Notas acerca de un bóvido ibérico en piedra del Museo Arqueológico de Barcelona
Enric Sanmartí Greco
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ENRIC SANMARTI GREGO *
(Barcelona)
NOTAS ACERCA DE UN BOVIDO ffiERICO EN PIEDRA
DEL MUSEO ARQUEOLOGICO DE BARCELONA
INTRODUCCION
El año 1971, por donación de don Juan Baldricb, ingresó en el
Museo Arqueológico de Barcelona una escultura anima1ística ibérica
en piedra que fue catalogada con el número 25.357 del inventario
general del Museo. Dicha pieza, para la que se adujo una supuesta
procedencia granadina, permaneció expuesta en el vestíbulo de aquella institución museística sin que fuera objeto de publicación científica
alguna. Hoy, ante la oportunidad de poder participar en el tan merecido homenaje de admiración y afecto que la comunidad arqueológica
hispana tributa a Don Domingo Fletcher Valla, hemos creído que valía
la pena darla a conocer, tanto más cuanto que esta escultura pertenece
a uno de los periodos de nuestra protohistoria al que el homenajeado
ha dedicado muchos de sus mejores afanes científicos.
ESTUDIO
Descripción
Se trata de una escultura en piedra caliza, decapitada, lab1·ada en
bulto redondo, que representa con harta fidelidad, a un bóvido echado
y visto por su costado derecho (lám.l). Este animal debía girar seguramente la cabeza un tanto hacia la derecha, según parece demostrar la
(*) AgradK emoa a la Srta. Mana Antonia Grau la realizaci6n de loa dibujos que ilustran la
ft¡. l .
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dirección que llev~ lo que de su cuello se conserva Ofu!l. II, A y B).
Si los detalles de su lado derecho están observados con realismo,
no ocurre lo mismo con la parte central de su costado opuesto, donde
la anatomía del animal adopta una forma plana, verticalizada, hecho
éste que claramente contrasta con los extremos de este mismo lado,
donde el animal muestra las rotundidades que le son propias (fig. 3 B).
Si fijamos nuestra atención en el costado derecho, observaremos
que el animal está recostado sobre su pata posterior izquierda de la
que se advierte la presencia de la pezuña por debajo del muslo derecho (fig. 3 A). Contrariamente, por su parte delantera el bóvido descansa sobre ambas patas, que aparecen dobladas (lám. ll. A) .
Visto por delante se advierte que el escultor conservó, en parte y a
modo de plinto, una porción inferior del bloque de piedra en el que fue
tallada la imagen, dicha porción continúa por debajo del vientre del
animal, aunque únicamente en lo que a su mitad derecha se refiere (lám.
ll, A). Por el lado izquierdo se percibe su ausencia, hecho éste que resta
estabilidad a la escultura En efecto resulta necesario resaltar que este
bóvido no se asienta completamente sobre una base plana, sino que
todo él se inclina hacia su costado izquierdo, motivo por el cual se ha
debido exponer la pieza apoyándola sobre una cuña, pues, de otro
modo, perdería estabilidad y, con poco esfuerzo, vencería fácilmente
hacia aquel lado (lám. ll, B y lll, B).
Los detalles anatómicos, aunque someros, están bien tratados y no
faltan observaciones si se quiere simples, aunque logradas, de elementos característicos cuales pueden ser los órganos genitales; el pelaje de
las zonas próximas a las pezuñas; el carácter bífido de éstas, o bien las
protuberancias de los huesos de la grupa que se hacen aparentes precisamente cuando el animal adopta la posición echada La cola, por su
parte, presenta en su tramo final un trenzado de su pelo, en forma de
ocho, repitiendo un esquema bien conocido en la escultura animalística ibérica. Asimismo, en su arranque, la cola en cuestión presenta
unas acanaladuras en forma de U invertida (lám. 1).
P or último, cabe señalar que sobre el lomo, a la altura de la cruz, el
animal posee una especie de depresión ovalada, poco profunda de
cuya funcionalidad tendremos ocasión de hablar más adelante. Hay
que hacer notar que esta depresión tiene su eje mayor orientado en el
sentido de la profundidad de la escultura lo cual, como veremos, permite dar una explicación plausible a su funcionalidad (lám. 1).
En líneas generales esta representación escultórica podemos decir
que está plenamente conseguida desde el punto de vista de la fidelidad a un original. Efectivamente, es quizá en la plasmación de animales reales, sobre todo équidos y bóvidos, que el artista ibérico obtuvo
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BOVJDO mERICO EN PIEDRA
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sus mejores resultados al no verse obligado a tener que traducir a una
realidad concreta algo que no conocía de primera mano, caso de los
leones, y de la que únicamente tenía un conocimiento puramente conceptual y abstracto.
La sucesión de planos lisos y curvos, desde la cabeza a los cuartos
traseros, se consigue en esta escultura de una forma sabia en la que la
utilización de la luz juega un papel de primer orden. Compárese sino
con el esquematismo e, incluso, irrealidad de tanta y tantá escultura
ibérica -recordemos el toro de Osuna o la buena serie de leones hallados en diversos yacimientos jiennenses y cordobeses (1)- para comprender hasta qué punto nuestro bóvido se acerca a la realidad que el
escultor pretendió recrear.
Paralelos y cronolog(a
Desgraciadamente no podemos aducir paralelos demasiado claros
que desde el punto de vista de la realización permitan establecer ajustadas comparaciones estill.sticas. Sólo en el bóvido echado de El Molar
creemos encontrar rasgos que nos recuerdan a nuestro ejemplar, entre
los que destaca, por su excepcionalidad, el de tener también una
depresión en el centro del lomo. Pero dejando de lado esta característica, vemos en el toro alicantino un aire vagamente familiar que, creemos nosotros, permite imaginar que ambos ejemplares no están
demasiado alejados el uno del otro ni en el espacio ni en el
tiempo (2).
En principio, nosotros nos permitimos dudar un tanto acerca de un
origen granadino para este pieza, pues a esta provincia corresponde
buena parte del territorio bastetano, en el cual, según ha demostrado
M Almagro-Gorbea, predominan las cámaras funerarias con notable
ausencia de escultua zoomorfa sepulcral en piedra {3). Por su aspecto
(1) Véase en última Instancia loa recientemente publicados de Baena (Córdoba) en F. C'HAVES
TRISTAN: «Nuevas escultural de leones en la $ODA de Baena (Córdoba)», en Homenaje a C'onchita
Femmdez Cbican'o, directora del Muaeo Arqueol6cico de SeviDa, Madrid, 1982, p6p. 227-247, que
vienen a añadirse a loa ya cláaicoa de la misma localidad o de Nueva C'arteya, en~ otros.
(2) E. A. J.LOBREGAT CONESA: «Conteatauia ibérica», Alicante, 1972, lám. IX. arriba. Elte
autor da en su libro la viata lateral derecha de la pieza; para el coDOClmiento de au lado opueato, v6ue la
nota 6.
(3) M. ALMAGRO GORBEA: «Tumbas de cámara Y ~as funerviaa ibérica& Su interpretación
.
aoci
Femúdn Chicarro, directora delMuaeo Arqueol6gico de Sevwa, Madrid, 1982, pAga. 249-26"í.'Hemoa
de recordar también que en la provincia de Granada no ha aparecido, por ahora, ni una sola eafin¡e en
piedra ai exceptuamos, claro esté, a la Dama de Galera; para esta cuesti6n véase T. C'HAPA BRUNET:
1d.aa eafingea en la plútica ib6rica», en Trab~oa de Prehistoria. 87, Madrid, 1980, páp. 309-344.
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E. SANMARTI GREGO
y su labra pensamos que esta escultura tiene que proceder de algún
yacimiento ibérico ubicado en el sudeste peninsular, en las actuales
provincias de Alicante o Murcia, muy probablemente.
En cuanto a su cronología estamos completamente faltos de cualquier indicación de dónde y en qué contexto apareció esta escultura.
Sin embargo, tras la enseñanza de Pozo Moro, no cabe la menor duda
para proponer una cronología alta que situariamos en el siglo V a.
J.
c.
Dimensiones
La escultura de bóvido que nos ocupa, labrada a partir de un
bloque de piedra caliza, relativamente blanda, de color beige, tiene
una anchura máxima de 103 centímetros; una altura máxima de 58'5
centímetros y una profundidad máxima, en los cuartos traseros, de 39
centímetros. La depresión ovalada del lomo, por su parte, mide 7 milimetros de profundidad y su eje mayor mide, a su vez, 105
centímetros.
Estado de conservación
Si exceptuamos la pérdida de la cabeza, a. í como los rotos y dess
conchados de la pata anterior izquierda, del muslo posterior derecho y
de ciertos puntos de la cola, podemos considerar que esta pieza ha llegado hasta nosotros en condiciones de conservación más que aceptables. Si tenemos en cuenta el hecho de que, por lo general, toda la
escultura ibérica, tanto la animalística como la antropomorfa, sufrió,
ya en la misma antigüedad, un proceso de deterioro muy acusado, la
mayoría de las veces intencional (4). En este sentido, cabe señalar que
la escultura presenta en la parte izquierda del cuello una ancha y profunda ranura, aparentemente intencionada, que quizá sea producto
del proceso llevado a cabo para conseguir la separación de la cabeza
del resto del cuerpo del anim81 (lám. ll, B).
(4) M ALMAGRO GORBEA: «Pozo Moro. El monumento orlentalizante, au contexto sociocultural y sus paralelos en la arquitectura funeraria ib6rica», en Madrider Mitteilun¡en, 24, 1988,
Mainz am Rhein, 1984, pág. 267. Este autor opina quelaa destrucciones ae evidencian a partir de fines
delalglo IV; ain embargo, creemos que hay razones aobradaa para poder pensar en una mayor antigüedad, tal como lo demuestra el reaprovecbamiento de fragmentos eacult6rlcoa en tumbaa de encachado
tumular bien fechadaa por importaciones átieaa de barniz negro en el curso de la primera mitad del siglo
IV a. de('., cual ocurre en la necr6polia de El ('igarralejo o en la de ('abezo Lucero, para citar aolamente
eatoa dos; vbse E. ('UADRADO DIAZ: «El mundo ibérico. Problemaa de cronolo&{a y de laa influeneiaa culturales extemaa», en Primer Sympoaium de Prehistoria Peninsular (Pamplona, 1969), Pamplona, 1960, pig. 226, y A. JODIN, E. LLOBREGAT C'ONESA, P. ROUILLARD y J . UROZ SAEZ:
t
1980», en Mélangea de la Caaa de Velúquea, XVII. Paria, 1981, páp. 628·629. • •
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BOVIDO mERICO EN PIEDRA
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Interpretaci6n
Hemos de confesar que nuestra primera impresión al iniciar el
estudio de la pieza que nos ocupa fue la de considerarla una esculturasillar de ángulo de un momento funerario turriforme, movidos por el
hecho de constatar que la escultura tenía liso el costado izquierdo. Sin
embargo, pronto caímos en la cuenta de que esta interpretación no era
plenamente correcta ni satisfactoria pues un examen atento del animal
revela que en modo alguno fue tallado pensando en asignarle una función arquitectónica de sostén de sillares en un monumento, sino que,
antes bien, el carácter liso de su costado izquierdo daba a entender
que por dicho lado la escultura debió de ir tan sólo adosada a algo que,
por otra parte, permitía ver lateralmente la parte anterior y el cuarto
trasero izquierdo. Así pues, de haber funcionado como sillar de
ángulo, la escultura jamás hubiese permitido ver al espectador,
cuando menos, su extremo posterior interno del cuerpo, pues éste
habría quedado oculto en el interior de la estructura de la torre funeraria, tal como vemos que ocurre con los leones del monumento sepul.
cral de Pozo Moro (5}.
Ante esta evidencia había pues que tratar de dar otro tipo de explicación ala funcionalidad de la escultura que nos ocupa, lo cual ciertamente, no se presenta nada fácil Es ahora y aquí cuando entra en
juego la valoración que hay que asignar a la depresión ovalada que se
halla situada sobre el lomo del animal, ya que es sin duda esta huella la
que de forma hipotética ayudará a dar con la clave del enigma.
Descartada por nuestra parte la posibilidad de que la escultura del
Museo Arqueológico de Barcelona hubiese pertenecido a un monumento funerario turriforme, pensamos que, en cambio, este animal,
emparejado con un homólogo que se situarla a la izquierda, sirvió para
flanquear la figura de una dama sedente, la cual sostendría alg6n
objeto de culto - pátera, gobelete o tulipa, etc.- adoptando una postura que la obligaría a separar los brazos del tronco de manera que su
codo derecho se apoyaría y quedaría fijado en la depresión circular
situada sobre el lomo del animal (fig. 1, A y B). Esta hipótesis, que a
primera vista podría parecer gratuita, se apoya en el hecho constatable de la visibilidad de los extremos del animal por su costado
izquierdo, de forma que, contra la parte central del mismo, se apoyada
(6) ALMAGRO GORBEA: op. cit. en la nota anterior, láma. 16 a 18. Nos referimos e.xcluaiva·
mente a esta obra por ser la auma y compendio de la abundante literatura salida de la pluma de este
autor. Su elenco completo en la misma obra. pág. 178, nota 2.
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Fig. 1.- Reooutrucclón del bóvido IWrlco del Museo Arqueológico de Barcelona.
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BOVIDO IBERICO EN PIEDRA
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el lateral del tronco de la dama sedente, el cual, asimismo, sostendría
al bóvido evitando su tendencia a inclinarse; así como también en el
resultado de la prueba experimental que hemos realizado procediendo
a sentar a una persona de pequeña estatura en el lugar de situación
teórico de la dama. En efecto, colocada una persona de esa gUisa, llevando a cabo la acción de sostener una pátera en sus manos, hemos
comprobado que su codo derecho iba a coincidir exactamente con la
depresión situada sobre el lomo del animal, lo que para nosotros sirve
para otorgar visos de verosimilitud a la hipótesis que aquí estamos formulando como ya ha sido dicho, una huella de este mismo tipo y situación la conocemos en la representación de un bóvido echado
procedente de El Molar a coincidir exactamente con la depresión
situada sobre el lomo del animal, lo que en nuestra opinión sirve para
otorgar visos de verosimilitud a la suposición que aquí estamos formulando. Por otro lado, el hecho de que el eje mayor de la depresión esté
orientado de tal forma que en ella pueda encajar cómodamente un
codo, apunta también hacia la verosimilitud de nuestra propuesta.
Con todo, somos conscientes de que hasta que la arqueología no
aporte pruebas concluyentes que confirmen la existencia en la escultura funeraria ibérica de asociaciones de animales -en este caso
bóvidos-, a damas sedentes, siempre planeará la duda acerca de la
bondad de nuestra hipótesis. De todos modos, creemos que es válido
ponerla habida cuenta de que se formula en base a unos supuestos
lógicos que la hacen aceptablemente plausible.
Ya fuera del ámbito propio al monumento que nos ocupa, cabe
aducir también las pruebas relativamente utilizables y paralelizables
que aportan el Toro de El Molar y la Bicha de Balazote.
Sobre el primero hemos de decir, partiendo de la no muy buena
fotografia publicada en su día por A García y Bellido (6), que por su
costado derecho parece tener la parte anterior plana, así como su
parte central, quedando sólo bien esculpida la correspondiente a su
cuarto trasero. Hipotéticamente, y a falta de visión directa, diremos
que quizá pudo funcionar del mismo modo que suponemos lo hizo el
bóvido de Barcelona.
En cuanto a la Bicha de Balazote cabe decir que está también claramente dotada de una depresión circular sobre su lomo, quizá más
pequefta que la que se encuentra en nuestro ejemplar. En cuanto a su
funcionalidad, la. opiniones varian según los autores, pues, de un lado,
s
(6) A. GARC'IA BELLIDO: <~, en «Historia de Espai'la», dírigida por R. MENENDEZ
PIDA.L, tomo L vol m. Madrid. 1963, pág. 591, fig. 528.
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E. SANMARTI GREGO
A. García y Bellido, su primer editor serio, opinaba en 1931 que la
Bicha no tuvo un rol de sillar, sino que debió estar «más o menos arrimada a una pared» (7), según este mismo autor, el hecho de que la
Bicha tenga la pata anterior derecha casi acabada así como su cuarto
trasero· esbozado impediría su atribución a un sillar. Más recientemente, Martín Almagro Gorbea ha incluido a la Bicha de Balazote en
la lista de esculturas-sillares de ángulo pertenecientes a probables
monumentos funerarios turrüormes (8). Por nuestra parte pensamos
que no queda del todo clara su función como sillar y que tal vez tuviese
razón García y Bellido, al no considerarla como tal, tanto más cuanto
que nos da la sensación de que las marcas que aparecen sobre su lado
derecho no parecen ser tanto las huellas de talla, sino que más bien
parecen el resultado de una acción violenta destinada a arrancar la
pieza de algo a lo que se hallaba í.ntimamente unida por haber sido
labrada al unísono con la parte supuestamente desaparecida. En este
sentido llama poderosamente la atención la presencia de un surco oblicuo, al parecer profundo, situado en la parte anterior de la, digamos,
cara oculta de la pieza, el cual recuerda en gran manera al que en el
animal del Museo de Barcelona cruza oblicuamente su cuello por
encima de la papada Uno y otro podrian ser la huella dejada por un
escoplo de sección circular utilizado para, en uno y otro caso, mutilar
las piezas.
Nosotros, con la mayor prudencia, avanzamos la posibilidad de
que la Bicha de Balazote hubiese podido desempeñar un papel iconográfico semejante al que suponemos para el bóvido de Barcelona, aunque pensamos también que tanto la Bicha cuanto el toro de El Molar
pueden ser objeto de interpretaciones distintas a ésta y que habrá que
esperar a que el·azar y la necesidad nos doten en el futuro de los elementos de juicio complementarios porque por ahora nos faltan.
CONCLUSIONES
De haber sido las cosas según nuestro hipotético modo de ver,
resultaría que, en el ámbito de la plástica animalística ibérica de uso
(7) A. GARCIA BELIJDO: «La Bicha de Balazote», en Archivo Eapaflol de Arte y Arqueología,
vn. Madrid, 1931, páp. 249-270.
Más recientemente ha tratado de esta pieza T. CHAPA BRUNET: C
Baluote. Nueva puesta a punto de su problemática», en Al-Buit,
10, Albacete, 1981, págs. 145157, para la que eate animal cumplió una función arquitectónica, quid. en la puerta de una
tumbL
(8) ALMAGRO GORBEA: op. cit. en la nota 4, pág. 232.
M. ALMAGRO GORBEA:
38-40, Barcelona, 1979, pág. 124.
vn.
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funerario, habría que tomar en cuenta la posible existencia de animales echados flanqueadores de damas sedentes, lo que nos llevarí(l a
establecer un nuevo grupo de esculturas labradas con esta precisa
finalidad funcional, y que habria que distinguir de las esculturas utilizadas con finalidades apotropaicas y arquitectónico estructurales en
los monumentos funerarios turriformes.
Efectivamente, M. Almagro Gorbea ha tenido el mérito y el acierto
de establecer por vez primera la tipología de los monumentos funerarios ibéricos en relación con la escultura anim.a1ística en piedra. Así,
dejando a un lado los sepulcros tumulares y de cámara, ambos desprovistos de escultura, ha podido determinar la existencia de monumentos turriformes tipo Pozo Moro, dotados de animales protectores en
las esquinas, así como de monumentos en forma de pilares-estela provistos de figuras animales -y tal vez jinetes- en su cima (9). De esta
forma, todo el cúmulo de materiales atesorados hasta ahora, conservados en museos y colecciones, comienza a encontrar un adecuado ordenamiento lógico. Sin embargo, hay que tener presente que, muy
probablemente, a medida que la escultura animalística ibérica vaya
siendo estudiada a la luz de estas importantes aportaciones de M.
Almagro-Gorbea, paulatinamente irán estableciéndose matizaciones
que abrirán nuevas vías a la interpretación de la funcionalidad de
aquélla. Nosotros queremos creer que con el estudio del documento
que hoy nos ocupa aqtú hemos aportado nuestro grano 5fe arena en el
sentido de abrir una nueva vía de discusió~ y debate en este campo tan
viejo, pero al mismo tiempo tan novedoso, del estudio de la
plástica ibérica.
NOTA COMPLEMENTARIA
Acabado de redactar este trabajo y a punto de ser librado al editor,
ha llegado a nuestra manos el libro de Teresa Chapa Brunet dedicado
al estudio de la plástica ibérica de tema zoomorfo (10). En dicha obra,
la autora trata de la escultura que motiva estas páginas, para la que se
propone un origen andaluz, situado concretamente en la localidad de
Santaella (Córdoba). Los motivos que mueven a la autora a fijar este
origen con tanta precisión se basan en el conocimiento de otra escultura de bóvido hallada en aquella localidad andaluza hace un cuarto de
(9) M. ALMAGRO GORBEA: «Pilarea estelaa ibérico&», en Homenaje al proCeaor Martín Almagro
Bascb, m, Madrid, 1983, p6ga. 7-20.
(10) T. CHAPA BRUNET: «La escultura ibárica zoomorfa», Madrid, 1985, pága. 108, 158 y 160.
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10
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siglo y que hoy se conserva en el Museo Arqueológico de Córdoba.
Para Teresa Chapa, la semejanza formal entre ambas postula hacia un
origen común. Asimismo, estos dos bóvidos pueden encuadrarse,
siempre según esta autora, en un Subgrupo Al, el cual muestra rasgos
que son típicos de su Grupo B. Este último tiene un área de dispersión
centrada en el Sudeste peninsular, mientras que el Grupo A y el Subgrupo Al son más propios del territorio andaluz vertebrado por el
río Guadalquivir.
Por lo que a nosotros respecta, sin dejar de tomar muy en cuenta
las observaciones de una tan buena conocedora de la escultura ibérica,
y precisamente por el hecho de que el Grupo A también se encuentra
presente en el Sudeste, pensamos que no es posible descartar para la
escultura del Museo Arqueológico de Barcelona un origen valenciano
o murciano, habida cuenta, en primer lugar, de la transhumancia de los
artistas, y, en segundo lugar, por la presencia de depresiones en el
lomo de los animales sólo en la zona alicantina - caso del Toro del
Molar- , o albaceteña -caso de la Bicha de Balazote, hecho éste que
no dejar de ser, creemos nosotros, bastante significativo.
En cuanto a la funcionalidad de la escultura de Barcelona, la
autora, que nada dice de la existencia de la depresión dorsal, piensa
que ésta, así como la del Museo Arqueológico de Córdoba, debían de
flanquear un monumento funerario, actuando así de la misma forma
que los leones ibéricos que adoptan su misma postura Para Teresa
Chapa estos bóvidos debieron ir adosados a una pared sin llegar a formar parte de la misma
Finalmente, por lo que a la cronología de esta escultura hace referencia, la autora propone para su labra un período que cabría situar en
los siglos V y IV a. de J . C.
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SANMA RT I.- Róvldo ibérico en pied1·o
LAI'\1:. 1
Vista genet·al del bóvido ibérico e n piedt·a del Musco Al'queol6gico de Ral'cclona.
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LAM. n
SANMA RTI.- fióvido ibé rico en piedra
Ay
n. Vis ta en esCOI'ZO de los costados derecho e iz quiel'do del bóvido ibé a·ico d el Museo
At·qu eológico de R arcelona.
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SANMARTl.- Róvido ibérico en piedra
LAM.OI
A y R. Vistas laterales derecha e izquiet·da del bóvido ibérico de l Museo Arqueológico de
Ra1·celona.
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NOTAS ACERCA DE UN BOVIDO ffiERICO EN PIEDRA
DEL MUSEO ARQUEOLOGICO DE BARCELONA
INTRODUCCION
El año 1971, por donación de don Juan Baldricb, ingresó en el
Museo Arqueológico de Barcelona una escultura anima1ística ibérica
en piedra que fue catalogada con el número 25.357 del inventario
general del Museo. Dicha pieza, para la que se adujo una supuesta
procedencia granadina, permaneció expuesta en el vestíbulo de aquella institución museística sin que fuera objeto de publicación científica
alguna. Hoy, ante la oportunidad de poder participar en el tan merecido homenaje de admiración y afecto que la comunidad arqueológica
hispana tributa a Don Domingo Fletcher Valla, hemos creído que valía
la pena darla a conocer, tanto más cuanto que esta escultura pertenece
a uno de los periodos de nuestra protohistoria al que el homenajeado
ha dedicado muchos de sus mejores afanes científicos.
ESTUDIO
Descripción
Se trata de una escultura en piedra caliza, decapitada, lab1·ada en
bulto redondo, que representa con harta fidelidad, a un bóvido echado
y visto por su costado derecho (lám.l). Este animal debía girar seguramente la cabeza un tanto hacia la derecha, según parece demostrar la
(*) AgradK emoa a la Srta. Mana Antonia Grau la realizaci6n de loa dibujos que ilustran la
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dirección que llev~ lo que de su cuello se conserva Ofu!l. II, A y B).
Si los detalles de su lado derecho están observados con realismo,
no ocurre lo mismo con la parte central de su costado opuesto, donde
la anatomía del animal adopta una forma plana, verticalizada, hecho
éste que claramente contrasta con los extremos de este mismo lado,
donde el animal muestra las rotundidades que le son propias (fig. 3 B).
Si fijamos nuestra atención en el costado derecho, observaremos
que el animal está recostado sobre su pata posterior izquierda de la
que se advierte la presencia de la pezuña por debajo del muslo derecho (fig. 3 A). Contrariamente, por su parte delantera el bóvido descansa sobre ambas patas, que aparecen dobladas (lám. ll. A) .
Visto por delante se advierte que el escultor conservó, en parte y a
modo de plinto, una porción inferior del bloque de piedra en el que fue
tallada la imagen, dicha porción continúa por debajo del vientre del
animal, aunque únicamente en lo que a su mitad derecha se refiere (lám.
ll, A). Por el lado izquierdo se percibe su ausencia, hecho éste que resta
estabilidad a la escultura En efecto resulta necesario resaltar que este
bóvido no se asienta completamente sobre una base plana, sino que
todo él se inclina hacia su costado izquierdo, motivo por el cual se ha
debido exponer la pieza apoyándola sobre una cuña, pues, de otro
modo, perdería estabilidad y, con poco esfuerzo, vencería fácilmente
hacia aquel lado (lám. ll, B y lll, B).
Los detalles anatómicos, aunque someros, están bien tratados y no
faltan observaciones si se quiere simples, aunque logradas, de elementos característicos cuales pueden ser los órganos genitales; el pelaje de
las zonas próximas a las pezuñas; el carácter bífido de éstas, o bien las
protuberancias de los huesos de la grupa que se hacen aparentes precisamente cuando el animal adopta la posición echada La cola, por su
parte, presenta en su tramo final un trenzado de su pelo, en forma de
ocho, repitiendo un esquema bien conocido en la escultura animalística ibérica. Asimismo, en su arranque, la cola en cuestión presenta
unas acanaladuras en forma de U invertida (lám. 1).
P or último, cabe señalar que sobre el lomo, a la altura de la cruz, el
animal posee una especie de depresión ovalada, poco profunda de
cuya funcionalidad tendremos ocasión de hablar más adelante. Hay
que hacer notar que esta depresión tiene su eje mayor orientado en el
sentido de la profundidad de la escultura lo cual, como veremos, permite dar una explicación plausible a su funcionalidad (lám. 1).
En líneas generales esta representación escultórica podemos decir
que está plenamente conseguida desde el punto de vista de la fidelidad a un original. Efectivamente, es quizá en la plasmación de animales reales, sobre todo équidos y bóvidos, que el artista ibérico obtuvo
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sus mejores resultados al no verse obligado a tener que traducir a una
realidad concreta algo que no conocía de primera mano, caso de los
leones, y de la que únicamente tenía un conocimiento puramente conceptual y abstracto.
La sucesión de planos lisos y curvos, desde la cabeza a los cuartos
traseros, se consigue en esta escultura de una forma sabia en la que la
utilización de la luz juega un papel de primer orden. Compárese sino
con el esquematismo e, incluso, irrealidad de tanta y tantá escultura
ibérica -recordemos el toro de Osuna o la buena serie de leones hallados en diversos yacimientos jiennenses y cordobeses (1)- para comprender hasta qué punto nuestro bóvido se acerca a la realidad que el
escultor pretendió recrear.
Paralelos y cronolog(a
Desgraciadamente no podemos aducir paralelos demasiado claros
que desde el punto de vista de la realización permitan establecer ajustadas comparaciones estill.sticas. Sólo en el bóvido echado de El Molar
creemos encontrar rasgos que nos recuerdan a nuestro ejemplar, entre
los que destaca, por su excepcionalidad, el de tener también una
depresión en el centro del lomo. Pero dejando de lado esta característica, vemos en el toro alicantino un aire vagamente familiar que, creemos nosotros, permite imaginar que ambos ejemplares no están
demasiado alejados el uno del otro ni en el espacio ni en el
tiempo (2).
En principio, nosotros nos permitimos dudar un tanto acerca de un
origen granadino para este pieza, pues a esta provincia corresponde
buena parte del territorio bastetano, en el cual, según ha demostrado
M Almagro-Gorbea, predominan las cámaras funerarias con notable
ausencia de escultua zoomorfa sepulcral en piedra {3). Por su aspecto
(1) Véase en última Instancia loa recientemente publicados de Baena (Córdoba) en F. C'HAVES
TRISTAN: «Nuevas escultural de leones en la $ODA de Baena (Córdoba)», en Homenaje a C'onchita
Femmdez Cbican'o, directora del Muaeo Arqueol6cico de SeviDa, Madrid, 1982, p6p. 227-247, que
vienen a añadirse a loa ya cláaicoa de la misma localidad o de Nueva C'arteya, en~ otros.
(2) E. A. J.LOBREGAT CONESA: «Conteatauia ibérica», Alicante, 1972, lám. IX. arriba. Elte
autor da en su libro la viata lateral derecha de la pieza; para el coDOClmiento de au lado opueato, v6ue la
nota 6.
(3) M. ALMAGRO GORBEA: «Tumbas de cámara Y ~as funerviaa ibérica& Su interpretación
.
aoci
de recordar también que en la provincia de Granada no ha aparecido, por ahora, ni una sola eafin¡e en
piedra ai exceptuamos, claro esté, a la Dama de Galera; para esta cuesti6n véase T. C'HAPA BRUNET:
1d.aa eafingea en la plútica ib6rica», en Trab~oa de Prehistoria. 87, Madrid, 1980, páp. 309-344.
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•
E. SANMARTI GREGO
y su labra pensamos que esta escultura tiene que proceder de algún
yacimiento ibérico ubicado en el sudeste peninsular, en las actuales
provincias de Alicante o Murcia, muy probablemente.
En cuanto a su cronología estamos completamente faltos de cualquier indicación de dónde y en qué contexto apareció esta escultura.
Sin embargo, tras la enseñanza de Pozo Moro, no cabe la menor duda
para proponer una cronología alta que situariamos en el siglo V a.
J.
c.
Dimensiones
La escultura de bóvido que nos ocupa, labrada a partir de un
bloque de piedra caliza, relativamente blanda, de color beige, tiene
una anchura máxima de 103 centímetros; una altura máxima de 58'5
centímetros y una profundidad máxima, en los cuartos traseros, de 39
centímetros. La depresión ovalada del lomo, por su parte, mide 7 milimetros de profundidad y su eje mayor mide, a su vez, 105
centímetros.
Estado de conservación
Si exceptuamos la pérdida de la cabeza, a. í como los rotos y dess
conchados de la pata anterior izquierda, del muslo posterior derecho y
de ciertos puntos de la cola, podemos considerar que esta pieza ha llegado hasta nosotros en condiciones de conservación más que aceptables. Si tenemos en cuenta el hecho de que, por lo general, toda la
escultura ibérica, tanto la animalística como la antropomorfa, sufrió,
ya en la misma antigüedad, un proceso de deterioro muy acusado, la
mayoría de las veces intencional (4). En este sentido, cabe señalar que
la escultura presenta en la parte izquierda del cuello una ancha y profunda ranura, aparentemente intencionada, que quizá sea producto
del proceso llevado a cabo para conseguir la separación de la cabeza
del resto del cuerpo del anim81 (lám. ll, B).
(4) M ALMAGRO GORBEA: «Pozo Moro. El monumento orlentalizante, au contexto sociocultural y sus paralelos en la arquitectura funeraria ib6rica», en Madrider Mitteilun¡en, 24, 1988,
Mainz am Rhein, 1984, pág. 267. Este autor opina quelaa destrucciones ae evidencian a partir de fines
delalglo IV; ain embargo, creemos que hay razones aobradaa para poder pensar en una mayor antigüedad, tal como lo demuestra el reaprovecbamiento de fragmentos eacult6rlcoa en tumbaa de encachado
tumular bien fechadaa por importaciones átieaa de barniz negro en el curso de la primera mitad del siglo
IV a. de('., cual ocurre en la necr6polia de El ('igarralejo o en la de ('abezo Lucero, para citar aolamente
eatoa dos; vbse E. ('UADRADO DIAZ: «El mundo ibérico. Problemaa de cronolo&{a y de laa influeneiaa culturales extemaa», en Primer Sympoaium de Prehistoria Peninsular (Pamplona, 1969), Pamplona, 1960, pig. 226, y A. JODIN, E. LLOBREGAT C'ONESA, P. ROUILLARD y J . UROZ SAEZ:
t
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BOVIDO mERICO EN PIEDRA
6
Interpretaci6n
Hemos de confesar que nuestra primera impresión al iniciar el
estudio de la pieza que nos ocupa fue la de considerarla una esculturasillar de ángulo de un momento funerario turriforme, movidos por el
hecho de constatar que la escultura tenía liso el costado izquierdo. Sin
embargo, pronto caímos en la cuenta de que esta interpretación no era
plenamente correcta ni satisfactoria pues un examen atento del animal
revela que en modo alguno fue tallado pensando en asignarle una función arquitectónica de sostén de sillares en un monumento, sino que,
antes bien, el carácter liso de su costado izquierdo daba a entender
que por dicho lado la escultura debió de ir tan sólo adosada a algo que,
por otra parte, permitía ver lateralmente la parte anterior y el cuarto
trasero izquierdo. Así pues, de haber funcionado como sillar de
ángulo, la escultura jamás hubiese permitido ver al espectador,
cuando menos, su extremo posterior interno del cuerpo, pues éste
habría quedado oculto en el interior de la estructura de la torre funeraria, tal como vemos que ocurre con los leones del monumento sepul.
cral de Pozo Moro (5}.
Ante esta evidencia había pues que tratar de dar otro tipo de explicación ala funcionalidad de la escultura que nos ocupa, lo cual ciertamente, no se presenta nada fácil Es ahora y aquí cuando entra en
juego la valoración que hay que asignar a la depresión ovalada que se
halla situada sobre el lomo del animal, ya que es sin duda esta huella la
que de forma hipotética ayudará a dar con la clave del enigma.
Descartada por nuestra parte la posibilidad de que la escultura del
Museo Arqueológico de Barcelona hubiese pertenecido a un monumento funerario turriforme, pensamos que, en cambio, este animal,
emparejado con un homólogo que se situarla a la izquierda, sirvió para
flanquear la figura de una dama sedente, la cual sostendría alg6n
objeto de culto - pátera, gobelete o tulipa, etc.- adoptando una postura que la obligaría a separar los brazos del tronco de manera que su
codo derecho se apoyaría y quedaría fijado en la depresión circular
situada sobre el lomo del animal (fig. 1, A y B). Esta hipótesis, que a
primera vista podría parecer gratuita, se apoya en el hecho constatable de la visibilidad de los extremos del animal por su costado
izquierdo, de forma que, contra la parte central del mismo, se apoyada
(6) ALMAGRO GORBEA: op. cit. en la nota anterior, láma. 16 a 18. Nos referimos e.xcluaiva·
mente a esta obra por ser la auma y compendio de la abundante literatura salida de la pluma de este
autor. Su elenco completo en la misma obra. pág. 178, nota 2.
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Fig. 1.- Reooutrucclón del bóvido IWrlco del Museo Arqueológico de Barcelona.
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7
el lateral del tronco de la dama sedente, el cual, asimismo, sostendría
al bóvido evitando su tendencia a inclinarse; así como también en el
resultado de la prueba experimental que hemos realizado procediendo
a sentar a una persona de pequeña estatura en el lugar de situación
teórico de la dama. En efecto, colocada una persona de esa gUisa, llevando a cabo la acción de sostener una pátera en sus manos, hemos
comprobado que su codo derecho iba a coincidir exactamente con la
depresión situada sobre el lomo del animal, lo que para nosotros sirve
para otorgar visos de verosimilitud a la hipótesis que aquí estamos formulando como ya ha sido dicho, una huella de este mismo tipo y situación la conocemos en la representación de un bóvido echado
procedente de El Molar a coincidir exactamente con la depresión
situada sobre el lomo del animal, lo que en nuestra opinión sirve para
otorgar visos de verosimilitud a la suposición que aquí estamos formulando. Por otro lado, el hecho de que el eje mayor de la depresión esté
orientado de tal forma que en ella pueda encajar cómodamente un
codo, apunta también hacia la verosimilitud de nuestra propuesta.
Con todo, somos conscientes de que hasta que la arqueología no
aporte pruebas concluyentes que confirmen la existencia en la escultura funeraria ibérica de asociaciones de animales -en este caso
bóvidos-, a damas sedentes, siempre planeará la duda acerca de la
bondad de nuestra hipótesis. De todos modos, creemos que es válido
ponerla habida cuenta de que se formula en base a unos supuestos
lógicos que la hacen aceptablemente plausible.
Ya fuera del ámbito propio al monumento que nos ocupa, cabe
aducir también las pruebas relativamente utilizables y paralelizables
que aportan el Toro de El Molar y la Bicha de Balazote.
Sobre el primero hemos de decir, partiendo de la no muy buena
fotografia publicada en su día por A García y Bellido (6), que por su
costado derecho parece tener la parte anterior plana, así como su
parte central, quedando sólo bien esculpida la correspondiente a su
cuarto trasero. Hipotéticamente, y a falta de visión directa, diremos
que quizá pudo funcionar del mismo modo que suponemos lo hizo el
bóvido de Barcelona.
En cuanto a la Bicha de Balazote cabe decir que está también claramente dotada de una depresión circular sobre su lomo, quizá más
pequefta que la que se encuentra en nuestro ejemplar. En cuanto a su
funcionalidad, la. opiniones varian según los autores, pues, de un lado,
s
(6) A. GARC'IA BELLIDO: <
PIDA.L, tomo L vol m. Madrid. 1963, pág. 591, fig. 528.
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8
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A. García y Bellido, su primer editor serio, opinaba en 1931 que la
Bicha no tuvo un rol de sillar, sino que debió estar «más o menos arrimada a una pared» (7), según este mismo autor, el hecho de que la
Bicha tenga la pata anterior derecha casi acabada así como su cuarto
trasero· esbozado impediría su atribución a un sillar. Más recientemente, Martín Almagro Gorbea ha incluido a la Bicha de Balazote en
la lista de esculturas-sillares de ángulo pertenecientes a probables
monumentos funerarios turrüormes (8). Por nuestra parte pensamos
que no queda del todo clara su función como sillar y que tal vez tuviese
razón García y Bellido, al no considerarla como tal, tanto más cuanto
que nos da la sensación de que las marcas que aparecen sobre su lado
derecho no parecen ser tanto las huellas de talla, sino que más bien
parecen el resultado de una acción violenta destinada a arrancar la
pieza de algo a lo que se hallaba í.ntimamente unida por haber sido
labrada al unísono con la parte supuestamente desaparecida. En este
sentido llama poderosamente la atención la presencia de un surco oblicuo, al parecer profundo, situado en la parte anterior de la, digamos,
cara oculta de la pieza, el cual recuerda en gran manera al que en el
animal del Museo de Barcelona cruza oblicuamente su cuello por
encima de la papada Uno y otro podrian ser la huella dejada por un
escoplo de sección circular utilizado para, en uno y otro caso, mutilar
las piezas.
Nosotros, con la mayor prudencia, avanzamos la posibilidad de
que la Bicha de Balazote hubiese podido desempeñar un papel iconográfico semejante al que suponemos para el bóvido de Barcelona, aunque pensamos también que tanto la Bicha cuanto el toro de El Molar
pueden ser objeto de interpretaciones distintas a ésta y que habrá que
esperar a que el·azar y la necesidad nos doten en el futuro de los elementos de juicio complementarios porque por ahora nos faltan.
CONCLUSIONES
De haber sido las cosas según nuestro hipotético modo de ver,
resultaría que, en el ámbito de la plástica animalística ibérica de uso
(7) A. GARCIA BELIJDO: «La Bicha de Balazote», en Archivo Eapaflol de Arte y Arqueología,
vn. Madrid, 1931, páp. 249-270.
Más recientemente ha tratado de esta pieza T. CHAPA BRUNET: C
10, Albacete, 1981, págs. 145157, para la que eate animal cumplió una función arquitectónica, quid. en la puerta de una
tumbL
(8) ALMAGRO GORBEA: op. cit. en la nota 4, pág. 232.
M. ALMAGRO GORBEA:
vn.
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BOVIDO mERICO EN PIEDRA
9
funerario, habría que tomar en cuenta la posible existencia de animales echados flanqueadores de damas sedentes, lo que nos llevarí(l a
establecer un nuevo grupo de esculturas labradas con esta precisa
finalidad funcional, y que habria que distinguir de las esculturas utilizadas con finalidades apotropaicas y arquitectónico estructurales en
los monumentos funerarios turriformes.
Efectivamente, M. Almagro Gorbea ha tenido el mérito y el acierto
de establecer por vez primera la tipología de los monumentos funerarios ibéricos en relación con la escultura anim.a1ística en piedra. Así,
dejando a un lado los sepulcros tumulares y de cámara, ambos desprovistos de escultura, ha podido determinar la existencia de monumentos turriformes tipo Pozo Moro, dotados de animales protectores en
las esquinas, así como de monumentos en forma de pilares-estela provistos de figuras animales -y tal vez jinetes- en su cima (9). De esta
forma, todo el cúmulo de materiales atesorados hasta ahora, conservados en museos y colecciones, comienza a encontrar un adecuado ordenamiento lógico. Sin embargo, hay que tener presente que, muy
probablemente, a medida que la escultura animalística ibérica vaya
siendo estudiada a la luz de estas importantes aportaciones de M.
Almagro-Gorbea, paulatinamente irán estableciéndose matizaciones
que abrirán nuevas vías a la interpretación de la funcionalidad de
aquélla. Nosotros queremos creer que con el estudio del documento
que hoy nos ocupa aqtú hemos aportado nuestro grano 5fe arena en el
sentido de abrir una nueva vía de discusió~ y debate en este campo tan
viejo, pero al mismo tiempo tan novedoso, del estudio de la
plástica ibérica.
NOTA COMPLEMENTARIA
Acabado de redactar este trabajo y a punto de ser librado al editor,
ha llegado a nuestra manos el libro de Teresa Chapa Brunet dedicado
al estudio de la plástica ibérica de tema zoomorfo (10). En dicha obra,
la autora trata de la escultura que motiva estas páginas, para la que se
propone un origen andaluz, situado concretamente en la localidad de
Santaella (Córdoba). Los motivos que mueven a la autora a fijar este
origen con tanta precisión se basan en el conocimiento de otra escultura de bóvido hallada en aquella localidad andaluza hace un cuarto de
(9) M. ALMAGRO GORBEA: «Pilarea estelaa ibérico&», en Homenaje al proCeaor Martín Almagro
Bascb, m, Madrid, 1983, p6ga. 7-20.
(10) T. CHAPA BRUNET: «La escultura ibárica zoomorfa», Madrid, 1985, pága. 108, 158 y 160.
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10
E . SANMAR'n GREGO
siglo y que hoy se conserva en el Museo Arqueológico de Córdoba.
Para Teresa Chapa, la semejanza formal entre ambas postula hacia un
origen común. Asimismo, estos dos bóvidos pueden encuadrarse,
siempre según esta autora, en un Subgrupo Al, el cual muestra rasgos
que son típicos de su Grupo B. Este último tiene un área de dispersión
centrada en el Sudeste peninsular, mientras que el Grupo A y el Subgrupo Al son más propios del territorio andaluz vertebrado por el
río Guadalquivir.
Por lo que a nosotros respecta, sin dejar de tomar muy en cuenta
las observaciones de una tan buena conocedora de la escultura ibérica,
y precisamente por el hecho de que el Grupo A también se encuentra
presente en el Sudeste, pensamos que no es posible descartar para la
escultura del Museo Arqueológico de Barcelona un origen valenciano
o murciano, habida cuenta, en primer lugar, de la transhumancia de los
artistas, y, en segundo lugar, por la presencia de depresiones en el
lomo de los animales sólo en la zona alicantina - caso del Toro del
Molar- , o albaceteña -caso de la Bicha de Balazote, hecho éste que
no dejar de ser, creemos nosotros, bastante significativo.
En cuanto a la funcionalidad de la escultura de Barcelona, la
autora, que nada dice de la existencia de la depresión dorsal, piensa
que ésta, así como la del Museo Arqueológico de Córdoba, debían de
flanquear un monumento funerario, actuando así de la misma forma
que los leones ibéricos que adoptan su misma postura Para Teresa
Chapa estos bóvidos debieron ir adosados a una pared sin llegar a formar parte de la misma
Finalmente, por lo que a la cronología de esta escultura hace referencia, la autora propone para su labra un período que cabría situar en
los siglos V y IV a. de J . C.
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SANMA RT I.- Róvldo ibérico en pied1·o
LAI'\1:. 1
Vista genet·al del bóvido ibérico e n piedt·a del Musco Al'queol6gico de Ral'cclona.
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LAM. n
SANMA RTI.- fióvido ibé rico en piedra
Ay
n. Vis ta en esCOI'ZO de los costados derecho e iz quiel'do del bóvido ibé a·ico d el Museo
At·qu eológico de R arcelona.
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SANMARTl.- Róvido ibérico en piedra
LAM.OI
A y R. Vistas laterales derecha e izquiet·da del bóvido ibérico de l Museo Arqueológico de
Ra1·celona.
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