que parecen
definir un recinto privado: uno de ellos, el más significativo contiene
cuatro enterramientos, cada uno de los cuales corresponde a un tipo
diferente, lo que es señal evidente que un tipo determinado no define
un grupo familiar, si presuponemos que el cercado encierra los restos
de una sola familia.
El rito de enterramiento documentado es el de la cremación. La
única inhumación hallada se refiere a un cadáver colocado en posición
fetal, ~ectamente en tierra sin ningún ajuar, al Norte de lo que se
interpretó como un túmulo escalonado (7), nada se puede afirmar de
este individuo, ni siquiera si corresponde a la misma época.
La cremación no se realizaba al parecer en el mismo lugar del enterramiento, pero sí cercano en ustrina. Se ha descubierto un ustrinum
(lám. 4.1) en la zona NE., preparado como los sepulcros con una capa
de arcilla pura de alrededor de 6 centímetros de grosor, extendida
(7) BLAZQUEZ MARTINEZ y REME SAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, en primer lugar,
366. Hallado en la campma de 1973.
~g.
-181-
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J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GBLABERT
6
sobre el suelo virgen, aquí totalmente calcinada. El ustrinum, de 2
metros de largo por 1 metro aproximadamente de ancho, orientado al.
igual que las sepulturas, Este-Oeste, estaba delimitado por un empedrado formado por tres hileras, colocadas de manera desigual, de cantos rodados y aristados, de tamaño medio, trabados con una ligera
capa de tierra batida. Anterior a su construcci6n, siguiendo un rito que
desconocemos, se depositaron tres vasos áticos, que como consecuencia de la colocaci6n de la piedra se fracturaron en numerosos fragmentos. No creemos sea este el único ustrinum al servicio de la necr6polis,
más bien parece estar asociado a aquel grupo de tumbas cercadas por
el encachado de piedra plana, que describimos.
El cadáver era quemado a fuego intenso, suponemos que con su
ajuar personal, aunque a veces parte del mismo no presenta.huellas de
haber estado en la pira, y los restos en ocasiones se tamizaban, lavaban, separaban de las cenizas y colocaban en urnas. Generalmente
este tipo de enterramiento no suele presentar más que los restos limpios, hecho que también se observa en numerosas necrópolis, anteriores y contemporáneas (Setefilla, Frigiliana, la Joya, Rachgoun,
Medellín, Baza, Castellones, Baños de la Muela, etc.). Creemos posible que la urna se envolviera en un lienzo como parecen probarlo los
restos de tejidos adheridos a una vasija hallada en la excavaci6n de
197.3 {8), que se repite en otra expuesta en el Museo Provincial
de Jaén.
Las cenizas, separadas de los restos 6seos, pudieron arrojarse a un
pozo practicado para tal fin, de forma circular, no muy regular, descubierto prácticamente en el centro de la zona excavada, de 1'27 metros
de profundiad y 0'60 metros de diámetro, tanto las paredes como la
base se recubrúu:i con arcilla roja. Contenía una enorme cantidad de
ceniza y carb6n, muy sueltos. Los restos de carb6n indican qué el
ramaje que prendi6 la pira pertenecía a alguna especie de quercus,
aún no determinada claramente·, vegetaci6n clímax mediterránea. Una
vez colmatado el pozo· se sell6 con una serie de lajas planas.
No es esta la forma única de tratar los huesos una vez incinerado el
individuo, ya que es común, asimismo, que huesos, cenizas y ajuar se
depositen en tierra previa excavaci6n de una ligera cavidad, que se
cubre con capa de arcilla. Depositado .el producto de la cremaci6n·éste
se protege con otra capa de arcilla de las mismas características que la
primera, es decir, roja, muy pura y de un grosor aproximado de 5 centímetros.
(8) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit, en la nota 1, en primer lupr,
pág. 868.
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LA NECROPOIJS DE «EL ESTACAR DE ROSARINAS•
7
La tipología de los enterramientos se ha establecido en base al
receptáculo de las incineraciones y a su estructura formal, de la que
resultan ocho tipos primarios:
l . Tumba con estructura tumular, circundada por una cenefa de
pequeños guijarros, a la que se asocia otra en ángulo.
11. Tumba de las mismas características que las del tipo 1, mas sin
segunda cenefa asociada.
m. Tumba circular de piedra.
IV. Tumba cuadrangular de piedra.
V. Cista.
VI. Tumba en fosa.
VII. Enterramiento en urna.
vm. Grandes monumentos.
Tipo[
Los restos incinerados se depositaron en un pequ~fto hoyo excavado previamente, preparado ~omo indicamos arriba. A continuación
se levantó una construcción tumular, que parece tener aproximadamente 0'60 metros de alzado, no se conserva ninguna completa. Se
compone de sillares de arenisca amarilla muy deleznable, a veces bien
tallados y escuadrados, que alternan con piedra menuda. A ella rodea
una cenefa de guijarros (9), de pequeño tamaño, de color blanco o
negro, la alternancia de ambos colores, así como la colocación puede
fonnar dibujos geométricos simples, a base de ajedrezados, roleos,
rombos, meandros, esvásticas, etc ~, que recuerdan las grecas de los
vasos griegos muy ablmdantes en la necrópolis. La forma general·s uele
ser cuadrada, de alrededor de 1 metro de lado. Este tipo de enterramiento lleva asociada otra cenefa de las mismas características constructivas y estilísticas que· la primera, formando un ángulo con el
vértice adyacente a uno de sus lados (lám. 1).
Generalmente este tipo, como el TI, han sido violados de antiguo,
por lo que es muy dificil hacer el inventario completo del ajuar que
pudo acompañar al difunto. La mayoría de lo.s objetos metálicos aquí
(9) BLAZQUEZ MARTINEZ y GARCIA-GELABERTPEREZ: «AMU&ia de loa pavimento....» y
«Conaideracionea. .. », citados en la nota l.
D. FERNANDEZ GALIANO y J. VALIENTE MATA: «Oripn de loe pavimentoe hiap6nícoa
de guijuroe», en Homenaje al profeeor Martín A.lmq:ro Buch, ID, Madrid, 1983, ~ 21-'6.
D. FERNANDEZ GALIANO: «New ligth on the ori¡in of floor moeaica», en The Antiquariea
Joumal, 62, Oxford, 1982.
D. FERNANDEZ GALIANO: «lnfluenciaa orlentalea en la muaivaria hiapánica», en ID Colloquio Intemuionale aul moeaico antico, 198•.
- 183-
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8
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABERT
han desaparecido, si es que los hubo, y sólo restan fragmentos más o
menos conservados de vasos griegos, de barniz rojo, grises, o
comunes pintados.
El espacio circundado por la segunda cenefa nos lleva a pensar en
la delimitación de un espacio dedicado a actividades rituales, dependientes de la tumba aneja.
Los vasos griegos ofrecidos como ajuar, Ízylikes, oionochoai, ktmtharos, kratéres, skypho~ documentados en todas las necrópolis de la
zona arqueológica de Castulo, así como en Galera, Baza, Castellones de
Ceal, y en otros muchos contextos funerarios peninsulares, además de
documentar un intenso comercio, pueden ser indicativos de los ritos
realizados durante los funerales. Probablemente se elegían vasos con
representaciones que obedecían a ritos que se daban en la realidad en
los funerales. Los kylikes indican que se consumía el vino en los ritos
funerarios, al igual que se hacía en los rituales etruscos, como se aprecia en la tumba del Varón en Tarquinia, datada hacia el año 510 a. C.
(10). Este ritual del vino explicaría satisfactoriamente la frecuencia
con la que aparecen vasos griegos con escenas dionisiacas en las tumbas ibéricas (11). La presencia de pebeteros, señala el uso de aromas
en el ritual funerario, que parece ser introducido en Occidente por los
fenicios. Entre los semitas, como entre los judios y griegos, el cadáver
era lavado y perfumado y se quemaban aromas al depositarse en la
tumba, todo exactamente a como pudo ser entre los oretanos, como se
hizo con el rey judío Asa (2 Par. 16, 14): «se le puso en un lado lleno de
aromas y perfumes, preparados según el arte de la perfumería y se
quemó además en honor suyo una cantidad muy considerable de
ellos» (también 2 PLart. 21, 19. Jer. 34, 5).
En Grecia, tanto en el período arcaico como clásico era frecuente
sobre la tumba la ofrenda de bebidas y las comidas hechas en ella (perideipnon) (12). Estos espacios delimitados por la greca de guijarros
bien pudieran haber sido dedicados a alguna de estas actividades. Los
depósitos quemados que hemos descubierto, conteniendo cenizas,
huesos de animales y tiestos d~ j(uTos o cuencos, son probablemente
·
restos de estos banquetes rituales.
(lO) M. SPRENGER et alli: 4
(11) G. TRIAS DE ARRIBAS: «Cerimicaa grlegu de la Peninaula lb6rica,., Valencia. 1967 y
1968, paaaim.
(12) D. C. KURTZ y J. BOARDMAN: «Greek burial cuatoma», Londres. 1971, p6¡1. 143 y .._
-184 -
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LA NECROPOIJS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAB»
9
Este tipo no lo hallamos en ninguna de las necrópolis de los alrededores y corresponde únicamente a la fase arcaica, en la que representa
un 6'26 %.
Tipo II
Presenta idénticas características de tamaño, forma y contenido
que el tipo 1, exceptuando que carece del espacio sagrado que la
cenefa en ángulo parece delimitar (láms. 1 y 2.1, 2).
El porcentaje de este tipo es el mayor con respecto a los restantes
y se· da tanto en la fase arcaica (31'57 %), como en la moderna
(53'84 %).
Todas las tumbas fueron violadas de antiguo, sin duda debido a
que el alzado del túmulo las haría muy visibles, por lo que únicamente
han aportado ajuar cerámico. No obstante, es extraño que ni siquiera
se haya podido recoger un fragmento metálico, lo que quizá pudo
implicar que en ellas no se depositara armamento, que por lo fragmentado que aparece en otros recintos, bien pudo dejar algún leve indicio.
La excepción es un enterramiento, el de mayor envergadura encontrado hasta ahora en la parte de.necrópolis tratada, cuyas dimensiones
suponen el doble del de los restantes de su mismo tipo. La cenefa que
lo circunda dibuja una sucesión continua de triángulos, alternando los
compuestos por cantos de color blanco, con los compuestos por cantos
de color negro. Del vértice de los ángulos, hacia el exterior, surgen
dos volutas, constituidas por dos "bandas blancas y la central negra.
Este elemento decorativo debió repetirse en las cuatro esquinas, pero
a nosotros solamente han llegado dos de los lados que componen un
ángulo. El ajuar, fue respetado, sin duda porque estaba descentrado
del monumento, hecho que le hizo pasar desapercibido. No sabemos
concretamente el «status» social del individuo allí depositado, pero
por los datos que aporta el ajuar a él asociado, inferimos que debió tratarse de un guerrero, probablemente un mercenario procedénte de las
tribus de la Meseta, a juzgar por determinados elementos aparecidos,
como una espada de antenas atrofiadas semejante a las del área cultural Miraveche-Monte Bemorio-Cogotas. Junto a ella se encontraba su
vaina. La espada presenta una decoración en la cruceta a base de incisiones circulares, que probablemente estuvieron rellenas de hilo de
plata. Hay asimismo una amplia serie de objetos diversos de hierro,
muy deteriorados, alguno de los cuales pudiera corresponder a los restos de los arreos de un caballo; dos fíbulas anulares de bronce, un
arete de oro y un broche de cinturón que pertenece al tipo que Cabré
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10
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA-GBLABERT
denomina andaluz (13). La placa activa consiste en un rectángulo
embellecido con decoración geométrica a base de volutas y motivos en
S, en los que domina una total simetría; en la pasiva la decoración consiste únicamente en una serie de líneas paralelas longitudinales, punzonadas y líneas simples de granete apenas perceptibles (14). El
diseño de la placa activa se realizó mediante la técnica de damasquinado con hilo de plata. Este broche ofrece una similitud extraordinaria
con uno hallado en un enterramiento post-hallstáttico de la provincia
granadina, al que acompañaba, como en el nuestro, una espada de hierro de antenas atrofiadas, con su correspondiente funda, además de
cuatro ejemplares de lanza y una hoz. Los componentes de este ajuar
son para Pellicer «un simple pero interesante dato arqueológico explicativo de los complejos movimientos célticos conocidos de manera tan
somera a través de las "fontes"» (15). La estructura y decoración es
también muy semejante a un broche de Cerro Amarejo, Bonete (Albacete) y a otro de Elche, el primero decorado 'también con damasquinado (16).
Con respecto a la posible presencia celta en Castulo, no se puede
hablar en la mayoría de los casos de conquistas; ni siquiera de una verdadera expansión continuada, sino más bien de filtraciones de bandas,
o de la presencia de elementos culturales de los pueblos de la Meseta,
debida a mercenarios o al comercio con el Sur y con el Levante Ibérico.
(19) J . CABRE AGUILO: «Broc:hee de cinturón de broDce damaaquinadoa con oro y plata>~, en
Archivo Eapallol de Arte y Arqueología. xm, Madrid, 1997, pág. 9,,
(1' ) La decoración de la placa activa ae haDa en doa campoa bien delimitadoe. La mú cercana al
gancho de sqjeción ea la que Cabré coloca en el primar grupo: J . CABRE AGun.O: «Decoraciones hi.pánic:aa», enArchivoEapaftoldeArteydeArqueo!.osfa, vol IV, Madrid, 1928, páp. 97 yaa. La interior
pertenece al eegundo ¡rupo de Cabré, loe. cit.
(16) M. PELLICER CATALAN: «Un enterramiento poet.hallatáttico en Granada», en Crónica del
VI ('.()Jlgreso Arqueológico Nacional (Oviedo, 1969), Zaragoza, 1961, pág. 166 y .ftg. 2.2•
. (16) CABRE AGUILO: Op. cit. en la nota a, fl¡e. 1 y 2. Otru placu rectan¡ularee con nielado son
las pieza• de Deapeftaperroa, Santa Elena, Jaén e Hinojarea, todas en la provincia de Ja6n, con una
clara tendencia en au decoración a la abstracción, muy propia del arte celta.
C. FERNANDEZ-CIUCARRO Y DE DIOS: «Un broche de cinturón de tipología blepánica
en la Colección Femúldez Lampaya, de Jaw, en Archivo Eapallol de Arqueoloafa. vol XXXI.
Madrid, 1958, p6p. 181·189.
Le placa de Oeune. en:
A. GARCIA BELLIDO: «
Uno de eatoa guerreroelleva eobra cinta de cuero un cinturón de bronce gemelo a loa hallados
en Palencia y en Lancia (León): v6aae L. PERICOT GARCIA: ~toria de Espefta, Epocu primitiva y
romana», Barcelona, 19,2, p6g. 337.
La placa de Osuna muestra el mismo motivo decorativo de una placa de Mlravec:he y del collar
de Elvifla (La Corufla): J. M.• BLAZQUEZ MARTINEZ: «Tarteesoe y loa origenee de la colonlsacl6n
fenicia en Occidente)), Salamanca, 1976, pág. 60.
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LA NECROPOLIS DE tcEL ESTACAR DE ROBARINAS»
11
En este caso concreto, más que el producto del comercio con los pueblos situados al Norte de Sierra Morena, parece tratarse de la presencia en tierras de Jaén de mercenarios aislados procedentes de la
Meseta, los cuales llegaron a adquirir, mediante las armas un cierto
grado de «status» social en la sociedad guerrera castulonense, según
parece desprenderse del ajuar de la tumba a que hemos aludido.
Existen en este tipo ll, estructuras completamente vacías, que
denotan no estamos ante un enterramiento propiamente dicho. Ello
nos inclina a avent;urar la hipótesis de que estas construcciones s!D restos óseos, ni apenas ajuar, se dedicaban a cenotafios, mas de momento
su significado real se nos escapa.
En la necrópolis de «Baños de la Muela» las cenefas de guijarros
rodean encachados cuadrangulares en un caso y circulares en los dos
restantes, en el primero la base de la tumba se recubrió con un lecho
de cantos rodados (17).
Tipo
m
Solamente se documenta en la fase antigua con un 15'78 % sobre
el total (láms. 1 y 4.2).
Previo un somero excavado de la roca y recubrimiento como es
usual con una capa de arcilla se depositan los restos humanos y las
ofrendas, todo ello calcinado, en un confuso desorden. Se cerraba el
espacio con un círculo de piedras medianas, no muy regular, de dos o
tres hiladas, trabadas con tierra batida.
Al contrario de los tipos 1 y ll en éste se suele encontrar el ajuar
completo, por la sencilla razón de que no han sido violadas. Generalmente los mismos son muy pobres, quizá los antiguos saqueadores
conocían este extremo. No se observa en ellos cerámica de importación. En un único caso el ajuar, por su contenido, es indicativo de su
pertenencia a un guerrero, consiste en una falcata doblada ritualmente, un solliferreum, una lanza de la que se conserva parte de la hoja
y el cono de enmangue, asideros de escudo y un bocado de caballo,
además de dos fíbulas anulares y una serie de pequeñ.as piezas de
pizarra, rectangulares, cuadradas y romboidales, con los bordes biselados, y otras de hueso en forma de cuña o circulares. El ajuar cerámico se componía de tres vasos comunes pintados y un cuenco con el
pie realzado de barniz rojo.
(17) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, piga. 1.8, U9 y 186, y fip. 74, 77 y
106.
-187 -
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12
J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·OELABBRT
Ejemplares de este tipo se corresponden con el tipo A de la necrópolis de «Baños de la Muela» (18).
Posiblemente la cubrición tendría·carácter tumular, no muy voluminosa, al igual que el tipo IV, variante del III.
TipoJY
Se halla en la fase arcaica en pequeña proporción (10'52 %) y predomina en segundo lugar en la fase moderna (30'76 %) (lám. 2.1).
Presenta las mismas caracteristicas del tipo ID, excepto que su
forma general es cuadrada o rectangular, y al igual que aquél se corresponde con estructuras de la necrópolis de <
los campos de urnas", que se desarrolla en 1a Meseta castellana y en el
Ebro y llegando al SE. por el camino de la Mancha, y al Cigarralejo por
la cuenca alta del Segura, son de una época que variará poco de principios del siglo IV a. C. o finales del V». No es de extrañar pues el
hallazgo de este tipo de tumbas en Castulo, relacionado, desde fechas
muy altas, tanto con la Meseta como con la zona del SE. y
Levante.
En estos dos tipos, como en los anteriores se hallaron abundantps
fragmentos de hueso sin quemar, pertenecientes a animales. Las especies halladas más numerosas se refieren a caballo, buey, perro, cerdo,
cabra/oveja. Puede tratarse, según se indicó más arriba de restos de
los banquetes funerarios, o en el caso del perro y caballo, la ofrenda de
los mismos destinados a acompañar al difunto en su camino al mundo
de ultratumba.
Tipo V
Los enterramientos en cistas son exclusivamente de la fase arcaica
(5'26 %), aunque no hay que descartar la existencia en la posterior y su
(18) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, pé¡. 126.
(19) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 126.
(20) E. CUADRADO DIAZ: «Lea tumbas ib6rlcu de empedrado tumular y la celthación del
Sudeste•, Crónica del n Congreso Nacional de ArqueolOJ{a (Madrid, 1951), Zaragosa, 1962, pép.
247·267.
E. CUADRADO DIAZ: «Una intereaante tumba ibérica en la necr6polia del Clgarralejo», en
Archivo de Prehiatorla Levantina, III, Valencia, 1962, 117·132.
E . CUADRADO DIAZ: «Tumbas principesca• del Clgarralejo», en Madrider Mlttellungen, 9,
Heidelberg, 1968, p6ga. 148·186.
-188-
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LA NECROPOIJS DE «EL ESTACAR DE ROSARINAS»
18
desaparición debido al intenso grado de deterioro en que ésta se halla.
Como quiera que han aparecido violadas -las losas de cubrición fueron rotas y arrojadas lejos-, no se conoce el componente del ajuar.
Por lo que se refiere a la construcción, se realizaba con posterioridad
al depósito de huesos y cenizas sobre la capa de arcilla previamente
preparada. El método es sencillo, primero se cava un hoyo de mayores
dimensiones y luego se colocan las lajas verticalmente, las cuales a
veces se refuerzan con gruesas piedras al exterior. En el «Estacar de
Robarinas» (campaña de 1973) se halló una cista cuya función consistía en ser el receptáculo de una urna cineraria (21), hecho que también
se destaca en la necrópolis de «Los Patos» (22). También en Robarinas (campaña de 1976) (23), apareció una cista gue tiene al parecer
carácter cenotáfico, pues1 en ella no existe enterramiento, sino un
depósito de objetos: cueiÍtaB de ambar, plata y piedra, aros de bronce,
caracoles marinos y l:Jn alambre de bronce, posiblemente un asa. Cistas violadas hay errla necrópolis de «Baños de la Muela» y «Casa
Blanca» (24), ésta dentro de un túmulo. En el interior del túmulo de
«Los Higuerones» se documentó asimismo una cista, en el lado Oeste,
hecha con grandes lajas de piedra caliza que no contenía nada en el
interior (25). Otra cista de «Los Patos» contenía un enterramiento de
inhumación, hecho muy extraño en una necrópolis de incineración (26).
Tipo VI
La tumba en fosa simple se presenta en la fase antigua (15'78 %).
Hay que distinguirla de las zonas de cenizas mezcladas con huesos de
animales y restos de ajuar que suelen ser componentes de ofrendas
asociadas a alguna tumba, restos y testigos de ceremonias simultáneas
o posteriores al enterramiento, quizás de los mismos o similares ritos a
que aludíamos en páginas anteriores. Generalmente estas ofrendas
ocupan un espacio reducido de terreno, el de una hoguera de poca
envergadura, a veces se hallan delimitadas por un murete compuesto
de una sola hilada de piedra. Las ofrendas se documentan tanto en la
·
fase arcaica como en la moderna.
(21) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, P4 348.
(22) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 50 y 51.
(23) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1, páp. 364 y aa.,
lám. LI.
3-'.
(24) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 128.
(25) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 419.
(26) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6¡. 84, fir. 55.
-189-
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J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA·GELABERT
Las fosas destinadas a enterramiento, excavadas en el suelo de
base, como el resto de los expuestos, y al igual recubiertas con una
capa de arcilla, pueden llegar a tener hasta 1 metro de largo por 0'50
metros de ancho, aunque no adquieren una forma regular. Por consecuencia de su misma estructura y características, no parece que en su
momento hubiera algún signo exterior que las distinguiera, como losas
horizontales o verticales, o siquiera un montículG coronado por una
losa hincada, han sido halladas intactas. Las cenizas, huesos y ajuar,
éste completamente calcinado, se hallan mezclados sin orden alguno.
El componente del ajuar parece representar a un tipo medio de individuo dentro de los estamentos sociales, que lo mismo puede ser hombre que mujer -hay de ambos sexos- , pero sin una caracterización
especial que pueda denotar un oficio o actividad determinada. No
existen en estos enterramientos ofrendas cerámicas, pero no por ello
están ausentes los objetos no cotidianos, adornos, como son anillos,
aretes, pulseras, ciertas cuentas de pasta vítrea, broches de cinturón,
ffbulas, vidrios, en general se puede decir que todas las piezas de estos
ajuares son de pequeñas dimensiones. Si bien no denotan opulencia sí
una cierta holgura económica que permite la adquisición de objetos
foráneos, que no podían estar al alcance de aquellos que no dispusieran
de un excedente en sus productos.
Este tipo se corresponde con el tipo E de la necrópolis de <
Tipo
VII
Los enterramientos en urna, tanto en la fa. e arcaica (15'78 %),
s
como en la moderna (7'69 %), son los más sencillos de la serie
expuesta. Ya hemos indicado el tratamiento a que se sometían los huesos antes de introducirlos en la urna. Posteriormente, después de ser
tapada con un plato que suele ser de barniz rojo o gris, generalmente
cue~cos de paredes curvas y pie realzado, se depositaban en tierra, a
veces sobre una losa que la aislaba del suelo, otras en un receptáculo,
semejante a una cista, como ya vimos en «Los Patos» y en la misma
Robarinas. En la última excavación de la necrópolis de Robarinas una
urna se hall6 adosada a una cista, en un pequeño receptáculo compuesto
por tres grandes piedras rodadas. En general suelen estar calzadas
(27) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2,
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P4 126.
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LA NECROPOIJB DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS»
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con piedra, a veces se recubre toda su superficie con una capa de piedra trabada con barro, en otras solamente se coloca alrededor un circulo que la mantenga en posición vertical.
No hemos observado en ninguno de los enterramientos en urna la
presencia de ajuar, sí por el contrario, su asociación a otro tipo de
enterramiento, como es el caso indicado arriba o bien asociado a enterramientos de los tipos
y IV (lám. 3.2).
En la mayoría de las necrópolis de la zona el porcentaje de enterramientos en urna es muy pequeño, al igual que ocurre en «El Estacar de
Robarinas»; se han hallado en pequeña proporción en «Los Patos»
(28), y «Casa Blanca» (29).
m
Tipo VIII
Los grandes monumentos sepulcrales, aunque en el área últimamente excavada en la necrópolis de «El Estacar de Robarinas», apenas ha aparecido un testigo, del que luego hablaremos, son frecuentes
en la zona arqueológica de Castulo, aunque lógicamente, no numerosos. La aparición de la arquitectura monumental y la correspondiente
emersión de cultos sacrificiales y funerarios, indican un alto grado de
estratificación social y acumulación de riqueza, poder y prestigio en
manos de unos individuos seleccionados, que hacían distin$UÍI' marcadamente la tumba. Estos solemnes sepulcros para la aristocracia, y
jefes que concentraron en sus manos la riqueza y el poder, son el índice
más fiable de una sociedad aristocráticamente organizada.
Diversas fuentes literarias señalan en qué estriba la verdadera
importancia de la ciudad de Castulo: estaba situada en una zona
minera, no lejos de una región que se llamaba, según Estrabon (DI, 14,
8), Monte Argentarlo o Sierra de la Plata (30). Probablemente la
misma Baebelo y los pozos abiertos por los cartagineses (NH 33, 96.
PO l. 10, 38, 7) y que a6n se hallaban en explotación en época de Plinio
o de las fuentes utilizadas por el escritor latino para su obra, que son la
formula prouinciarum y el mapa de Agripa, confeccionados ambos con
fines fiscales, debieron estar situados en las proximidades de
Castulo.
Esta riqueza en plata de la región explica satisfactoriamente algunos hechos indicados por la arqueología y por las fuentes literarias,
(28) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 41 y aa.
(29) BLAZQUEZ MARTINEZ: Op. cit. en la nota 2, p6p. 219 y aa.
(30) Sobre el Moru Afrenúuiw, véue R. CONTRERAS DE LA PAZ: «Linarea y el Monta de la
Plata», en Llnarea. 86, p6p. 45 y ae.
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J. BLAZQUEZ Y M. P. GARCIA-GELABERT
como la importancia y las relaciones comerciales que la ciudad mantuvo ya en el período orientalizante de la Península. La ciudad debió
mantener un comercio muy activo en pleno siglo VI a.
primero con
los fenicios que estaban interesados principalmente en obtener plata
de Tartessos (Diod. 35, 3) y después con griegos y cartagineses, que
venían a Turdetania en busca de plata (Her. 1 163; IV, 152). El colapso
de Tartessos potenció enormemente la zona de la Alta Andalucía y especialmente la de Casallo, lo que dio lugar a que en los siglos V-IV a .. e.,
se produjera una época de esplendor, que propició el crecimiento de
las grandes fortunas.
Estas familias, enriquecidas con el comercio de la plata, son las
que erigieron los grandes monumentos sepulcrales. Los restos de uno
de ellos encontrados en Robarinas, consisten en dos lienzos en escuadra, compuesoos de sillares toscamente labrados, de dimensiones irregulares, aunque en términos generales los de mayor tamaño y
envergadura están colocados en las esquinas. En una de ellas, componiendo la misma se halló un fragmento escultórico que reconocimos
como la testuz mutilada de un toro, hecho en arerusca de grano fino
(láms. 2.2; 3.1) (31). La construcción debió hallarse sometida a un
intenso deterioro, ya que se encuentra en el borde de un promontorio
muy visible desde numerosos puntos de la vega del Guadalimar, y de
ahí que no haya llegado a nosotros más que lo indicado. En la campaña
de 1976, en el «Estacar de Robarinas», apareció una construcción,
también muy deteriorada, que se interpretó como un túmulo escalonado, junto al que aparecieron abundantes fragmentos escultóricos de
bulto redondo, lo que hace suponer que adosado al monumento había
un ~po escultórico (32). El mejor conservado hasta el momento es
el túmulo de «Los Higuerones» (33), consistente en una construcción
de planta rectangular. La base está realizada con un muro de dos hiladas de piedra, simplemente trabadas entre sí, sin mortero. Apoyadas
en las mismas se levantan tres hiladas de adobe dispuestas al exterior
en forma escalonada. De la cubierta no se ha conservado resoo alguno.
e.,
(31) Laa grandea tumbas violadas y deetrozadae, sin duda eataban adoroada.a con relievea o eacul·
turaa de bulto redondo, que abocadas al vandaliamo en el tranacuno de 1at luchaa interoaa de unoa pue-
bloa on~tanoa contra otroa o durante 1at incunionea de 1at tzibua lualtanaa o celtíberu, fueron
delhechu. Loa bloquea componentes de cabezas o troncoa, fueron posteriormente reutiliudoa en la
fAbrica de eetructuru aepulcralea, como en al caao de la cabe u d.el toro, o el cuello de un caballo, tambl6n aparecido en 1at últimas campefw de excavaci6n de «El E atacar de Robarinaa», en una tumba de
tipo n.
(32) BLAZQUEZ MARTINEZ y REMESAL RODRIGUEZ: Op. cit. en la nota 1. pig. 363.
(83) SANCHEZ MESEGUER: Op. cit. en la nota 2, pip. 418 y aa., fl¡. 180.
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LA NBCROPOUS DE «EL ESTACAR DE ROBARINAS•
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Al exterior rodea la estructura sepulcral una greca perfectamente confec.cionada a base de guijarrillos de color blanco y negro. Puesto que el
túmulo se halló violado no se ha podido obtener la información
deseada sobre su contenido.
La zona de Castulo, que conoció un enorme florecimiento a partir
del siglo V. a. C. y hasta la llegada bárquida, ha de ofrecer aún muestras más señaladas de las grandes construcciones funerarias; esperamos que futuras excavaciones las ofrezcan al conocimiento de
todos.
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flLAZQUEZ y GARCIA-GELAfl E RT.-EI Estacar d e Robal'inas
LAM.I
Vista parcial entenamie ntos tipo I (al fondo y en pt·imet· plano). En e l centJ·o entet•t·amiento tipo n.
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RLAZQUEZ y GARClA-GELABERT.- El Estacar de Robru·inas
l. Enterramientos tipo ll (izquierda), tipo IV (det·echa).
2. En primer plano enterramiento tipo n. Al fondo lienzo de un monumento
funerario muy dete1·iorado.
LAM.
n
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RLAZQUEZ y GARCIA-GELABE RT.-E I Estacar de Robru·inas
l. Fragmento escultórico t•eutilizado An l A r.onS~I.t'Ur.r.ión d A un monumento
funet·ario (detalle).
2. En tel'l'amiento tipo VII.
LAM.lll
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BLAZQUEZ y GARClA-GELABERT.-EI Estacar de Robat'inas
l. Cenefas de guijarros, componentes de entetTamie ntos desap ru·ecidos (izquiet·da).
Ustrinum ( det·e cha).
2. Enten·amiento tipo UI, en e l q ue se pueden apt·eciar restos del ajuar metálico quemado, y fragmentos cerámicos.
LAM. IV
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